viernes, 25 de mayo de 2018

CUANDO MANDA LA LEY SE ROMPE LA CONVIVENCIA

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Mc 10,1-12
No es fácil mantener una comunión a ningún nivel. Toda convivencia se hace difícil y tiene momentos de esfuerzo y sacrificio. Es de sentido común que así sea, pues la felicidad cuesta trabajo y esfuerzo. Pero, en esto de la comunión conyugal la cuestión tiene un significado más profundo. No se puede amar por ley, porque la ley se rompe y, a pesar de sostenerse la unión, el amor muere y se marchita. El amor no necesita de la ley sino del compromiso. Un compromiso mutuo de amarnos hasta que la muerte nos separe.

Y cuando estás verdaderamente comprometido tu manera de amar es diferente. La ley queda al margen, que, aunque se necesita para establecer vínculos y normas sociales, no incide en la relación del matrimonio. Porque, el compromiso sostiene todas las consecuencia que de la convivencia se derivan. Un compromiso de darse, de renuncias, de soportar, de perdonar, de educar, de escuchar, de comprender, de ser paciente, de estar disponible...etc. Un compromiso que se ve fortalecido con la presencia del Espíritu Santo, que, por la Gracia del Sacramento matrimonial, se fortalece y se sostiene.

Un compromiso amoroso como el que Dios tiene contigo. Él es la referencia y también el modelo donde el matrimonio debe mirarse y buscar solución a todas sus incongruencias e individualidades. Porque, conocer de donde partimos nos puede ayudar mucho a ordenar y superar todos nuestros vicios y egoísmos. La preparación prematrimonial ayuda mucho, pero la obstinación y la soberbia de muchos pasan de largo esa etapa que luego echarán mucho de menos. Porque, sin una base será mucho más difícil entender la necesidad de mantenerse unidos y las posibilidades de sostenerse.

Nuestra libertad orientada según un sentido individualista, que apoyamos en un proyecto utilitarista que vacía nuestra libertad de contenido y responsabilidad, rompe el amor y no deja que éste fragüe y se consolide en la renuncia del darse, de la disponibilidad generosa, de la escucha y comprensión y del perdón. Se derrumba por el egoísmo de dar satisfacción a ese individualismo exacerbado que alimenta la soberbia y potencia tu satisfacción personal.

El amor queda herido y dañado, pero siempre capaz de unirse y de recuperarse, porque el verdadero amor nunca se pierde, a pesar de que la soberbia lo sepulte. Siempre está vivo y capaz de entregarse. Sólo necesita llenarse de verdadero y auténtico amor que llena de paz, de generosidad, de comprensión y de unidad.

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