viernes, 30 de noviembre de 2018

EL ENCUENTRO

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No me imagino que todo sucedió tal cual lo escribe Mateo. Posiblemente, Andrés había ya tenido algún contacto con Jesús a las orillas del Jordán y posiblemente había inducido a su hermano a conocerlo. La llamada se produce en un momento donde la respuesta vive ya dentro de cada uno de ellos. Estaban deseosos de saber más de Jesús y sus palabras les atraían.

También nos ocurre a nosotros hoy. Conocemos a Jesús en algún momento de nuestra vida. Nuestra familia, algún amigo o nuestros recuerdos de catequesis de primera comunión. Cualquier impacto despierta en nosotros el deseo de conocer mejor a Jesús, pues dentro de nuestro corazón está viva la llama del amor y el deseo eterno de felicidad. Y Jesús nos habla de eso y nos ofrece la eterna felicidad en el amor.

Ahora, ¿respondemos como Andrés y su hermano Pedro? ¿Creemos que el Espíritu Santo nos transforma y nos ayuda a dar una respuesta coherente y firme? No desesperemos y tratemos de caminar en la presencia de Dios. Quizás con ese esfuerzo ya estás respondiendo a su llamada. Responder es dejar que el Espíritu Santo actúe sobre ti y tu vida se vaya transformando poco a poco. 

Vivir en el esfuerzo de amar y de caminar en la verdad y justicia es ya una respuesta de amor, y para lo cual necesitamos la presencia del Espíritu Santo. Es verdad que todos no tenemos la misma misión ni hemos recibido los mismos talentos, pero, sí, todos podemos ser santos por la Gracia de Dios en la medida que pongamos todo lo que tenemos y hayamos recibido al servicio de Dios. Los caminos son diversos y las funciones también. Necesitamos ir descubriendo a la luz del Espíritu a lo que estamos llamados pues hay diversidad de carismas y funciones.

jueves, 29 de noviembre de 2018

LA MUERTE ES EL PRINCIPIO PARA EL CREYENTE EN JESÚS

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Lc 21,20-28
Sabido es que lo que empieza acaba y todos sabemos que llegará un día que este mundo acabará. La historia así nos lo revela y el sentido común nos viene a decir lo mismo. Ahora, ¿qué ocurrirá y cuando? No lo sabemos. Conocemos algunas señales y signos que Jesús nos revela en el Evangelio de hoy: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Sin embargo, todo eso no debe llenarnos de terror y miedo, sino de esperanza y paz, porque sabemos de un Padre bueno que nos ama y nos salva. Las últimas palabras son de una gran esperanza: Y entonces verán... y eso debe llenarnos de alegría y paz. No es este el final de nuestro camino, sí del de este mundo, pero entonces empieza la verdadera vida sin problemas ni angustias. Una vida llena de gozo, de paz y felicidad eterna.

Jesús nos lo ha prometido y su Palabra es Palabra de Vida Eterna. En - Jn 3, 36 - nos dice que quien cree en Él tendrá vida eterna, y eso se cumple al final de los tiempos. Mientras, nosotros también vamos acabando nuestro propio camino particular. Nos llega la hora de nuestra vida, pero siempre con la esperanza de resucitar cuando el Señor, como anuncia en el Evangelio de hoy, venga a rescatarnos y a darnos ya la definitiva Vida Eterna.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

EN LA HORA DE LAS PRUEBAS

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Lc 21,12-19
Hay muchos momentos a la hora de la verdad donde se descubre la firmeza y la fe que habita en tu corazón. Cuando el camina es llano y no presenta dificultades, de noche todos los gatos son pardos, dice el refrán. En los tiempos de bonanza todo se puede aparentar y esconder, pero cuando llegan las dificultades nuestra fe se pone a prueba.

Y en la vida no nos faltarán momentos de pruebas. Hay mucha gente que se enfada con Dios porque las cosas no le van como ellos quieren, o por dificultades que se les presentan en la vida. Y cuando mis deseos no son atendidos como yo quiero rompo mi amistad con Dios. Podríamos decir que la fe de esas personas está cogida con alfileres. No es una fe comprometida ni nacida de un encuentro serio y responsable.

Y no es algo que nos pueda coger desapercibido. Jesús nos ha dejado muy claro - Lc 21, 17 - que lo pasaremos mal. El mundo va por otro lado y los valores del mundo están sometido a la economía. Cuando algo, incluso respecto a la persona, queda bajo el termómetro de la economía, manda la economía, valga la redundancia y la persona queda por debajo. 

Es decir, priman los intereses económicos antes que los intereses de las personas. Por lo tanto, nuestro camino por este mundo es un camino de lucha, de batalla y de penuria. En muchos momentos seremos marginados, excluidos y maltratados. De hecho, lo estamos viendo ya en muchos países donde los creyentes en Jesús de Nazaret son perseguidos y condenados a muerte, y en otros tratan de excluir su mensaje y desterrar de las escuelas la proclamación de la Buena Noticia.

Nos toca sufrir al igual que el Maestro porque la verdad duele a quienes viven en la mentira y la apariencia; a quienes buscan el poder y la riqueza y a quienes piensan encontrar la felicidad en las cosas de este mundo. Sí, habrá momentos de oscuridad, de sufrimiento y terror pero, todo pasará y renacerá la esperanza y la luz. «Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

martes, 27 de noviembre de 2018

EN ESPÍRITU Y EN VERDAD

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También al templo le llegará su hora, y no quedará piedra sobre piedra. Pienso en estos momentos en todo ese patrimonio de la humanidad al que se le presta tanta atención o se le da tanto valor. Al final todo se vendrá abajo, así que todos sus ornamentos y piedras preciosas están llamadas a desaparecer.

No es el templo lo verdaderamente importante. Tiene una importancia de convocatoria y de reunión. En ellos se celebran las fiestas principales de la comunidad religiosa y tiene su gran importancia. Pero, nunca debemos perder la idea de que no es lo principal. Porque, a Dios se le adora en Espíritu y en Verdad, y no hace falta templos. Y a eso vamos al final de los tiempos.

Sin embargo, no sabemos la hora y todavía queda largo camino. Pero, sucederán muchas cosas y muchos trataran de engañarnos engañándose ellos mismos al proclamarse como Yo soy o está llegando el tiempo. Y no debemos hacerles caso. No debemos tener pánico, nos dice el Señor, cuando oigamos noticias de guerras y de revoluciones. De hechos algunas noticias de esas empiezan a oírse y parece necesario que eso tiene que ocurrir primero.

Pero, nos dice el Señor, el fin no será enseguida. Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

lunes, 26 de noviembre de 2018

NO SE TRATA DE DAR SINO DE DARSE

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Lc 21,1-4

Cuando uno da algo que realmente le sobra, no lo nota. Aquello te sobraba y, sí, es verdad que ahora no lo tienes, pero no lo echas en falta. Indudablemente que es una limosna, pero su valor no es del todo valioso, pues es algo que te lo puedes permitir con solvencia y facilidad. Te sobra y no adviertes necesidad ni sacrificio.

Todo cambia si eso que has dado y compartido lo necesitas y no te sobra, sino que es parte de lo que tienes para vivir. Adviertes su ausencia y te exige sacrificio y privación. Entonces, estás dando parte de lo que tienes y necesitas. Te estás realmente dando y no regalando. Compartes lo que tienes y lo que eres. En esta circunstancia la limosna cobra mucho valor.

Esto es lo que de alguna manera manifiesta hoy Jesús en el Evangelio: En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

Observamos que es muy pequeño el comentario del Evangelio de hoy, pero muy profundo y significativo. La limosna no está en proporción directa con la cantidad, sino con la intención y la necesidad de lo que te desprendes. No porque se dé mucho es más importante, sino porque se dé, aunque sea poco, de lo que uno necesita y le hace falta. Compartir no es regalar de lo que sobra, sino de partir de lo que necesitas y vives. 

Y eso Jesús lo deja muy claro y lo pone en primer plano. Aquella viuda había dado más que todos los que habían dejado cantidades importantes. Porque, lo valioso e importante no es la cantidad sino la intención de lo que se da aunque sea muy poco. Y eso viene a representar que lo importante no es dar sino darse.

domingo, 25 de noviembre de 2018

MI REY ES CRISTO JESÚS

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Jn 18,33-37
Lo que más queremos acostumbramos a llamarle mi rey. Cuando alguien destaca en la vida de forma muy notoria decimos que es el rey de esa modalidad. El rey que Jesús proclama no es un rey que impone y exige vasallaje, sino un rey que libera, que perdona y que salva. Es un Rey que da la vida, vida eterna y plena de gozo y felicidad.

Jesús es el centro de la vida para todo cristiano. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y seguirle a Él es vivir en la Verdad. Todo lo que está fuera de la Verdad es mentira, y la mentira esconde malicia, injusticia, engaño y perdición. Por eso, cada instante de nuestra vida tenemos que esforzarnos en vivirlo en verdad y justicia, y eso es vivirlo en la Voluntad de Dios.

El Reino de Jesús es un Reino de servicio, de paz, de justicia, de verdad y de amor. Un Reino que todos buscamos, porque, ¿quién no quiere que haya paz y justicia? ¿Quién no busca la verdad y la caridad? Todos queremos vivir en la paz y todos los pueblos la buscan. Pero, ¿qué ocurre? Se busca una paz en la que tú pones tus condiciones e intereses. Una paz controlada e impuesta por ti.

Y nacen las injusticias y las mentiras. El mundo es testimonio de todo esto que decimos. Sólo se hace la paz cuando hay verdadero amor, verdad y justicia. Y ese es el Reino que viene Jesús a traer y del que Él habla:  «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí»  Y Pilato irónicamente le dice: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».

Yo, Señor, quiero escuchar tu Voz, porque Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida, y quien cree en Ti vivirá eternamente.

sábado, 24 de noviembre de 2018

RESURRECCIÓN

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Lc 20,27-40
Si te empeñas en querer entender la resurrección te será imposible, pues tú capacidad finita y limitada no alcanza la inmensidad y grandeza de Dios, infalible, todopoderoso y creador de todo lo visible e invisible que hay en todo el universo, incluido el mismo universo. Y, posiblemente, en ese empeño levantarás una barrera infranqueable que te impedirá estar abierto a recibir la fe. Ese don que sólo Dios lo puede dar.

Una fe que exige la condición de la humildad, que significa aceptar tu pobreza, tus limitaciones y tu pequeñez, para poder recibirla. Y no es nada fácil el esfuerzo de hacerse pequeño, pobre y humilde, como si de un niño se tratara, para recibirla. Experimentas pronto la necesidad del Espíritu Santo para que con su auxilio poder ser receptor y estar abierto al don de la fe.

Dios es inalcanzable e Infinito, y el hombre y la mujer, sus criaturas, nunca podrán abarcarle, comprenderle y, menos, entenderle. Nuestra imaginación no puede imaginar, valga la redundancia, como será ese misterio de la resurrección ni tampoco como será ese otro mundo tras la resurrección. Sin lugar a duda que nuestra razón intuye que no será como este, pero imposible llegar a imaginárnoslo. No habrá familias, matrimonios, ni una vida como esta.

Sería una locura atrevernos a imaginarlo. Experimentamos nuestra pequeñez y eso debe valernos a considerar lo que realmente somos: pobres pecadores. Entrar en esa dimensión y locura no haría sino confundirnos y alejarnos más de la fe. Es terreno que el diablo conoce y domina bien y en él se encuentra a sus anchas para seducirnos y llevarnos a su terreno. Aquí no podemos hacer otra cosa sino confiar en el Señor, que tiene Palabra de Vida Eterna.

Él es el Creador del mundo, Omnipotente y Todopoderoso. Podrá hacer  lo que quiera y como quiera. Por eso, después de razonar todo lo que da nuestra razón y comprender que el mismo sentido común nos descubre la posibilidad de la resurrección, lo más lógico e inteligente es fiarnos de la Palabra de Dios, que habla en Verdad y siempre se cumple. 

viernes, 23 de noviembre de 2018

MI CASA ES CASA DE ORACIÓN

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Confundimos la oración con los sacrificios. Y sin darnos cuenta convertimos nuestra relación con Dios en ofrecer sacrificios y trabajo. El templo en lugar de encuentro con los demás y no con Dios, y un encuentro para adorarle y darle gracias por darnos la oportunidad de recuperar nuestra dignidad de hijos suyo.

Sin embargo, confundimos la casa de oración en casa de favores, de peticiones y cumplimiento. La Voluntad de Dios es simple y clara, tratar de amar como Jesús, el Hijo, nos amó y nos enseñó con su Vida durante su paso por este mundo. Y, sobre todo, con su Palabra, que nos alimenta cada día, nos fortalece y nos alumbra el camino a seguir.

El templo es un lugar de reunión con Dios, donde celebramos el Sacrificio único que Jesús hace entregando su Vida por todos nuestros pecados y rescatándonos para Gloria de su Padre Celestial. No hay más sacrificios que hacer, pues con el de Jesús estamos ya salvados. Es hora de dar gracias y de cargar las pilas de nuestros corazones para también nosotros darnos para el bien de los demás, los que realmente sufren, no le conocen y deambulan por la vida desorientados y perdidos.

El verdadero Templo es Jesús. A Él lo adoramos en verdad y justicia en cualquier lugar, porque Él está en todas partes y, de forma muy especial, dentro de nosotros, con preferencia en los pobres, en los excluidos y marginados. Ese es nuestro cometido, corresponder a ese amor de Dios por los pequeños y desorientados y, para eso, le necesitamos. Al menos yo le necesito, porque no sé por donde caminar, cómo ayudar y muchas veces mi corazón se compadece y sufre.

Es verdad que, por propia experiencia, muchos no se dejan ayudar. Ocurre lo mismos que con los hijos, que no siguen las indicaciones y propuestas de sus padres y toman otros caminos equivocados que les llevan a la perdición. Pero, no por eso debemos de cesar en nuestro empeño por estar disponibles, sensibles y atentos al servicio y a la caridad fraterna.

jueves, 22 de noviembre de 2018

JERUSALÉN NO ABRE SU CORAZÓN AL SEÑOR

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Lc 19,41-44
Los evangelios nos reflejan el rechazo de Jerusalén al mensaje del Señor. Y la Pasión de Jesús sigue a la de tantos profetas, el último Juan el Bautista, que son rechazados y condenados por las autoridades religiosas de Jerusalén. Jesús conoce la historia y sabe lo que le espera a Él también.

El pueblo rechaza al Dios, hecho Hombre, que viene a liberarlos y forma en su imaginación al dios que ellos quieren que venga a liberarles. Se trata de un dios creado en su imaginación que coincide también con los que ellos quieren ver y esperar. Y, claro, todo lo que no les gusta, de ese supuesto Dios para ellos, lo rechazan y lo condenan. Así, Jerusalén no abre su corazón al Señor.

Pero, ha cambiado algo en el tiempo con respecto a nosotros. Es ahora su Iglesia su pueblo, y nosotros, quizás también dentro de su Iglesia, no estamos muy conforme con sus planes y proyecto. Jesús no se pone al lado de los sacerdotes y autoridades religiosas de su tiempo. Está al lado de los pobres, de los marginados, de los leprosos, de los paralíticos, de los publicanos, de las prostitutas y homosexuales y de todos los rechazados por los que se creen puros.

¿Y ahora, al lado de quien está? Sigue con los mismos. Lo repite hasta la saciedad: "He venido a salvar a los pobres y pecadores". Somos nosotros ahora su Jerusalén celeste y tenemos que ponernos junto a Él y a su lado. Quizás no estamos justamente en el lugar que debemos. Posiblemente un poco ladeados y no junto a Él, pero podemos acercarnos más y más hasta injertarnos en Él.

Para ello debemos desterrar y despojarnos de nuestro orgullo, de nuestras ambiciones y proyectos y de nuestras ideas. Dejarlo todo es poner a Jesús, el Hijo de Dios verdadero, en el centro de nuestra vida y esforzarnos en hacer diciendo su Voluntad. Nunca solos, sino confiando y abriéndonos a la acción del Espíritu Santo.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

LA ESPERA EN MANOS DE DIOS

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Lc 19,11-28
Confiamos en su Palabra y esperamos su segunda venida. Pero, no se trata de esperar con los brazos cruzados ni de estar pendiente de esa venida. Vendrá cuando menos lo esperemos y no sabremos el momento ni la hora. Todo sucederá cuando suceda. 

Mientras tendremos la exigencia de comerciar con los talentos que hemos recibido. Talentos que no nos han sido regalados sino dejados en administración a cada uno para que los utilicemos en beneficios de todos, y sobre todo en el bien de los más necesitados. La parábola que Jesús nos plantea hoy nos deja claro lo que tenemos que hacer con lo que Él nos ha dejado. Cada cual tiene sus talentos o cualidades e, independiente de ponerlos en rendimiento, tenemos que emplearlos en el bien de los más pobres y necesitados.

Y la forma de hacerlo es la misma con la que lo hemos recibido. Si nos los ha dejado el Señor gratuitamente, también nosotros tenemos que ofrecerlos y dejarlos gratuitamente. No son nuestros, sino dejados en nuestras manos para el bien de los demás. Por lo tanto, nuestro trabajo debe estar en función del bien de los demás, sobre todo los más pobres y necesitados.

Observamos que dejada la mina, el Señor regresa y pide cuentas. Y vemos que el primero como el segundo producen frutos. Uno diez y otro cinco, pero el último trae la misma mina que ha recibido sin el esfuerzo de ponerla a rendir. La ha guardado por miedo a perderla y a la exigencia del Señor. Y ha recibido la condena por su holgazanería, por su indiferencia y pasividad. Estamos obligados a dar igual que hemos recibido. A repetir lo mismo que han hechos nuestros padres con nosotros. 

Tenemos unas cualidades que quizás otros no tienen. Unos quizá más que otros, pero todos debemos ponerlo en común para bien de todos. Entendemos que así el mundo iría mejor, sería más justo, viviría más en la verdad, habría más paz y, por supuesto, más amor.

martes, 20 de noviembre de 2018

TAMBIÉN YO SOY ZAQUEO

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Lc 19,1-10
Hay muchos Zaqueos y en uno de ellos puedo estar representado yo. Porque, dejo de ser Zaqueo cuando me escabullo y me escondo. Cuando la presencia de Jesús me asusta y me da miedo y trato de huir en lugar de hacerme el encontradizo. No soy Zaqueo cuando no quiero moverme ni exponerme a que me vean o a hacer el ridículo. No soy Zaqueo cuando es el respeto humano más fuerte que mi deseo de conocer al Señor.

Me identifico con Zaqueo cuando quiero ver al Señor y encontrarme con Él. Me identifico con Zaqueo cuando dejo entrar su llamada en mi corazón y acepto su invitación. Me identifico con Zaqueo cuando pongo mi corazón en sus Manos y me dejo transformar por ellas en actitud de obediencia y disponibilidad. Y me hago Zaqueo cuando mi conversión no se queda en palabras sino que pasa a la vida y comparto lo que tengo y lo que soy. Respondo a la llamada del Señor cuando hago de Él el centro de mi vida y todos los dioses que antes vivían en mi corazón se apartan para dejar hueco al único Dios verdadero y salvador del mundo.

Por eso, la pregunta que me hago es: ¿qué Zaqueo represento yo? El que busca y quiere encontrarse con Jesús y, encontrado, cambia su corazón y transforma su vida? ¿O el Zaqueo que se acomoda, se atrinchera, se instala en su vieja vida y sigue su camino lejos de Jesús? ¿a qué árbol quiero subirme, al de este mundo donde prima el dinero y el poder, o al que Jesús me invita, abajándome humildemente y ponerme en actitud de servicio y amor?

Es ahora tiempo para reflexionar y sacar tus propias conclusiones, pero nunca solo. El Espíritu Santo está contigo y dispuesto a ayudarte. Confía en Él y, pacientemente, dejate llevar.

lunes, 19 de noviembre de 2018

VER PARA CREER


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Lc 18,35-43
Estamos ciegos y vamos por la vida con los ojos de la fe cerrados. Es verdad que vemos las maravillas de este mundo, pero no vemos al Creador. Y cuando digo no vemos me refiero a que pasa desapercibida tu presencia, Señor, ante las maravillas de este mundo que tú has creados. Sabemos o deducimos que alguien las ha tenido que crear, pero no queremos ver que has sido Tú, Señor. Incluso, nos gusta más dejarnos convencer por aquellos que elaboran teorías evolutivas como producto de un choque de energías que han dado vida a todo lo creado y a la vida, valga la redundancia, misma.

Todo es válido antes que reconocer tu Poder Creador, Señor. Caminamos con los ojos de la verdad muy bien cerrados y sumidos en la oscuridad más necia e ignorante. Por eso, necesitamos abrirlos grandemente para tratar de ver. Ver en verdad y justicia; ver que Tú, Señor, eres el verdadero y único Creador de todo lo visible e invisible. Verte, Señor, para poder seguirte.

Y tomamos conciencia que la vida misma nos nubla la vista. Estamos metidos en una inercia de la que cuesta mucho salir. No vemos la claridad de tu Palabra, y si llegamos a entenderla, no encontramos la fortaleza ni el camino para salir de ella. Necesitamos luz, Señor; mucha luz para ver y poder seguirte con firmeza y decisión. El mundo nos tiene atrapado y no encontramos la forma ni el camino para salir. Necesitamos tu Gracia y un espacio que nos libere y nos ayude a vivir en tu Voluntad y como Tú has pensado que debemos vivir para ser libres y poder amarnos como Tú nos ama.

Danos esa sabiduría y aumenta nuestra fe para encontrar ese ambiente y entorno que nos den la posibilidad de que Tú seas lo primero en nuestros corazones y, simultáneamente, los demás, considerándonos como hermanos, al ser todos tu hijos, seamos capaces de vivir con dignidad e igualdad de derechos, verdad y justicia.

domingo, 18 de noviembre de 2018

UNA NUEVA FORMA DE VIVIR

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Mc 13,24-32
Desde la fe pedimos al Señor que cambie mi corazón, que lo vuelva al revés y que, rejuvenecido, empiece una vida nueva. Un nueva forma de vivir, donde no hayan excluidos ni marginados; donde no hayan pequeños víctimas de otros, lo fuertes y poderosos. Un mundo de hermanos y de igualdad. Un mundo donde tus derechos y los míos sean los mismos, a pesar de ser pequeño o enfermo.

Ese es el pensamiento de Jesús y su doctrina nos da ese mensaje. Y esa forma de vivir vendrá un día a juzgarla para darnos a cada uno según el empleo de su vida. Ese es el final del que nos habla hoy el Evangelio. Por eso, quedamos advertidos para que sepamos escudriñar el tiempo y ver, al igual que descubrimos cuando está cerca el verano o se apresura un tiempo de lluvia o tormenta, descubrir cuando se acerca la hora de nuestro final.

Porque, sabemos que un día nos tocará a nosotros rendir cuenta. No podemos eludirnos con evasivas y justificaciones. Quizás quieras volver la espalda y pensar que eso son tonterías, pero el tiempo llegará. Se ha especulado mucho con esa hora final, pero todo ha sido en vano, pues nadie sabe el día ni la hora. Mejor conocer la Palabra y el Mensaje de Jesús, el Señor, y tratar de ser coherente con Él. Vivir en el esfuerzo de construir un mundo mejor donde la verdad y la justicia sean lo primero en referencia a las personas.

Tratar de que nuestro actuar sea cada día un actuar que en lugar de excluir sea lo contrario, incluir y respetar a cada persona por pobre, pequeña o enferma que sea. Tratar de compartir la vida para que nadie se vea marginado o excluido del compartir con dignidad como persona. Luchar por que cada persona, por el hecho de ser persona e hija de Dios, tenga todos los derechos propios y dignos de las personas. Tratar de instaurar el Reino de Dios, que es precisamente ese. Un Reino de igualdad, de paz, de dignidad donde todos tengan los derechos ineludibles por ser personas.

sábado, 17 de noviembre de 2018

ORAR DESDE LA FE

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Lc 18,1-8
La oración se hace oración verdadera cuando viene alimentada desde la fe. Una oración interesada desde la petición de solución para un problema económico o de otro tipo no es oración, sino una petición por y para el interés de solucionar un problema que te amenaza o te preocupa. Y que, dependiendo de su resultado, tendrá tu aceptación o no.

La oración debe estar apoyada y fundamentada en la justicia y la verdad. Y debe ser insistente y perseverante, confiada en la Misericordia del Señor. El Evangelio de hoy nos pone como ejemplo de insistencia a esa viuda que reclamaba justicia de forma constante y tenaz que logró la atención de aquel juez que no la escuchaba. Su insistencia y perseverancia dieron fruto y lograron que el juez accediera a atenderla.

¿Cómo no nos va a atender y escuchar nuestro Padre Dios si le insistimos y perseveramos en pedirle lo que realmente necesitamos? Un Padre que ha demostrado su Amor y compromiso con sus hijos entregando a su único y Unigénito Hijo como víctima propiciatoria para el rescate de todos los hombres. Se hace, pues, necesario insistir apoyado en la confianza y misericordia de nuestro Dios.

Otra cosa es que nos empeñamos en pedir caprichos o cosas injustas. Padre Dios, un Padre Bueno, no nos puede dar caprichos ni cosas injustas que no nos convienen ni nos ayudarían a crecer en santidad. No nos puede dar cosas que sean producto de envidias, pasiones, venganzas, riquezas, suficiencias, vanaglorias o simplemente ser mejor que éste o aquel. Tenemos y debemos hacernos una pregunta: ¿Sabemos pedir?

Mejor ponernos en sus Manos y confiar en Él, que sabe, mejor que nadie y que nosotros mismos, lo que  realmente necesitamos, y eso será lo que nos dé. Él es nuestro buen Pastor, nos cuida y nos protege y defiende, así que en sus Manos estaremos seguros y bien. Por nuestra parte no dejemos nunca de insistir.

viernes, 16 de noviembre de 2018

¿QUÉ HACES CON TU VIDA?

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Lc 17,26-37
En numerosas ocasiones me pregunto sobre el papel de mi vida. ¿Qué hago con ella? Y, confieso, que me preocupa. Quizás sea la mayor preocupación de estos últimos años, meses o días de mi vida. Porque, según la viva y la administre así será el resultado de su final. Hoy el Evangelio lo dice muy claro:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste».

Y continúa diciendo: «Aquel día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada». Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?». Él les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres».

La vida es un tiempo de salvación, un tiempo para administrar todos los dones recibidos gratuitamente en función de quienes lo necesiten. Quienes la administren en provecho propio y para disfrute y ocio, tal como nos dice el Evangelio que se hacía en tiempo de Noé, Lot y se hace ahora también, las consecuencias serán las que nos relata a continuación. Quienes disfrutan ahora ya tienen su premio. Han elegido este mundo y las seducciones y disfruten que les brindan. Luego, asumirás el precio de tu libertad y de tus actos, pues eres responsables y advertencias no te han faltado.

Ahora es tiempo de salvación y cada segundo, minuto y hora cuentan. Cada instante es un tesoro que se nos presenta para amar, para hacer la Voluntad de Dios, que es en definitiva lo único necesario e importante. No debemos desesperar, ni temer, sino confiar y ponernos en Manos del Espíritu Santo para que nos guíe y nos auxilie a cumplir la Voluntad de Dios.

jueves, 15 de noviembre de 2018

¿QUÉ SUCEDERÁ AL FINAL?

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Lc 17,20-25
Siempre nos ha movido la curiosidad por saber qué pasará al final del mundo. Nos apasiona y nos activa el preguntarnos por el final de la vida. Porque, todo lo que disfrutemos ahora no tendrá ningún valor si lo perdemos al final. Tener, bienestar, alegría, fiesta y... para luego pasarlo mal para toda la eternidad es algo que nos preocupa y nos inquieta. Esa pregunta se la hicieron a Jesús, pero también nos la hacemos hoy nosotros.

Sin embargo, la respuesta de Jesús es diferente: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».  Y tiene sentido, porque lo lógico es que no se sepa nada al respecto. Todo será cuando llegue el momento, pero no se sabe cuando y cómo será el momento. Eso nos deja claramente al descubierto una cosa: la vigilia. Hay que estar preparados y atentos, porque no sabemos ni el dia ni la hora.

Pero, mientras, descubramos que el Reino de Dios está dentro de nosotros. Está presente en nuestras vidas y en ella debemos de encontrarnos con Él. Porque, Él es el Reino de Dios y estando en Él estaremos preparados para recibir ese día cuando, como relampago fulgurante que brilla de un extremo a otro del Cielo, le veamos. 

Pero, antes, nos es necesario peregrinar por este mundo hasta que llegue ese momento universal haciendo nuestra labor particular y personal en el encuentro con el Señor. Desde ese momento se ha realizado ya en nosotros el Reino de Dios, pues encontrar a Jesús es encontrar el verdadero y único Reino.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

¿NO NOS SUCEDE A NOSOTROS IGUAL?

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Somos ciudadanos de pleno derecho y exigimos nuestros derechos, valga la redundancia. Posiblemente, aquellos nueve leprosos, ciudadanos judíos, pensaron que tenían derecho a ser curados y sintiendo haber quedado curados no consideraron volver a dar gracias. Todo lo contrario sucede con el samaritano, considerado extranjero y hereje, sin derecho a la salvación, para los judíos. Éste sí consideró una gracia haber sido curado y regresó a dar gracias.

Quizás, también nosotros nos consideramos con derechos y exigimos y no damos gracias. Quizás, nosotros pensamos que nuestro Padre Dios nos debe algo cuando simplemente hacemos lo que debemos hacer, lo decíamos en el Evangelio de ayer, y, precisamente, para nuestro bien. Porque, haciendo las cosas bien nos experimentamos más realizados y, por supuesto, más felices. Y, al respecto, no consideramos dar gracias, pues pensamos que son derechos que tenemos.

¿Es qué realmente merecemos algo? ¿Es qué tenemos derecho a ser curados? ¿Acaso no hemos recibido la vida y todo lo que somos y tenemos gratis? ¿Quién nos ha dado el poder de pensar que todo eso es nuestro y nos lo merecemos? ¿Cómo no nos damos cuenta que todo lo recibimos gratuitamente por la Gracia de Dios? ¿Cuando entenderemos que, como el samaritano, debemos volvernos al Señor para darle gracias por la vida y la posibilidad de, cumpliendo su Voluntad, optar a la salvación eterna?

Ese, quizás, es nuestro drama, la ignorancia y la necedad de creernos con derecho a enfadarnos y reclamar al Señor su perdón y salvación. El mismo drama que aquellos nueve restantes leprosos que viéndose curados creyeron estar en su derecho y no regresaron a dar gracias al Señor. Porque, la curación no está en la salud del cuerpo, sino en la salud del alma. Y el alma sólo encuentra la verdadera salud en el Señor.

martes, 13 de noviembre de 2018

¿POR QUÉ LA PROPINA?

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Lc 17,7-10
Es costumbre que, sobre todo en el bar, restaurantes, cines u otros lugares dar una propina al camarero, acomodador u otros servicio por su servicio. ¿Acaso no es esa su función? ¿Acaso no han sido contratados para desempeñar ese servicio? Luego, ¿por qué la propina? ¿Tiene algún sentido?

Posiblemente esconda una segunda intención de adular o favorecer futuros servicios. Posiblemente sea una picaresca forma de atraer la atención del servidor para que se esmere más en favorecerte en posibles ocasiones en que tengas que favorecerte de sus servicios. Pero, ¿es eso correcto? ¿Debe eso suscitar y tentar al servidor a emplearse con más esmero en su servicio con ese de la propina que con otros? Esa es la reflexión a la que nos lleva el Evangelio de hoy, el servidor debe simplemente limitarse a cumplir con su deber y no esperar recompensa, pues ha sido contratado para eso y ya recibe su paga.

También nosotros hemos recibido una misión que debemos descubrir, está inscrita en nuestros corazones, y cumplida, no debemos esperar nada. Hemos recibido unos talentos que debemos poner al servicio de todos de forma gratuita y sin esperar nada a cambio. Toda la gloria que esperamos o deseamos es gratuita y ofrecida por la Misericordia de Dios, no porque la merezcamos.

Hay muchas personas, incluso cristianas que se enfadan porque las cosas no les salen como quieren y como ellos han pedido. Incluso se molestan por las dificultades y obstáculos que tienen que salvar. ¿Acaso merecen algo por sus propios méritos? Cuando hacen algún bien, ¿no están haciendo lo que realmente tienen que hacer? 

No merecemos nada ni incluso propina. Y eso no significa que estemos en contra de dar propina, sino que de recibirla hemos de entender que ha sido un acto generoso sin más, porque nosotros debemos siempre de cumplir con nuestro deber al margen de recibir o no propina. Pues, nuestro trabajo y compromiso debe ser bien hecho sin más. De la misma manera respecto a Dios. Todo es Gracia suya sin ningún mérito por nuestra parte. 

lunes, 12 de noviembre de 2018

EL PERDÓN NECESITA DE LA FE

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No está en nuestras manos el perdonar porque nuestra naturaleza, herida por el pecado, es superada por las incomprensiones, las envidias, los odios, los gustos, las costumbres, aficiones...etc. Todo eso cuando se hace presente en la convivencia de cada día suscita enfrentamientos y luchas que sólo con el perdón pueden superarse. Necesitamos, pues, el perdón y eso es cuestión de fe. Una fe que necesitamos pedir y aumentar con el cultivo de la oración y la perseverancia. Una fe que es un don de Dios.

Pero, el mayor peligro está en la influencia sobre otros, los más débiles y pequeños, a los que se les puede iniciar en el pecado. Ese es el sentido del escándalo del que se habla en el Evangelio de hoy.  ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos.

Se trata de aquellos que no se arrepienten sino que insisten y viven con y en el escándalo. Porque, el perdón siempre está abierto a la misericordia para aquellos que se arrepienten. A pesar de nuestro dolor y de lo que puede suponer darlo, pero es necesario perdonar como el Señor también, por su Infinita Misericordia, nos perdona a nosotros de nuestras caídas y pecados. Pero, mucho cuidado con aquellos que se empeñan en escandalizar a los pequeños y a los que están sometidos y esclavizados, sin ninguna defensa, por el pecado.

Porque, una cosa es pecar y, arrepentidos pedir perdón, y otras provocar e incitar a otros al pecado sin ningún síntoma de arrepentimiento e incluso perseverando en esa actitud. De cualquier modo la convivencia es tarea ardua y difícil y más perdonar. Por eso, se hace necesario pedir esa Gracia, que necesitamos para poder perdonar. La fe es la roca donde apoyamos nuestra perseverancia con la esperanza de superar todos esos obstáculos que nos impiden perdonar.

domingo, 11 de noviembre de 2018

ÚN CORAZÓN VACÍO PARA PODER AMAR

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Mc 12, 38-44
Mientras tu corazón permanezca ocupado y lleno de cosas, difícilmente estará libre para poder amar. Porque, dedicará tiempo a las cosas que viven dentro de él y no habrá mucho tiempo para el amor. Estará atado y sujeto a lo que llena su espacio y se sentirá amenazado cuando le exijan amar y desprenderse de lo que tiene. Se hace necesario tener un corazón libre y generoso para darse cuando la circunstancias lo requiera.

Hay muchas formas de aparentar y de mostrarse generoso ante los demás, y de engañar a los que no pueden ver el fondo del corazón sino las apariencias que se muestran ante sus ojos. Pero, al final emergerá la verdad y todo quedará al descubierto. Es el caso de los escribas que Jesús descubre hoy en el Evangelio y que señala con estas palabras: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa».

Me quedo con esas palabras finales: "Esos tendrán una sentencia más rigurosa". Nada queda encubierto y todo sale a la luz y todo se paga con una sentencia más fuerte y proporcional a los hechos realizados. Es lo que sucede con la pobre viuda. No importa la cantidad sino la cualidad del hecho y la intención con la que entregas tu aportación. Mientras uno dan lo que les sobra y no necesitan, otros dan lo que si necesitan y no les sobra. Porque, en eso está la verdadera intención de la generosidad.

Se trata de compartir lo que tú tienes y utilizas. Es decir, necesitas esto pero lo compartes. Otra cosa es dar aquello que tienes guardado y te sobra. No has compartido nada sino has entregado algo que no utilizas y que te sobra. Compartir es partir lo que tienes con el que lo necesita. Es darte no dar.

sábado, 10 de noviembre de 2018

O DIOS O EL DINERO

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La elección de Dios u otro ídolo es algo que está en el filo de la navaja de nuestra vida. Podemos cortar en cualquier momento nuestra relación con Dios, y de hecho muchas vivencias nos hablan de eso, pero también podemos tomar el camino en sentido contrario, encontrarnos con el Señor. En medio de todo se erige el dios dinero, un dios que tiene poder en este mundo, pero que muere en él y no nos da felicidad sino a media. Y nos abandona cuando quizás más lo necesitamos.

Por el dinero faltamos a nuestra palabra y rompemos nuestros compromisos. Somos infieles, sin embargo, actuamos con sigilo e inteligencia captando amigos y favores incluso con el dinero mal ganado y obtenido con el engaño o la injusticia. Estamos avispado a sacra provecho de lo conseguido incluso con el dinero injusto, porque, sabemos que es bueno tener amigos en todas partes.

Sin embargo, somos necios a reconocer que este dios que nos creamos y que nos parece fuerte nos puede dar la felicidad. ¿Qué felicidad nos puede dar ese dios finito y caduco? Un dios que empieza y termina en el mismo dinero y que pertenece a este mundo caduco donde nunca encontraremos lo que buscamos, la felicidad eterna. No obstante, no levantamos la mirada y escudriñamos en nuestros corazones para ver que en él está la semilla de ese Dios que, sí, nos da esa vida nueva y eterna que buscamos.

Y es ahí donde se esconde la verdadera idolatría, el señor dinero, en el que se pone toda esperanza y se busca con tanto anhelo y esfuerzo. Y se venera como única garantía de seguridad, de salvación sacrificando cualquier valor a este ídolo. ¿Tan ciegos estamos? ¿Cuántos lo han poseído y han terminado desengañados y decepcionado? ¿Cuántos han faltado a su palabra y a su prójimo por posponerlos al dinero? ¿Acaso el dinero te da la felicidad? ¿Acaso el dinero te salva dándote la vida eterna?

Es cuestión, y no perdamos más tiempo, plantearnos el destino de nuestra vida. ¿A dónde vamos y dónde terminamos? ¿Y qué es lo que nos queda al final? ¿Nos llevamos el dinero a la otra vida o es, precisamente el amor el verdadero tesoro?

viernes, 9 de noviembre de 2018

TÚ ERES TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO

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Inmediatamente, después de tu bautizo tú te has convertido en templo del Espíritu Santo. Eres, pues, templo del Espíritu Santo y dentro de ti mora el Señor. Las primeras comunidades cristianas se reunían en sus casas y allí celebraban la Palabra y la fracción del Pan. Con el tiempo hubo necesidad de construir templos donde celebrar la Eucaristía y, también con el tiempo, esos templos se han convertidos en lugares de encuentros y habladurías. A veces brilla el silencio por su ausencia y se oye un ruido ensordecedor.

Supongo que sobradas razones tuvo el Señor para expulsar a aquellos mercaderes que habían hecho del templo un lugar de trueque e intercambio. El templo es la casa de Dios y como tal debe ser respetada. Casa de oración, de recogimiento y de reflexión en silencio. Casa donde prima el encuentro con Dios, pues en ella está presente sacramentalmente bajo las especies de pan y vino.

Pero, al margen de todo eso, Dios está dentro de tu corazón, y en donde dos o más se reunen en su nombre. Dios está en todas partes y presente en la vida de cada persona, incluso en aquellos que lo rechazan y le niegan su entrada. Dios está empeñado y comprometido por amor por la salvación de cada persona y persistirá hasta el final y la hora de cada cual. Ese es el amor que también nosotros debemos procurar e insistir con los demás. Jesús es nuestro modelo y el Espíritu Santo nuestro auxilio y nuestra fortaleza.

Jesús, el Señor, está presente en cada paso y vivencia de nuestra vida. Acudimos al templo para encontrarnos con Él de forma sacramental en el Sagrario, pero Él vive dentro de cada uno de nosotros y en cada instante de nuestra vida podemos relacionarnos y hablar con Él.

jueves, 8 de noviembre de 2018

CORAZONES RESENTIDOS

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Lc 15,1-10
Sin poder evitarlo experimentamos resentimiento ante la popularidad y la atracción de otros respecto a los demás. Nos cuesta aceptar el valor o el don que otros presentan ante la capacidad persuasiva frente a los demás. En este sentido los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos».

De alguna manera hay que descargar toda la adrenalina de odio y envidia que este agasajo y esta acogida suscita en los demás. Sobre todo en aquellos que rechazan la Palabra y la actitud de búsqueda y festiva ante el rescate de la oveja perdida. Es de sentido común alegrarse cuando se rescata algo que estaba perdido, o se recupera algo que estaba en peligro de perderse.

Jesús quiere advertirnos que Él ha venido a rescatar y salvar a los hombres del sometimiento y la esclavitud del pecado. Estamos encadenados a las inclinaciones de nuestra propia naturaleza. ¿No te pesa la inclinación de tu propia naturaleza corporal? ¿No te duele y exige esfuerzo despertar cada día e incorporarte al trabajo, a la disciplina, a las exigencias y responsabilidades de cada momento? ¿Y no te cuesta responder a todas ellas con la respuesta del deber cumplido?

Pues bien, en ese camino muchas veces nos abandonamos y nos perdemos, y Jesús sale a nuestro rescate. Y cuando nos ayuda a levantarnos, a incorporarnos y seguir el camino hay olor a fiesta, a alegría y a una celebración festiva, porque se ha recuperado a una oveja perdida. Ese es el sentido de la parábola que hoy nos comparte el Señor. Nos alegramos porque el Señor viene a rescatarnos de ese sometimiento al pecado.

Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

JESÚS ES EL PRIMERO Y LO PRIMERO

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Lc 14,25-33
No podemos quedarnos a dos agua o en el medio. No vale seguir a Jesús un rato y otro dedicarlo a nosotros. Todo nuestro ser tiene que estar liberado y disponible para vivir en y como Jesús, el Señor. Y somos conscientes, yo el primero, que no es fácil sino todo lo contrario. Difícil, muy difícil, pues nuestra condición de pecadores nos limitan y nos arrastran hacia nuestras apetencias y dependencias.

Necesitamos su Gracia para poder renunciar a nosotros mismos y seguirle sin condiciones. Repito, no es nada fácil y eso nos enfrenta y somete a una lucha sin cuartel. Una lucha constante y perseverante. Una lucha de cada día contra ti mismo, contra tus inclinaciones a la pereza, a la comodidad, a la pasión, al egoísmo y a todo aquello con lo que el mundo trata de seducirte y apartarte del buen camino del amor.

Porque amar exige en muchos momentos sacrificios; en otros renuncias; en otros servicios; en otros compañía, acogida, acompañamiento y todo lo que sea necesario para aliviar e iluminar el camino. El tuyo propio al hacerlo con el de los demás. Seguir a Jesús es posponer todo lo demás para dejar despejado el camino para seguir sus pasos. Seguir a Jesús es actuar según su Palabra y aceptar la cruz de cada día. Una cruz que pasa por estar en actitud y disposición de servicio por amor.

Seguir a Jesús es dejar todos tus proyectos, tus ideas, tus ambiciones y objetivos por el del amor. No se trata de desinteresarse por las cosas del mundo y de tus proyectos, sino todo lo contrario, poner las cosas del mundo y tus proyectos al servicio de Dios, siendo siempre Él tu primer objetivo y servicio por amor según su Palabra.

martes, 6 de noviembre de 2018

¿DÓNDE ESTÁ LA INTELIGENCIA DEL HOMBRE?



Resultado de imagen de Lc 14,15-24Todos buscamos lo mejor, y lo mejor es la felicidad plena y eterna. Claro, creemos que eso es imposible, al menos en este mundo, pero, así y todo lo buscamos incesantemente. Pero, de la misma forma somos capaces de rechazarlo cuando nos ha sido ofrecido por el Señor. Hoy nos lo explica claramente en esta parábola: 



            «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’. 

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena». 

Ponte en el lugar de los invitados, porque tú y yo somos esos invitados que el Señor llama e invita gratuitamente a su banquete. Un banquete eterno y pleno de felicidad. ¿Qué piensas? ¿Crees que eso es de inteligente o estamos embobado y sometidos por el diablo? ¿Cómo podemos rechazar precisamente lo que buscamos con ansiedad?

lunes, 5 de noviembre de 2018

EL VALOR DE LAS COSAS

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Lc 14,12-14
Tengo que confesar que mido la calidad o la importancia de las cosas por su valor crematístico. De tal manera que cuando compro una cosa, dependiendo de su valor considero que es de calidad o no. Es verdad que normalmente eso es así, pues nadie pone valor a una cosa que no se corresponda con su calidad y su coste. Y si no es así será un engaño.

Pero, si eso puede ajustarse en el terreno comercial respecto a lo material, será diferente respecto a al orden social y espiritual. Es verdad que nadie da nada gratis a la hora de vender o comprar, pero las cosas cambian ante la necesidad y el servicio. Hablamos ante la necesidad de alguien que careciendo de lo imprescindible necesita la asistencia y la gratuidad del servicio necesario para aliviarse y subsistir.

Hablamos de quien, por encima de la especulación y del mercantilismo, está la gratuidad y el servicio de lo necesario e imprescindible.  El servicio de la asistencia, de la ayuda,de la información, de la verdad, del consejo y de la gratuidad sin esperar nada a cambio. Porque, cuando tratas de ayudar hazlo con aquel del que no esperas nada, pues si lo haces con la intención de que te lo devuelvan o conseguir posibles favores en su momento, ya estás pagado o pagada.

Por eso, Jesús nos dice hoy lo siguiente: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

domingo, 4 de noviembre de 2018

CUANDO AMAS A TU PRÓJIMO AMAS A DIOS

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Mc 12,28-34
Si lo primero es amar a Dios es porque sin Él nada podemos y el amor al prójimo nos sería imposible. Pero, de nada nos vale amar a Dios el primero si luego fallamos con el amor al prójimo. Ambos van muy unidos, pero sin perder de vista que primero tenemos que estar unido a Dios para luego poder amar al prójimo.

Y es que amar a Dios no nos parece tan difícil. Cumplir con los preceptos y guardar la Ley, a pesar de las dificultades que implica por nuestra propia naturaleza humana está, dentro de lo posible. Un Dios que nos parece lejano y que no nos molesta. Un Dios que permanece en silencio y deja en nuestras manos las decisiones de nuestra vida. Un Dios que no nos interroga ni se interpone en nuestras decisiones. Un Dios que aguarda en silencio nuestra respuesta a su Palabra.

Pero, amar al prójimo ya es otra cosa. Me gusta pensar que Dios nos lo ha puesto así para agarrarnos bien. Si tú quieres demostrar que amas a Dios lo tendrás que demostrar con esa prójimo que tienes cerca de ti, y, sobre todo, con los que más te cuesta aceptar y acercarte. Dios recibe tus abrazos en la medida que tú abraces a tu prójimo. Bien nos la ha hecho Dios. Le ha dado la vuelta a la tortilla, porque nos sentimos muy a gusto con la piedad y relación con Dios, pero, otra cosa es relacionarnos con los pobres, los marginados, los desheredados y excluidos. Y es ahí precisamente donde tenemos que ganarnos el amor a Dios.

Por eso, el primer mandamiento nos deja bien claro que tenemos que hacer. Amar a Dios sobre todas las cosas, amándolo en los hombres, sobre todo con los más necesitados.

sábado, 3 de noviembre de 2018

HUMILDAD


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Todos sabemos que la arrogancia y la desfachatez no es de buen gusto ni cae bien. Hay personas que por su suficiencia y desfachatez no son bien recibidas ni aceptadas. O mejor, caen muy mal entre los demás, e incluso en sus propios círculos. Siempre es mejor ser humilde y cae mejor.

Ser humilde es la mejor actitud y la que siempre se recibe bien y tiene buena acogida. Y la que nunca te deja mal. Ser humilde te da mucho más, aunque, en apariencias, resulte que te has quedado el último, porque los últimos serán los primeros. Esa es la oferta del Señor, serán primero aquellos que sirvan, aquellos que se queden en los últimos puestos, aquellos que en definitiva amen, porque, amar es precisamente servir.

Se vive de experiencias y muchas buscan aparentar lo que no son ocupando roles y puestos que no les corresponden, pero que sí le sirven para aparentar grandeza delante de los demás. Son actitudes farisaicas de filacterias y engaños para persuadir y aparentar lo que realmente no se es. Están faltos de humildad y de verdad. Es la humildad el único camino para llegar a encontrarse con Jesús.

Pero, esas actitudes de nada valen, porque al final se es lo que realmente se vive en verdad y justicia y no lo que se aparenta. Al final siempre emerge la verdad y nada sumergido y escondido en la mentira permanece. Tratemos de ser honestos y humildes. Humildad no es apariencia sino verdad. Es humilde quien vive y dice la verdad y se muestra tal es, y cada día trata de ir mejorando y mostrando su vida transparente y en la actitud y esfuerzo de buscar y vivir en la verdad.

viernes, 2 de noviembre de 2018

TENEMOS UNA MORADA RESERVADA

La muerte no tiene la última palabra y eso nos llena de esperanza. Y no tenemos que demostrarlo porque es Palabra de Dios. Nos lo ha dicho el Señor: "En la Casa de mi Padre hay muchas moradas; si no se los habría dicho, porque me voy a prepararles un lugar. Cuando vaya y les prepare un lugar, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy Yo estén también ustedes".

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Jn 14, 1-6
No es hermoso leer estas palabras llenas de esperanza y de gozo. Se ha acabado el miedo a la muerte. Somos hijos de Dios y, por la Muerte y Resurrección de su Hijo Jesús, seremos resucitado también nosotros y llevados a la Casa del Padre. Es Palabra y Promesa del Señor, que todo lo que dice lo cumple. Y hoy, día y conmemoración de todos los fieles difuntos, recordamos esa gran Promesa, que nos llena de esperanza y alegría, del Señor.

Hoy es un día para recordar todo lo que hicieron los que nos han precedido de bueno, y, también, todos sus sacrificios y buenas obras por amor. Hoy es un día para recordarlo y pedir por todos ellos poniéndolos en las Manos de Dios, que los devuelve a la vida por los méritos de su Hijo, nuestro Señor. Hoy es un día para dar gracias por todo el legado de testimonios y sabiduría que nos han dejado los que nos han precedido en el tiempo.

Y, finalmente, hoy es también un día para pedir por todos los que andan perdidos y desorientados por el mundo, sin rumbo y sin esperanza. Pedir para que levanten su mirada y orienten sus pasos tras el único y verdadero Salvador del mundo, Jesucristo, nuestro Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

jueves, 1 de noviembre de 2018

LLAMADOS A LA SANTIDAD

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Mt 5,1-12a
Estamos llamados a la santidad, es decir, a la vida santa y eterna. Estamos llamados al gozo pleno de ver a Dios y permanecer eternamente a su lado. La muerte está vencida y la vida renace con cantos de alabanza al Señor nuestro Dios. Pero, hay un camino que nos lleva a esa santidad, son las bienaventuranzas, que Jesús desde aquel monte proclamó diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos ... -Mt 5,1-12a-.

Y todos aquellos que se han esforzado de corazón en vivirlas están junto al Señor. Por lo tanto, han alcanzado la dicha de ser bienaventurados, porque no hay más bienaventuranza que ver a Dios y permanecer eternamente a su lado. Y los que estamos todavía en el camino de alcanzarlo nos unimos a los que ya lo han logrado porque, ambos, los que permanecemos todavía caminando y los que ya están con el Señor, formamos la comunidad de los santos e intercedemos unos por otros con y por la oración, para fortalecernos y permanecer fieles al Señor.

Por eso, en este hermoso y trascendental día conmemoramos esta festividad y pedimos la intercesión de todos los santos, desde nuestra Madre, la Virgen María hasta el último santo anónimo que ha llegado al cielo en estos momentos. Y pedimos también por los que están en camino purificándose de sus pecados y para que también intercedan por nosotros, para que nuestro camino sea bienaventurado según lo proclamado por nuestro Señor Jesús.

Esta es la fiesta del pueblo de Dios, de los canonizados y no canonizados, de santos vivos y difuntos. Es la fiesta de la santidad escondida, anónima, silenciosa. Es la fiesta de todos aquellos hermanos y hermanas que oraron en secreto, se perfumaron mientras ayunaban, cuya mano izquierda nunca supo de la limosna que daba la mano derecha. Es la fiesta de quienes vivieron desde la fe su pobreza, el hambre, el sufrimiento, el llanto, la incomprensión, la persecución. Es la fiesta de los pacíficos, los misericordiosos, los limpios de corazón. Eso es la santidad, reconocida oficialmente o no. Esos son los preferidos de Dios. Las primeras comunidades cristianas lo tenían muy claro. Santos declaraban a los bautizados, porque en ellos hacía su obra el Espíritu Santo. (Recogido del libro la Palabra de cada día - Evangelio - Ediciones San Pablo)