jueves, 28 de febrero de 2019

BUSCAR SIEMPRE EL BIEN

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Mc 9,41-50
En el fondo de todo corazón humano hay siempre una tendencia a hacer el bien, pero, en muchas ocasiones no hacemos lo que queremos sino todo lo contrario. Ya lo decía Pablo - Rm 7, 19 - y se establece una lucha constante cada día de nuestra existencia. El objetivo es vivir en el amor, es decir, en esa disponibilidad para estar constantemente en actitud de servir y hacer el bien.

Esa constante preocupación por todo lo que me rodea en aras de hacer el bien y, sobre todo, aliviar el sufrimiento y dar esperanza. Una esperanza que se agranda y se aviva en la medida que hagamos el bien. De modo que, todo aquello que nos pueda inducir a hacer el mal, a satisfacer nuestro egoísmo a costa del sufrimiento y la opresión de otros debemos cortarlo, porque eso nos aleja de la presencia y del agrado de Dios.

Aunque Jesús es bondadoso y compasivo, no olvidemos que nos ha creado libres y eso nos exige respuesta. Somos responsables de nuestros actos y no podemos dejar de hacer todo aquello que podemos hacer. Para eso, además de nuestra libertad tenemos nuestra voluntad y con ella podemos luchar para dejar lo que nos perjudica y nos estropea nuestra relación con Dios y aferrarnos a hacer las cosas que le agradan, que no es otra que la de amarnos como hermanos.

No podemos quedarnos con los brazos cruzados, porque el Espíritu Santo nos ayudará pero en todo aquello que nosotros con nuestras fuerzas no podamos. Para eso y por eso se nos ha dado la capacidad de decidir. Tratemos de buscar siempre el bien y de hacerlo aunque nos cueste y vaya contra nuestros intereses, pues de nada nos sirve conservar la vida y el placer en este mundo si perdemos la verdadera vida que nunca acaba. Porque, todo lo que aquí nos puede hacer feliz tiene su tiempo medido y termina. Por lo tanto, aspiremos a la verdadera vida.

miércoles, 27 de febrero de 2019

UNA IGLESIA ABIERTA AL BIEN

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Mc 9,38-40
A veces hay momentos que nos creemos los únicos salvadores y en posesión de la verdad. Fuera de nosotros y de la Iglesia no hay salvación y eso nos puede llevar a confundirnos y a permanecer equivocados. No parece que Jesús dice eso: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».

Podemos deducir que todo aquel que haga el bien y tenga buenas intenciones de ayudar y de servir está del lado de Jesús, y, aunque, de forma ritual, esté fuera de la Iglesia, está muy cerca y bastante más dentro que muchos de los que nos creemos que la Iglesia es nuestra y de los que están con nosotros. Mucho cuidado, pues, Jesús en una ocasión también dijo: Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros - Mt 19, 30 -.

Es verdad que siempre hay quienes estén a favor y en contra, pero eso no significa que muchos que están alejado de la Iglesia, en cuanto a prácticas, preceptos y cumplimientos, no estén más cerca del Señor que los que están muchos que se consideran dentro y hasta poseedores de la verdad. Sucede que muchas veces estando dentro de la Iglesia tenemos dioses diferentes, porque nos formamos una idea de Dios según nuestro pensamiento y forma de ver las cosas.

Sólo hay un Dios, y ese Dios es el que nos ha revelado nuestro Señor Jesucristo. Un Dios liberador, que se compadece de los oprimidos, de los necesitados, de los que sufren y son marginados y excluidos. Un Dios que viene a dar Vida y a que tengamos la opción de decidir libremente el camino a seguir. El del bien o el del mal. Pero, nunca que seamos víctimas hasta el punto que nos inclinen a la fuerza a alejarnos de Dios. Porque, tanto se nos aleja del camino de Dios por la opresión y esclavitud como por el hedonismo y la corrupción.

martes, 26 de febrero de 2019

UNA PROPUESTA RECHAZADA

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Mc 9,30-37
La propuesta que nos hace Jesús no parece una propuesta bien acogida. Incomoda a los poderes religiosos de su propio pueblo y, Jesús que lo sabe, se siente amenazado y preve lo que le va a suceder. Por eso, trata de hacérselo saber a sus discípulos y ponerlos en aviso, pero, al parecer, ellos no se enteran porque están entretenidos en otros menesteres. Se disputan los primeros puestos en eso que ellos piensan que va a suceder. Están muy lejos de los pensamientos de Jesús y de lo que va a suceder.

También a nosotros nos puede estar sucediendo lo mismo. ¿Qué Dios tenemos en nuestra imaginación? Un Dios que se ajusta a la ley y leyes que muchas son injustas y ausentes de misericordia. Leyes que excluyen, marginan y oprimen en lugar de liberar. ¿Puede Dios aprobar y estar de acuerdo con esas leyes? Porque, el Dios que propone Jesús es un Dios liberador, un Dios que  ofrece y da vida y un Dios misericordioso.

Un Dios que se encarna en Naturaleza humana y hecho Hombre entrega su vida por y para darnos vida a todos los que en Él crean. Un Dios que será condenado y sufrirá Pasión y Muerte crucificado en la Cruz, pero que Resucitará. Un Dios que vencerá a la muerte y con ello nas dará vida en abundancia, gozosa y eterna. Un Dios que ha venido para servir y no para ser servido. Un Dios que se pone en el último lugar para poner la dignidad del hombre en el centro de todo y antes la ley.

Ese es el Dios que tendremos que descubrir. Un Dios que está por encima de la Ley y que nos da la oportunidad de tener nuestra propia voz y de defendernos, de exigir nuestros derechos como hijos del mismo Padre. Un Dios que ha enviado a su Hijo para darnos la oportunidad de expresarnos y de descubrir todas las injusticias a que nos someten las leyes de los hombres. Un Dios que es amor misericordioso y nos salva de la esclavitud del pecado.

lunes, 25 de febrero de 2019

LA FE SUPONE ORACIÓN

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No se entiende hablar de fe si detrás no hay una vida contemplativa y de oración, porque la fe se demuestra en y con la oración.   Esa es la explicación que da Jesús a los apóstoles: Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración».

Observamos que Jesús en todas sus intervenciones, previamente pide al Padre su aprobación y da su gratitud. Nos está señalando y enseñando el camino a seguir también por todos nosotros. Y es que sin oración quedamos a merced de nuestras  apetencias e instintos propios de nuestra naturaleza humana. 

Por y en nuestro bautismo hemos recibido al mismo Espíritu que recibió Jesús en el Jordán y, asistidos por Él, podemos hacer las mismas obras que hace Jesús - Juan 14, 12 -. La cuestión se esconde en nuestra actitud de fe: Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!». Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!». 

Cuando la fe ha echado raíces profundas en nuestros corazones la oración toma una parte central en nuestras vidas. Sin la oración nos quedamos desguarnecidos, indefensos y a manos del diablo, que sin oración, nos puede y nos somete a los instintos de nuestra naturaleza y, por supuesto, al pecado. Por eso, nuestro camino debe ir directamente relacionado e interiorizado con la oración. Es nuestra arma y nuestra defensa. En y con ella los poderes del infierno no nos podrán porque tenemos la promesa del Señor.

domingo, 24 de febrero de 2019

NADIE HA HABLADO ASÍ JAMÁS

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Lc 6,27-38
Es la mayor revolución jamás oída y la más eficaz, porque el arma más poderosa es el amor. Jamás nadie hubiese pensado un mensaje tan revolucionario como amar a los enemigos. No entra en la lógica humana esa clase de amor. Había sido un gran avance la llamada ley del talión, un progreso enorme al convenir con esa ley que no se podía tomar mayor venganza que la medida de la recibida. Pero, lo que nos dice Jesús rompe toda lógica y pensamiento humano:
                                                 «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente.

Las diferencias que distinguen a aquellos que creen y siguen a Jesús están claras y se perciben con nitidez meridiana. Porque, amar a los que te aman no tiene nada de especial y eso lo hacen todos por sentido común y lógica. Y corresponder haciendo el bien a los que te lo hacen a ti es lo lógico. Al igual que prestar a los que te han prestado. Es responder al favor que también te hacen a ti.

Jesús exige a aquellos que le siguen y creen en Él que se muestren según nos enseña: « Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá»

sábado, 23 de febrero de 2019

MAESTRO, ¡QUÉ BUENO ESTAR CONTIGO!

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Mc 9,2-13
Se me ocurre pensar que la Transfiguración, a parte de ser una manifestación de la Gloria del Señor, y de que Jesús es el Hijo predilecto y amado del Padre, el Mesías enviado y elegido al contemplarlo con Elías y Moisés, figuras del Antiguo Testamento y del pueblo de Israel, el Señor nos regala esa escena para que descubramos y experimentemos, al menos de labios de Pedro, el gozo que se siente estando junto al Maestro: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías»

Otra cosa que descubro, al menos es lo primero que me viene a mi mente, es que no estamos preparados para contemplar la grandeza de la Gloria de Dios: pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Este momento de la Transfiguración es la confirmación de lo ya revelado en el Bautismo de Jesús. Si en el Bautismo, el Padre había presentado a su Hijo al mundo: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.»  -Mc 1, 7, 11 - ahora, en la Transfiguración lo confirma para reafirmarlo como el Hijo, el Mesías prometido y enviado al mundo para salvar a los hombres: «Este es mi Hijo amado, escuchadle».

Ahora lo presenta como a quien tenemos que escuchar y obedecer cumpliendo la Palabra que nos transmite y enseña. Es un adelanto de su Gloria y divinidad, que Jesús les manda a no decir a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Sin embargo, a pesar de que esas Palabras de Jesús se les quedaron grabadas no entendían que querían decir.

¿La entedemos nosotros? Nos cuesta entender la resurrección de Jesús y, muchos, incluso la rechazan sin tener pruebas. Ponen una y mil razones para justificarse y rendirse a sus apetencias y pasiones, pero no pueden probar nada. Sin embargo, por el contrario, sí hay muchas razones para intuir y esperar que Jesús ha Resucitado y está entre nosotros. Sobre todo, muchos testimonios de quienes le acompañarón y vieron resucitado hasta el punto de dar sus vidas por Él. Pero, por eso, también necesitamos la fe y fiarnos de la Palabra del Señor.

viernes, 22 de febrero de 2019

JESÚS INSTITUYE EL SACRAMENTO DEL PERDÓN

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En muchos momentos de tu vida deseas y quieres que te demuestren el reconocimiento de lo que otros te estiman, te quieren y te valoran. Eso nos descubre la necesidad que tenemos de ser amados, como de, en correspondencia, amar nosotros también. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, y la prueba es que es un ser en relación. Necesita, pues, amar y ser amado.

Definimos a Dios como Amor. Dios nos ha creado por Amor y su esencia es el Amor. No se entendería de otra forma que nos sostenga con vida y con la esperanza de vivir eternamente a su lado en plenitud de gozo y felicidad. Pero, encarnado en la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, enviado a este mundo para salvarnos, nuestro Señor Jesucristo, ha querido en un momento saber que pensaban de Él sus discípulos más íntimos. Y les pregunta que han oído decir a la gente de Él:

                                                                                                               «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Pero, ahora, quiere saber qué piensan ellos y les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Y, Jesús, responde: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Jesús sabe que tiene que marchar y que su misión tiene que seguir. Por lo tanto, deja a Pedro como su sucesor y funda la Iglesia, la comunidad de sus apóstoles y discípulos. Y les confiere el poder de guiarla, de dirigirla y de perdonar los pecados. Y así continúa la Iglesia hasta nuestros días, y continuará hasta la prometida segunda venida del Señor. Nadie podrá destruirla.

jueves, 21 de febrero de 2019

¡TIENES TÚ ALGUNA RESPUESTA SOBRE QUIÉN ES JESÚS?


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Mc 8,27-33
Ahora es nuestro tiempo y tenemos que responder al Señor. Él nos espera, porque ha venido para salvar a aquellos que quieren y desean ser salvados. Pero, para eso necesita tu colaboración que empieza por creer en Él. Por eso, hoy reflexionamos sobre esa pregunta: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Pero, es una pregunta que necesita una respuesta cada día de nuestra vida. Porque, cada día, estamos dando, en nuestros actos, un testimonio de fe en el Señor.

No se trata de mostrarnos hoy creyente y mañana esconder la cabeza; no se trata de hoy apostar por el Señor, y mañana volver la mirada según nos convenga. Se trata de sostenernos firmes en la fidelidad a su Palabra y sostenernos en nuestra disponibilidad y esfuerzo por serle fiel. Se trata de ser solidarios con los demás hombres del planeta y, aunque estemos alejados por las distancias, culturas y circunstancias de los lugares y situaciones de todo tipo, sentirnos cercanos, solidarios e hijos de un mismo Padre.

Jesús nos descubre su itinerario: Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Se trata de la carta de presentación de su Pasión y Muerte, que, hoy, nosotros ya conocemos por el testimonio de sus apóstoles y, sobre todo, por la Iglesia que ha heredado esa misión. Y que sabemos que Jesús ha Resucitado y vive entre nosotros.

Ese es el fundamento de nuestra fe, que los apóstoles tuvieron que esperar a la Resurrección, al tercer día después de su muerte, para ir dándose cuenta de lo que les había dicho Jesús, y que hoy nosotros heredamos por la transmisión que ellos, a través de la Iglesia, nos han proclamado. Y hoy queremos confirmar nuestra fe injertados en el Espíritu Santo para responder a esa pregunta que el Señor espera de nosotros cada día: Señor, creo en Ti. Tú eres el hijo de Dios verdadero.

miércoles, 20 de febrero de 2019

UNA MIRADA NUEVA

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Mc 8,22-26
Posiblemente tus ojos tengan una buena visión y vean claramente, pero, no es esa la visión buena ni la que salva. Porque, la visión que realmente interesa es la visión que nos viene alumbrada y asistida por el Espíritu Santo. Ese Espíritu Santo que hemos ya recibido, por la Gracia de Dios, en nuestro bautismo. Es en él donde empezamos, poco a poco, y en la medida que vamos creciendo y madurando, a ver todo lo que nos rodea desde y con los ojos de Dios.

Y más tarde nos fortalecemos y nos aclaramos más con el Sacramento de la confirmación. Con él fortalecemos nuestra vista desde el Señor tratando y esforzándonos en ver en los demás al Señor. La fe es un camino que, en la medida que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo, va creciendo en nosotros. Hoy, Jesús nos lo enseña en el Evangelio con la curación de ese ciego de Betsaida al curarlo de forma progresiva en dos tiempos: 
                        Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: « ¿Ves algo?». Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan». Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas.

Es posible que con tus ojos veas todo muy bien, pero lo verdaderamente importante no es ver la luz y los colores que el sol nos alumbra, sino lo que se esconde detrás y en la profundidad del corazón del hombre tal y como lo ve nuestro Padre Dios. Esforcémonos en ver con la misma mirada de Dios y desde su amor a todos los hombres. Busquemos, no quedarnos en la superficie de lo que vemos ni en satisfacer nuestra propia pasión y gozo, sino profundicemos en buscar la verdad, la justicia y la paz que nos alimenta el amor de Dios en fraternidad con todos los hombres.

martes, 19 de febrero de 2019

RODEADOS DE MALA LEVADURA


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Todo lo que nos rodea entraña peligro y nos puede afectar. Hay personas que puede influir sobre nuestra manera de ver las cosas y de pensar. Sí, realmente estamos rodeados de lobos y tendremos que andar con mucho cuidado. Jesús sabe y es consciente de ese peligro que corremos y nos pone en guardia:  «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes» (Mc 8,15), pues ellos —los fariseos y los de Herodes— no quieren que la Gracia de Dios sea conocida, y más bien se la pasan cundiendo al mundo de mala levadura, sembrando cizaña.

Tenemos muchas preguntas e interrogantes y, de eso, el mundo aprovecha para confundirnos. Las dudas nos dejan a merced de aquellos que nos quieren distraer, confundir y alejar del Señor. Y, sometidos a una lucha sin cuartel por nuestra naturaleza humana sentimos el aguijón del pecado y de las tentaciones que otros nos preparan. Todo lo vemos negro y nacen en nosotros las dudas que nos confunden con el mal testimonio de nuestros mismos compañeros e incluso dentro de la Iglesia.

Siempre hay quienes quieren vivir al margen de Dios y rechazan su mensaje de salvación. Siempre hay quienes derraman toda sus influencias para que no se viva desde la fe en Dios y sí desde los criterios humanos que quieren hacerse dueños del mundo y gobernarlo para satisfacer sus propios egoísmos. Para ello rechazan todo lo religioso que, desde la fe, cuestionan actitudes que van contra la defensa de la vida, contra la familia o contra formas de vida cuestionables. 

Se hace necesario sostener y fijar la mirada en el Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y en quien debemos apoyarnos incondicionalmente superando todas las adversidades e influencias de aquellos que nos quieren separar de Él.

lunes, 18 de febrero de 2019

SIGNOS QUE PRUEBEN TU PALABRA

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Mc 8,11-13
El Evangelio de hoy dice: En aquel tiempo, salieron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba... Y poco o nada ha cambiado hasta hoy, porque las generaciones actuales exigen lo mismo. Quieren pruebas y más pruebas que les convenza de la Palabra que les anuncia la Iglesia. Todo se concreta en exigencias que les demuestren lo que les llega por medio de la Palabra de Dios.

Y Jesús no está por esa labor, porque Él no ha venido a hacer milagros ni a convencer a nadie, sino a salvar a todos los que se fían de Él y creen en su Palabra. Ha venido a anunciar la Buena Noticia de salvación, esa salvación que tú y yo y todo ser humano busca, vencer a la muerte y ser feliz eternamente. Y, por eso, te la anuncia y ha entregado su vida para darte la vida a ti, a mí y a todos los que en Él creen.

Y es entonces cuando el Señor actúa, porque se compadece de las necesidades y problemas del hombre que le busca y le suplica. Jesús actúa por compasión, porque ha venido para alumbrar al hombre donde está su salvación y quien realmente es su Padre. Nunca actuará según la voluntad de los hombres, que quieren ver los signos que ellos esperan y desean.

Porque, todos buscamos un Mesías y Salvador según nuestra imaginación. Fabricamos en nuestra mente un dios que nos salve según nuestros pensamientos, nuestras ideas. Un dios que actúe para nuestros intereses y que coincida con nuestras actitudes e ideas. Son esos los signos que pedimos y los que Jesús, el Señor, nunca estará dispuesto a darnos. Porque, el Señor se identifica con el perdón, con la justicia, con la verdad, con la humildad y, sobre todo, con el amor.

domingo, 17 de febrero de 2019

EL ESFUERZO DE HACER PRESENTE EL REINO DE DIOS

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Lc 6,17.20-26
Nadie quiere sufrir ni pasar hambre ni vivir en la pobreza. Esas situaciones y estados no dan satisfacción humana y es natural que nadie las quieras. Tampoco Jesús las quiere, pero, otra cosa es que en muchas circunstancias sean necesaria para que se haga justicia y haya solidaridad con aquellos que, por causas de injusticias y egoísmos de otros, las sufren y las padecen.

En ese sentido, Jesús, dice: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas».

Se trata de luchar para que el Reino de Dios se haga en este mundo, y ello exige en muchos momentos situaciones de pobreza, de hambre o sufrimiento. El cristiano que sigue a Jesús no busca el sufrimiento, ni tampoco quiere pasar hambre y menos vivir en la pobreza de no tener donde resguardarse ni que llevarse a la boca. Pero, no puede vivir en la abundancia mientras otros no tienen lo imprescindible y necesario para vivir. Por eso, comparte lo que tiene con aquel que no tiene y eso le lleva a situaciones de pobreza, de hambre y de sufrimiento. Pero, situaciones de esperanza que serán recompensadas en el cielo.

Sin embargo, cuidado con aquellos que buscan aquí, en este mundo, su reino y paraíso, porque lo que encontraran será lo que termina diciendo Jesús: «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».

sábado, 16 de febrero de 2019

UN ALIMENTO QUE DA VIDA ETERNA

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Sabemos por experiencia que el alimento sostiene el cuerpo, pero no nos da esa paz y gozo que buscamos y necesitamos. Podemos quedar hartos, pero no con la conciencia tranquila ni con el corazón satisfecho. Sólo el alimento que da Jesús es capaz de llenar el corazón humano. Y es ese alimento el que realmente debemos buscar porque el otro, el que necesita nuestro cuerpo, no basta.

Jesús cuenta contigo para repartir el pan que lleva a la Vida Eterna, y cuenta de una manera total. Quiere que tú y yo nos impliquemos en esa misión de buscar alimento para todos y que la justicia reine entre los hombres para que haya pan para todos. Precisamente, la oración de la C. Episcopal, que estamos rezando este mes de febrero dice así: Por quienes sufren hambre y cualquier forma de pobreza, para que reciban la ayuda que necesitan y la riqueza sea justamente distribuida en el mundo.

Pero, ¿dónde conseguimos esos panes y cómo llegamos a los que están tan lejos? Tú y yo nada podemos hacer, pero, juntos al Señor todo nos es posible. Nuestras oraciones, nuestras Eucaristías vividas, nuestras buenas acciones, nuestros sacrificios, nuestros esfuerzos y solidaridades, nuestros ayunos, nuestro perdón, nuestras escuchas, atenciones...etc. Cada uno de esos actos son panes que damos a aquellos que lo necesitan. Pan del bueno, pan del testimonio de la Palabra, pan que trata, no sólo de alimentar sino de dar la luz que alumbre el camino hacia el encuentro con Jesús.

Ese es el verdadero Pan, el que nuestro Señor Jesús da. Un Pan que llena, que da vida, que nos transforma y nos da plenitud eterna. Porque, su Amor, su Bondad, su Perdón, su Presencia continúa entre nosotros, su amistad, su cercanía nos llenan el corazón y nos dan esa felicidad eterna que buscamos.

viernes, 15 de febrero de 2019

TODAS TUS ACCIONES SON BUENAS PARA EL HOMBRE

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Mc 7,31-37
Todo lo que Tú, Señor, haces es bueno para el hombre. Por donde pasas vas haciendo el bien. Hoy dice el Evangelio: En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: "¡Ábrete!".

Te preocupas por los que sufren, por los que están limitados de sus funciones corporales, de los que no pueden oír ni hablar, de los que necesitan ayuda y de todos los que te buscan y quieren que impongas tus Manos sobre ellos. Y yo, Señor, como lo hiciste con esa persona, que no podía hablar ni oír, quiero también acercarme a Ti para que cures mis limitaciones, me habras mis oídos y desates mi lengua para anunciar tus obras y tu Noticia de salvación.

Porque, no puedo callar el bien que haces y la salvación que el anuncio de tu Buena Noticia significa para todos los hombres. Siempre haces todo bien y siempre el resultado es el mismo, el bien del hombre. Así lo describre y lo anuncia el Evangelio de Marcos 7, 31-37: Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

jueves, 14 de febrero de 2019

TODOS NECESITAMOS AL SEÑOR

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Es la pregunta del millón, ¿necesito yo al Señor? La respuesta es sí. Todos necesitamos al Señor porque todos queremos salvar nuestra vida y ser felices eternamente. Dentro de cada ser humano hay una búsqueda incesante de felicidad, de eternidad y de amor. El ser humano necesita amar para ser feliz, y es lo que busca y desea. Ahora,, también eres libres para aceptar o rechazar esa propuesta que Dios te anuncia. Y, aunque, es lo que buscas, incluso sin saberlo, no es fácil responder, pues, para ello, necesitamos primero vencer muchos obstáculos que nacen dentro de nosotros mismos.

Nos apetece quedarnos quietos una vez estamos acomodados. Nos mueve el hambre, el sufrimiento, las incomodidades, el frío, las pasiones y todo lo que nos pide satisfacción. Tratamos de dar plenitud a nuestras necesidades corporales, pero, ¿y a las espirituales? Quizás esas, cubiertas las primeras, quedan olvidadas y no son tan buscadas.

Sin embargo, queremos vivir en plenitud, pero, instalados cómodamente nos conformamos incluso aunque no lo seamos plenamente. Porque, en este mundo nunca lo seremos. Siempre está el error, la enfermedad o la sombra de la muerte amenazándonos y sembrando la tristeza, la infelicidad en nuestras vidas. Y nos quedamos tan tranquilos, tristemente, esperando que llegue el día de nuestra hora. ¿Es qué no sabemos que hemos sido creados para vivir eternamente? Ese es el anuncio que tenemos que conocer y eso nos corresponde anunciarlo a los que los conocemos.

Luego, dependerá de que los que lo reciban lo acepten o no. Habrá muchos que no querrán oír hablar de esa Buena Noticia, pues se sienten bien con lo que tienen. Creen tener la muerte muy lejos y no parecen temerle.Otros quedan esclavizados por sus propias pasiones y apetencias carnales y otros aceptarán la Palabra de Dios. ¿En qué lugar de esos estamos cada uno de nosotros? Corresponderá a cada uno dar la debida respuesta. Mientras, el mundo necesita conocer la Buena Noticia de salvación. Estamos llamados a vivir en plenitud eterna.

miércoles, 13 de febrero de 2019

LO IMPURO VIVE DENTRO, EN NUESTRO CORAZÓN

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Mc 7,14-23
Sin lugar a duda que el ambiente y las circunstancias contamina y puede influir en tu manera de ver y pensar con respecto a tus actitudes frente al mundo en el que vives. Sin embargo, la realidad es que lo que en verdad contamina duerme y vive dentro de nosotros, y de una manera concreta en nuestros corazones.

Todo lo que viene de afuera, sobre todo referido a los alimentos, según entran se eliminan. Es la clara respuesta con la que le responde a sus discípulos cuando, sin entenderle, le preguntan: ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» —así declaraba puros todos los alimentos—.

Pero, es dentro del hombre donde se gestan las malas intenciones y todo aquello que realmente hace daño al hombre. Y es el corazón el núcleo donde se fabrican todas esas inclinaciones hacia el mal y el bien, por lo que es ahí donde tiene lugar la batalla de cada día para purificar todos nuestros pecados y alejar de nuestro diario actuar el mal.

Esto, continúa diciendo el Señor: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».

martes, 12 de febrero de 2019

TRADICIONES Y LEYES

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No digo ni estoy en contra de las tradiciones ni de las leyes. Considero que hay que tener un orden, una ley y, siempre es bueno, seguir las tradiciones y buenas costumbres de nuestros antepasados. Mirar para atrás es bueno para recordar de donde venimos, pero no para permanecer estancado en el ayer, sino para avanzar apoyándonos en la experiencia y no perfeccionar el camino a andar.

Pero, antes que la ley y los preceptos está el corazón y la misericordia. No podemos hacer de la ley y la tradición  dioses e ídolos que rijan y sometan nuestras vidas. Necesitamos estar por encima de ellas, porque el hombre está por encima de la tradición, de la costumbre y de la ley. Estás están para servirle y no para someterle justificándonos en leyes, preceptos y tradiciones.

Faltamos a la Ley de Dios justificándonos con la excusa de nuestro trabajo, nuestras atenciones a los hijos y a todo lo que nos podamos agarrar para alojar a nuestros padres en una residencia y quitarnos esa dependencia de ellos molesta y sacrificada. Nos saltamos, justificándolo injustamente, el cuarto mandamiento. Y así otras muchas cosas. En el fondo de nuestra conciencia sabemos que nuestra actuación no es la correcta, pero le damos vuelta para, ante los demás, justificarnos.

Y tratamos de acallar nuestra conciencia cumpliendo las leyes, lavándonos las manos y ajustándonos a toda clase de preceptos y costumbres. Pero, nuestros corazones quedan endurecidos, falseados y justificados de forma egoísta. Porque, una cosa es honrar con los labios y otra cosa es hacerlo con un corazón puro y bien intencionado. Se valen de la tradición para falsear la verdad y adecuarla a sus egoísmos y mentiras. 

Y es que la ley está impresa en nuestros corazones y no nos podemos engañar. Sabemos cuando nos justificamos, cuando la falseamos y cuando nos engañamos. Y es eso lo que debemos revisar y a la luz del Espíritu Santo tratar de ver la realidad y cambiar.Evange

lunes, 11 de febrero de 2019

¿TIENES TÚ INTENCIÓN TAMBIÉN DE TOCAR LA ORLA DE SU MANTO?

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Supongo que habría muchos que no acudirían a la plaza o no se molestarían mucho por tocar la orla de su manto. Quizás por ignorancia, porque no tenían quien les llevara o por simple apatía. El resultado que hoy continúa ocurriendo lo mismo. Son muchos los indiferentes, los que no creen en su Palabra ni en el contacto con su Cuerpo y no se esfuerzan en acercarse a Él. Al contrario se alejan y le rechazan
        
Pero, como ocurrió en su tiempo, también hoy hay muchos que creemos en su Palabra y nos acercamos también a tocarle en la Eucaristía donde está real y presente bajo las especies de pan y vino. Y sentimos ese hálito de vida que nos fortalece, nos sana y nos llena de gozo y paz.
                              
Jesús verdaderamente es el Camino, es la Verdad y es la Vida. Todo su ser desprende vida y en Él esperamos renacer a la verdadera Vida. Esa Vida Eterna que Él nos promete si creemos en Él. Por eso, no desaprovechemos esa oportunidad de tocar al Señor y alimentarnos de su Palabra y de su Cuerpo y Sangre en cada Eucaristía. Se ha quedado para eso, para que nos acerquemos a Él y le toquemos con la confianza y la fe de ser curados.

Él nos lo ha prometido: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá para mí - Jn 6, 51-58 -.

domingo, 10 de febrero de 2019

LAS OBRAS DAN AUTORIDAD A LA PALABRA

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Lc 5,1-11
Jesús da autoridad a su Palabra certficándola con las obras. Pedro es el testimonio y la consecuencia de lo que digo. Por supuesto, Pedro cree, o al menos confía en el Señor, y, porque Él lo ha dicho, Pedro, después de estar toda la noche bregando sin pescar nada, echa de nuevo la red según le ha ordenado Jesús. Y ocurre lo que nadie esperaba. Una vez más la Palabra de Jesús afirma su autoridad.

Ante esta forma de hablar y de cumplir lo que se habla no hay otra manera de responder sino como hace Pedro y los que le acompañaban: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

¿Seguimos también nosotros al Señor al oír su Palabra? Seguramente, pensamos que estamos en desventaja, pero no es esa la realidad. Nosotros sabemos más que ellos y, precisamente, por ellos. Sabemos que Jesús es el Hijo de Dios y que ha Resucitado. Ellos no sabían eso y sólo estaba sorprendido y admirados del poder de la Palabra de Dios ante el milagro de la pesca, pues se habían pasado toda la noche tratando de pescar sin ningún resultado.

También nos ocurre a nosotros en este momento. Quizás echamos nuestras redes sin resultado ninguno. Al menos eso nos parece, pues no vemos los frutos. Y eso no debe desanimarnos. Puede ser que se deba a nuestra torpeza, nuestros errores y pecados, o que no es el tiempo de que la semilla torpemente plantada por nosotros dé los frutos apetecidos. Tengamos la paciencia debida y la esperanza de que el Señor nos invite, como a Pedro, a echar las redes de nuevo, y confiemos en su Palabra.

De todas maneras es Él quien siembra y quien recoge los frutos, pues es Él el autor de todo. Nosotros, simples instrumentos, debemos obedecer, como Pedro, y estar dispuesto a echar la red cada vez que el Señor nos invita a ello. Tengamos confianza.

sábado, 9 de febrero de 2019

PRIORIDADES

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Mc 6,30-34
El trabajo produce fatiga y la única forma de combatirla es con el descanso. Por tanto, tras el agotamiento se impone descansar porque se hace totalmente necesario. El descanso repone fuerzas, sin embargo, hay momentos que el descanso se debe posponer por.que la necesidad de la persona lo exige.

Regresados los apóstoles de su misión, Jesús, al verlos fatigados les propone buscar un lugar tranquilo para descansar. Se hace necesario buscar espacios de descanso y tranquilidad. Pero, la gente ávida del encuentro con Jesús y de escuchar su Palabra descubre su paradero y acuden a Él en masa. Y Jesús no les defrauda ,viendo que andan desorientados como ovejas sin pastor, siente compasión de ellos y se pone a enseñarles.

¿Qué nos puede alumbrar a nosotros esta forma de proceder de Jesús? Quizás también nosotros debemos de proceder de esa manera y dar prioridad a la persona antes que a nuestras necesidades o apetencias, porque la persona es lo primero y a quien, Jesús, el Señor viene precisamente a servir. Dios encarnado en naturaleza humana viene , a a ser servido, sino a servir. Y servir significa estar atento a las necesidades de los demás.

Danos, Señor, la sabiduría de saber profundizar en esta idea de servicio. Porque, servir es amar, pues el amor se descubre sirviendo. Y sirviendo a la persona de forma gratuita, por el simple hecho de ser persona, creada y amada por Ti. Tú, Señor, nos das la dignidad de ser persona, hijas de un mismo Padre.

viernes, 8 de febrero de 2019

LA FAMA DE JESÚS

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Mc 6,14-29
La Persona de Jesús no pasaba desapercibida, su fama se extendía por toda la región y se hablaba mucho de Él por sus milagros y por lo que decía. Era un mensaje nuevo, un buena noticia que daba dignidad a la persona por ser hijos del Dios Padre que Él revelaba y anunciaba. Ante su Padre todos los hombres eran iguales y no había esclavitud. 

Su forma de hablar sorprendía porque era contraria a los criterios del mundo. Sus Palabras sonaban de forma nueva, diferente, era un buena y diferente Noticia. Una Noticia de salvación, de libertad, de igualdad, de vida eterna. Y a todo eso se añadía los milagros para confirmar y afirmar su Palabra. Todos quedaban admirados de lo que Jesús decía y hacía.

Ante todo esto: Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas». Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado». Pero, y tú y yo, ¿qué decimos? ¿Quizás esta humilde reflexión nos puede ayudar a discernir que se esconde en lo más profundo de nuestro corazón?

Precisamente, Juan había sido decapitado por orden de Herodes ante la petición de la hija de Herodías, que le sedujo en la celebración del banquete de su cumpleaños con su danza. Herodes por su juramento y los comensales no quiso desairarla y ordenó que le trajeran la cabeza de Juan. Quizás, no de esta forma, pero sí por y con nuestros pecados desairamos al Señor y le defraudamos. También nosotros debemos pensar que muchas veces nos comportamos como herodes en nuestras vidas.

Tratemos de reflexionar y abrirnos al Espíritu Santo para que nos fortalezca y nos llene de la sabiduría de saber que Jesús es el único y verdadero hijo de Dios, el Mesías que nos perdona todos nuestros pecados y nos da la Vida Eterna.

jueves, 7 de febrero de 2019

ENVIADOS A PREDICAR

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Mc 6,7-13
En tu bautismo adquieres tu compromiso de enviado a predicar. Un envío simple y sin nada de carga. Hay que dejarlo todo, y cuando digo todo me refiero a todo aquello que creas que te hace falta para poder dar testimonio y predicar el Evangelio. No hace falta nada sino lo que te recomienda Jesús en el Evangelio de hoy: 

Simplemente, nos dice, un bastón, pero nada de pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas» El Señor quiere dejarnos claro que la fuerza de la evangelización no está en los recursos, ni en el material que llevemos con nosotros, sino en anunciar el Evangelio en el nombre de Jesús. Sólo en Él reside la fuerza y lo experimentamos poniéndonos en sus Manos´y dejándonos llevar por la acción del Espíritu Santo.

Evangelizar es hablar y actuar en nombre de Jesús. Es presentarlo a aquellos que no le conocen y a anunciar la Buena Noticia de salvación por obra y Gracia de su Infinita Misericordia. Y apoyados en su Palabra, en su Gracia y Voluntad. No depende de nuestra capacidad ni de nuestros esfuerzos, aunque eso no significa que tengamos que poner todo el esfuerzo posible de nuestra parte, pero nuestra confianza y esperanza siempre está en el Señor.

Él es el Camino, la Verdad y la Vida y a quien presentamos a los hombres. Él es la Referencia y su Palabra basta, porque en ella está nuestra salvación. Somos enviados a dar testimonio de esa felicidad que buscamos y que vive dentro de nosotros. Está inscrita en nuestros corazones y sólo en el Señor la podemos encontrar. Por eso, no podemos esconder ese Tesoro sino todo lo contrario, darlo a conocer a todos los hombres.

miércoles, 6 de febrero de 2019

TU PROPIO PUEBLO RECHAZA TUS ENSEÑANZAS

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Mc 6,1-6
Se hace bastante difícil ser reconocido en tu propio pueblo. Aquellos que te conocen desde la infancia se les hace más difícil reconocer tus cualidades y tus obras en la madurez. Es el caso de Jesús, admiran sus enseñanzas en la sinagoga de Nazaret, pero al conocer quien es empiezan las dudas. No pueden aceptar que ese, el hijo del carpintero y pariente de muchos en el pueblo sea ahora quien les enseña de forma admirable en la sinagoga. Sus corazones se les resisten a abrirse a la Palabra de Jesús.

Les exigen pruebas, obras delante de sus ojos. Quieren espectáculo y que Jesús les demuestre que es el Mesías del que ellos han oído hablar. Y Jesús no se presta a eso. Él no ha venido a convencernos a base de pruebas y milagros. Él nos habla del amor de su Padre y, cuando la fe de alguien es manifiesta y le pide algo que realmente necesita y es un bien, accede. 

Accede, porque Él ha venido a salvar, a convertir los corazones de aquellos que realmente se abren a su Palabra y le reconocen como el Mesías enviado por el Padre. Jesús no obliga ni actúa donde los corazones se le cierran. Precisamente, en su pueblo natal no es bien recibido y no creen en su Palabra. Jesús no puede actuar para convencer a nadie. No se trata de imponer ni de demostrar nada. Se trata de dar un mensaje, una Noticia de salvación que el hombre guarda en su corazón y busca desesperadamente.

Porque, la alianza de nuestro Padre Dios está inscrita en nuestros corazones - Jer 31, 33 - y nos toca a nosotros descubrirla y buscarla. Y Jesús nos la proclama nos la recuerda y nos la anuncia. Pero, para aceptarla necesitamos un corazón humilde, pobre, necesitado del Amor de Dios. No podemos permanecer impasible y de brazos cruzados. Tenemos que avivar nuestro espíritu y escudriñar en lo más profundo de nuestro corazón para descubrir la presencia y la huella de Dios en nuestro corazón.

Y Jesús, el Señor, nos revela a ese Padre que vive dentro de nosotros. Jesús, el Hijo, nos habla del Padre y nos anuncia la Buena Nueva que el Padre nos regala. Una Noticia reveladora y de infinita Misericordia para darnos la oportunidad de rescatarnos del pecado y regalarnos la Vida Eterna.

martes, 5 de febrero de 2019

LA FE COMO PROTAGONISTA

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Mc 5,21-43
Sólo basta tener fe en Jesús y todo se realizará según su Voluntad. Posiblemente ocurra que nuestras peticiones no se realizan, pero, ¿sabemos nosotros pedir?, ¿sabemos nosotros qué nos conviene? Tengamos fe que el Señor, nuestro Padre, nos dará todo aquello que realmente necesitemos para nuestro bien. Sobre todo lo relacionado con el Reino y la salvación eterna.

Porque, ¿de qué nos vale pasarlo bien aquí si luego perdemos la vida en plenitud y eternidad? ¿No nos conviene hacer lo que nuestro Padre del Cielo nos dice y luego, aunque en algunos momentos la lucha sea dura y los momentos difíciles, vivir en la esperanza de alcanzar la eterna felicidad? Sufrió Jairo, aquel jefe de sinagoga y también la mujer que sufría flujos de sangre, pero ambos creyeron y buscaron a Jesús aunque eso le supuso esfuerzo, trabajo y preocupación. Pero, al final lograron la recompensa, uno la resurrección de su hija y la otra su curación.

También tú y yo podemos conseguir la vida eterna si creemos en Jesús y guardamos los mandatos de su Padre. Él nos ha revelado su amor y nos propone hacer su Voluntad, pues ha sido enviado para dárnoslo a conocer. Y nos promete que quien cree en Él vivirá eternamente - Jn 11, 25 -.

La fe es un don de Dios, pero, no podemos quedarnos con los brazos cruzados esperando que nos la dé. Necesitamos pedírsela y colaborar con nuestro esfuerzo en recibirla. Para eso nos ha creado libres y con capacidad de decidir. Dios, nuestro Padre, quiere nuestra colaboración y espera que nos abramos a su Gracia para darnos la fe.

lunes, 4 de febrero de 2019

LA ECONOMÍA ANTE QUE LAS PERSONAS

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Mc 5,1-20
No es un caso aparte ni nada que no esté ocurriendo en cada instante de nuestras vidas. Ante las necesidades y problemas de otros nuestra indiferencia se hace manifiesta. No nos preocupa las necesidades y circunstancias que rodean el entorno de los otros. No nos paramos y tratamos de escucharles y de ver que les ocurre, ni tampoco nos ponemos a su nivel. No nos abajamos para tratar de comprenderles y de tenderle nuestras manos de solidaridad y ayuda. ¿Cuál es nuestra actitud?

Jesús se enfrenta y le escucha y comprende su problema y accede a complacerle su petición. Y quedan libre, pero los puercos, unos dos mil aproximadamente, llenos de los espíritus inmundos se precipitan por el precipicio hacia el mar. Ante este acontecimiento los porqueros huyen y pregonan lo ocurrido por el pueblo y las aldeas y la gente sale a ver lo que había sucedido.

¿Y que sucede? Al  ver al endemoniado sentado, tranquilo y en su sano juicio, se llena de temor. Y al contarle lo que había sucedido con el endemoniado y los puercos reaccionan pidiéndole a Jesús que se aleje de su termino. Al parecer les importa más el valor de los puercos que la persona del endemoniado. ¿Nos dice eso algo a nosotros? ¿Se parece nuestra actitud bastante a la de los porqueros y la gente de aquel pueblo? ¿Es nuestro mundo parecido a la actitud de la gente de ese pueblo?

Son preguntas que debemos examinar desde lo más profundo de nuestro corazón y, sobre todo, a la luz de la Palabra de Dios. Pero, no lo hagamos solos, sino asistidos y abiertos al y con el Espíritu Santo. Sobre todo con una actitud disponible, humilde y abierta a la acción del Espíritu para que, desde lo más profundo de nuestros corazones, seamos capaces, por la acción del Espíritu, escuchar, comprender, abajarnos a sus niveles y ser compasivos y misericordiosos para, a su lado, ayudarles a liberarse de las esclavitudes que les oprimen y esclavizan.

domingo, 3 de febrero de 2019

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA

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Lc 4,21-30
Es difícil ser reconocido en tu tierra, sobre todo por los más cerca de ti y los que te conocen. No sé decir la causa de que esto suceda, pero la realidad es que sucede. Posiblemente es que les cueste reconocer las cualidades de quien ellos conocen sus orígenes y eso no les deje ver lo bueno y valioso de su actuación. El caso es que a Jesús le sucedió y eso y les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.

Todos esperan un Mesías poderoso, espectacular, héroe de cosas grandes, notables, que desprendan alabanzas, elogios y admiración. Y ocurre todo lo contrario. Jesús se presenta de forma muy humilde, en silencio y sólo pone las palabras precisas que nos muevan a la fe y a la obediencia de la Palabra de Dios. Quieren que haga en Nazaret todo lo que han oído que ha realizado en Cafarnaúm, porque muchos, que lo conocen desde niño, dudan de que Él sea el Mesías.

Igual nos pasa ahora. Queremos demostraciones, signos y pruebas que nos despejen nuestras dudas. Y son los que no tienen nada, los pobres, los más inclinados a creer. Porque la fe no se demuestra con la palabra, sino con la vida. ¿Y qué vida vivimos nosotros, la que nos dicta la Palabra de Dios o la que dictamos nosotros? Esa debe ser nuestra reflexión de hoy.

Creemos en Dios, pero en un Dios fabricado por nuestra mente e imaginación y de acuerdo con nuestros criterios y apetencias, y según nuestros intereses. Lo que ocurre que ese Dios no existe sino en nuestra mente y nunca lo encontraremos. Por eso, rechazamos al verdadero, que está a nuestro lado y que nos entrega su vida, enviado a su Hijo, a quien nosotros no reconocemos y rechazamos, para darnos la plenitud de la vida eterna.

sábado, 2 de febrero de 2019

EN EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY

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Jesús se somete a la ley y, llegada la hora de la purificación, los padres le llevan al Templo para presentarlo, según la ley de Moisés:«Todo varón primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

 Es, entonces, cuando se produce el encuentro con Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel»

En muchos momentos de la vida de Jesús hay acontecimientos milagrosos que le revela como el Hijo de Dios enviado a revelarle el amor del Padre.Todo lo profetizado en Él se cumple, y ahora, la promesa hecha a Simeón tiene lugar en este instante de la presentación en el Templo. También ocurre lo mismo contigo y conmigo. Hemos sido bautizados y, llenos de Espíritu Santo, recibimos la promesa de vida eterna. 

Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? - Jn 11, 25-26 -. De la misma forma que Simeón vio cumplida la promesa recibida, también nosotros veremos cumplida lo promesa que Jesús nos ha hecho. Pero, tendremos que poner algo de nuestra parte, la fe. Jesús nos interpela preguntándonos si realmente creemos lo que nos dice. Porque, nos hace falta la fe de confiar en la Palabra del Señor, tal y como se dejó llevar Simeón.

viernes, 1 de febrero de 2019

EL REINO DE DIOS

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Mc 4,26-34
Dios ha sembrado dentro de nosotros su Reino. Es como esa semilla que, sembrada, crece y se hace grande independiente de lo que hagamos nosotros. Y da sus frutos por sí misma. Indudablemente que, esa semilla, tiene que estar plantada en tierra buena, ya lo veíamos ayer en la parábola del sembrador, para dar frutos. Frutos que llevan un recorrido, primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y finalmente, cuando está maduro y ha llegado la hora, se ciega.

De la misma forma, la semilla sembrada en nuestro corazón necesita sentir el deseo de querer crecer y aspirar a la santidad y la vida de la Gracia, a la verdad y la justicia, al amor y la paz. Dentro del corazón del hombre habitan estos sentimientos y el hombre los desea, pero, ocurre que alejados de Dios quedan en manos del Maligno, que despierta en ellos los deseos del pecado y la concupiscencia. 

Sin el Espíritu Santo, sembrado por Dios en nuestro Bautismo, quedamos a merced de nuestras pasiones y egoísmos, y difícilmente podremos vencer, pues nuestra naturaleza humana está herida y tocada por el pecado. Por eso, necesitamos cuidarla y sostenerla en el Espíritu Santo. Esto supone que debemos estar a la escucha de la Palabra, a acogerla en la profundidad de nuestro corazón y a alumbrarla dando frutos de buenas obras en la verdad, la justicia, el amor y la paz.

Sin advertirlo, el Reino de Dios, dentro de nosotros irá creciendo y experimentaremos que hoy nos será más difícil alejarnos de Dios que ayer. Viviremos con la esperanza de, como la semilla, ir creciendo en santidad, justicia, verdad, amor y paz. Tratemos, pues, de cultivar con mimo y esmero esa semilla de amor que el Señor ha sembrado en nuestros corazones.