martes, 2 de enero de 2018

¿Y CUÁL ES MI TESTIMONIO?

Jn 1,19-28
Juan Bautista cumplió su misión y dio testimonio de la venida de Jesús presentándolo como el Mesías esperado que había de venir. El Mesías que nos bautizaría con Espíritu Santo y nos ofrecería la salvación. Juan se confiesa a las preguntas de aquellos fariseos negando que él sea el Mesías enviado. También niega que sea Elías, y se presenta como: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».

Su misión y existencia estaba ya profetizada por Isaías, acontecimiento que no nos debe dejar inmune, sino todo lo contrario. ¿Cómo es posible que todo estuviese previsto tal y como ocurrió? ¿Nos deja eso indiferente? ¿No somos capaces de plantearnos nuestro camino vital y de inquietarnos? Pues, eso es lo que pretende Juan, despertarnos, ponernos en movimiento y rectificar nuestro camino torcido enderezándolo y allanándolo.

¿Y nosotros? ¿Qué hacemos al respecto? ¿Damos también testimonio de la presencia del Mesías entre nosotros? Porque, Juan nos ha dicho eso: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia».

Indudablemente, si no lo conocemos tendremos que tratar de buscarlo, de provocar un encuentro con Él, de interesarnos por conocerle y escucharle, porque en Él está todas nuestras esperanzas y salvación. Y, por supuesto, en la medida que le conozcamos, así será nuestro testimonio y nuestro anuncio. Porque, todos los hombres buscan la salvación eterna, y sólo se encuentra en Él.

Es tiempo de salvación, de dejar que su Palabra nos inunde, nos invada, nos transforme y nos dé la fortaleza y la sabiduría para saber encontrarle y amarle, porque, sólo en Él está nuestra esperanza, nuestra dicha y felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.