domingo, 3 de julio de 2022

¿ESTÁ MI NOMBRE ESCRITO EN EL CIELO?

Lc 10,1-12.17-20

Al final lo que verdaderamente importa es preocuparse porque nuestro nombre, el tuyo, el mío y el de todos, estén escritos en el cielo. Porque, queramos o no, nuestra meta es el cielo. El recorrido de esta vida no es otro sino el cielo. Nadie escapa a la muerte y la pregunta es: ¿Qué sucede después? ¿A dónde vamos? ¿Qué nos espera?

Diría que lo más inteligente es estar preocupado en esos menesteres. No preocupados angustiosamente, sino preocupados – a eso me refiero – en responder a ese envío que nuestro Señor Jesús nos propone y nos envía. El Evangelio de hoy habla de eso: (Lc 10,1-12.17-20): En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como

 

«De qué nos vale esta vida, pensaba Manuel, que, aunque parece larga es corta, el tiempo se nos va volando, si al final nos condenamos a pasar la eternidad sufriendo». Y, verdaderamente, no le falta razón. La vida no tiene ningún sentido si al final, vivas como vivas, te condenas a pasar la eternidad sufriendo.

―Buenos días ―dijo Pedro― al ver a Manuel con la mirada perdida. ¿En qué piensas ―le preguntó.

―Había acabado de leer el Evangelio de este domingo y me he quedado parado reflexionando al respecto. La vida, Pedro, no tiene ningún sentido si no nos preocupamos porque nuestros nombres estén escritos en el cielo. Porque, ¡es ahí dónde vamos a parar!

―El mundo nos entretiene, nos seduce y nos engaña ―comentó Pedro. Es un misterio, no pensamos en la muerte, nuestra hora final, ni siquiera qué va a suceder después.

―Y cuándo sucede lo que sucede ―añadió Manuel― nos coge fuera de juego y sin poder reaccionar. Es indudable que el príncipe de este mundo – demonio – juega muy bien su papel.

La idea flotaba en el ambiente. El camino se dibuja claramente. Jesús es la salvación y, para ello, hay que estar atento a la escucha de su Palabra y alimentarse de su Cuerpo y Sangre. Hay muchos peligros, mundo – demonio – carne, pero unidos al Señor saldremos victorioso. Ese es el camino. El mismo nos lo ha dicho: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.

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