miércoles, 26 de septiembre de 2018

UN CAMINO ESTRESADO

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Lc 9,1-6
La vida actual ha dado un salto extraordinario. Recuerdo con nostalgia mi infancia, mi adolescencia y juventud. Eran tiempos tranquilos donde las circunstancias no cambiaban mucho. Todo sucedía más despacio y la vida era más sosegada y sin tantas complicaciones. Cada cosa correspondía a su tiempo y todas las etapas se sucedían sin más dilaciones.

Se esperaban los días con entusiasmo e ilusión tras los que venían las fiestas, y hasta se conocían los posibles ambientes y concurrentes a las mismas. Eran etapas bonitas donde tenías nuevas oportunidades para relacionarte y para empezar una relación apasionante y definitiva. La vida era hermosa y tranquila y estaba sometida a tu propio control. No había muchos sobresaltos ni nada extraño que la alterara. Sí, de vez en cuando sucedía algo que se hacía noticia o alteraba la vida del pueblo, pero era simplemente de vez en cuando.

Podemos imaginar una vida sin móvil, Internet, email y todo tipo de comunicaciones y medios que nos acercan y nos ponen en franca competencia. Ya estamos viendo como se mercantiliza el deporte y se exporta a otros lugares. Un mundo globalizado que incide en nuestra forma de vivir y llega a someternos a una carrera vertiginosa que nos estresa y nos enferma. Un mundo sin libertad, porque no hacemos lo que deseamos hacer sino lo que la misma carrera social nos impone. 

Queremos ser los primeros, tener más, mejores que los otros; queremos el coche más moderno, los últimos modelos, la última moda, se más guapos y bellos; queremos visitar y conocer todos los lugares, viajar, y... Indudablemente, eso necesita dinero y ganar y, se supone, que entramos también en una voraz espiral de trabajo, de ambiciones, de riquezas. Al final nos volvemos locos, enfermizos, neuróticos, depresivos, esquizofrénicos... Necesitamos paz, mucha paz.

Y en el mundo no la encontramos. Necesitamos al Señor, Él es el Camino, la Verdad y la Vida y en Él encontramos sosiego, tranquilidad, verdadera paz. Nos orienta y da verdadero sentido a nuestra vida y gran esperanza. Y en ese sentido, también nosotros estamos llamados a transmitir a este mundo alocado que Jesús es la verdadera meta y el verdadero sentido de este mundo que se precipita al abismo. Cada día es bueno hablar con Jesús y reflexionar sobre su Palabra y lo que nos indica y aconseja.

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