martes, 5 de diciembre de 2017

HUMILDES PARA AGRADECER

Lc 10,21-24
Nadie que no sea humilde dará gracias. Para ser agradecido, primero hay que ser humilde, porque el que se siente pequeño, necesitado de ayuda y de conocimientos es sólo aquel que se experimenta humilde y, por lo tanto, capaz de manifestarse agradecido.  Una experiencia de Dios no se encuentra en los libros, ni en la ciencia, ni en la intelegencia, ni en la sabiduría, solo está en Él y a los que Él quiera manifestarse.

Y su beneplácito ha sido concedérsela a los pequeños y humildes. De modo que, partiendo de esta revelación de Jesús, sólo los pequeños y humildes recibiran la experiencia y sabiduría de Dios. Y esto tiene un significado muy concreto. Para llegar a Dios hay, primero, que abajarse, humillarse y experimentarse necesitado de su Gracia y Misericordia. Recordemos el canto de María: "... porque ha mirado la humillación de su esclava..."

Ese es el camino. Mi camino y tu camino. No podemos buscar a Dios en la suficiencia, en el poder, en la fuerza, en la inteligencia... porque esos no son sus caminos. La sabiduría de aquí abajo es caduca y limitada. Está encorsetada por el tiempo y el espacio, y no ve más. La verdadera sabiduría es la que viene de arriba, de la Mano de Dios. Por eso, los sabios e inteligentes de aquí abajo chocan contra sus propias limitaciones humanas. No ven más.

Lo que eleva y da plenitud al hombre es el experimentar que sólo adorando y amando a Dios puede conseguir esa plenitud que busca. Porque, Dios está por encima de todo, y no hacerlo así te esclaviza, te empobrece y te pierde. Fuera de Dios el vacío se apodera de ti y tu vida camina sin sentido y sin esperanza. Las sabidurías terrenales no llenan plenamente el corzaón del hombre poque están sometidas y por debajo de Dios.

Recordemos que sólo desde la pequeñez y humildad podemos encontrarnos con el Señor. Un Señor que se nos quiere dar a conocer, pero que necesita tu humildad, tu pequeñez y reconocimiento.

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