martes, 16 de agosto de 2022

APRENDER A SER POBRE

Mt 19,23-30

No es nada fácil ser pobre y, aprender a serlo, resulta también duro y difícil. Cuesta abajarse, ser humilde y desprendido de las cosas materiales de este mundo. Es, precisamente, lo que significa ser pobre de espíritu. Estar disponible, libre de toda atadura humana para brindarse al servicio, por amor, a todo el que realmente lo necesite. Porque, dicho sea de paso, hay muchos aprovechados – ya lo dijo Pablo – 2Ts 3, 7-12 – refiriéndose a esos que buscan aprovecharse de la caridad de otros.

Estamos necesitados de fe, esperanza y perseverancia. Jesús nos lo dice con frecuencia, ser perseverante e insistentes. Porque, no se trata solo de dinero, sino de despojo y de espíritu. Un espíritu pobre que exige desprendimientos, renuncias, y sacrificios, y eso verdaderamente cuesta, es duro y duele mucho. Nuestra naturaleza está muy apegada y sometida a las cosas materiales. Despojarte, pues, de tus apetencias, comodidades, gustos y situaciones de placer es un lucha constante que, a pesar de su dureza debes sostener cada día de tu vida.

Ser pobre aconseja estar con los pobres, pues, del contacto con ellos se aprende a las privaciones y sacrificios. No es cuestión de renunciar por que sí, como si de un maniqueísmo se tratara, se trata de renunciar por y para alivio de otros, acompañamiento y, sobre todo, por amor. Se trata de una lucha constante, diaria y perseverante que, a pesar de su dureza, debes sostener en cada instante de tu vida.

Es evidente que solo cuando llega la necesidad, enfermedad o el dolor se aprende a resistir, a encajar y aceptar la situación fortaleciéndose el espíritu en y desde la Voluntad y el Amor del Padre. Esa relación de Amor y Confianza fue la que acompañó a Jesús en el camino de su Pasión.

Apetece terminar con una oración: Infunde, Señor, el deseo, las ganas y la fortaleza de convertir nuestros corazones de hombres en corazones de niños, necesitados de tu Amor Misericordioso. Amén.

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