lunes, 15 de octubre de 2018

COMO NIÑOS

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Mt 11,25-30
Todos hemos crecidos desde aquel momento que hemos sido fecundados en el seno de nuestras madres y recibido el aliento de Dios infundiéndonos un alma inmortal. Y hemos crecidos por el amor de nuestros padres, que Dios ha puesto a nuestros cuidados y protección. Ellos, respondiendo al amor de Dios y por su Gracia, nos han amado también a nosotros, sus hijos, y, no sólo nos han cuidado, protegido y educados, sino que nos han ido enseñando y transmitiendo todo lo que necesitábamos saber en cada momento.

¿Y nosotros? ¿Hemos sido obedientes? En esa medida habremos aprovechado mejor el tiempo y aprendido muchas cosas. Porque, como niños obedecemos a nuestros padres y nos fiamos de ellos. Sabemos que nos quieren y que se dejan la vida por educarnos y darnos lo mejor para nosotros. Esa es la actitud que Dios, Padre nuestro, quiere de sus hijos, y por eso, Jesús, el Hijo enviado a revelarnos el amor del Padre, nos revela sus intenciones.

Y nos advierte que tendremos que ser como niños, es decir, obedientes, humildes y sumisos a la acción del Espíritu Santo, que, enviado por el Padre, nos va auxiliando, enseñando y dándonos la sabiduría necesaria a cada instante para que sigamos el camino recto según la Palabra y la Voluntad de Dios. Igual que hemos aprendido de nuestros padres de la tierra, también hemos de aprender de nuestro Padre del Cielo, y, para ello, necesitamos ser humildes y abandonarnos en las Manos del Espíritu Santo.

Ese ejemplo nos lo da Santa Teresa de Ávila, que, abandonada en el Señor, supo asumir y recibir toda la sabiduría que la llevó a ser doctora de la Iglesia. De ella tomamos su testimonio de caminar tras los pasos de la Sabiduría Absoluta, Jesús, nuestro Señor, el Hijo de Dios hecho Hombre. No hay otro camino. Sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

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