viernes, 26 de enero de 2018

TODO CRECE AL MARGEN DE TU ESFUERZO

Mc 4,26-34
Es un misterio, y me lo he preguntado varias veces, que la semilla, hundida en la tierra, germina y crece sin saber por qué. Sabemos que hay explicaciones científicas de lo que sucede, pero en último término, ¿quién fabricó esa semilla para que germinará ella sola? Sí, tienen que darse unas condiciones, pero, dadas, nace y crece sin pedir permiso a nadie.

Hoy, Jesús nos habla, usando parábolas, del parecido del Reino de Dios:  «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

También en nosotros se ha plantado esa semilla en la hora del Bautismo. Y en él hemos recibido la Vida de la Gracia, para que, en la medida de nuestro crecimiento y desarrollo humano, vayamos también creciendo en Gracia de Dios. Y lo hacemos sin darnos cuenta, sin percatarnos que la Gracia de Dios nos va haciendo mejores personas hasta el punto de darnos y sacrificarnos los unos por los otros. Es decir, amarnos.

Todo consiste en estar abiertos a esa Gracia que nos purifica y nos riega de santidad y buenas obras. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, y cuando permanecemos en Él, estamos en el Camino, pero también en la Verdad, y eso florece la Vida dentro de nosotros. Una vida que, sin darnos cuenta, va moviendo nuestro corazón y transformándolo más generoso, más suave y desprendido.

Todo es Gracia y nada por nuestros méritos. Por eso, no caigamos en el error de pensar que las cosas suceden por nosotros y que se deben a nuestros méritos. Todo crece y se transforma al margen de nuestro esfuerzo, porque todo es Gracia de Dios.

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