sábado, 10 de noviembre de 2018

O DIOS O EL DINERO

Resultado de imagen de Lc 16,9-15
La elección de Dios u otro ídolo es algo que está en el filo de la navaja de nuestra vida. Podemos cortar en cualquier momento nuestra relación con Dios, y de hecho muchas vivencias nos hablan de eso, pero también podemos tomar el camino en sentido contrario, encontrarnos con el Señor. En medio de todo se erige el dios dinero, un dios que tiene poder en este mundo, pero que muere en él y no nos da felicidad sino a media. Y nos abandona cuando quizás más lo necesitamos.

Por el dinero faltamos a nuestra palabra y rompemos nuestros compromisos. Somos infieles, sin embargo, actuamos con sigilo e inteligencia captando amigos y favores incluso con el dinero mal ganado y obtenido con el engaño o la injusticia. Estamos avispado a sacra provecho de lo conseguido incluso con el dinero injusto, porque, sabemos que es bueno tener amigos en todas partes.

Sin embargo, somos necios a reconocer que este dios que nos creamos y que nos parece fuerte nos puede dar la felicidad. ¿Qué felicidad nos puede dar ese dios finito y caduco? Un dios que empieza y termina en el mismo dinero y que pertenece a este mundo caduco donde nunca encontraremos lo que buscamos, la felicidad eterna. No obstante, no levantamos la mirada y escudriñamos en nuestros corazones para ver que en él está la semilla de ese Dios que, sí, nos da esa vida nueva y eterna que buscamos.

Y es ahí donde se esconde la verdadera idolatría, el señor dinero, en el que se pone toda esperanza y se busca con tanto anhelo y esfuerzo. Y se venera como única garantía de seguridad, de salvación sacrificando cualquier valor a este ídolo. ¿Tan ciegos estamos? ¿Cuántos lo han poseído y han terminado desengañados y decepcionado? ¿Cuántos han faltado a su palabra y a su prójimo por posponerlos al dinero? ¿Acaso el dinero te da la felicidad? ¿Acaso el dinero te salva dándote la vida eterna?

Es cuestión, y no perdamos más tiempo, plantearnos el destino de nuestra vida. ¿A dónde vamos y dónde terminamos? ¿Y qué es lo que nos queda al final? ¿Nos llevamos el dinero a la otra vida o es, precisamente el amor el verdadero tesoro?

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