lunes, 10 de diciembre de 2018

IMPORTA LA SALVACIÓN DEFINITIVA

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Lc 5,17-26
No cabe duda que nadie quiere sufrir. La enfermedad es una de las lacras más indeseables que teme el hombre. Son inevitables, pero el hombre y la mujer luchan para desterrarlas de sus vidas, sin embargo, tarde o temprano hacen presencia en sus vidas. Pero, a pesar de eso, hay algo peor, y es la condenación. El pecado amarga la vida al hombre y la mujer, y hace que la enfermedad sea más sufrida y atormentada.

El hombre y la mujer buscan aliviar su vida, pero, más que aliviarla salvarla. Porque, de nada sirve aliviar hoy el dolor y mañana sufrir para toda la vida. Alcanzar el perdón de los pecados alivia, no sólo el dolor físico sino que cura al alma para siempre salvándola de la condenación. El Evangelio de hoy nos presenta ese problema que termina con un final feliz y en donde Jesús deja probada su encarnación humana sin dejar la Divina. Dios hecho Hombre.

Los hombres buscan el alivio y la curación de sus parálisis, pero Jesús, el Señor, viene, no sólo a aliviar el dolor, sino, principalmente, a salvarlo de la esclavitud y condenación del pecado. Por eso, al presentarle a aquel paralítico, Jesús lo primero que le dice es:«Hombre, tus pecados te quedan perdonados». Sin embargo, los presentes no quedaron satisfechos, pues ellos lo habían presentado a Jesús para que le curara la parálisis. Y se extrañaban de eso de perdonar los pecados, pues sólo Dios tenía el poder de perdonar.

Viendo Jesús esas tribulaciones les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dijo al paralítico- ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». 

¿Qué pensamos al respecto? ¿También somos nosotros de los que no creemos en el poder de Jesús de perdonar los pecados? ¿Acaso pensamos que no es Dios? Sería bueno reflexionar y mirarnos interiormente y ver como está nuestra fe y nuestra vida.

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