jueves, 18 de abril de 2019

LA HUMILDAD DE AGACHARSE

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Jn 13,1-15
El pequeño sólo puede ser humilde ante otro más pequeño que él. Porque, la humildad exige que el grande se abaje ante el pequeño. No sería humilde un pequeño ante un grande; un pobre ante un rico, porque eso es lo natural. El pequeño no tiene otro remedio que presentarse humildemente ante el poderoso y grande. Jesús cambia los términos y por eso se hace humilde, porque se humilla ante sus siervos.

Él, el Maestro, se abaja ante sus discípulos y, como un siervo, se pone a lavarles los pies. Esa es la nota característica de la Santa Cena. Jesús se hace pequeño como nosotros sus discípulos y se pone a nuestra disposición. Nos está diciendo que nosotros tenemos que hacer lo mismo, darnos ante los demás, sobre todo los pequeños y más necesitados. Ponernos al servicio de los demás.

Es la noche de la promesa en la que nos dice que se quedará con nosotros bajo las especies de pan y vino. Es la noche grandiosa de la institución de la Eucaristía, donde podemos tocarlo y comerlo para que sea nuestro alimento espiritual y podamos amar como Él. Porque el amor que nos exige Jesús no está a nuestro alcance. Nosotros no podemos amar así, porque nuestra naturaleza no puede llegar a esa dimensión ni tiene esa capacidad. El amor pleno y gratuito es un don de Dios.

Por eso, se ha quedado con nosotros para enseñarnos a amar. Pero, eso exige estar a su lado, tomar su alimento y abrirnos a su Gracia para ir convirtiendo nuestro corazón endurecido, egoísta y soberbio en un corazón, suave, manso, generoso y entregado al servicio a los demás. Porque, en y la medida de esa entrega seremos felices. Sólo dándonos descubriremos esa paz y felicidad que buscamos.

Tengamos fe y sentemos a la mesa con Jesús. Celebremos esa Santa Cena a su lado y dispongamos nuestro corazón endurecido para que Él nos lo transforme en un corazón como el suyo.

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