sábado, 28 de febrero de 2015

TODO CONSISTE EN AMAR Y AMAR

(Mt 5,43-48)


El amor que Jesús te propone es un amor que va más allá de tus apetencias. Es un amor comprometido que ama por encima de sus preferencias y gustos, que ama incluso a sus propios enemigos. 

Esta es la señal de identidad del cristiano. Porque amar a los amigos es de sentido común, pero amar a los enemigos no entra en nuestra lógica, y nos exige un esfuerzo contrario a nuestra naturaleza humana. Por eso, si no se es cristiano comprometido con el compromiso de Bautismo y, por supuesto, en seguir a Jesús, no se puede amar a los enemigos.

Es contrario a nuestro criterio y no entra en nuestra cabeza humana. Hay que hacer un acto sobrenatural para sobrenaturalizar esa actitud de perdón. Y eso sólo lo podemos lograr en y con Jesús. Sin Él nada podemos hacer, y menos luchar y vencer nuestra propia naturaleza caída.

En el amor a los que te odian, a los que te hacen mal y te rechazan está la prueba de tu amor. Amas a Dios en la medida que luchas por amar a tus enemigos. De no ser así le estás mintiendo. Y en medio de esta lucha, que te sobre pasa, experimentas que, injertado en Jesús, el camino se vuelve más suave, más ligero y posible, porque la carga me parece ya soportable y sientes que la puedes vencer.

Ahora, en la medida que caminas con Jesús experimentas que la carga se hace suave y ligera  y que el amor es el arma fundamental y necesaria para vivir en el gozo y la paz eterna.

viernes, 27 de febrero de 2015

ESTAMOS A BIEN CON DIOS SI TAMBIÉN LO ESTAMOS CON EL PRÓJIMO

(Mt 5,20-26)


Son dos actitudes que van unidas. Sí, ¡no hace falta que me lo digas!, lo sé. Es muy difícil, por no decir imposible, pero para ti y para mí, no para Dios. En Él seremos capaces de lograrlo. Por eso le necesitamos. Esa es la evidencia y la prueba fundamental de que se quedara con nosotros. Le necesitamos para ser mejores y quererle, queriendo a todos los hombres.

Hay un matiz importante: Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; se trata de ponerse a bien con los enemigos, porque con los amigos resulta más fácil y es posible que nosotros solos podamos. El asunto habla de aquellos con los que nos resulta más incómodo reconciliarnos. No es nada fácil la cuestión.

Experimentamos que esa actitud de amar y reconciliarnos con los enemigos está por encima de nuestra capacidad de amar. No podemos, porque nuestro pensamiento humano está sometido al ojo por ojo y diente por diente. Quien nos la hace, deberá pagarla. 

Salir de esa actitud y pensamiento, exige un esfuerzo sobrenatural, que está por encima de nuestra humanidad débil y pecadora. Necesitamos la asistencia y la fuerza del Espíritu Santo para lograrlo. En y con Él podemos mantener una actitud reconciliadora con todos los hombres, a pesar de nuestras diferencias y lejanías.

Confiemos en el Señor, porque no nos mandará nada que no podamos alcanzar apoyados en su Gracia. Amén.


jueves, 26 de febrero de 2015

PEDIR, YA DE ENTRADA, NOS DA FUERZA


(Mt 7,7-12)


Cuando pedimos por nuestras necesidades, no estamos considerando que, pedimos y nos quedamos esperando con los brazos cruzados. Ni mucho menos, no, se trata de saber que hay Alguien, nuestro Padre Dios, que nos escucha y nos dará lo necesario para superar esas dificultades y problemas, o en su defecto, nos fortalecerá para aceptarlas con dignidad y afán de superación.

Nunca será resignarnos. Porque resignarce significa que no se pueden superar y que se hace necesario, obligatoriamente, aceptarlas. Y esa no es la actitud. Queremos superarlas, y para eso pedimos al Señor, nuestro Padre, porque nos sentimos necesitados, pobres y pequeños, fuerzas para superarlas. No le estamos diciendo que nos arregle la situación mientras nosotros permanecemos cómodamente esperando. ¡No!. Es todo lo contrario.

Nos sentimos escuchados y nos apoyamos en esa escucha y confianza de sabernos atendido y que se nos dará lo mejor y lo que más conviene para nuestra superación y salvación. Quizás el sacrificio, la renuncia, el silencio y las dificultades sean los ingredientes que nos harán más personas, más fuertes, más seguro de nosotros mismos, y más firmes en la fe.

Porque de eso es lo que se trata, no de resolver solo nuestros problemas inmediatos, que a fin de cuenta terminaran por caducar y desaparecer, sino el problema de nuestra salvación eterna. Es ese el verdadero tesoro de nuestra vida  y lo que más interesa.

Y nuestro Padre del Cielo que lo sabe, lo quiere para cada uno de nosotros. Y es lo que más le interesa darnos. Así que eso es lo que también nosotros queremos, aunque a veces nos cueste entenderle y nuestros gustos no sean sus gustos.

miércoles, 25 de febrero de 2015

TENGO DUDAS

Lc 11, 29-32
´

El interrogante que atormenta al hombre es la duda. Duda de que Jesús es el Hijo de Dios; dudas de muchas clases; dudas que originan desconfianzas; dudas que exigen cambiar y orientar la vida de otra forma; dudas que invitan a reemprender una vida diferente y nueva.

Unas dudas que cuestan mucho, y que exigen más. Tanto que demandan un giro completo de circunferencia y empezar de nuevo. Eso supone una transformación completa. Quitar un corazón, viejo, caduco y endurecido, y poner un corazón nuevo, confiado, puro, misericordioso y esperanzado. Supone creer, es decir, abandonarse a la fe.

Todos pedimos señales, prodigios, milagros. Faltaría ver nuestra reacción si se producen, porque resulta que están delante de nuestros ojos y seguimos resistiéndonos a creer. Pedimos lo imposible, porque de ver claro, no haría falta la fe. La fe supone riesgo, confiarte y lanzarte al vacío. Un vacío prudente y razonado, con esperanza de encontrar aquello que tu corazón ha experimentado y siente en lo más profundo de tu ser.

Pero no exijas ver y tocar, porque entonces no estaríamos hablando de fe. Lo verás cuando en su presencia la fe te sobre. Todos pedimos que Dios se nos manifieste, no sólo con su Palabra, sino sobre todo con sus acciones, para que se solucionen los problemas de nuestra vida concreta. El afán de los milagros, de las curaciones instantáneas. Así desaparecerán nuestras dudas. Y creeremos enseguida. 

En cambio la respuesta de Jesús es diferente. No te quita tu libertad, y quiere que seas tú quien decida, quien arriesgue tu propia opinión.  El sentido común nos advierte de que es así como debe ser y como tiene un colaboración nuestra. Y te muestra su Persona y su Resurrección. Tienes el testimonio de los apóstoles y sus Apariciones.

Te toca a ti ahora arriesgar y apostar por Jesús. ¿Acaso la vida te da más? ¿Acaso unos cuantos años, muchos, más mal vividos que bien, te parece de más valor que lo que Jesús te ofrece? ¿No te das cuenta que hablamos de la Vida Eterna en plenitud?

Tienes delante de ti al verdadero signo: Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida.

martes, 24 de febrero de 2015

POSIBLEMENTE, PEDIMOS SIEMPRE MAL

(Mt 6,7-15)


Es evidente que no sabemos pedir. Pediríamos, si dependiera de nosotros, muchas cosas que no serían buenas para nuestra alma y sí malas para nuestra condenación. Somos seres de carne y hueso, y tenemos un corazón egoísta e inclinado al mal.

Pedimos pensando que nuestro corazón es de este mundo. Y pedimos cosas para este mundo, que, es verdad, necesitamos, pero que no son la verdadera necesidad que tenemos. Porque lo importante de esta vida es salvarla, para que sea Vida gozosa para la Eternidad.

Al pedir no vemos nuestras verdaderas necesidades y sería un despropósito pedir por nuestra cuenta. Por eso, al menos deduzco yo, que el Señor nos enseña a orar. Y nos enseña a orar dejándonos esta hermosa oración perfecta. Perfecta porque contiene todo lo necesario y todo lo que verdaderamente necesitamos para salvarnos.

Reconocer que Dios es nuestro Padre Bueno del Cielo es nuestro punto de partida. Santificar su Nombre sería lo inmediato y nuestro primer objetivo. Pedir que venga a nosotros su Reino, el Tesoro más valioso, sería la única necesidad que tendríamos, porque ya de estar en su Reino, estaría todo resuelto. Y hacer su Voluntad es necesario, porque de hacer la nuestra lo estropearíamos todo. Somos pecadores e imperfectos. 

Pedir nuestro pan de cada día es urgente. El pan necesario, no sobrado, porque de tener más caeríamos en la envidia, en la avaricia, en creernos mejores que otros. Las riquezas no nos sientan bien y nos alejan de la verdad y de lo sencillo y humilde. Y nos ponen muy difícil perdonar. El rico se ensoberbece y su soberbia le somete impidiéndole perdonar. Por eso pedimos, perdónanos Señor nuestras ofensas, y danos fuerza para perdonar nosotros también.

Líbranos, Señor, de la tentación a la que estamos constantemente sometidos. De la tentación de creernos fuertes, que nos bastamos nosotros mismos. Somos débiles y necesitamos tu Fuerza para superar la debilidad de nuestra naturaleza caída. 

Y líbranos del mal, de ese mal que convive con nosotros en este mundo. Ese mal que nos acecha para atacarnos en cuenta le demos una oportunidad. Ese mal que nace de nuestro ser manchado por el pecado, y que Tú, Señor, has limpiado con tu Muerte y Resurrección.

lunes, 23 de febrero de 2015

TODOS PENSAMOS QUE AL FINAL DE LOS TIEMPOS SE HARÁ JUSTICIA

(Mt 25,31-46)


Cuando ocurre algo que nos parece injusto, pensamos que al final habrá justicia. Y lo pensamos porque creemos que siempre debe prevalecer la razón y la justicia. Es de sentido común y de lógica pensar que el que la hace la paga. Al menos creemos que debe ser así.

Hoy, el Evangelio nos revela lo que Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos...(Mt 25,31-46). 

Es curioso pensar que lo que ha dicho Jesús coincide con lo que pensamos nosotros. O al menos nos gustaría y creemos que debería ser así. Curiosa coincidencia, porque también coinciden muchas más cosas. Esa vida Eterna que Jesús nos promete, si hemos alcanzado estar a su derecha, que no se trata, ni tiene que ver con el sentido político de derecha o izquierda, llegados al final de los tiempos, es también lo que todo hombre con sentido común busca y quiere.

Coincidencias que nos revelan una relación profunda con Jesús. Y es que en Él, y por su Muerte y Resurrección, somos hijos adoptivos del Padre Dios y coherederos, en y por Jesús, de su Gloria. Realmente hay razones profundas, que subsisten en lo más profundo de nuestro corazón que nos indican y nos demuestran todo lo que el Señor Jesús nos dice y ofrece.

Experimentamos también que cuando vivimos el amor en los hermanos y compartimos con ellos, de lo que tenemos, para ayudarles y aliviarles sus carencias y necesidades, estamos arrimándonos a la derecha de Jesús. A esa derecha donde todos deseamos encontrarnos a la hora que el Señor nos llame.


domingo, 22 de febrero de 2015

JESÚS SE PREPARA PARA LA VIDA PÚBLICA

(Mc 1,12-15)


Toda misión necesita una previa preparación. No se puede uno meter rápidamente y sin reflexionarlo o prepararlo en el fregado, porque tienes muchas probalidades de fracasar. Siempre es bueno pensar y preparar lo que vas a emprender. Eso nos lo sugiere el sentido común y la lógica humana.

Y Jesús lo entiende así y se retira al desierto durante 40 días con sus noches, y prepara la misión a la que ha sido enviado. Es el momento, cuando el Maligno ve lo que vamos a hacer, elegido para atacarnos. Quieres cogernos desprevenidos, despistados y sin estar preparados. Por eso, en nuestro mundo debemos estar siempre preparados.

Y eso significa que nunca debes apartarte del Entrenador. El símil nos vale, porque solamente injertados en Xto. Jesús, podemos resistir las embestidas del demonio que quiere y pretende tumbarnos. Para eso ha sido enviado el Paráclito, el Espíritu Santo, para asistirnos y darnos la fortaleza que necesitamos antes las tentaciones mundanas.

Nuestro desierto es la oración constante, la penitencia y sobre todo, la Eucaristía. Ahí encontraremos las fuerzas y la luz para vencer las tentaciones que el mundo nos ofrece en sus propuestas de bienestar, confort, egoísmos de poder y riquezas y exclusión de los que nos molestan y nos exigen amor.

Porque en la oración, el ayuno y la limosna encontraremos luz y fortaleza para no dejarnos llevar por la voz que pretende y quiere alejarnos de Dios. Por la voz que nos dice que el camino de la felicidad es otro y está en el mundo.

sábado, 21 de febrero de 2015

NECESITAS AL MÉDICO PARA CURARTE

(Lc 5,27-32)


Las enfermedades dolorosas son rápidamente descubierta, pues el dolor las hace visibles. Sin embargo, hay otro tipo de enfermedades, también físicas, pero sin dolor, que se gestan silenciosamente y son más difíciles de descubrir. Y llegado el momento de descubrirla, se ha hecho tarde para combatirla, pues se han implantado ya de tal manera que expulsarla es casi imposible.

En este apartado nos encontramos también con las enfermedades del alma. Estás son muy difíciles de detectar. Estás gestada en lo más profundo del ser humano, y afecta al alma de tal manera que no son descubierta sino cuando la batalla está perdida. Es posible que muchos se den cuenta con tiempo, pero la connivencia con el mismo mal te presenta una realidad distorsionada que te confunde y te atrae.

Son apariencias falsas de felicidad temporal que nubla tu mente y endurece tu corazón hasta el punto de perderte. Te inmoviliza y paraliza tu reacción que hace imposible que te escapes. Te experimentas atrapado, enredados en un mar de dudas e incapaz de reaccionar. Te ha esclavizado y sometido sin apenas enterarte.

No sé las veces que he dicho que los que vamos a misa y celebramos la Eucaristía junto al sacerdote que la preside y demás hermanos en la fe convocados, somos los enfermos que necesitamos que Jesús nos cure. Vamos mendigando su perdón y el alimento de su Gracia, para, fortalecidos en Ella, luchar y vencer la enfermedad del pecado que nos esclaviza y somete.

Quienes no descubren esa enfermedad del pecado, no descubren tampoco la necesidad de celebrar la Penitencia, sacramento del perdón, y la Eucaristía. Posiblemente, este viernes, 20, volveré a compartir este pensamiento en la catequesis prebautismal con los padres y padrinos convocados. Son los enfermos los necesitados de médicos, y a ellos a los que hay que convocar para curarles sus enfermedades.

Es el caso del Evangelio de hoy. Jesús, invitado por Levi-Mateo, comparte mesa y mantel con publicanos y otros, y es criticado por escribas y fariseos al compartir con gente considerada de mala reputación y pecadora. Sabemos la respuesta que les dio Jesús, y también sabemos que sólo descubriendo nuestras enfermedades (pecados) experimentaremos la necesidad de buscar al Médico (Jesús) que nos cure.

viernes, 20 de febrero de 2015

LA FIESTA ES PARA DIVERTIRSE

(Mt 9,14-15)

Cuando estás acompañado por el anfitrión de la fiesta, lo lógico es estar de fiesta y celebrarlo. Quizás cuando la fiesta acabe y se haya ido el anfitrión, tú guardes su recuerdo y quieras vivir en la esperanza de que vuelva otra vez. Esto te exigirá recordarlo y mantenerte atento a sus enseñanzas e indicaciones.

Jesús nos ha prometido volver. Volver para dar por terminado esta etapa de tu vida. Y se hace necesario estar preparado para su venida. La Cuaresma es tiempo de preparación, tiempo de esperanza en la venida de Jesús. Una venida que terminará con los sufrimientos de esta vida para darnos la plenitud eterna en la única y verdadera.

No sabemos el momento ni la hora, pero sí que vendrá. Y en esa esperanza nos preparamos con el ayuno, la oración y la limosna. Experimentas que cuando compartes pierdes un poco de ti mismo y de tu vida, pero ganas un poco de plenitud y gozo para la otra.

La Cuaresma es un tiempo donde experimentas que darte y compartir es más gratificante y pleno que recibir. Quizás cueste el instante de desapego, presente, pero construye un futuro más gozoso en paz y plenitud. 

No nos asustemos por el recorrido cuaresmal. Con Jesús podemos experimentar que vale más y es mejor darte, como Él hizo contigo, que encerrarte en ti mismo.

jueves, 19 de febrero de 2015

LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE

Lucas 9, 22-25


Siempre, desde muy joven, he tenido la inquietud de enfrentarme con la realidad. No sé si es que, por la Gracia de Dios, soy muy práctico, pero, ¿de qué me vale estar hoy bien, gozar y satisfacer todos mis caprichos y vanidades, pasiones y egoísmos, para mañana sufrir eternamente? ¿Tiene eso sentido?

Ante tal planteamiento se te presentan dos elecciones: a) seguir tus propios impulsos y tratar de alcanzar todas tus metas, disfrutar y vivir según tus caprichos y pasiones; o, b) buscar el verdadero sentido de tu existencia y aspirar a la meta única del gozo pleno y eterno. Ésta es la disyuntiva. Ahora, tú eliges, porque nadie puede elegir por ti.

Se trata de tu problema y sólo a ti le está permitido darle solución. Nadie podrá decidir por ti, y menos acompañarte en la hora de tu muerte. Es tu propio camino y tendrás que recorrerlo tú solo, sin más ayuda sino la de Dios. Ahora puedes rechazarlo, exigirle o pedirle explicaciones, pero llegada tu hora sólo Él podrá estar contigo.

Planteada esta situación, opté por buscar y buscar, y terminada la búsqueda concluí que Jesús era la única y mejor opción de mi vida. En Él todo se ha cumplido, incluso el entregar su Vida por nosotros, y, es más, ha Resucitado. Por eso, Señor, porque Tú has vencido a la muerte y me ofreces, por tu Amor, e injertado en Ti, vencerla yo también, yo te sigo y quiero entregar mi vida por amor como Tú.

Y, hasta hoy, a trancas y barrancas, sigo los pasos del Señor. Unas veces mas deprisa, otras mas despacio, y otras a su mismo ritmo, quizás las menos, pero siempre intentando seguirle. Y así quiero seguir, a pesar de mis fracasos, de mis miserias, de mis pecados. 

Porque sé Señor que me perdonas y me quieres, pues has dado tu Vida por mí. ¿A dónde puedo ir? Gracias mi Señor Jesús salvador mío. Amén.

miércoles, 18 de febrero de 2015

LA PERPETUA TENTACIÓN

(Mt 6,1-6.16-18)

Nos cuesta mucho esconder nuestras buenas obras. Ya vimos que el ciego y el leproso no le hicieron caso a Jesús. No pudieron con la emoción y alegría de saltar de júbilo y comunicarlo a los cuatro vientos.

Y hoy, Jesús, nos dice que escondamos lo que hacemos con la derecha para que no se entere la izquierda. ¿Cómo podemos entonces dar testimonio y proclamar el Evangelio? Jesús mismo tuvo que hacer milagros para demostrar su Mesianidad, y muchos no le creyeron. Parece una contradicción.

Sin embargo, no lo es. Lo que Jesús nos dice es que pongamos nuestro actuar y servicio de forma incondicional, sin esperar elogios, recompensas ni agradecimientos. Hemos hecho lo que debemos, de forma gratuita, incondicional y sin esperar nada a cambio. Hecho por amor en correspondencia al Amor de nuestro Señor Jesús.

No se trata de escondernos, sino de no vanagloriarnos; no se trata de sacar la cabeza y creernos mejores y más capacitados de otros, sino administradores de los dones que Dios, nuestro Padre, nos ha dado y ponerlos al servicio de los demás. En esa actitud no esperamos recompensa, porque ya es una recompensa formar parte de la familia de Dios y ser querido por Él.

Pero nuestra vanidad es grande, y siempre estamos tentados a lucir nuestros éxitos y obras que puedan deslumbrar a los demás. Por eso, te pedimos, Padre, perdón y fuerza para mejorar en nuestra actitud humilde.

martes, 17 de febrero de 2015

CUIDADO CON Y DE QUE NOS RODEAMOS

(Mc 8,14-21)


Esta mañana, un amigo me decía que, a pesar de estar alejado de prácticas, su norte siempre ha estado claro. Se refería al seguimiento de Jesús. Y le respondí: ocurre que cuando dejamos de vernos con un amigo, vamos perdiendo su referencia, sus consejos, su diario contacto en el que nos fortalecemos y tomamos impulso para seguir en la brecha.

Por el contrario, al vernos solos, el otro, el Maligno, se nos acerca disfrazado de acompañante, de amigo dispuesto a consolarnos, a alegrarnos la vida, a ofrecernos pasarlo bien. Y nos tienta con las cosas del mundo que terminan por doblegarnos porque realmente nos apetece; porque realmente tenemos apetencias, somos de carne débil y nos gusta satisfacernos. Y en esa satisfacción nos olvidamos de los demás y pensamos solo en nosotros mismos. Es decir, no volvemos egoístas y al final creamos un dios a nuestra medida y gusto.

No podemos esperar que la fe nos venga cuando nosotros queremos, o como nosotros queremos. La fe es un don de Dios y sólo nos vendrá según, cuando y como Dios quiera. Pero si podemos pedirla, mendigarla y correr detrás del Señor para rogarle nos la dé y aumente. Y eso significa estar a su lado, buscarlo y dejarnos encontrar, porque Él nos ha y nos busca primero. Eso significa estar atento y tener nuestros oídos y ojos abiertos a su Gracia, a su Palabra.

Eso significa escucharle, pedirle y participar de su Cuerpo y su Sangre. Eso significa dejar que la única levadura que entre en nuestro corazón sea la de la Vida de la Gracia de Dios, y que sea Ella la que cunda y germine en nuestros corazones. Eso significa alejarnos de aquellos que quieren desviarnos, confundirnos y llenarnos de levadura mala, perniciosa y podrida, de la que sólo resultará la muerte.

Pidamos al Espíritu Santo la capacidad de estar atento a su Palabra y a dejar que entre en nuestro corazón la levadura que procede de Él, para que crezca en nosotros y nos llene de su Gracia.

lunes, 16 de febrero de 2015

CONFIRMANOS TU MISIANIDAD

(Mc 8,11-13)

He oído decir muchas veces que todavía no ha venido nadie resucitado. Es una forma de decir que piden prueba de la Resurrección. Descartan todo discernimiento y toda forma racional de descubrir la Mesianidad de Jesús y su Resurrección.

La respuesta de Jesús es contundente y firme: « ¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal». Así que será baldío esperar alguna señal. 

¿Es qué Jesús no es una señal? ¿Es qué la obra de Jesús, su Palabra y sus milagros no revelan su Mesianidad y Divinidad? ¿Es qué con la autoridad que enseña y la firmeza con la que habla y sana, no nos dice que es el Hijo de Dios Vivo?

¿No tenemos lo suficientes argumentos para discernir y ver por nuestros propios ojos que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Es qué ponemos en duda su Palabra? Entonces, ¿en quién creer? Posiblemente lo que queremos es que el Señor actúe como pensamos nosotros, y que haga nuestra voluntad.

 Nos gustaría que se apareciera Jesús resucitado y nos demostrara que Él es el Hijo de Dios. Así quedaríamos satisfechos. Pero esa no es la Voluntad de Dios. Dios quiere que usemos nuestros talentos intelectuales y descubramos su presencia en el Hijo que se hace Hombre y nos revela al Padre. Tenemos muchas razones y testimonios para creer.

Pero, sobre todo, tenemos la Palabra de Dios encarnada en su Hijo y guiada por el Espíritu Santo, que nos revela el Amor del Padre y su plan de salvación para todos los hombres.

domingo, 15 de febrero de 2015

SI TE MIRAS BIEN, TÚ Y YO TAMBIÉN TENEMOS LEPRA

(Mc 1,40-45)

Es posible que te mires y no descubras tu lepra. Quizás la escondas con tantas cremas y productos cosméticos que hay hoy en día. Algunos, por su situación precaria, no la pueden disimular tantos, pero de una u otra forma, tú y yo somos enfermos leprosos.

Los tiempos cambian, y con ellos también las enfermedades. Las lepras de hoy no tienen nada que ver con las de ayer. Hoy, las de antes, están erradicadas, pero el virus no ha muerto y sigue vivo, aunque de otra forma, en nuestro tiempo. Hoy la lepra se esconde en el egoísmo que nos consume.

Estamos embobecidos por el consumo, el poder, las riquezas y el placer de vivir bien. Que no está reñido con el ser cristiano, pero que no puede ignorar a aquellos que están mal. Ahí es donde se esconde la lepra de nuestro tiempo. El virus es el apego a pensar en nosotros mismos. Vivimos muy preocupados de nuestras apetencias y satisfacciones, y nos olvidamos de los demás.

Si no eres capaz de renunciar a ti y darte en sacrificio y renuncias al servicio de tu familia, de tus amigos y... No serás capaz de amar. Y si no tienes amor, nada eres. Porque el amor es el que construye la justicia, la verdad y la paz. 

Quizás esa sea nuestra lepra de hoy y necesitamos limpiarnos. Y como el leproso del Evangelio de hoy tenemos que buscar a quien nos pueda limpiar. Sólo en Jesús encontramos ese amor capaz de escucharnos, acercarse a nosotros y limpiarnos. ¡Ven Señor Jesús!

sábado, 14 de febrero de 2015

ANUNCIAR EL REINO DE DIOS

(Mc 8,1-10)

No se trata de hacer un curso de voluntariado, ni de aprender métodos o tácticas de estrategia de proclamación. No es cuestión tampoco de formarnos, aunque siempre hace mucha falta, de cómo hablar en público. ¡No!, se trata de, simplemente, anunciar que el Reino de Dios está entre nosotros.

Y anunciarlo con nuestra vida, dando testimonio de la Palabra en el esfuerzo de vivirla. Y para eso es necesario, primero, aproximarnos a Jesús, porque  Él es el Reino de Dios enviado a estar entre y con los hombres. No podemos estar cerca del Reino, ni tampoco estar en el Reino sin la presencia de Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Y estar con Jesús es escuchar su Palabra de cada día. Es seguir sus pasos y esforzarnos en vivirlos injertados y asistidos por y en el Espíritu Santo. Y hacerlo con la naturalidad que la propia vida nos permite. Sin buscar puestos privilegiado; sin aspiraciones de mandos; sin cualificaciones de títulos, privilegios y honores. Simplemente viviendo en la humildad de servir allí donde la vida nos haya situado. Sin más artilugios que el testimonio de la Palabra de Dios.

viernes, 13 de febrero de 2015

EL PODER DE JESÚS

(Mc 7,31-37)


Me asombra el poder de Jesús, y me pregunto la reacción de aquella gente en cuanto a seguirle y a convertirse a su Mensaje. Por ejemplo: aquel sordo y casi mudo, pues apenas podía hablar, quedó asombrado y maravillado, y termina el Evangelio: Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Hay que suponer que la gente quedaba encantada con Jesús y le seguía a todas partes. Y que muchos se convertían al Evangelio. Su poder era algo único, desconocido y puesto al servicio de los más pobres y necesitados. No cabe duda que Jesús era diferente y que lo que decía lo afirmaba con autoridad y poder confirmándolo después con obras como la que vemos hoy en el Evangelio.

Dejemosno sorprender por Jesús y seamos dóciles a sus Palabras y crédulos a sus milagros, porque son hechos para manifestar su poder y dominio sobre las leyes del mundo. Pero, sobre todo, seamos capaces de ver que Jesús hace todo eso para anunciarnos el Reino de Dios y para invitarnos a aceptar su salvación.

Jesús, esas eran las palabras que se repetían por toda Galilea, todo lo ha hecho bien. Y continúa haciéndolo bien. Tengamos la confianza plena de pedirle que nos abra nuestros oídos para entender bien sus Palabras, y también que destape nuestra lengua para que proclamemos el Evangelio.

jueves, 12 de febrero de 2015

LOS HECHOS DESCUBREN EL AMOR

(Mc 7,24-30)


El amor no se prueba con palabras ni sentimientos, sino con hechos. Uno dice que ama cuando busca el bien de la persona amada. Y eso fue lo que hizo esa mujer griega, una fenicia de Siria, según nos dice hoy el Evangelio de Marcos 7, 24-30. El amor por su hija le movió hasta perseguir y buscar a Jesús a pesar de que Jesús procuraba pasar desapercibido.

Una primera pregunta nos surge en lo más profundo de nuestro corazón: ¿Estoy yo también dispuesto a buscar a Jesús por amor a mi familia? O dicha de otra forma: ¿Busco demostrarle a Jesús mi amor en el servicio y entrega a mis hermanos? De una u otra forma el amor es el móvil que me pone en camino de búsqueda. Una búsqueda que se dirige a Jesús, porque sólo Él es fuente de Vida Eterna.

Una fe que no escatima esfuerzo ni desprecios. Cree firmemente en que Jesús puede curar a su hija, y no se para ante ninguna dificultad. No importa lo desprecios que pueda recibir, confía en que el Amor de Jesús le conceda la curación de su hija. 

Tanta fe tiene su premio que espanta al demonio que lleva dentro su hija. La fe en Jesús es sanadora y nos salva. Pero no es una fe pasiva, quieta, que espera que la Bondad del Señor venga a salvarla, sino una fe que reacciona, busca y camina hacia el Señor. Una fe que se sabe buscada y amada por el Señor y que le corresponde yendo a su encuentro.

Danos, Señor, esa fe que nos lleve, como la mujer pagana, hacia Ti, para ser curados de la perdición del pecado. 

miércoles, 11 de febrero de 2015

EL SENTIDO FEMENINO

(Jn Jn 2,1-11)


María, una mujer, advierte la necesidad del vino. La intuición y detalles de la mujer advierten muchas necesidades, y María lo ha descubierto. Y lo comparte discretamente con Jesús, y a pesar de la respuesta, se atreve a invitar a los sirvientes que hagan lo que Jesús les indica.

Podemos advertir varios detalles. María, la mujer, percibe y descubre necesidades antes que el hombre. Su intuición maternal le hace advertir por necesidades que quizás se le esconden al hombre. Y otra, intercede para la solución de esas necesidades invitando al Hijo a que haga algo. Sabe que lo que haga Jesús será lo mejor y más conveniente. ¡Bendita Madre del Cielo!

María pone de relieve las diferencias entre hombres y mujeres. Su maternidad, su ternura, comprensión de mujer le llevan a pedir a su Hijo que ayude a solucionar el problema de ese matrimonio. Y Jesús, quizás algo sorprendido pero poniendo siempre la necesidad del hombre por delante, adelanta su hora por los deseos maternales y fraternos de su Madre.  Ambos saltan la norma o ley para atender a la familia en apuros.

Se hace necesario realizar signos que visiblemente anuncien el poder del Hijo de Dios. Convertir el agua en vino está por encima de cualquier poder humano. Nadie puede alterar la composición química del agua y el vino. Sólo Dios, creador de todo, puede alterar a su antojo esas leyes naturales. Y Jesús aprovecha la ocasión que le brinda su Madre para iniciar la Misión a la que ha sido enviado.

Pidamos a María que interceda, a su Hijo, para que también nosotros nos dejemos transformar nuestros corazones de piedra en carne, y seamos capaces de purificar nuestra vida según la Voluntad de Dios Padre.

martes, 10 de febrero de 2015

LAS MANOS LIMPIAS Y EL CORAZÓN SUCIO

(Mc 7,1-13)


Posiblemente ocurra eso. Muchos de nosotros nos cuidamos de ir bien vestidos y muy bien presentados. Un día de fiesta todos lucimos muy bien, pero, ¿y nuestro corazón? Está tan limpio como relucen nuestros vestidos y nuestros cuerpos.

No es lo importante lo de afuera sino lo de dentro. No es lo más importante la ley, sino el espíritu de la ley. Porque la ley debe estar siempre al servicio del hombre. Por desgracia escogemos la parte más favorable y fácil de cumplir: leyes y preceptos, y los adecuamos a nuestros intereses con tal de escapar al verdadero espíritu de servicio y caridad.

Nos descolgamos de nuestra familia alegando que no tenemos tiempo, pero si lo tenemos para el ocio y la diversión; nos descolgamos de ser solidarios justificando otras necesidades superfluas y de menor importancia. Nuestra actitud busca la comodidad y el propio egoísmo. Y lo sabemos, pero nos dejamos auto engañar y distorsionamos la realidad. Así nos escondemos detrás de nuestras leyes y preceptos.

Jesús, en el Evangelio de hoy, descubre nuestra actitud farisaica y nos señala de actuar escondiendo la verdad y la justicia para utilizarla en provecho propio. Pongámonos en Manos del Espíritu Santo, a corazón descubierto, para que nos purifique y nos ilumine fortaleciéndonos para ser limpios de corazón y vivir en el Espíritu de la Verdad.

lunes, 9 de febrero de 2015

EL CONTACTO HACE EL MILAGRO

(Mc 6,53-56)

No cabe ninguna duda que la distancia genera olvido. De la misma forma, la falta de contacto hace que se pierda la confianza y la fe. Experimentamos que nos emocionamos y no toca el corazón el oír una homilía o una buena charla, o la experiencia cercana al sufrimiento y las injusticias de pobreza y miserias.

Pero, alejados de esos ambientes e introducidos en nuestras confortables vidas, hogares, trabajos, sociedad, hoteles, confort y bienestar, perdemos la sensibilidad, la memoria y hasta el olvido de los que sufren. La pérdida de contacto nos aleja de Dios. La falta de oración y acercamiento a la Eucaristía y Penitencia no hace perder el contacto con Dios.

Y sin contacto con Él perdemos todo: la fe, la capacidad de orar, el sentido de la renuncia y sacrificio y hasta la solidaridad con los que sufren y padecen miserias y pobreza por las injusticias de los gobiernos de este mundo. ¿Cómo podemos curarnos, no sólo de nuestras dolencias y males físicos, sino también de las enfermedades de nuestra alma si no tocamos al Señor?

Y tocamos al Señor cuando nos acercamos a Él y entablamos una íntima conversación; nos acercamos al Señor cuando somos capaces de reconocernos pecadores y necesitados de su perdón; nos acercamos al Señor cuando, humildemente, tratamos de dejarnos tocar por su Gracia y confiamos en su Poder.

¡Oh, Señor, danos la fuerza para acercarnos a Ti y tocar tu Manto confiados en que quedaremos sanados de los peligros y tentaciones de este mundo! Amén.

domingo, 8 de febrero de 2015

TEORÍA Y PRÁCTICA

(Mc 1,29-39)

Hoy, el Evangelio, nos enseña una jornada normal de Jesús. Se levanta muy temprano y se pone a orar, para luego predicar y curar. La Palabra va seguida de la acción. Jesús proclama el Reino de Dios y lo adelanta en las curaciones de todo tipo, expulsando también demonios.

Esas curaciones nos descubren que estamos llamados a una nueva vida cuando termine esta. Nos lo dice Jesús al demostrarnos su poder de sanación. Porque, ¿para qué entonces nos cura? ¿Para luego, dentro de unos años dejarnos morir? No parece tener eso mucho sentido, ¿no les parece?

Las curaciones descubren una nueva vida, un poder de resurrección que vendrá al final de nuestra vida en este mundo. Jesús nos predica esa Buena Noticia de salvación, y nos la demuestra curando a muchos de sus dolencias, enfermedades y liberando a los poseídos por espíritus inmundos.

También, Jesús, nos enseña la necesidad de la oración. Es el alimento que nos sostiene unidos en intimidad con el Padre, y nos capacita, si esa es su Voluntad, para también nosotros, en su Nombre, hacer las mismas cosas que Él. La fe mueve montañas nos dice el Señor.

Pidamos fortaleza, paz y sabiduría para permanecer en la oración unidos al Señor y, con la vivencia diaria de nuestras vidas, proclamar de palabra y acción, su Mensaje. Amén.

sábado, 7 de febrero de 2015

EL CIMIENTO DE LA IGLESIA

(Mc 6,30-34)

La primera enseñanza del Evangelio de hoy es la necesidad de tranquilidad, de un espacio de silencio y paz para que el alma en reposo pueda escuchar y hablar con Dios. Los apóstoles, el grupo de los doce, compartieron con Jesús todo lo que habían hecho, y Jesús les invitó a ir a un lugar tranquilo para descansar, pues eran muchos los que iban y venían y no encontraban tiempo ni lugar para comer.

Necesitamos descansar para reponer fuerzas, y espacios de soledad donde reflexionar y tomar fuerza para comenzar de nuevo. Sucede que en nuestra Iglesia de hoy ocurre algo parecido. Bien porque los apóstoles, sacerdotes, son pocos, o bien porque el trabajo es mucho y se necesitan obreros para atenderlo. La mies es mucha y los obreros pocos.

Pero, también es verdad que quien sostiene la Iglesia es Jesús. Él es el fundamento y pilar fundamental de la Iglesia. Es Él el único y verdadero Pastor y Sacerdote que evangeliza, y todos los demás, en Él, y por su Gracia, evangelizamos. Es Él el que nos convoca, nos reúne y nos congrega como sucede hoy en el Evangelio. Por eso, al vernos a todos dispersos como ovejas sin pastor, se conmueve y tiene compasión de todos nosotros.

El Señor nos atiende. Él es el que no nos falla nunca y está disponible siempre a cualquier hora, tiempo y lugar. No desesperemos y permanezcamos en Él abandonados y esperanzados en su salvación.

viernes, 6 de febrero de 2015

SÓLO DOS CAMINOS, EL BIEN O EL MAL

(Mc 6,14-29)


No hay nuevas opciones. Siempre ha sido igual, o vas por el camino del bien o te desvías por el del mal. La vida no tiene otra cara: Verdad o mentira. Y siempre, la verdad estará enfrentada a la mentira. No hay otra alternativa. Por eso, hoy estamos igual que ayer. Eso sí, hay diferentes formas de actuar y de vivir.

Cada época marca una cultura y contexto diferente. La vida evoluciona, pero la sustancia es siempre la misma, y la medicina el amor. Ayer mataron a Juan el Bautista por decir la verdad, y hoy matan a muchos otros por confesar su fe y defender a los pobres y marginados. Siembre habrá conflicto entre la verdad y la mentira; entre el bien y el mal.

Pero siempre habrá también quienes alcen su voz para gritar en nombre de la verdad contra la mentira; en nombre de la justicia contra la injusticia; en nombre de los derechos humanos contra las explotaciones y esclavitudes. Acallaron a Juan el Bautista, y empezó Jesús de Nazaret, el anunciado por Juan. Él era el enviado a proclamar el Mensaje de salvación en nombre de su Padre del Cielo, y desde ese momento no se ha dejado de proclamarlo.

Porque a pesar de que lo mataron también, Jesús ha vencido a la muerte y ha resucitado. Y desde su venida ha estado con nosotros y estará hasta su regreso, que marcará el final de este mundo. Desde ese momento, la Iglesia, fundada por Él, no ha dejado de proclamar en su Nombre su Palabra hasta nuestros días. 

Porque Jesús de Nazaret sigue siendo el Camino, la Verdad y la Vida.

jueves, 5 de febrero de 2015

EN TU ESFUERZO DE VIVIR INJERTADO EN EL SEÑOR, TRANSMITES SU MENSAJE


(Mc, 6, 7-13 6,7-13)


No tienes que preocuparte en como transmitir o proclamar el Mensaje del Señor Jesús. Si lo vives, ten por seguro que lo estás transmitiendo. No es que yo sea un ejemplo, líbreme Dios de esa tentación, pero si puedo decirte que algunas personas me han compartido lo bien que se han sentido o la ayuda que ha representado el escucharme hablar del Señor.

Yo he sido el primer sorprendido y el primero que he dado gracias a Dios por esa inmensa Gracia recibida para su Gloria. Porque toda la Gloria es para Él, nuestro Señor. He aprendido, a pesar de sentir lo contrario y la tentación de vanagloriarme, de esforzarme en proclamar la Gloria del Señor como hiciese Juan, el precursor de su Mensaje. Si en algo he podido colaborar y ayudar, ha sido por la Gracia de Dios Padre, del que hemos recibido todo.

Por eso, a pesar de mis miserias y pobreza espiritual, me siento enviado por el Señor y entregado a la acción del Espíritu Santo. Así lo comparto cada lunes, sobre las cinco de la tarde, en la cárcel con las personas que asisten a la catequesis. No preparo nada, sino hablo de lo que siento y experimento según la Palabra del Señor sobre el Evangelio del domingo, donde ellos han celebrado la Eucaristía, y la del propio día.

Nos ponemos todos, previamente, en Manos del Espíritu Santo y compartimos. Y se nota y se experimenta que el Espíritu está entre nosotros. Porque creemos en la Palabra del Señor y la aceptamos y, Él, nos ha dicho que está entre nosotros. Y nos ha enviado, dándonos poder para expulsar demonios, curar y proclamar su Palabra.

Señor, estamos entregados a tu disposición. Dispón de nosotros y convierte nuestra miseria y pobreza en testimonio de tu Palabra. En Ti confiamos y, pacientemente esperamos a que Tú dispongas y realices tu Obra en nosotros cuando quieras. Amén. 

miércoles, 4 de febrero de 2015

LOS CRITERIOS SE HACEN CAYOS EN NUESTRO CORAZÓN


(Mc 6,1-6)

Hasta hace poco tiempo o mejor, algunos días, no había entendido, al menos en su amplitud, el significado de "endurecimiento del corazón". Claro que literalmente sé lo que significa, y, también el sentido que se le da a las palabras "endurecimiento del corazón", pero no había advertido que ese endurecimiento, si no se ataca y corrige pronto, se puede enquistar de tal manera que será imposible suavizar.

Conviene darse prisa porque un corazón endurecido se hace difícil que pueda ver. Así les ocurrió a los vecinos y contemporáneos de Jesús. Así les ocurre a muchos amigos míos que, incluso ante una enfermedad mortal no se avienen a creer en el Señor. Era una idea que me rondaba la cabeza sin entenderla, ¿cómo es posible que la gente no reaccione?

Creo que he llegado a entenderla un poco: "Dureza de corazón". Ayer lo compartía en la catequesis de la cárcel. Y les decía que hay que darse prisa, porque si dejamos endurecer el corazón nos puede pasar que más tarde nos será muy difícil de ver. Eso puede explicar lo del buen ladrón,  y el compañero que a su lado no supo descubrir la presencia de Jesús, el Hijo de Dios.

Ocurre que podemos tener el corazón endurecido, no quizás por el tiempo de alejamiento del Señor, sino por nuestro apego a las cosas de este mundo. No se es rico, no sólo por tener mucho bienes y dinero, sino por, aun no teniendo, vivir apegado y deseando las riquezas y bienes. 

Nuestro corazón puede estar endurecido porque en él sólo guardamos las cosas de este mundo, y nos olvidamos de Dios. Y ese endurecimiento no impide reconocer a Jesús como el Hijo de Dios.

Pidámosle que nos transforme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne que nos haga sentir compasión y misericordia por amor.

martes, 3 de febrero de 2015

PREDICAR CON EL EJEMPLO

(Mc 5,21-43)

No deberías tener duda, porque Jesús predica, no sólo de Palabra, sino que da ejemplo con las obras. Hoy, por ejemplo, el Evangelio nos habla de dos curaciones. La mujer que padecía flujos de sangre y la resurrección de la hija de Jairo, un jefe de la sinagoga.

Para ver visiones como termina diciendo este pasaje del Evangelio: La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

¿Qué nos ocurre? ¿Qué ha pasado mucho tiempo? Por eso se ha escrito, para que no se olvide. Y se ha escrito recogido de testimonios directos que lo han vivido y visto: los apóstoles y discípulos, y mucha gente que fueron contemporáneos de Jesús.

Lo que ocurre es que el mundo nos ciega y nos engaña, y nos hace dudar argumentando razones que alimentan dudas y ponen confusión. Lo lógico sería indagar y buscar la veracidad de esos testimonios y escritos, porque ponerlos en dudas sin más es lo más idiota que podemos hacer. Nos jugamos mucho.

Por otro lado, experimentamos que esa Verdad que Jesús anuncia a lo largo de su Vida Pública late dentro de nuestro corazón. Porque el amor es el motor de nuestra vida, y si carecemos de amor perdemos el rumbo y el sentido de nuestro vivir. Y, también, porque Jesús nos conoce, pues nos habla y nos ofrece aquello que todos buscamos: la felicidad eterna.

Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna, y en Ti queremos abandonarnos y seguir tus pasos. Porque Tú eres la Luz que alumbra nuestro caminar y nuestra vida. Amén.


lunes, 2 de febrero de 2015

¿DÓNDE BUSCAMOS AL SEÑOR?

(Lc 2,22-40)

Posiblemente estamos más ciego que lo que creemos. Buscamos al Señor a través de la razón y de responder a nuestras ideas o razones. Buscamos a Dios a través de eruditos, sacerdotes o teólogos que nos descifren los interrogantes que nosotros planteamos a la Verdad.

Pero, ni esa es la forma, ni ese el lugar donde podemos encontrarle, o, por lo menos, no es el lugar más sencillo, frecuente y claro donde se encuentra a Jesús. Al Señor lo encontramos a través de su Palabra. Una Palabra viva que se manifiesta cada día y que está siempre a nuestro alcance. Una Palabra que está dispuesta a revelarnos la presencia de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, y a encontrarse con cada uno de nosotros.

Sólo necesitamos escucharla con atención y el corazón abierto. El Evangelio de hoy nos revela como está profetizado hace mucho tiempo el encuentro en el templo de Jesús: Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.

El Espíritu Santo mueve a Simeón a revelar la identidad Divina de ese niño que hoy es presentado en el Templo. Y profetiza: Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2, 39-32). (Extractos recogidos del Comentario: Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés). (Tarragona, España).

Todo está recogido en su Palabra y profetizado muchos años antes de suceder. Esa es la autoridad con la que habla Jesús, la que le da el Espíritu Santo.