sábado, 19 de octubre de 2019

INJERTADOS EN EL ESPÍRITU

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Lc 12,8-12
El Dios en el que creo es un Dios vivo que camina junto a mí y da su Mano. Es un Dios que me garantiza que promete defenderme y auxiliarme durante el camino de mi vida Es un Dios misericordioso que me perdona y me fortalece en las luchas de cada día para que las supere y las venza. Es un Dios Padre que, a pesar de mis fracasos, mis debilidades  siempre esté abierto a la Misericordia y a acompañarme a comenzar de nuevo de regreso a Casa.

Es un Dios que nunca desaparece en los momentos difíciles y está siempre presente en mi vida para ayudarme a superarlos. Es un Dios Padre, Hermano y Amigo. Es un Dios Vivo en el que creo y por el que intento dar mi vida aunque sé que no alcanzo la altura deseada ni doy la talla que yo desearía, pero que me esfuerzo en defender en todo momento. Es también un Dios único, pues no encuentro a otro igual en ninguna parte del mundo. 

Un Dios Trino en tres Persona: Padre - Hijo - Espíritu Santo. Un Dios que me ama y, enviando a su Hijo, que voluntariamente da su Vida por cada uno de nosotros nos redime pagando por nuestros pecados y rescatando nuestra dignidad de hijos de Dios. Dignidad que, injertados en el Espíritu Santo y auxiliados por Él sostenemos en la lucha de cada día contra los poderes del mal y las seducciones de este mundo.

Un Dios Espíritu Santo, que está presente en nuestro corazón para caminar junto a todos aquellos que se abren a su acción asistiéndonos, auxiliándonos y defendiéndonos de todos los peligros y ocasiones en las que nuestra salvación se pone en peligro.

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