jueves, 23 de noviembre de 2017

Y TODO SE ESTÁ CUMPLIENDO

Lc 19,41-44
Mirando detenidamente este Evangelio, observamos que dice: En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Ahora, miramos a Jerusalén y constatamos que eso ha ido ocurriendo a lo largo de su historia y ocurre ahora mismo. Todo se cumple y la Palabra de Dios es Palabra de Vida Eterna. Pero, también podemos extender esto a todos nosotros, el mundo. Un mundo donde se encuentra la Iglesia, pueblo escogido por Jesús, y en donde tiene que llevar a cabo su misión evangelizadora. Un mundo que hace verdad y realidad esa profecía que leemos en el Evangelio de hoy.

Un mundo que se ha escondido en la oscuridad de la mentira, del individualismo, de la ciencia y los avances científicos y técnicos. Un mundo que vive de espaldas a Dios y se enroca en sí mismo perdido en violencia, odios, venganzas y guerras. Un mundo que mata la vida y ordena su tiempo. Un mundo que valora la eficiencia, la productividad y se deshace de lo inservible y de lo que no produce. Un mundo que se olvida de la solidaridad, de la justicia, de la verdad y de la fraternidad. Un mundo que no dejará, como dice el Evangelio, piedra sobre piedra, porque no ha conocido el tiempo de tu visita. 

Y, ahora, la Palabra de Dios proclamada por su Iglesia. Una Iglesia que sigue firme y que continua, a pesar de sus debilidades, de sus desvaríos y pecados, luchando contra corriente y esperanzada en la promesa final de la victoria. Porque, el Señor está Vivo. ¡Ha Resucitado y está con nosotros!, y nos acompaña en nuestra misión de cada día para llevarnos por el camino de salvación. Y en Él estamos esperanzados, porque su Misericordia es Infinita.

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