miércoles, 11 de diciembre de 2024

MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN

Es bien sabido que la mansedumbre y la humildad dan descanso. La experiencia nos descubre que cuando se es humilde y manso de corazón, la conciencia descansa y, en consecuencia, todo tu ser queda sumergido en la paz y descanso.

Pero, otra cosa muy distinta es se manso y humilde. Se dice pronto y fácil, pero no lo es tratar de serlo. Pacificarnos y abajarnos nos cuesta mucho, hasta el extremo de ser casi imposible lograrlo por nuestra cuenta y con nuestras propias fuerzas. Sin lugar a duda, en la hora de nuestro bautismo, el Espíritu Santo, ha bajado a nosotros precisamente para eso, para ayudarnos a lograr ser humildes y mansos.

La paradoja es que en la medida que nos damos – a pesar del cansancio y fatiga – experimentamos descanso y tranquilidad. Y, al contrario, cuando buscamos descanso y tranquilidad, desentendiéndonos del sufrimiento del otro, experimentamos más desasosiego e intranquilidad que descanso y paz.

Y es que la mansedumbre y humildad se esconden en el desapego y el amor por servir al necesitado. Y en esa misma medida vamos encontrando la verdadera paz y el verdadero descanso. Entonces descubrimos que eso fue lo que hizo nuestro Señor Jesús, dar y darse por amor a los demás. Es ahí donde encontramos el verdadero descanso y paz.

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