viernes, 31 de agosto de 2018

EL PREMIO DE LA COSECHA


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Mt 25,1-13
Muchas veces hemos oído que al final se tiene lo que se cosecha. La vida es el resultado de nuestro trabajo y nuestras inquietudes. Quien se preocupa por mejorar, por buscar la felicidad, por ser cada día mejor, más feliz y encontrar la paz y el gozo, terminará por encontrarlo. Porque tus resultados no son producto de la casualidad o de un golpe de suerte, sino de toda una vida de búsqueda, de trabajo, de preocuparte por crecer y mejorar. Tu responsabilidad y compromiso darán el fruto apetecido.

Y eso es lo que nos transmite la parábola que hoy nos cuenta el Evangelio de boca de nuestro Señor Jesús. Aquellas diez vírgenes encarna la preocupación por estar preparadas para la hora del banquete. ¿Estás tú, nosotros, preparados? Al parecer habían cinco preocupadas por actuar de forma prudente en sus vidas; actuar con responsabilidad y en consecuencia. Así, invitadas al banquete prepararon sus lámparas y llenaron sus alcuzas de aceite para que la espera no les cogiera desprovistas y sin su lámpara encendida.

Pero, habían otras cinco vírgenes irresponsables, despreocupadas, indiferentes. Quizás, distraídas por otras cosas que el mundo te presenta y trata de seducirte, para que pongas tu corazón en otros fines y logros. Y, claro, no llevaron sus lámparas bien provistas de aceite, y el novio tardó así que, a parte de sentirse cansadas, igual que las otras cinco prudentes, se durmieron y no se preocuparon más. Su necedad les perdió, porque cuando vino el Novio y se despertaron, las prudentes tenían todo en regla y sus lámparas bien provistas y las necias no.

¿Qué ocurrió? Lo esperado, las necias al irse a proveerse de aceite perdieron su oportunidad, pues el Novio llegó y abrió la puerta a quienes estaban allí preparados y sus lámparas encendidas. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».

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