viernes, 19 de enero de 2018

LIBERTAD QUE EXIGE RESPONSABILIDAD

Mc 3,13-19
Queremos acabar con el mal y, para ello, razonamos y justificamos que quienes tengan poder acaben con el mal. Sin embargo, no pensamos que nosotros estamos dentro de esa posibilidad que puede también acabar con el mal. No con el mal universal, pero sí con el mal que reina en mi entorno y que forma parte del mal universal de este mundo. Todo lo que tú hagas servirá para arreglar un poco más este mundo. 

Tú eres una gota del mismo, y si tu gota está bien y es pura, el mundo será un poco mejor y más puro. Por tanto, es descabellado echarle la culpa a Dios de lo que pasa en este mundo. Porque, sí Él interviniera, tú no serías libres, ni tampoco podías aspirar a serlo. No habría ninguna razón para que lo fueras. ¿Para qué? ¿Siitodos los desaguisados y males que origina el hombre los arregla Dios? Tu libertad no tendría ningún sentido. ¿Acaso queremos ser libres sin responsabilidad?

Dios ha pagado esa condición de darnos la libertad con la Pasión y Muerte de su Hijo Predilecto y Amado. Nos lo ha presentado en su Bautismo en el Jordán por Juan el Bautista, y lo ha ungido de Espíritu Santo proponiéndonos que hagamos lo que Él nos diga. ¿Y quienes lo han matado? Posiblemente, tú y yo tengamos también alguna herencia en esa parte de culpa. Y, al menos yo me lo he planteado, si hubiese estado en ese tiempo, ¿qué hubiese hecho? Lamento aceptar que probablemente hubiese sido uno de esos que hubiese gritado "crucificale, crucificale".

Hemos sido creados, y creados para ser elegidos, para, con nuestra capacidad de decidir y elegir, hacer el bien y contribuir a conseguir un mundo mejor, más equilibrado, justo y fraterno. Un mundo donde todos tengan las mismas oportunidades y donde los más agraciados compartan con los menos. Un mundo donde el amor y la fraternidad sean las leyes que lo rijan y la paz sea el clima que reine por todos los lugares.

 Por eso, nuestro Señor Jesús empezó por elegir a doce, para que tomasen la iniciativa de continuar la labro que Él ya había instaurado. Y ahora, por  nuestro compromiso de Bautismo, tú, yo y otros estamos en la misma rampa de salida que aquello primeros apóstoles que fueron elegidos.

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