jueves, 31 de mayo de 2018

EN LA PRESENCIA DE UN MILAGRO

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Lc 1,39-56
Confieso que no me había dado cuenta durante toda mi vida, y pienso en la cantidad de veces que lo habré oído y leído, pero ha sido ahora, hace unos años, cuando lo he descubierto en unas catequesis de bautismo de adultos. Observé que Isabel no podía saber nada del anuncio del Ángel Gabriel a María y me dije, ¿de dónde adivinó Isabel que la visitaba la Madre de su Señor? Como dice el Evangelio, "quedó llena del Espíritu Santo".

Doble milagro, la del embarazo de Isabel, mujer estéril y de edad avanzada, y la de descubrir que María es la Madre de su Señor. Y nos empeñamos en buscar pruebas, seguridades y que alguien nos convenza de lo que está delante de nuestros ojos. Nadie podía saber el anuncio del Ángel Gabriel a María, y menos su contenido anunciador de la buena Noticia del Salvador. E Isabel canta la alabanza y bendiciones a María y al fruto de su vientre. La presencia del Espíritu una vez más nos muestra el Poder de Dios y el cumplimiento de la promesa del Mesías.

Verdaderamente es asombroso como se suceden los acontecimientos y como el Poder de Dios se manifiesta en su anuncio de su encarnación. Dios se hace hombre y son de nuevo dos mujeres las protagonistas de su anuncio. La Madre y la  prima Isabel. El Hijo encarnado y Juan el Bautista, quien lo precede, le anuncia y le allana el camino. Dios escoge lo más pequeño, lo más débil y lo menos creíble. Dos mujeres, una joven, sencilla, pobre y humilde, y otra mayor, anciana y estéril. Toma de lo pequeño para hacerlo grande y anunciar la buena Noticia de salvación.

Quizás muchos buscan pruebas extraordinarias o acontecimientos grandiosos. El mundo es único y un insuperable prodigio de grandeza. Sus misterios son inalcanzables para el hombre y, por cuatro cosas que ha llegado a descubrir, se cree grande, se engríe y se orgullece. Dios, creador de todo lo visible e invisible, se hace pequeño, humilde e irrumpe en el mundo en silencio, si alzar la voz y de forma desapercibida. Una Madre humilde y pobre, un padre adoptivo carpintero y un nacimiento sin ruidos y en el silencio de la noche. Quizás nos está anunciando que también nosotros debemos buscarlo en el silencio y en nuestro corazón.

miércoles, 30 de mayo de 2018

LA CRUZ DE CADA DÍA

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Mc 10,32-45
Podemos decir eso, nuestro camino lleva una cruz. Esa cruz del servicio, de dar bien por mal, de soportar toda injuria, burla, afrenta e incluso hasta el extremo de entregar la propia vida. Está pasando en todos aquellos que siguen subiendo a Jerusalén con Jesús y sucedió con Él mismo. Y nos lo dice hoy claramente en el Evangelio:  «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará».

Pero, el final nos colma de alegría y de gozo, pues nos aclara que al tercer día resucitará. Eso es lo único importante, la muerte no puede con la vida y el resultado final es de triunfo y victoria. Conocemos el camino y su dureza, pero tenemos al Señor que ha Resucitado y se ha quedado entre y con nosotros. Él está a nuestro lado en el camino y con Él vencemos todas las dificultades. Nos ha dejado dos herramientas que nos levantan y no fortalece, los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. 

Si con el primero levantamos nuestra alma limpiándola de todos nuestros pecados, que cometemos por nuestra debilidad en el camino, con el segundo recibimos el alimento espiritual de su Cuerpo y Sangre que nos transforma y nos configura con Él para vencer ante las dificultades y la cruz de cada día. Sí, la cruz se nos hace pesada en muchos instantes y momentos de nuestro camino, pero junto a Jesús y fortalecidos por el Espíritu Santo recibido en nuestro bautismo, podemos subir la cuesta que nos impone nuestra propia cruz.

Un servicio solidario, exigente, justo, honrado y fraterno. Un servicio, no dado como limosna sino entregado por amor desde el compromiso bautismal. Un servicio que te ayuda a levantarte, a caminar y a poner también tú de tu parte tu fuerzas, tu compromiso, tu colaboración y tu correspondencia al amor de Dios que se hace presente en el hermano por la acción del Espíritu Santo.

martes, 29 de mayo de 2018

SE TRATA DE DEJAR TODO LO QUE TE IMPIDE SEGUIR AL SEÑOR

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Mc 10,28-31
Cuando te dispone a reflexionar el Evangelio de cada día te asaltan preguntas y desafíos que cuestionan tu vida. Eso, siempre que lo quieras reflexionar desde una seriedad, un compromiso y un intento por hacerlo vida en tu vida. No cabe ninguna duda que, desde esa actitud, te interpela y te compromete. Y experimentas miedo e impotencia, porque te sientes débil, pobre, frágil y fácil de ser vencido. Te experimentas sin fuerzas ni voluntad para enfrentarte a esas renuncias que el seguir a Jesús te plantea.

Primero hay que despojarse de todas aquellas maromas que te atan al puerto de tu vida. Y eso cuesta y duele. Son tus apetencias, tus apegos, tus hábitos, tus comodidades, tus costumbres, tus egoísmos... Son tus ambiciones, tus afanes, tus ilusiones mundanas, tus honores, tus logros, tus privilegios y todo aquello por lo que te sientes atado a tu entorno y a tu mundo. Son todas esas cosas con las que tú crees ser feliz y con las que experimentas cierto gozo y bienestar. Es tu humanidad limitada, pobre y pecadora.

¿Cómo descubrir que vas por camino erróneo? ¿Cómo experimentar que todo eso tiene su tiempo contado y termina siempre mal? Sólo hay una posibilidad y un camino, experimentarlo y seguirle, a pesar del dolor y del desapego. La experiencia te irá despejando la incógnita y te irá aclarando el camino. El gozo y la libertad al desprenderte de todo aquello, aparentemente gozoso, pero caduco, te despejará la incógnita que te hará ver donde realmente está la verdadera felicidad y la verdadera plenitud. Todo lo de aquí abajo tiene poco valor y muy relativo. Está destinado al fuego.

Pero, en la medida que caminas, experimentarás que renunciando a lo que te impide ser libre y darte en generosidad y amor, ganarás más de todo lo que tenías. Estarás mejor considerado y más arropado. Es verdad que siempre tendrás a tus espaldas la amenaza de la persecución, pero eso no impedirá que dento de ti haya más paz, más gozo y más plenitud. Porque, la felicidad que tu buscas no está en las cosas y el placer que el mundo te puede dar, sin en la capacidad que tú tengas para amar.

lunes, 28 de mayo de 2018

NO BASTA CON CUMPLIR

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Mc 10,17-27
Es un fatal error confundir la fe con un mero cumplimientos. Muchos desearíamos que fuese así, pues de esa forma no sería tan difícil. Ser un buen cumplidor cristiano no es cosa muy difícil, basta habituarse y tener un poco de voluntad. Cumplir con el precepto de ir y oír misa no se hace pesado. Es más, ayuda a ser diligente y a alternar con otras personas. Te sociabiliza con los demás y hasta se pasa un buen rato.

Y luego, lo demás, rezar un poco y cumplir con la solidaridad y demás normas no presentan tanta dificultad. Aquel joven que se acercó a Jesús cumplía con todos los preceptos. Y hay mucha gente que, igual que él, lo hace hoy en día. El problema empieza cuando te planteas tu fe de una forma más sería y comprometida. Comprometida desde el compromiso, valga la redundancia, de tu bautismo. Entonces, la fe se inquieta y pide algo más que el mero cumplimiento.

La fe exige camino. Un camino de crecimiento y perfección, porque creer es aspirar a ser santo. No por tus medios y fuerza, sino asistido y llevado por la Gracia del Espíritu Santo, que, precisamente, empieza a caminar junto a ti en el momento del bautismo. Es la Santísima Trinidad, celebrada ayer, que se manifiesta en el Padre, que envía al Espíritu en nombre del Hijo, y el Hijo que te promete estar contigo hasta el final de los tiempos.

Se hace necesario dar ese paso de compromiso. Un compromiso de amor que corresponde al que el Padre tiene con nosotros. Así nos lo revela el Hijo al manifestarnos y mandarnos que nos amemos como Él y el Padre se aman. Es ese amor al que hay que aspirar y para ello necesitamos renunciar a muchas riquezas que nos retienen amarrados con esas maromas, que nos esclavizan y nos acomodan, como a los barcos en los puertos, fijados e inmóviles.

Porque, el mundo nos presenta muchas cosas que nuestro ego personal y nuestra naturaleza humana, herida por el pecado, ambiciona y desea. Y la riqueza es la fuente con la que se consiguen esos placeres, que nos ciegan y nos atraen y por los que estamos dispuesto a renunciar a la verdadera Fuente de la Vida y la Felicidad.

domingo, 27 de mayo de 2018

JESÚS SE QUEDA

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Mt 28,16-20
¿Sabemos lo que Jesús, el Señor, nos ha dicho? ¿Somos conscientes de que todo lo que ha dicho Jesús se ha cumplido y que ahora, al final, nos ha prometido estar con nosotros hasta el final de los tiempos? Esto significa que no estamos solos y que es una enorme garantía en medio de las dificultades que se nos presentan en el camino.

Por lo tanto, la misión que nos manda está avalada por Él y debemos ser conscientes y confiados en su Palabra. Esto no significa que tengamos éxito y que todos se avengan a ser discípulos de nuestro Señor, pues Él fue rechazado por muchos. Significa que también nosotros debemos hacer misión respondiendo así a nuestro compromiso de bautismo. Tenemos el compromiso del Señor y su Poder no tiene límites.

Los resultados no deben desanimarnos, ni tampoco los rechazos. El hombre es libre y puede optar por el camino que quiera. La tentación del mundo es muy seductora y muchos preferirán pasarlo bien aquí antes que renunciar a sus vidas y entregarlas en beneficios de los más pobres y necesitados. Pero, se equivocan cambiando tan poco y limitado por el gozo pleno de la Vida Eterna. Ahí está la trampa que el pecado nos hace seduciéndonos con cosas de tan poco valor y finitas.

Porque, lo que no es eterno tiene muy poco valor. ¿De qué te vale ganar el mundo si lo vas a perder en poco tiempo? ¿No has experimentado que cuando te das gratuitamente por hacer algo bueno en ayuda de quien lo necesita tu vida cambia y tu alegría es inmensa? Ahí se esconde la felicidad, la verdad y el verdadero camino que nos lleva a lo que realmente buscamos. Jesús es el Señor y en el bautismo empezamos nuestra verdadera vida cristiana cuyo objetivo es alcanzar la santidad y en él pertenecemos a Aquel que es por excelencia el Santo, el "tres veces santo".

La duda y la desconfianza siempre están en la mochila de nuestra vida. Somos pecadores y pensamos mal. El Evangelio de Mateo nos dice que algunos dudaron. También nos ocurre a nosotros, pero esa es la prueba de nuestra fe. Necesitamos superar esa desconfianza y confiar en Aquel que siempre ha cumplido su Palabra.

sábado, 26 de mayo de 2018

PARECERSE A UN NIÑO

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Mc 10,13-16
Los pobres, los indefensos, los desvalidos, los inocentes y todos los excluídos y marginados socialmente ocupan preferentemente el primer lugar en el Corazón de Padre Dios. Eso está meridianamente claro, pues Jesús lo ha dicho varias veces en su proclamacíón evangélica a lo largo de su vida pública: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado -Mc 9, 30-37-.» 

Ahora, ¿hay alguien más inocente, desprotegido, impotente, pobre y sin voz, necesitado y excluído que un niño, sobre todo,  en los tiempos que vivió Jesús en la tierra?  Pero también ahora y hoy mismo. ¿No son los niños las primeras víctimas de todo lo que acontece y ocurre en este mundo? Son utilizados y explotados en trabajos donde los someten a jornadas intensivas, y forzados, como esclavos, a trabajar con salarios ínfimos, a parte de privarles de su infacia y derecho al juego y a ser educados.

 Son militarizados, son víctimas para uso y satisfacciones sexuales y pornografía, y también condenados a muerte sin poder defenderse en los vientres de sus propias madres. Sí, realmente son los últimos y como dice Jesús, serán los primeros. Por eso, hoy, en el Evangelio declara : «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él»

Si tú y yo queremos también ser de los primeros tendremos que esforzarnos en ser como niños, y eso quiere decir que debemos buscar y ocupar el último lugar. Ese lugar que nos predispone a servir, a renunciar a previlegios y honores, a ser generosos, a compartir y a darnos gratuitamente en beneficios y bien de los demás.

  Sí, parecernos como niños es un buen camino a tomar y una bendición, porque es la búsqueda de abrirnos dócilmente a la acción del Espíritu Santo. Estar en esa actitud será siempre estar atento a la Palabra de Dios, porque un niño está despierto a aprender, a escuchar y a dejarse llevar por el que sabe más. Y ese eres Tú, Señor, que nos habla en nombre de tu Padre del Cielo.

viernes, 25 de mayo de 2018

CUANDO MANDA LA LEY SE ROMPE LA CONVIVENCIA

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Mc 10,1-12
No es fácil mantener una comunión a ningún nivel. Toda convivencia se hace difícil y tiene momentos de esfuerzo y sacrificio. Es de sentido común que así sea, pues la felicidad cuesta trabajo y esfuerzo. Pero, en esto de la comunión conyugal la cuestión tiene un significado más profundo. No se puede amar por ley, porque la ley se rompe y, a pesar de sostenerse la unión, el amor muere y se marchita. El amor no necesita de la ley sino del compromiso. Un compromiso mutuo de amarnos hasta que la muerte nos separe.

Y cuando estás verdaderamente comprometido tu manera de amar es diferente. La ley queda al margen, que, aunque se necesita para establecer vínculos y normas sociales, no incide en la relación del matrimonio. Porque, el compromiso sostiene todas las consecuencia que de la convivencia se derivan. Un compromiso de darse, de renuncias, de soportar, de perdonar, de educar, de escuchar, de comprender, de ser paciente, de estar disponible...etc. Un compromiso que se ve fortalecido con la presencia del Espíritu Santo, que, por la Gracia del Sacramento matrimonial, se fortalece y se sostiene.

Un compromiso amoroso como el que Dios tiene contigo. Él es la referencia y también el modelo donde el matrimonio debe mirarse y buscar solución a todas sus incongruencias e individualidades. Porque, conocer de donde partimos nos puede ayudar mucho a ordenar y superar todos nuestros vicios y egoísmos. La preparación prematrimonial ayuda mucho, pero la obstinación y la soberbia de muchos pasan de largo esa etapa que luego echarán mucho de menos. Porque, sin una base será mucho más difícil entender la necesidad de mantenerse unidos y las posibilidades de sostenerse.

Nuestra libertad orientada según un sentido individualista, que apoyamos en un proyecto utilitarista que vacía nuestra libertad de contenido y responsabilidad, rompe el amor y no deja que éste fragüe y se consolide en la renuncia del darse, de la disponibilidad generosa, de la escucha y comprensión y del perdón. Se derrumba por el egoísmo de dar satisfacción a ese individualismo exacerbado que alimenta la soberbia y potencia tu satisfacción personal.

El amor queda herido y dañado, pero siempre capaz de unirse y de recuperarse, porque el verdadero amor nunca se pierde, a pesar de que la soberbia lo sepulte. Siempre está vivo y capaz de entregarse. Sólo necesita llenarse de verdadero y auténtico amor que llena de paz, de generosidad, de comprensión y de unidad.

jueves, 24 de mayo de 2018

SAL DE LOS AMBIENTES MALOS

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La vida está salpicadas de ambientes, pero no todos los ambientes convienen ni son buenos. Hay ambientes que arrastran a la dependencia, al sometimiento y a la perdición. En ese sentido debemos estar precavidos y atentos a los peligros que nuestro propio entorno nos puede traer. Igual que las amistades, las hay que tratan de engañarnos y hasta manipularnos para sus propios intereses.

Jesús nos lo advierte en el Evangelio de hoy, y ya nos lo dice en la oración que nos ha enseñado, el Padrenuestro cuando rogamos para que nos libre del mal. El mal que puede estar en tu propio ambiente o circunstancias. Es en ese sentido cuando hay que saber cortar y alejarse de esa circunstancia y ambiente que te hace daño, porque son ellas las que te pueden inducir a perderte y a caer en el vicio y el pecado.

No conviene dejarse llevar por las malas compañías ni instalarse en los malos ambientes. Hay que salir de ellos, aunque a primera vista te apetezca y desees quedarte. En ese sentido habla Jesús así: Y si tu mano te es ocasión de pecado, cortatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.

Por otro lado, ser generoso tiene siempre su recompensa y el Señor lo tiene presente: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Sus Palabras son certeras y claras, pero también fuertes y duras: Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Saca tus propias conclusiones.

miércoles, 23 de mayo de 2018

CUANDO APARECEN LOS CELOS

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Mc 9,38-40
El mundo no lo arreglamos nosotros ni tampoco somos los llamados a arreglarlo. El celo es una enfermedad que debemos tener muy en cuenta, porque, de lo contrario, puede destrozar nuestra convivencia y nuestra paz. No podemos sentir celo porque otros hagan lo mismo y mejor que nosotros y estén en otros grupos, o incluso pertenezcan a otra religión. Si creen en Jesús y viven en el amor esforzándose en practicarlo bienvenidos sean.

No podemos por eso excluirlos ni enfrentarnos. Todo aquel que hace el bien no está contra Dios, sino todo lo contrario, es de los nuestros.. Por tanto, no confundamos el celo apostólico, deseo de construir el reino de Dios y darlo a conocer, con los celos por lo que tú haces y yo quiero que lo hagas en mi grupo. Los celos por pensar y creer que  mi grupo es el más privilegiado y el mejor y fuera de mi grupo no se pueden hacer las cosas bien. Ni tampoco quiero que se hagan aunque eso perjudique a la comunidad.

La Iglesia la formamos todos, todos aquellos que están bautizados, aunque después hayan muchos que se desentiendan e incluso murmuren contra ella. Pero, principalmente, los que están comprometidos con su bautismo y tratan de responder a esa fe recibida y fortalecida en el Espíritu Santo. Y todos, venga de donde venga, que se esfuercen en hacer el bien, no están en contra, ni por eso debemos exigirle que se unan a nuestro grupo.

Hay muchas O.N.G. que, no siendo de la Iglesia ni estar movida por ella están haciendo una buena labor y luchando por restablecer la justicia y la paz. Sólo Dios sabe lo que se encuentra en lo más profundo del corazón del hombre y sus buenas o malas intenciones. Sólo Dios puede juzgar y así lo ha dejado claro nuestro Señor Jesús: 
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».

martes, 22 de mayo de 2018

ANUNCIÁNDOLES LO QUE LE IBA A SUCEDER

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Mc 9,30-37
El camino está trazado y Jesús consciente de ello empieza a revelarselo a sus discípulos. Escoge el momento oportuno y comienza a decirles lo que le va a pasar. No quiere que se sepa y lo hace de forma reservada: En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea, pero Él no quería que se supiera. Iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.

Posiblemente nos suceda a nosotros igual. Estamos en el mundo y nos llama la atención e interesa las cosas del mundo:  los honores, el poder, los puestos relevantes, las distinciones y lo mejor. Y en ese contexto la voz del Espíritu Santo se diluye y no se oye. No es que Él no actúe, sino que con tanto ruido y tanta distracción en otros menesteres no la percibimos. No podemos estar ocupados en dos cosas a la vez. O el dinero, la fama, el poder, o Dios.

Hoy, Jesús nos pregunta a nosotros también: «¿De qué discutíais por el camino?» ¿En qué estamos entretenido que no le hacemos caso? Sí, cumplimos con los ritos y preceptos, pero, ¿estamos atentos y en sintonía con lo que el Señor nos dice? ¿Sabemos lo que le sucedió y lo que estaba anunciado? ¿Somos consciente que eso se renueva y se realiza en el memorial de cada Eucaristía? ¿Entendemos que significa y a qué nos compromete nuestro bautismo?

Estas fueron sus Palabras y lo que Jesús les quiso decir a sus discípulos y, también ahora, nos lo quiere decir a cada uno de nosotros: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».

lunes, 21 de mayo de 2018

PREOCUPADOS POR LA FE

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Mc 9,14-29
Cuando leo este Evangelio constato que mi fe es muy poca. No sé cómo decirlo, pero si creo que Dios lo puede todo y nada se le resiste, al mismo tiempo dudo de que pueda lograr ese milagro o curación concreta que deseo y que tengo en la cabeza. También, y estoy de acuerdo, que la oración es necesaria, pero saber que medida o que tiempo de oración se escapa a mi corta inteligencia y sabiduría.

No dudo, pero mi naturaleza humana, herida por el pecado, no tiene la capacidad para creer con la profundidad que permitiría la acción del Espíritu de Dios y su poder de curación. Pero, eso no derrota mi confianza ni mi postración ante el poder de Dios. Creo, con toda la fuerza de la que soy capaz en el Señor Jesús, el Hijo de Dios Vivo, enviado por el Padre tal y como Él revela. Y confío que, cuando Él lo decida, mi fe aumentará hasta el punto de hacer su Voluntad.

Voluntad que está muy clara, pues nos la ha dejado revelada en la Palabra y Obras del Hijo predilecto, el enviado para salvar al género humano. Esa voluntad de amar como el Hijo nos ha amado y revelado que nos ama el Padre. Una Voluntad que se concreta en hacer lo mismo con todos los hombres que participan de nuestra vida y a todos los que podemos llegar. 

Pero, volvemos a lo mismo, para eso se necesita fe y estar abierto a la Gracia del Espíritu que nos fortalece y asiste para tal misión. Una fe a la que hay que esperar y confiar, pero sobre todo, orar. Nos lo dice Jesús: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?». Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración».

Tengamos, pues, paciencia y confianza. Y seamos perseverantes y tenaces en no desfallecer. Esa, quizás, sea la prueba que nos demuestre que si tenemos fe, la de perseverar a pesar de nuestras dudas, nuestras decepciones, nuestros fallos y pecados. El Espíritu Santo nos fortalecerá y nos dará, cuando sea conveniente y oportuno, la fe que necesitamos para ver con claridad y firmeza.

domingo, 20 de mayo de 2018

EN MANOS DEL ESPÍRITU SANTO

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Jn 20, 19-23
Ha llegado el momento, Jesús ascendido a los Cielos deja su lugar al Espíritu Santo, para que sea Él quien acompañe a la Iglesia en su camino de cumplir la misión a ella confiada. Los apóstoles reciben al Espíritu Santo y, fortalecidos en Él, empiezan la andadura de anunciar la buena Noticia. También nosotros hemos recibido el mismo Espíritu Santo a la hora de nuestro bautismo, y en Él estamos fortalecidos para continuar desde nuestro lugar la misma misión de anunciar la buena Noticia.

Convenía que Jesús se ausentara para dejarle lugar al Espíritu Santo. Es Él el encargado ahora de animarnos, de auxiliarnos, de aconsejarnos, de asistirnos, de iluminarnos y de darnos toda la fortaleza necesaria para seguir nuestro propio y particular camino. El Señor continúa a través de la obra del Espíritu, que sigue realizando la obra de Jesús.

Sin la obra del Espíritu Santo no podremos hacer nada, ni siquiera saber rezar, y menos, pedir. Necesitamos su aliento, su luz, su fortaleza, su soplo, su inteligencia, su consejo, su entendimiento, su sabiduría, su ciencia, su piedad y su don de temor de Dios. Lo necesitamos enteramente y, según la promesa de nuestro Señor Jesús, lo tenemos a nuestra disposición, pero, necesita una cosa, que nos abramos a Él. El Espíritu Santo necesita nuestra disponibilidad, nuestra colaboración y nuestro abandono confiado en sus Manos.

Somos libres y tenemos la capacidad de elegir. Podemos quedarnos absortos contemplando las maravillas de este mundo que nos seduce y nos satisfacen sensorialmente y entregarnos a sus placeres y apetencias, rechazando la acción del Espíritu Santo en nosotros. O, por el contrario, abrirnos a su acción y dejarnos guiar por sus impulsos que nos llevan a cumplir, a pesar de nuestra debilidad, con el mandato de anunciar y proclamar la buena Noticia de salvación.

Pongámonos en sus Manos y, como los apóstoles, dejemos que su acción nos purifique, nos fortalezca y anime nuestra vida con su Gracia y su Poder.

sábado, 19 de mayo de 2018

CON LA MIRADA SÓLO PUESTA EN JESÚS

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Diría que es necesario que hayan diferencias. El Creador nos ha creado, no de forma homogénea, sino diferentes, personalizando en cada uno unas características individuales y singulares que nos hacen a todos diferentes e irrepetibles. Y esa forma de ser de cada uno se nota en nuestra convivencia como seres sociales y en relación que somos. Un denominador común, el amor, un sello personal y característico que es impronta de cada ser, criatura de Dios.

Todos los colectivos, grupos, asociaciones y partidos de cualquier índole están contagiados de esas diferencias de sus miembros que entran en conflictos con cierta facilidad y frecuencia. Es entonces cuando experimentamos la imperiosa necesidad del amor. Sin amor no sería posible permanecer asociados y, menos, unidos. El amor actúa como disolvente de todas las sustancias tóxicas que amenazan con destruir la convivencia, el grupo, la asociación o el partido, y consigue que, a pesar de las diferencias, permanezcan unidos.

El amor es totalmente necesario, pero no es algo que se pueda comprar. Es una fuerza interior que arrastra y que nos viene dada desde nuestra creación. Tiene que ver nuestra semejanza con el Dios Uno y Trino - Gn, 1, 26- que nos ha creado a su imagen y semejanza. Por eso, experimentamos deseos irresistibles de amar y sin amor quedamos vacíos y desorientados. Sin embargo, también, porque nuestra naturaleza está herida y tocada por el pecado, podemos elegir rechazar el amor y vivir en el mal, la mentira y el desamor. Todo dependerá de nuestra libre elección.

Si queremos y optamos por amar, que es nuestra condición natural a la que estamos llamados, tenemos que sostener los ojos firmes en Jesús. Él es la plenitud del Amor del Padre, revelado al hombre en la tierra, y Fuente de donde brota la Gracia que nos inunda, también a nosotros. Él es nuestra meta y nuestro modelo, a quien tenemos que mirar y seguir. Sin prisas, pero sin pausas, sin desvíos ni distracciones, y con paso firme y seguro. Él es nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida.

viernes, 18 de mayo de 2018

¿QUÉ SERÍA DE MÍ SIN TU MISERICORDIA?

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Jn 21,15-19
Me avergüenzo de todos mis pecados y te doy gracias, Señor, por tu inmensa Misericordia. ¿Qué sería de mí sin tu Misericordia? Nunca entenderé tu perdón, Señor, porque nunca seré merecedor de él, por eso me quedo sin palabras ante tanta misericordia y tanto amor. Pedro, el apóstol donde Tú, Señor, has puesto la base donde apoyar tu Iglesia, te confesó, iluminado por el Espíritu Santo, como el Hijo de Dios Vivo enviado para salvarnos. Pero también te negó tres veces y, arrepentido, lloró amargamente.

En el Evangelio de hoy te confiesa también tres veces que te ama. Lo hace algo preocupado por la insistencia, hasta tres veces, que Tú, Señor, le reiteras. Quizás quieres lavarle esa herida de su triple negación con tu Infinita Misericordia. Y yo, Señor, ¿cuántas veces te he insultado con mis pecados? ¿Y cuántos cometo cada día? Sin embargo, Señor, Tú sigues pacientemente abierto con tu Misericordia perdonándome uno tras otro.

Gracias, Señor, por dejarnos tan grande sacramento donde descargar todos nuestros pecados de cada día y lavar nuestras miserias y egoísmos que nos amenazan con separarnos de Ti. ¿Qué sería de todos nosotros, pecadores, sin esa Gracia Sacramental, que nos limpia, nos renueva y nos llena de esperanza para volver al camino de la vida y empezar, con nuevos bríos, de nuevo. Realmente, Dios mío, no sabemos de ese gran tesoro que es el Sacramento Penitencial.

Gracias, Señor, por reiteradamente hasta siete veces siete la oportunidad que me das de ser perdonado y que también me exige a mí perdonar. Porque, nada mejor que aprender desde la misma experiencia del perdón, pues, desde ahí es donde empiezas a experimentar y valorar lo grande y hermoso que es perdonar como tú eres perdonado por el Señor.

jueves, 17 de mayo de 2018

LAS DIFERENCIAS PERMANECEN

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Siempre pensaremos diferentes. Aún estando de acuerdo, tú lo ves de una manera y yo de otra. Es decir, si lo harías tú sería diferente a si lo hago yo. Y es que todos somos diferentes, personales y singulares. No hay nadie repetido y eso nos descubre que todos haremos las cosas diferentes aunque sean parecidas en algunos momentos. Y, de la misma manera, pensaremos diferentes aunque estemos de acuerdo.

Pero, a pesar de eso, sobre todos los hombres hay un pegamento especial que es capaz de sostenernos unidos incluso a costa de nuestras diferencias. Ese pegamento se llama "Amor". Sí, el Amor es capaz de preservarnos unidos y de sostenernos en el tiempo unidos. Pero, no ese amor que el mundo se ha fabricado y ha definido erróneamente, sino el Amor que viene de arriba, de nuestro Padre del Cielo y que el Hijo enviado nos lo ha revelado y enseñado.

Porque, el mundo nos presenta un amor de intercambio, de intereses, de toma tú y recibo yo. Un amor de placeres, de satisfacciones, de conveniencias, de gustos y de sabores. Un amor de compañía y de servicio remunerados. Un amor que no es permanente y que su tiempo tiene fecha límite. Un amor que se termina y que se acaba. ¿Qué clase de amor es ese? Es el amor del mundo, que no une sino que separa cuando los intereses están contrapuestos; cuando tu presencia ya no me gusta o satisface; cuando ya me he hartado de ti y cuando tu presencia me exige soportarte.

Esa clase, mal llamada de amor, nos sostiene al mundo, lo divide y lo hace injusto y opresivo. Esa clase de amor quita la paz y rompe la justicia escondiendo la verdad. No, de ese amor no habla Jesús, ni tampoco queremos hablar nosotros. Queremos el Amor que Jesús nos propone y nos ha revelado de parte del Padre. Ese Amor que perdona, que comprende, que es humilde, servicial y que escucha. Ese Amor que se da, que se regala, que es incondicional y misericordioso. 

Sí, queremos ese Amor, que está siempre pendiente del ser amado y que nunca te deja solo. Gracias, Señor, por amarnos de esa forma. Danos la fortaleza y la sabiduría de permanecer en tu Amor y esperar a tu segunda venida.

miércoles, 16 de mayo de 2018

NO SE PUEDE DECIR MEJOR NI MÁS CLARO

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Jn 17,11b-19
Hoy Jesús nos deja con la boca abierta. Se expresa de una manera meridiana y con una claridad deslumbrante que nos pone a todos bocarriba: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura». Y todo esto sucedió, y continúa hoy cuidando de todos nosotros en el Espíritu Santo, que ha venido en cuanto Él ha ascendido a los cielos. 

Y esa es nuestro objetivo, llegar a ser uno como Él y el Padre son uno. Eso deja entrever la necesidad y la exigencia de amarnos, porque para ser uno es ineludible que exista el amor. Un amor que se concreta en cuidarnos el uno del otro; en respetarnos; en no querer para el otro lo que no quieres para ti; en servirnos y ayudarnos. 

Y continúa Jesús diciendo: «Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».

Cristo y yo mayoría aplastante, porque en Él seremos más fuerte que los poderes del príncipe de este mundo, el Maligno, y superaremos todas las adversidades que el mundo nos presenta. Hemos sido enviado por el Hijo al mundo, tal y como Él fue enviado por su Padre. De la misma forma, nosotros hemos sido enviado por Él al mundo para cumplir una misión. La misión de proclamar el anuncio de la buena Noticia, que estamos salvados y aspiramos a una Vida grande, esplendida, maravillosa, gozosa y eterna. Levantemos la mirada y tengamos la verdadera aspiración para la que hemos sido llamados.

martes, 15 de mayo de 2018

VIDA ETERNA

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Jn 17,1-11a
El anhelo del hombre es vivir. Nadie quiere morir y, aunque lo inevitable le hace resignarse, su esperanza es siempre superar la muerte. La experiencia nos dice que cuando conocemos a un buen y verdadero amigo participamos de su amistad y eso nos permite beneficiarnos de sus cualidades y favores. Pues bien, de la misma manera conocer al Padre es quedar revestidos de Vida Eterna. Nos lo dice el mismo Jesús en el Evangelio de hoy: Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.

Ha llegado la hora, Padre, de conocerte y de glorificarte. Y te conocemos porque tu Hijo, el enviado y predilecto, nos lo ha revelado y dado a conocer, dándonos también, por el poder recibido de ti, la Vida Eterna. Por eso, Padre, te pedimos que nos ayude a guardar esas palabras recibida de Ti por medio de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y de glorificarte en este mundo mientras dure nuestro camino.

Nosotros seguimos en este mundo y necesitamos la asistencia del Espíritu Santo para poder avanzar y no desfallecer. Sabemos que no estamos solos y que Jesús, nuestro Señor, pide al Padre por nosotros. No nos ha dejado aquí solos y a merced del mundo. Él ha fundado la comunidad, la Iglesia, y pide para que el Padre la sostenga y le dé fuerza para que el nombre de su Hijo sea glorificado dándolo a conocer junto al Padre que lo envió.

Nuestra misión consiste en dar a conocer al Padre, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador. En esto, reiteramos, consiste la Vida Eterna, porque ellos son Eternos. Pero, esta misión no es fácil y necesitamos la mediación del Hijo y del Padre. Del Hijo porque permanece con nosotros en el Espíritu Santo, y del Padre para que nos guarde en este mundo en el que todavía permanecemos esperando la segunda venida del Hijo para ir con Él a la presencia del Padre.

lunes, 14 de mayo de 2018

LA ELECCIÓN

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Jn 15,9-17
No mires para atrás o para otro lado. Te señalan a ti, sí a ti en persona y quieren contar contigo. En la hora de tu bautismo fuiste escogido y señalado al ser ungido con el crisma sacramental que te imprime ese carácter bautismal que te conforma con Cristo -ver aquí- y, quizás porque fuiste bautizado de niño y no tenías conciencia de lo que recibías, ahora, más tarde y ya con razón para entender, tienes la oportunidad de, en tu confirmación, afirmar tu fe y descubrir todo el significado del rito del sacramento bautismal.

No has sido tú que te has apuntado, sino Cristo que te ha elegido. Y si te ha elegido es para que tú también, injertado en el Espíritu Santo por medio de tu bautismo, tengas la fuerza, la paz y la sabiduría de transmitir esa buena Noticia de que todos los hombres están salvados por el Amor del Padre que Jesús, el Hijo, viene a comunicarnos y revelarnos.

Jesús nos ha elegido por mandato del Padre. Somos sus amigos, no sus siervos, porque nos ha comunicado todo lo que ha recibido de su Padre. Y quiere que nosotros hagamos lo mismo con todos los hombres. Nos ha elegido para que, lo que de Él hemos recibido, lo trasmitamos a los demás. Y hemos recibido el amor, ese amor con el que Jesús nos ha amado y nos ama y que el Padre nos manda a dar a los demás, incluso a los enemigos.

De tal modo que no podemos trasmitir sino aquello que somos capaces de vivir. Si no amas, o al menos lo intentas, ¿cómo vas a trasmitir el amor? Y si no eres capaz de abrir tu corazón para recibir ese amor que Jesús te da, ¿cómo vas a dar ese amor a los demás? Porque, no puedes dar sino aquello que tienes. Eso nos descubre la necesidad que tenemos de estar cerca del Señor y dejarnos llena de su impronta y de su Gracia para, fortalecidos en ella, vivir en y de su amor y poder trasmitirlo a los demás.

domingo, 13 de mayo de 2018

AL FINAL LLEGA EL VERDADERO TRIUNFO

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Mc 16,15-20
La vida presenta momentos y épocas de alegría, pero también de tristezas, frustraciones, fracasos y malo momentos. Puede ocurrir que aparezca una enfermedad, o que la situación económica se vuelva a peor y se complique, o cualquier traspié que no envuelva la vida en un problema. Sin descartar enfrentamientos familiares o cualquier otro tipo de problemas. Y entre todo estos cambios y situaciones necesitamos llenarnos de esperanza y de fe.

Jesús, el Señor, también tuvo una vida complicada. Su fidelidad le acarreó problemas y le llevó a la Cruz, pero en la Cruz podemos decir que empezó todo, porque fue necesario que muriera para Resucitar y transformar todo su aparente fracaso en Victoria. La Resurrección del Señor da sentido a toda nuestra vida; da sentido a todos nuestros fracasos; da sentido a todos nuestros sufrimientos; da sentido a todos nuestros dolores; da sentido a toda nuestra paciencia; da sentido a todas nuestras renuncias; da sentido a toda nuestra misericordia y amor.

Y tras su Ascensión renace nuestra esperanza, porque Él nos ha invitado a seguir el mismo camino. Estamos llamados a Resucitar como Él, pero también tras un camino donde tendremos que padecer al anunciar, como Él, el Evangelio y al esfuerzo diario de amar y perdonar como Él nos ha amado y perdonado. Pero, siempre sabiendo que el resultado final va a ser ese, la Resurrección y la estancia en el Reino de los Cielos junto al Padre.

En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo:«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará».

sábado, 12 de mayo de 2018

LA VOLUNTAD DEL PADRE

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Jn 16, 23-28
Jesús pidió al Padre que apartara de su camino el cáliz de la Pasión que se avecinaba, pero no fue así. Fue escuchado, pero recibió la respuesta que se cumpliera la Voluntad del Padre, que no era otra que aceptara el sufrimiento de su Pasión y la entrega voluntaria de su muerte. 

Nosotros no sabemos pedir, y menos aquello que nos conviene. No entendemos al Padre y en muchas ocasiones recibimos lo que no nos gusta ni esperábamos. Nuestra naturaleza está tocada y vencida por el pecado y necesitamos ayuda del Espíritu de Dios para vencernos y aceptar la su Voluntad, que es, precisamente buena y la que nos conviene.

El Señor, nuestro modelo y referencia, sabía lo que debía hacer y lo que tenía que cumplir, aunque sintió, porque también tenía naturaleza humana, la debilidad y la tentación de eludir su cruenta Pasión hasta entregar su propia muerte. Por eso, debemos tener en cuenta que el Padre nos dará todo lo que pidamos, pero no según nuestros deseos y súplicas, sobre todo con racionalidad mundana a la que estamos sometidos, sino realmente lo que nos conviene y nos ayuda a encontrar el único y verdadero camino de salvación.

Es esa la línea como deben ir dirigida nuestras súplicas y peticiones. Y también como debemos esperar la respuesta del Señor, que como un buen Padre nos dará lo bueno, lo que nos sienta bien y nos ayude a conseguir nuestro verdadero objetivo, que no es otro sino la salvación eterna. 

El Señor es nuestro Padre, nos quiere y envía a su Hijo para comunicárnoslo y a todos los que creen al Hijo, que viene de parte del Padre, les recibe con los brazos abiertos. Por lo tanto, creamos firmemente y no tengamos la mínima duda de que el Padre nos escucha y nos atenderá en todo aquello que pidamos en el nombre del Hijo.

viernes, 11 de mayo de 2018

EL RESULTADO HACE OLVIDAR LAS PENAS Y EL SUFRIMIENTO

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Todos hemos oído alguna vez esta frase: "Se han pasado muchos apuros, pero ha valido la pena". Significa que aunque el sufrimiento ha sido grande, la recompensa final lo hace olvidar y el regocijo es hermoso y grande. Todos lo entendemos así y es que así es como único tiene sentido. En la vida todo lo hermoso esconde grandes esfuerzos y sacrificio. Llegar a una meta importante en tu vida significa esfuerzos y renuncias, que no todos están dispuesto a padecer. Solos los perseverantes y firmes en su propia fe lo alcanzan.

Hoy el Evangelio nos habla de eso. De una meta que todos llevamos escrita dentro de nuestro corazón. Queremos vivir felices y por eso luchamos. Pues bien, esa meta no está en el mundo que vives, ni en tus proyectos mundanos. Tampoco la encontrarás en el poder, ni en el placer. Y menos en el dinero. ¿Por qué? Por una simple y sencilla razón que todos entendemos, porque este mundo es caduco y todo lo que procede de él también es caduco. Y lo grande, lo que vale la pena si muere no es grande ni vale la pena.

Sólo vale la pena ese deseo que tú tienes dentro de ti, que quizás lo tienes dormido y ahogado por el ruido del mundo y no lo adviertes, y lo buscas en el mundo. Ese deseo de gozo eterno en plenitud. Porque, eso es lo que tú buscas, quizás de forma errónea en la lujuria, la concupiscencia, en el dinero, en el poder...etc, pero no acabas de encontrarlo nunca. Pasan los años y empiezas a pensar que este mundo es un engaño o un pozo sin salida. 

Sin embargo, si hay salidas. Hay dos, seguir al mundo con todo lo que él te ofrece, o seguir a Jesús, el Hijo de Dios, ese que hoy te habla en el Evangelio y te dice: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».

jueves, 10 de mayo de 2018

TRISTES PERO, APOYADOS EN LA ALEGRÍA Y EN LA ESPERANZA

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Jn 16,16-20
Nuestra tristeza se vuelve alegría por la esperanza en la venida del Señor. Se ha ido, pero permanece entre nosotros. Tenemos su Palabra, que es Eterna y tiene siempre cumplimiento. Por eso, estamos tranquilos, confiados y esperanzados. Nos dice: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».

Y todo va sucediendo como Él nos ha dicho. El mundo se alegra y los seguidores de Jesús caminamos contra corriente en una lucha constante ante las seducciones que el mundo nos presenta. Pero, también hay persecuciones de muchos clases, unas cruenta y de muerte, y otras de una guerra fría, hedonista y contra los valores, la justicia y la moral. Se pretende aparta a la Iglesia de la sociedad y de la familia y de que el hombre viva de espalda a Dios. Un Dios con el que se quiere terminar y erradicarlo de la vida del hombre.

Pero, será imposible, porque Dios está dentro del corazón de cada hombre y muchos hombres responden a su llamada. Él Vive, Resucitado en su Hijo Jesús y vendrá de nuevo a encontrarse con los que en Él cree. Nos lo ha dicho de muchas formas y en varias ocasiones. Hoy nos lo recuerda cuando nos dice que dentro de poco le volveremos a ver.  Está presente en nuestras vidas y vendrá, como ha anunciado, en su segunda venida.

Jesús no se ha ido, se ha quedado presente en la Eucaristía. Está con nosotros, y cada día podemos verle, tocarle y alimentarnos de su Cuerpo espiritualmente. En la Eucaristía, misterio de fe, podemos conmemorar la resurrección del Señor y la presencia de Él entre nosotros. Sí, Jesús nos acompaña y todas nuestras penurias, sufrimientos y penalidades se convertirán al final en gozo y plenitud eterna. Es Palabra de Dios.

miércoles, 9 de mayo de 2018

CAMINO DE LA VERDAD

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Jn 16,12-15
Esto puede sonar a risa para muchos, pero no para los cristianos creyentes. Y digo esto porque hay muchos que son cristianos, pero no creen. Creer no está en nuestras manos, porque de lo que hablamos está por encima de nuestra capacidad. Puedes creer en algo razonable y que puedes llegar a ver, pero eso ya no es plenamente fe, porque el término fe implica creer en algo que no puedes ver.

La fe, por lo tanto, es un don de Dios. Tú puedes experimentar que, dentro de ti, hay un anhelo y una esperanza de vida eterna. Eso lo puedes comprobar, porque la muerte te da miedo y nadie quiere morir. Pero, el mundo, este mundo donde vives, no te soluciona ese deseo. Luego, ¿qué hacer? ¿Esperar angustiado a que te toque tu hora, o tratar de responder a ese anhelo interior que guarda tu corazón? La respuesta no puede ser sino tuya. Nadie podrá acompañarte en tu viaje de última hora, pues sólo te corresponde a ti.
                    
Jesús es histórico, por lo tanto, creer en Él es fácil. La historia nos lo presenta y de Él se ha escrito mucho. Ahora, la cuestión empieza a partir de que Él se presenta como el Hijo de Dios, creador de todo lo visible e invisible, anunciándote que te ama y que quiere compartir su Gloria eternamente contigo. Jesús no viene por su cuenta, es presentado por el Padre en el Jordán, cuando Juan el Bautista lo bautiza y también  en monte Tabor... Y el Padre nos lo presenta como su Hijo predilecto -Mt 3, 17- y también en Mt, 17, 1-8- y nos invita a escucharle y a hacer lo que nos diga.

Pero, lo fundamental es que ese Jesús, el Hijo de Dios, ha Resucitado, y vive, y está entre nosotros. Y nos ha dicho, en su Ascensión a los cielos -Lc 24, 50-53- que convenía que Él se fuera para que viniese el Espíritu Santo, que nos iría enseñando todo lo que no habíamos comprendido y todo lo que nos falta por entender. Y así continúa nuestro camino, asistidos y auxiliados por el Espíritu Santo, a pesar de nuestras caídas, nuestras dificultades y nuestros errores y sufrimientos.

Ya nos dijo Jesús en otra ocasión -Mt 10, 24- que el discípulo no es más que el Maestro. Nuestro camino será duro, pero llegará el día en que todo lo veremos tal cual es y nuestra dicha, entonces, será grande y eterna.

martes, 8 de mayo de 2018

NUESTRA ESPERANZA ES QUE NO ESTAMOS SOLOS

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Jn 16,5-11
A veces no preguntamos cosas que no llegamos a entender. Muchas veces nos sorprendemos de nuestras propias y buenas actuaciones y somos los primeros sorprendidos de lo que hacemos hasta el punto de preguntarnos, ¿por qué he hecho esto o lo otro? Ante cualquier contra tiempo respondemos con generosidad y bondad. No hay otra respuesta que la de que dentro de nosotros vive el Espíritu de Dios, y Él nos mueve a hacer el bien y a amar.

Porque, hacer el bien de forma altruista y desinteresada es amar. No es amar actuar por provecho propio, sino por mejorar al otro y procurarle el bien en la medida de tus posibilidades. Y, simplemente, porque así lo hace Dios contigo, sólo con la diferencia que Dios lo puede todo. Pero, debemos saber bien que los planes de Dios no son los nuestros, y muchas veces no comprendemos sus actuaciones y hasta nos sorprendemos negativamente. Ten toda la seguridad que Dios te ama y busca siempre, a pesar de que no lo entiendas, tu bien y el de todos.

Y para eso ha bajado el Espíritu Santo. Nos asiste, nos conforta y nos auxilia para que no nos desviemos del buen camino y permanezcamos siempre en el camino del Señor. Sus dones, regalos de su asistencia, son: don de Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios, que nos ayudan a permanecer fieles al Señor. Son muchas las seducciones y tentaciones que el mundo nos presenta y, débiles y frágiles, estamos a merced del príncipe del mundo. Necesitamos la Gracia del Espíritu para, fortalecidos en Él, superar los obstáculos que se nos presentan.

No tengamos miedo y abrámonos a la acción del Espíritu. Eso sí, nuestra colaboración tiene que ser abierta, dócil y entregada. Somos seres en libertad y sin ella le Espíritu no mueve un dedo. Necesita nuestra colaboración para ir transformando nuestro endurecido corazón en un corazón suave como el del Señor. Esa es nuestra misión, nuestra esperanza y la alegría de nuestra vida. Ven Espíritu Santo, llena nuestros corazones de tus fieles, enciende en nosotros la llama de tu Amor y se renovará la faz de la tierra.

lunes, 7 de mayo de 2018

LA HORA DEL ESPÍRITU

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Nos ha sido anunciado que el Espíritu Santo, el Paráclito, será enviado desde el Padre. Así nos lo ha dicho Jesús: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre,... -Jn 15,26—16,4-. Y su Palabra tiene siempre cumplimiento. Eso significa que no caminaremos solos sino asistidos por el Espíritu Santo que nos dará lo necesario para resistir, para soportar y para permanecer en el Señor.

Y, sobre todo, para dar testimonio de esa Palabra recibida, porque, también Jesús nos dice que daremos testimonio, y lo haremos en la medida que permanezcamos en Él. Eso significa que tendremos que esforzarnos en relacionarnos con Él cada día leyendo el Evangelio, su Palabra, para conocerlo mejor y para saber como debemos de actuar y comportarnos en cada momento y en cada situación.

Pero, no sólo nos basta con conocerlo y saber qué hacer, sino actuar de forma coherente y de acuerdo con su Palabra. Por sus obras los conoceréis -Mt 7, 20-, nos dice el Señor, y es que son nuestras obras las que darán firmeza y crédito a nuestras palabras. Y es que un testigo no sólo es aquel que da testimonio verbal de lo que ha oído y sabe, sino que lo vive y está dispuesto a llevarlo hasta sus últimas consecuencia.

Y eso se ve en el día a día de nuestras relaciones con los demás. Familiares, amigos, compañeros del trabajo y comunidad con la que compartimos nuestra fe. Y, sobre todo, con aquellos a los que no le caemos bien o piensan de forma diferente a nosotros, o que les molesta los que creen en Jesús. Por todo ello, ha bajado hasta nosotros desde el Padre el Espíritu Santo, para darnos fuerza, sabiduría, inteligencia, valor, entendimiento y poner en nuestros labios las palabras precisas cuando tengamos que dar testimonio de palabra, pero también, fortaleciéndonos en las obras cuando se trate de ayudar.

El Espíritu nos ayuda a renunciar a este mundo, a no buscar el éxito ni la gloria, ni tampoco el poder o ser influyente. Todo lo que hacemos lo hacemos desinteresadamente, gratuito y para Gloria de Dios.

domingo, 6 de mayo de 2018

AMAR APETECE, PERO AMAR GRATUITAMENTE ES OTRA COSA

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Se habla mucho del amor y todo está apoyado en el amor. Sin amor el hombre experimenta la soledad y el sin sentido de la vida. Ha sido creado para amar y todo lo que sea alejarse de ese rol le desorienta y le pierde. Pero, no todo lo que se llama amor es verdadero amor. 

Posiblemente, el hombre se confunde y identifica el amor con su egoísmo, sus satisfacciones y caprichos. Amor es igual a lo que me gusta y en donde me siento bien, y eso no lleva sino a romperlo cuando no me satisface, no me gusta o no me siento bien. Y eso ocurre porque el amor es otra cosa. Y más que dar criterios necesitamos mirar para Jesús y ver lo que Él ha hecho y hace con cada uno de nosotros. Él es el modelo y la referencia del verdadero y auténtico amor. En Él podemos fijarnos y tratar de imitarle y, seguro, acertaremos con el verdadero amor.

Frente al amor de Jesús nosotros no merecemos nada. Nada de lo que tenemos es nuestro, sino que nos ha sido dado gratuitamente. Pero, nosotros, nos apropiamos de ello y lo utilizamos según nuestra conveniencia. Administramos nuestra vida a nuestro capricho e interés; proyectamos nuestros planes según nos convenga y pensamos en nuestro provecho sin tener en cuenta a los demás. Amamos según estas coordenadas y cuando nos parece o nos cansamos, cambiamos de amor.

Pero, lo misterioso y grandioso es que, a pesar de todo eso, Jesús continúa amándonos. Su amor es incondicional y sin ninguna prestación. Hagas lo que hagas, Jesús te ama y te seguirá amando. Claro, no será para siempre, porque tienes un tiempo, una vida que aprovechar. Este es tu tiempo de salvación y en el que tienes que despertar y darte cuenta de lo que te ofrece el Señor. Escúchale y síguele tratando de vivir según sus mandatos, que es precisamente este: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.

sábado, 5 de mayo de 2018

CONTRACORRIENTE

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El Evangelio es un camino cuesta arriba, pues su cumplimiento y seguimiento en muchos momentos molesta a los que quieren vivir según sus voluntades y apetencias. Porque, el Evangelio persigue vivir según la Voluntad que Jesús, que nos revela el Amor del Padre, nos enseña con su Palabra y sus Obras. Ese mensaje del verdadero amor, que Jesús nos transmite enviado por el Padre, se consuma plenamente en el amor a los enemigos.

¿Hay cosa más dura que amar a aquel que te odia y busca hacerte daño? Seguir a Jesús es experimentar que el mundo te odia como también lo odia a Él, porque ese odio persiste hoy en día. Jesús ya nos lo dijo: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros. Por lo tanto, en Jesús tenemos el camino que posiblemente también nos tocará vivir a nosotros. 

No se trata de que vayamos a morir como Él, pero sí de que nuestra vida estará llena de momentos difíciles, de persecuciones, de sufrimientos y sacrificios. Por eso, necesitamos estar unidos y permanecer en Él. Unidos sacramentalmente en la Eucaristía, alimento que nos fortalece y nos sostiene firmes ante las adversidades y contra tiempos de nuestras vidas. No se trata tampoco de que busquemos el sufrimiento, sino de que, presentado, porque llegará, seamos lo suficientes fuertes para aceptarlo desde la Cruz de Jesús y compartirlo con Él.

Los poderes del mal estarán pendientes de derrumbarnos y nos podrán el camino difícil y duro de soportar. Somos sus enemigos, porque ellos no conocen al que envió a Jesús, el Padre, No perdamos la esperanza ni la fe en la Palabra del Señor que no nos deja solos y que, enviado por el Padre, nos manda el Espíritu Santo, que nos asiste y nos auxilia en cada momento difícil de nuestras vidas.