viernes, 16 de marzo de 2018

LE PERSEGUÍAN Y QUERÍAN MATARLE

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Jn 7,1-2.10.14.25-30

Estaba decidido, Jesús les molestaba. La única alternativa era quitarlo del medio, y esa fue la decisión que tomaron. También nosotros entramos en ese papel. No cometamos el error de vernos fuera de esta confrontación con Jesús porque estamos lejos en el tiempo. También nosotros estamos ahí, y lo estamos porque también ponemos en tela de juicio la identidad de Jesús.

Encontrar nuestro momento es de vital importancia. Dar respuesta a lo que significa Jesús para ti es la clave del encuentro con Él. Nos formamos muchos prejuicios y hay muchos malentendidos que tomamos de otros y hasta dentro de la misma Iglesia. Cada cual bebe donde quiere y no donde debe. Se hace necesario ir a la Fuente, la Palabra, y beber en ella la identidad de Jesús, el Señor.

Y hay que ir bien acompañado, porque nos perdemos, entendemos mal y nos confundimos. Es entonces cuando descubrimos la gran misión e importancia de la Iglesia. La Santa Madre Iglesia, que, a pesar de las dificultades y luchas interiores, está guiada por el Espíritu Santo y nos sostiene en el camino de la verdad. Por otro lado, hay que ser paciente y perseverar y, sobre todo tener fe. Pues, entonces, ¿qué es la fe?

La fe la necesitamos para esos momentos de confusión, de no entender muchas cosas y llenarnos de prejuicios y malentendidos. De mucho ruido y poco silencio. Hay que creer y confiar en el Pastor, pues sin Pastor el rebaño se dispersa y se pierde. Ese es el mérito de la fe y que sin ella no podremos salvarnos. Hay que darle un voto de confianza al Señor, porque, también hay muchas razones que así lo sugieren. Es el enviado del Padre, nos lo dice Juan en el Jordán, y el Padre nos lo presenta como el Predilecto. Y nos manda a escucharle y hacer lo que nos dice.

Nos lo revelan las Escrituras y sus obras y milagros, y nos lo dice nuestro corazón, que adormilado por el pecado y la acción del demonio se ciega y se confunde. Pero, a pesar de ello, experimentamos deseos de amar y nos sentimos infelices cuando nos vemos impotente para hacerlo. Necesitamos al Señor para poder amar y ser felices.

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