jueves, 18 de enero de 2018

EL ÉXITO DEL APARENTE FRACASO

Mc 3,7-12
Decimos, y lo decimos porque es verdad, las apariencias engañan. No todo lo que reluce es oro. La elección del Rey David fue una lección sobre las apariencias. Samuel buscaba a alguien aparente: alto, guapo y de muy buen porte para ungirlo según le había enviado el Señor, pero se equivocaba, las apariencias engañan. Dios no se fija en ellas, y elige no por lo que se parezca, sino por lo que se es.

La fe no revela nada si no hay obras, porque lo que realmente descubre la fe son las obras. ¿Quiénes tenían fe en la hora que Jesús, nuestro Señor, yacía crucificado en la Cruz? Debemos de suponer que María, su Madre, con  las otras mujeres y Juan que permanecían al pie de la Cruz. Los demás se habían rajados o escondido. Su fe no les sostenía firmes y dispuestos a dar la cara por Jesús.

Posiblemente, en muchas ocasiones el éxito primero o inmediato se esconde en la apariencia de que todo va viento en popa y muy favorable. Algo parecido ocurre en el noviazgo y en la luna de miel. Todo invita a saborear el buen perfume de los primeros tiempos, de la novedad, del viento favorable. Pero, llegará la tempestad. Siempre está al acecho y tiene su momento. Y cuando llega hay que soportarla, pertrecharse de apoyos y perseverancia, de fe y confianza para, llenos de paciencia, sostenerse en el fracaso, en los malos momentos y permanecer firmes. 

No desesperar, porque la tempestad y la cruz no significan fracaso, Es precisamente la Cruz la que señala nuestra victoria y nuestro éxito. Es la Cruz la que nos salva, porque en ella el Señor alcanzó la redención y la misericordia de todos nosotros dando su Vida por nuestro rescate, y Resucitando al tercer día. Es ese el fundamento de nuestra fe, que resucitaremos, por la Misericordia y Amor de Dios, también nosotros por los méritos de nuestro Señor Jesús.

Por eso, no temamos al fracaso ni a la muerte. Sabemos que llegarán, porque Jesús también los sufrió, pero serán paso previo para la victoria, para el gozo y la alegría, para la Resurrección, que nos llevará a la derecha del Padre y junto al Señor Jesús.

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