miércoles, 25 de abril de 2018

ENVIADOS A EVANGELIZAR

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Mc 16,15-20
No es por capricho nuestro o por puro proselitismo, es por mandato, necesidad y por una incondicional libre voluntad de hacerlo. Porque, el mandato de Jesús no se impone, sino se propone a todos aquellos que así y libremente lo aceptan y se comprometen a ello. Porque, nuestro compromiso empieza en el Bautismo para los que en edad adulta se bautizan, y para los que nuestros padres nos lo han regalado, empieza en la temprana edad de la primera comunión, confirmación y capacidad de respuesta y compromiso.

Porque, no estamos hablando de algo que pasa, que puede o no puede influir en nuestra vida, o de algo que puedes comprar o vender. Estamos hablando de la vida, de tu vida. De esa vida que tanto deseas vivir y conservar; de esa vida que anhelas vivir de forma plena y que buscas con todos tus esfuerzos. Quieres ser feliz y vivir eternamente. Hablamos de eso 

Por lo tanto, el compromiso y la obligación de proclamarlo es algo muy serio. Lo más serio e importante de nuestra vida, porque es lo que todos buscamos. No se trata de algo que se puede o no aceptar, se trata de lo que todos quieren y desean. Se trata de lo que todos llevan escrito e impreso en sus corazones. Se trata de la Salvación Eterna. Y nuestra responsabilidad de proclamarlo, hablarlo o contagiarlo es ineludible.

Nuestro Señor Jesús asciende al cielo y nos deja la misión de continuar la buena Noticia de salvación a la Iglesia. Esa Iglesia que Él fundó en sus apóstoles y que camina desde su Ascensión a los Cielos. Esa Iglesia que ha tenido dificultades, divisiones y seudobrotes que la erosionan y la amenazan, pero que no pueden con ella, porque es invencible. El Espíritu Santo la protege, la dirige, la auxilia y la fortalece.

No tengamos miedo. Demos testimonio de nuestra fe y vivamos firmes en la presencia del Señor. Porque, nuestro Dios es un Dios de vivos. Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo, ha muerto crucificado, pero ha Resucitado y Vive entre nosotros. Con Él seremos siempre mayoría aplastante.

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