sábado, 22 de septiembre de 2018

TÚ TAMBIÉN ERES SEMBRADOR

Resultado de imagen de Lc 8,4-15
Aunque no lo percibas toda tu vida es una siembra. Una siembra que va dejando sus frutos. Frutos buenos y menos buenos, pero también malos. Y muchos que te han precedido y dependerá de ti que los que te sucedan en el tiempo recojan buenos frutos.

Muchos de tus esfuerzos han quedado a la orilla del camino y se lo ha llevado el viento. Otros han tenido cierta acogida, pero no han llegado a echar raíces. Las circunstancias, el ambiente y el estrés con que se vive terminan por ahogarlos. Otros han sido escuchados y bien recibidos, pero las seducciones del mundo y los afanes de la vida terminan por distraerlos y sofocarlos. Al final quedan sometidos al mundo, esclavizados e instalados en él.

Finalmente, hay otros esfuerzos que encuentran la tierra apropiada, bien abonada y fértil, donde escuchan la Palabra, la trata de reflexionar y, con humildad se esfuerzan en vivirla. Por la Gracia de Dios son los esfuerzos que dan buenos frutos, perseverando y soportando también las posibles inclemencias del camino.

No cabe duda que esa siembra de cada día necesita del riego de agua pura, del agua de la Gracia que se alimenta en la oración constante, de la frecuente penitencia y, sobre todo, de la Eucaristía, el alimento fundamental que nos vigoriza y fortalece para dar buenos frutos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.