sábado, 29 de septiembre de 2018

ÁNGELES QUE SUBEN Y BAJAN

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Jn 1,47-51
Cuatro angelitos tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan. Es una de esas oraciones que las mamás enseñan y rezan con sus hijos en su época infantil. De niños recordamos esos momentos cuando nos íbamos a la cama. No todos han tenido esa suerte, pero siempre de pequeños solemos oír hablar de los ángeles. Y, en estos momentos de gratos recuerdos, levantamos nuestra mirada para todos aquellos niños que no saben de sus ángeles ni han oído nunca hablar de ellos.

Pero, de alguna forma, los ángeles han estado siempre presentes y al derredor de Dios. Son sus mensajeros y servidores. Sin embargo, hay mucho de fetiche, de mágico y de ídolo en su entorno, sobre todo en culturas primitivas y de poco conocimiento religioso. Los ángeles no son nada de eso. Son servidores de Dios que cumplen sus ordenes y, en ese sentido, nos cuidan, nos defienden y protegen por mandato divino. 

Están en su presencia en constante alabanza y prestos a sus mandatos. Suben y bajan del cielo como mensajeros suyos y acompaña a las personas como guías en el camino. Pero, veremos cosas mayores, nos dice el Señor en el Evangelio de hoy, cuando se encuentra con Natanael, que queda sorprendido y asombrado al ver lo que Jesús le dice: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

No nos extrañe nada, a pesar de nuestra sorpresa y asombro, porque el Señor lo puede todo y lo que dice se cumple. ¡Claro, veremos cosas mayores! Y es que con los ojos de la fe quedaremos sorprendidos por el Poder de Dios. Vemos con meridiana claridad la pobreza de este mundo. Gente que corre y se afanan por ver y conocer lo que en él hay y no se percatan de la grandeza y poder de Dios.

Gente que no piensan y no viven en búsqueda de la Verdad permaneciendo en la oscuridad y la mentira de este mundo.. Gente que su máxima aspiración es vivir cuatro días cuando realmente están invitados al Banquete Eterno. La fe es un milagro y un regalo de Dios.

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