martes, 5 de junio de 2018

JUSTICIA ES DAR A CADA UNO LO SUYO

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Mc 12,13-17
En cada discusión se dirime un acto de justicia, de verdad o de mentira. Todos apuestan por tener la verdad aunque saben que sólo la puede tener uno. Y muchos, escondiendo su mentira quieren hacerla ver como verdad. Unos argumentas sus razones, y otros lo hacen con las suyas. Pero, lo que se desea y de verdad importa es cada cual lo haga desde la sinceridad, buena intención y la verdad.

Porque, siendo así, se encuentra pronto el acuerdo. Cuando se busca la verdad, no mi verdad, siempre se llega al acuerdo, a un punto común donde se establece la unidad y la paz. Aparte quedan las diferencias que nos separan, pero que la verdad termina por unir. El caso evangélico que hoy nos ocupa lo resuelve Jesús, el Señor, de forma admirable con una sabiduría fuera de lo común y propia de su autoridad. 

Aquellos fariseos y herodianos pretendían confundir a Jesús y enfrentarlo con el César. Era una estrategia que les daba fundadas esperanzas en ponerlo en un aprieto imposible de evitar y llevarlo al enfrentamiento con el César. Se las prometían muy felices y así lo llevaron a cabo. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».

Podemos observar que la pregunta estaba muy bien pensada y dibujaba una encerrona difícil de desenrollar. Más, Jesús, una vez más, dándose cuenta de sus malas intenciones resuelve la cuestión con una sabiduría extraordinaría que no podían imaginarse: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.

También nosotros tenemos una moneda grabada en nuestros corazones, impronta de la imagen de Dios y a la que debemos corresponder con todos nuestros tributos y cualidades por encima de todo, pues, gratuitamente las hemos recibido de Él y a Él corresponden. Y, lo mejor, con ella podemos alcanzar la felicidad eterna que anhelamos. Miremos en nuestras propias vidas que hacemos con ellas.

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