jueves, 31 de diciembre de 2015

LA PALABRA ERA Y ES DIOS

(Jn 1,1-18)

Quien cierra los ojos y no quiere ver la Luz que ilumina la vida, está en su derecho. Porque ha sido creado en libertad, y tiene, regalado, ese don para discernir y elegir el camino que quiere tomar: Vida o muerte. El peligro es que no tenemos los ojos bien abiertos, y las ofertas del mundo nos pueden confundir.

Dicho esto, no se puede vivir sin preguntarse quién soy y a dónde voy. Se hace ineludible reflexionar sobre ello, porque, precisamente, en ello nos va la vida. Y es evidente y obvio que queremos vivir. Por lo tanto, quien no tenga la vida como prioritaria debe presentar síntomas de locura. Y en esta andadura, podemos deducir que la Vida tiene un principio. Un Principio que debe haber existido Siempre, Eternamente.

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 

Todo está muy claro, al menos para mí. La Palabra era Dios. Mi vida necesita una explicación, y obviarla es de tonto, porque tarde o temprano me voy a topar con su verdad y misterio. Puedes justificar que todo es un misterio, y que tu condición humana pide razones que lo expliquen, pero un Dios que puede llegar a explicarse, deja de ser Dios inmediatamente. Dios es inalcanzable, como inalcanzable para nosotros es llegar a entenderle.

Pero hay razones, pruebas, testimonios...etc. Pero, sobre todo, está la Encarnación. Dios se hace Hombre precisamente para eso, para acercarse al hombre y hablarle directamente sufriendo y padeciendo como él. Jesús aclara todo y da testimonio de su Padre Dios. Y lo hace con la Palabra y con la Vida. Jesús es irrechazable desde su testimonio y su Palabra, porque nos da prueba constante de su Amor. Incluso entregando su Vida. E ilumina todo lo que se hace oscuridad en nosotros.

Sin embargo, la huella de la duda siempre nos acompañará. Es la consecuencia de nuestro pecado. Por eso necesitamos la fe. La fe de los hijos en su Padre. Confiados y abandonados al Amor y Misericordia de su Padre Dios, que ha dado pruebas de su Amor. Y que nos fortalecerá y afirmará esa fe en la medida que confiemos en Él.


FELIZ AÑO 2016


miércoles, 30 de diciembre de 2015

DE SORPRESA EN SORPRESA

(Lc 2,36-40)


La vida de Jesús, desde el instante de su nacimiento, es un libro abierto que proclama su Divinidad y su Grandeza. Y también la Misión para la que ha nacido. Los pastores, los magos de Oriente, ángeles... No solamente acontecimientos extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las personas que tienen algún contacto con este Niño. 

Todo se produce de forma que proclama las maravillas del nacimiento del Niño Dios. Hoy, el Evangelio, nos narra la presencia de la profetisa Ana. Una mujer mayor que, en un momento de su vida, decide dedicar el resto de su vida a Dios con ayuno y oración. Está en constante vigilancia a la espera de su venida. Y tiene su premio, pues experimenta la dicha de, como Simeón, de descubrir la presencia de Dios en Aquel Niño que tiene delante de sus ojos.

Y esa debe ser nuestra constante, estar pendiente del Señor. En la parábola de las vírgenes prudentes y necias, el Señor nos descubres cual debe ser nuestra actitud. Quizás, Ana, es una de esas vírgenes prudentes que está vigilante y pendiente de la venida del Señor. Y, llegado el Novio, escucha su voz y encuentra la puerta abierta.

No perdamos el tiempo de nuestra vida con cosas superfluas y caducas. Estemos atentos y vigilantes porque el Novio llegará cuando menos lo esperamos. Ana nos da hoy ejemplo con su vida y nos demuestra que la recompensa llegará. El Señor se hará presente.

Jesús, al calor de sus padres, José y María, van cumpliendo todo lo prescrito según la ley del Señor, y creciendo en sabiduría y fortaleza, pues la Gracia de Dios estaba sobre Él.

martes, 29 de diciembre de 2015

OTRA PRUEBA MÁS DE LA DIVINIDAD DEL NIÑO DIOS

Lc 2, 22-35


No se puede explicar ni entender con razón humana la profecía que Simeón da cumplimiento con la exaltación de sus palabras ante la presencia de aquel niño, que él descubre y revela como el Mesías esperado. No hay otra explicación sino por la intervención del Espíritu Santo. Toda estaba previsto y cuidadosamente preparado para que la profesía hecha a Simeón se cumpliera.

No podemos negar la divinidad del Niño Dios sino llevados por nuestra soberbia y ceguera, ante las pruebas tan claras y evidentes que la vida de Jesús nos presenta. No se puede explicar como aquel viejo Simeón puede saber que el Niño que tiene en sus manos es el Mesías esperado. Y que aquella Mujer, su Madre, sufrirá un gran dolor. Cerrar los ojos a esta evidencia, y a muchas otras más acaecidas y que seguirán sucediéndose en el tiempo de la vida de Jesús en la tierra, es pura indiferencia sometida al orgullo, soberbia y suficiencia del hombre.

Jesús se somete en todo a la ley, porque ha decidido ser como el hombre, menos en el pecado. Los padres de Jesús cumplen con el precepto de acudir al templo para presentar a su hijo y ofrecer lo establecido: dos tórtolas o pichones, para consagrarlo al Señor. Pero todo lo profetizado se cumple en Él.

Hay muchas pruebas que nos revelan la evidencia de la identidad de Jesús. Es el Mesías esperado, el Hijo de Dios Vivo, y viene para revelarnos la locura de amor de su Padre. Jesús es nuestra esperanza y nuestra salvación. Jesús es, nos dirá el mismo, el Camino, la Verdad y la Vida.

Abramos los ojos de nuestros corazones y dispongámonos con docilidad a seguir los pasos de Jesús que nos enseña el Camino, la Verdad y la Vida Eterna.

lunes, 28 de diciembre de 2015

EN LA OSCURIDAD DE LA NOCHE

(Mt 2,13-18)


La noche nos obliga a caminar a ciegas. No vemos con claridad donde ponemos nuestros pies inseguros y vacilantes. Quizás sentimos miedo, pero un impulso misterioso nos impulsa, valga la redundancia, a seguir hacia adelante. Quizás sea la acción del Espíritu Santo. 

Eso fue, precisamente, quien guió a José a huir hacia Egipto. José escuchó el aviso del Ángel, y sin titubeos se puso en camino. Eso no significa que no tuviera miedo, o no pensara si sería lo más acertado. Quizás dudó qué hacer. Pero siguió los impulsos de la llamada de Dios tal y como ya había hecho cuando lo acontecido con María y el Niño. José se fía del Señor y sigue sus mandatos.

Es una respuesta que nos implica directamente a nosotros. ¿Dejamos nosotros que la Voz del Señor se implique en nuestra vida? ¿O, por el contrario la excluimos rechazándola, tomando nuestra propia voz y siguiendo nuestros propios impulsos? La actuación de José nos interpela y nos ejemplariza sirviéndonos como verdadero modelo familiar.

Y también experimentamos como el miedo actúa sobre los hombres y sus respuestas, vomitando venganza y furia que desencadenan muertes y terror. Es el caso de Herodes, que viéndose burlado por los Magos, arremete sobre los niños inocentes arrastrándolos a la muerte. ¿No ocurre hoy lo mismo?

Muchos niños son víctimas de hambre y sed; víctimas de venganza y guerras entre los hombres; víctimas de huidas de muerte y de búsqueda de refugios. Y otros muchos, ni eso, son asesinados en el vientre de sus madres antes incluso de poder, al menos, llorar y gritar.

domingo, 27 de diciembre de 2015

LA GRANDEZA DE LA FAMILIA

(Lc 2,41-52)


La vida no tiene sentido sin la familia. Todos hemos nacidos en una familia, y quienes no hayan tenido esa suerte, experimentan esa necesidad y sus consecuencias. La familia da sentido a la vida. La familia despierta y motiva nuestros esfuerzos por crecer, aprender y perfeccionarnos. La familia nos compromete y nos exige superarnos cada día.

La familia es fuente y escuela de amor. En ella somos acogidos, servidos y protegidos. El mundo sin la familia va a la deriva, y es el peligro que corremos cuando se está destruyendo a las familias. Porque la familia está formada por el hombre y la mujer, de los que nacen los hijos. Esa es la única y verdadera familia, que los hombres y mujeres quieren destruir con sus egoísmos y pasiones desviadas y desnaturalizadas.

Jesús viene al mundo en una familia. Dios ha escogido a una mujer, María, y a un Padre adoptivo José, para formar la Sagrada Familia que educará, en el Espíritu Santo, a su Hijo Jesús. Y Jesús queda sometido a sus padres progresando en sabiduría, en estatura y en Gracia ante de Dios y ante los hombres.

¿Qué sería de cada uno de nosotros sin familia, sin la ternura de una madre y la protección de un padre? La familia es el lugar donde aprendemos a amar, y también a darnos y recibir amor misericordioso. La familia es la escuela de la vida, y sin familia todo sentido queda vacío y perdido.

Los padres de Jesús no comprendieron lo que les dijo al ser encontrado. Jesús tiene una misión que cumplir, y empieza a dar las primeras señales de lo que ha venido a realizar. María, sin entender nada, guardaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón.

¿Qué nos ocurre a nosotros? No entendemos tampoco, pero buscamos respuestas que no están a nuestro alcancen. Cómo María, debemos ser más confiados y guardar nuestras dudas con esperanza hasta que el Señor decida revelárnosla. Porque esa es la fe que se nos exige.

sábado, 26 de diciembre de 2015

ESTEBAN, PRIMER PROTOMÁRTIR

(Mt 10,17-22)

La noticia de salvación no es fácil comunicarla, porque los que se consideran salvados por el poder y las riquezas de este mundo, no la va a recibir fácilmete. Posiblemente la rechazarán, porque les pide amar, ya amar exige igualarse, compartir y renunciar a tus propios egoísmos. Y eso presenta una batalla que no es fácil ganarla. Sobre todo si te enfrentas a ella tú sólo.

Jesús, que no nos engaña, nos lo advierte y descubre hoy en el Evangelio:« Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Más cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».

Lo tenemos claro y bien comunicado. Pero también llenos de esperanza, porque no estamos solos, y seremos asistidos por el Espíritu Santo. No hay por qué preocuparse, porque el que persevere hasta el fin se salvará. No se puede decir más claro. Jesús ha nacido para salvarnos por amor, y siguiendo su estilo de vida, es decir, amando como Él nos ha amado y nos ama, alcanzaremos, por su Gracia y Misericordia, esa Vida plena y feliz eternamente.

Pidamos al Padre que seamos fieles a su Amor, y que, dejados y abandonados en Manos del Espíritu Santo, seamos capaces, como el promártir San Esteban, de dar testimonio de su Palabra con nuestra vida se es necesario.

viernes, 25 de diciembre de 2015

REALMENTE, ¿DEJAMOS NACER A JESÚS EN NUESTRO CORAZÓN?

(Lc 2,1-14)
FELIZ NAVIDAD


¿Quién nace hoy dentro de m? Quizás esa sea la pregunta de la noche. Mientras cantamos y, posiblemente, nos emborrachamos de comida y alcohol nos entregamos al pesebre del mundo que nos tienta con sus comodidades, abundancias y fiestas. Queremos que nazca el Niño Dios, pero posiblemente no le dejemos nacer como Él ha venido y quiere, sino como nosotros deseamos que nazca.

Supongo que ese fue el problema de su pueblo. Esperaba otra clase de Mesías y salvador. No un Mesías pobre, indefenso, humilde y sin poder. Un Mesías hijo de unos padres desconocidos, humildes y que no pudieron ni brindarle una humilde casa. Una cabaña abandonada fue su primer reducto que le acogió como cuna de su nacimiento. Contradictoriamente, ¿qué famoso se ha hecho ese pobre y humilde cabaña? Hoy es visitada por ingentes multitudes de todo el mundo.

También es nuestro problema. ¿Qué Mesías esperamos nosotros? ¿Un Mesías cómodo, fuerte y poderoso en riquezas e influencias? ¿Un Mesías que impone su ley, que castiga y exige cumplimientos y justicia que no perdona? ¿Un Mesías a mis intereses y caprichos?

Porque dependiendo del Mesías que esperemos, así encauzaremos nuestro camino por la vida. Y, el mundo, parece buscar al primer Mesías descrito. A un Mesías que se adapte a sus costumbres y hábitos; a sus interese y apetencias. Quizás esa sea la razón del rechazo de muchos y de la forma de celebrar su nacimiento.

No se me ocurre otra cosa que pedir, pedir y pedir que la luz nazca en nuestros corazones, y que nos demos cuenta que Navidad no es sólo fiesta, sino el nacimiento de aquel Niño Dios que ha venido a salvarnos por amor. Por eso ha venido revestido de verdadero Amor. 

Un Amor humilde, sencillo, pobre, entregado, dado y revestido de misericordia. Un Amor que no castiga, sino que perdona y acoge a todos aquellos que, humildemente arrepentidos de sus soberbias y egoísmos, se abren a su perdón misericordioso. Amén.

jueves, 24 de diciembre de 2015

EL CANTO DE ZACARÍAS

(Lc 1,67-79)


Es otra de las profecías que nos descubren la autenticidad de la existencia y divinidad de Jesús. El canto de Zacarías no puede ser nunca obra de su pensamiento. Había incluso llegado a dudar de lo que el Ángel le decía, y no se entiende, por pura lógica, que pueda expresar con tanta clarividencia lo que dice en su canto.

Es evidente que Zacarías está iluminado por el Espíritu Santo, porque lo que dice es lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir. Su videncia se pone de manifiesto por la acción del Espíritu de Dios. Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo, y profetizó diciendo: 

«Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Zacarías va proclamando lo que está sucediendo. Dios nos ha visitado en su Hijo Jesús para salvarnos, porque esa era su Palabra desde tiempos antiguos. Todo había sido profetizado, y todo se había cumplido recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham. Incluso ve la misión de Juan, su hijo, y la proclama con una exactitud asombrosa. Zacarías está hablando por la acción del Espíritu Santo, no deja lugar a duda, y eso también nos revela a nosotros la verdadera existencia y presencia de Dios.

Tú, Señor, proclamado y anunciado por Juan Bautista, eres la Luz que nos puede iluminar, porque vivimos en tinieblas y sombras de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la verdadera paz.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

ADVIENTO, TIEMPO DE PROMESAS

(Lc 1,57-66)


En el Adviento se cumplen muchas promesas que habían sido profetizadas por los profetas. Es asombroso como la Palabra de Dios tiene su cumplimiento. Es maravilloso ver como la Palabra de Dios no falla, y todo lo profetizado va teniendo cumplimiento. Pruebas y más pruebas que prueban, valga la redundancia, que el Niño que va a nacer es el Hijo de Dios, que se hace hombre para, igualado a los hombres, pueda hablarnos y enseñarnos la locura de Amor del Padre.

«Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida del Señor. 

Todo está listo, y Juan Bautista prepara la venida y el camino del Señor. Oír la voz de Juan Bautista, es experimentar la esperanza de salvación. Él nos previene de la necesidad de prepararnos, porque para escuchar la Palabra de Dios hay que estar preparado. Ese es, quizás, el problema con el que se encuentran muchos al oír la Palabra, la oyen, pero no la escuchan porque están sometidos y cogidos por las cosas del mundo.

Somos esclavos de muchas cosas: pasiones, sentimientos, egoísmos, vanagloria, comodidades...etc. Cada uno sabe lo que le atrae, y a lo que le cuesta renunciar. Descubrir tus esclavitudes y liberarte exige estar disponible para la renuncia. En eso consiste la preparación, en descubrir y experimentar nuestra esclavitud, y la necesidad de ser libre. Y eso sólo lo conseguimos en el Señor. Porque Él es la Verdad, y la Verdad nos hará libre.

Reconozcamonos pecadores y esclavos del pecado. Y demos gracias al Señor que ha venido para darnos la libertad y liberarnos del pecado..

martes, 22 de diciembre de 2015

ERES LLAMADA BIENAVENTURADA

(Lc 1,46-56)
Una prueba más de las miles y miles que podemos encontrar en la realidad y presencia de un Dios Amor y Misericordioso que nos ama y nos salva. María, una mujer humilde y sencilla, es elegida para ser la Madre de Dios. No hay, ni habrá dignidad mayor. María, profetiza que será llamada bienaventurada por todas las generaciones por haber recibido el favor de Dios y hecho maravillas en ella.

Y así ha ocurrido hasta hoy, y seguirá ocurriendo. No hay ningún pueblo que no tenga devoción a María, y miles de santuarios por todo el mundo donde se venera y se rinde cantos de bienaventurada. Y no por sus apariciones en la vida pública de la familia de Nazaret, ni tampoco en la vida de infancia, juventud y publica de Jesús. María pocas veces aparece y apenas abre su boca.

Su veneración y fama es por ser la Madre de Dios. Una Madre ejemplar, llena de fe y de humildad. Y que ella misma descubre al profetizarlo en el Magníficat: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

En todos los lugares se rinde veneración a la Virgen, la Madre de Dios. Todo el mundo necesita tener una madre, porque la madre es fuente de vida y de protección. Porque Dios así lo quiso, y así lo planeó para su Hijo, que naciera en el seno de una familia, cuya Madre sería María y Padre adoptivo José. 

María es el espejo donde encontramos actitudes de humildad, de sencillez, de misericordia, de entrega, de docilidad, de disponibilidad, y, sobre todo, de fe. María, la mujer creyente que se entregó sin condiciones a ser la esclava de Dios, abriéndose a su Voluntad.

lunes, 21 de diciembre de 2015

LA FE DE MARÍA EJEMPLO A SEGUIR

(Lc 1,39-45)

Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

No se puede explicar de otra forma sino desde la presencia del Misterio de Dios. Las palabras de Isabel están llenas de la acción del Espíritu Santo. Ella no puede saber lo que María lleva en su vientre, y menos que se trata del Hijo de Dios. Su proclamación descubre también la presencia del Espíritu Santo, y de como nos asiste y nos ilumina.

He oído decir a muchos que se resisten a creer, que no ha venido nadie, después de muerto, a decírnoslo. Y sí que ha venido uno: El Señor Jesús, que ha Muerto y Resucitado. La mejor y evidente prueba de su Divinidad es la Resurrección, y también el fundamento de nuestra fe. Ha venido, pero no le han creído. Las pruebas no pueden ser como tú y yo queramos, sino como Dios lo ha hecho. Por eso necesitamos la fe, que la dejaremos de necesitar cuando estemos en la presencia de Dios.

María, sin embargo, creyó. Y creyó aún siendo complicado para ella. No estaba en una situación fácil para creer lo que el Ángel le anunciaba. No conocía varón, y, ¿qué pasaría con José de quedar embarazada? ¿Sería capaz de creerle? A pesar de todo eso, María creyó en el anuncio del Ángel y se postró ante la Palabra y mandato del Señor. He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra..

domingo, 20 de diciembre de 2015

ERES BENDITA PORQUE HAS CREÍDO, MARÍA

(Lc 1,39-45)


Aquellos que buscan pruebas, aquí pueden encontrar una más entre las mil y una que hay. Isabel, llena del Espíritu Santo proclama: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

No se puede decir eso, sino a través de la acción del Espíritu Santo. ¿Cómo Isabel iba a saber el anuncio y la concepción del Hijo de Dios en María? Son detalles que, quizás, pasan desapercibido para muchos que no reparan en esa grandiosidad. 

María es bendita porque es cree en el Señor. Y bendito es el fruto que concibe, por la acción del Espíritu Santo, en su vientre. María es bendita porque, llena de humildad, acude apresurada a atender a su prima Isabel sin vanagloriarse que momentos antes había sido elegida para ser la Madre de Dios. María entiende su elección como servicio y entrega a los demás, siendo corredentora en la Redención que su Hijo, Jesús, concebido en su vientres, es enviado por el Padre para rescate y salvación de todos los hombres.

María tiene en el centro de su vida la fe en Dios, y anunciada por el Ángel Gabriel como Madre del Hijo de Dios, se somete voluntariamente a su Voluntad para ser la esclava del Señor y hacer su Voluntad. En María, todos los creyentes tenemos un ejemplo de fe y confianza en el Padre Dios, y de hacer su Voluntad. Con razón, Jesús años más tarde, la pone como la primera en cumplir la Voluntad de su Padre (Mt 12, 46-50).

Pidamos al Padre que nuestra fe aumente y sea firme. Firme hasta el punto que seamos bendecido, por la Gracia de Dios, por depositar toda nuestra confianza y vida en Dios, nuestro Padre.

sábado, 19 de diciembre de 2015

¿QUÉ FUERZA TIENE TU FE?

(Lc 1,5-25)

En muchas ocasiones decimos que tenemos fe, pero lo decimos de forma ligera y superficial sin medir bien las palabras. Porque la fe supone un compromiso, y el compromiso unas exigencias que se experimentan y concretan en tu propia vida. De tal forma que, si la vida no altera y modifica tu obrar y caminar según la Palabra de Dios, en la que dices creer, tu fe está apoyada en arenas movedizas.

¿Y cómo la modifica? Una fe sin obras es una fe muerta. La fe produce obras, obras de misericordia, que nos viene muy bien recordar este año que celebramos el jubileo de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco. Obras de misericordia corporales que inciden en nuestra vida, como: 1ª dar de comer al hambriento; 2ª da de beber al sediento; 3ª alojar al que no tiene casa y al peregrino; 4ª vestir al desnudo; 5ª visitar a los enfermos; 6ªvisitar a las personas y redimir al cautivo y 7ª enterrar a los muertos. La fe está viva cuando se esfuerza en llevar estas actitudes y servicios para con los que lo necesitan.

Pero también hay otras siete espirituales, que inciden en nuestra propia vida espiritual, tales como: 1ª enseñar al que no sabe; 2ªdar buen consejo al que lo necesita; 3ª corregir al que se equivoca; 4ª perdonar las injurias; 5ª consolar al triste; 6ª sufrir con paciencia los defectos de los demás, y 7ª rezar por los vivos y muertos. Una fe verdadera desemboca en esta realidad misericordiosa.

En el Evangelio de hoy, Zacarías, nos descubre su débil fe. Pide pruebas de lo que el Ángel Gabriel, enviado por Dios, le anuncia. Y eso supone dudas y desconfianza. ¿No nos ocurre a nosotros lo mismo? Ahora mismo en estas elecciones generales, quizás, modifiquemos nuestro voto católico por el mal llamado voto útil justificándolo para evitar males mayores. ¿Es qué la vida se puede negociar? No sé si ha sido una casualidad que este Evangelio coincida con el día de reflexión previo a las elecciones, porque nos viene muy bien que, serenos y tranquilos, pensemos cuál es nuestra actitud ante la elección de dar nuestro voto.

Dios nos ve, y el Espíritu Santo nos asiste y acompaña. Nuestra coherencia de fe exige fidelidad y confianza en el Señor. Lo que ocurra será responsabilidad de los hombres, y eso no nos exime de la nuestra. Dios que nos ve responderá a nuestra fe dándonos su protección, y eso será siempre lo mejor para cada uno de nosotros. La acción de Zacarías nos debe ayudar y valer para corregirnos y, guiados por la acción del Espíritu Santo, actuar según la Palabra de Dios.

viernes, 18 de diciembre de 2015

DIOS NO CREÓ SIN CONTAR CON NOSOTROS

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(Mt 1,18-24)

No hizo Dios las cosas sin contar con María y José. Es verdad que creó el mundo y sus criaturas sin pedirles permisos. Pero, una vez creadas y libres, ha contado con el permiso de ellas para encargarles una misión concreta. María y José fueron elegidos para ser padres de su Hijo Jesús, y para ello fue enviado el Ángel Gabriel, anunciándole, primero a María el nacimiento de Jesús, y luego, el Ángel del Señor, revelándole a José el proyecto de Dios.

Ambos lo aceptaron, sobre todo María, que dejó su proyecto esponsal con José y, fiada de la Palabra del Ángel Gabriel, abrió su corazón a la Voluntad del Padre. Pero, también José, superando sus dudas y fuertes tribulaciones terminó por abrir su corazón a lo que el Ángel del Señor le reveló en sueños. Ambos dejaron sus proyectos de vida, para aceptar el proyecto de salvación de Dios. En ese sentido, ambos han sido directos colaboradores en el plan de redención del Señor, y por el cual todos los hombres hemos sido salvados.

Nada más oportuno que aprovechar este momento glorioso para reflexionar la Palabra de Dios, y tratar de preguntarnos sobre nuestros proyectos propios y sobre los proyectos que Dios nos pide. Quizás no hemos, hasta ahora, prestado la suficiente atención a escucharlos, o quizás, distraídos por los ruidos del mundo, hemos perdido la oportunidad de buscar momentos de silencio y de escucha a la Palabra de Dios que nos interpela y nos habla.

Nunca lo sabremos en este mundo si no buscamos esos momentos. Prestar atención es la única forma de encontrar espacios de silencio y de escucha. Habrá que limpiar el hilo conductor de nuestra vida, para que limpio y libre, pueda pasar nítida la Palabra del Señor. La polución y contaminación mundana obstruye la vía por donde el Señor nos habla, y ahoga y diluye su Palabra, de la que el demonio se encarga de impedir que llegue.

María y José son ejemplos de silencio y escucha que nos sirven para aplicarlos a nuestra vida. Pidamos esa Gracia y dispongamos nuestro corazón para que en él se pueda establecer esa conexión que nos permita escuchar y oír la voz de nuestro Padre Dios.

jueves, 17 de diciembre de 2015

LOS ANTEPASADOS DE JESÚS

(Mt 1,1-17)


Jesús no viene de unos antepasados gloriosos o perfectos. En su genealogía hay de todo: santos y pecadores, gente de altura y mediocres, reyes y pastores. Los antepasados de Jesús evidencian que Dios no hace ascos a la humanidad. Todo lo contrario. El misterio de la encarnación no solo evidencia que Dios se hace uno de los nuestros, salvo en el pecado, sino que también comparte nuestros vínculos de sangre sin excepción, sin exclusión, sin discriminación.

Dios se hace Hombre para, igualándose con nosotros, dejarse ver y tocar por los hombres, y acercarse para que podamos comprenderlo y creer en Él. Sin embargo, el hombre se cierra, se parapeta, se ensoberbiza y se aleja de Dios. Tremendo drama, que nos sobrepasa y nos sobrecoge, porque no podemos entender el misterio del Amor de Dios, y menos aún su Misericordia.

Nuestros criterios humanos entienden que cada cosa tiene su valor y su precio. Y que lo que das, lo tienes que pagar. ¿Cómo nos puede dar Dios todo sin merecerlo y gratuitamente? No lo entendemos, Señor,  y nos rendimos a tu Amor Misericordioso en la esperanza de que algún día, tu Infinito Amor Misericordioso nos ilumine y nos lo descubra.

Te damos las Gracias, Señor, por todo lo recibido y por tanta paciencia y amor que nos brinda el perdón misericordioso de tu justicia Divina. Y, haciéndote como nosotros, te rebajas de tu condición Divina, para tomar la condición humana, que te iguala a nosotros menos en el pecado.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

¿NO ESTÁ PASANDO LO MISMO HOY?

(Lc 7,19-23)

Nos parece muy lejano aquellos tiempos en los que Jesús dijo: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».

Sin embargo, hoy está ocurriendo lo mismo. Hay muchos milagros que no se cuentan, o que contados no se les da crédito. Incluso muchos tratan de mostrarlos como engaño o farsa. Se trata de desprestigiarlos y de que aparezcan como mentiras. A Jesús tampoco se le creyó, a pesar de la autoridad con la que hablaba y los milagros que hacía.

Por otro lado, es lógico pensar que Jesús no va a estar haciendo milagros y demostrando su divinidad toda nuestra vida. Hubo un tiempo en que vino la Palabra de Dios, y ya está proclamada. Ahora es tiempo de salvación, pero para ello necesitamos la fe. Es necesario creer y fiarse del Señor. Ese es el reto que debemos afrontar y en el que debemos confiar.

Los signos que Juan Bautista necesitaba le fueron transmitido: En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Y la respuesta de Jesús ya la hemos visto más arriba. 

Ahora, nosotros, tenemos el testimonio de la Iglesia que nos ha transmitido esa Palabra de Dios, y creemos como Juan Bautista y sus discípulos que Jesús es el Hijo de Dios hecho Hombre. Creemos que Él sigue actuando y sanando nuestros corazones y también curando enfermedades. Pero, lo más importante es que vendrá de nuevo para llevarnos a ese lugar que Él prepara para todos aquellos que creen en su Palabra.

martes, 15 de diciembre de 2015

EL VALOR NO ESTÁ EN LA PALABRA, SINO EN LAS OBRAS

(Mt 21,28-32)


Las palabras no sirven para expresar lo que queremos hacer. Dan significado a todas nuestras obras, y, al contrario, descubren si hablamos en verdad o mentimos cuando, ellas, las palabras, no se corresponden con los hechos. Por lo tanto, el valor no está en la palabra, sino en su correspondencia con las obras que proclaman.

Jesús nos habla hoy sobre eso. Nos pone el ejemplo en una parábola que deja claramente expresado lo que nos quiere decir: « ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?»

Es evidente que todos respondieron, el primero. Porque el valor no está en decir sí, sino en hacerlo. La obra consumada es la que descubre la fidelidad a la obediencia del padre. En cierta ocasión también nos dijo Jesús que no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de Padre, sino aquel que cumple la Palabra de Dios. Nos viene a confirmar lo que está diciendo en el Evangelio de hoy.

Y también, por qué no decirlo, hoy, a cada uno de nosotros. Jesús se dirige a tí y a mí a través del Evangelio para decirnos que lo importante son tus hechos, no tus palabras. Por eso nos dice que todos aquellos, incluso publicanos y rameras, es decir, pecadores, que responden a su Palabra, están antes que los que creyéndose los elegidos no la cumplen, sino que la acomodan a sus intereses. Incluso estando dentro de la Iglesia.

Por eso, hermanos todos en Xto. Jesús, tengamos la humildad y la sencillez de reconocernos débiles y pecadores, y de estar atentos al servicio de la caridad dándonos en amor y servicio a los demás en las medidas de nuestras capacidades y posibilidades.


lunes, 14 de diciembre de 2015

NOS AUTO TRAICIONAMOS POR MIEDOS O PARA NO COMPROMETERNOS

(Mt 21,23-27)

Nuestras respuestas, a veces, no responden a lo que creemos y pensamos con sentido común. Muchas veces evadimos nuestros pensamientos por miedos o por no comprometernos. Experimentamos que la vida se nos compromete, y optamos por falsear nuestras respuestas.

Eso ocurrió a aquellos sumos sacerdotes y ancianos, cuando acercándose a Jesús le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?» La respuesta de Jesús fue con otra pregunta: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». 

El Evangelio nos dice que aquellos sumos sacerdotes y ancianos se vieron comprometidos. Pues, si decían que del cielo, nos preguntarán, ¿por qué no le han creído? Y si decimos de los hombres, tenemos miedo de que se enfrenten con nosotros, pues todos tienen a Juan por profeta. 

En esa disyuntiva, optaron por decir que no lo sabían, y Jesús les pagó con la misma moneda: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Hay muchos momentos que nuestras respuestas no son coherentes, porque las ajustamos a nuestras medidas y no al bien común. El miedo a perder nuestra posición o nuestros privilegios nos induce a mentir o a falsear la respuesta. El compromiso de lo nuevo nos asusta y nos aleja de la verdad.

Podría ser una buena reflexión para estos tiempos que vivimos. Sobre todo ahora, en estos momentos de elecciones política en España. La pregunta que se nos puede estar haciendo desde el Espíritu es: ¿somos coherentes con el voto según nuestra fe?, ¿o parcheamos el mismo auto traicionándonos y, por miedos, nos callamos y no votamos o lo hacemos según nuestros intereses?

domingo, 13 de diciembre de 2015

ESA ES LA PREGUNTA: ¿QUÉ HACEMOS?

Lucas 3, 10-18


Todos hemos hecho esta pregunta muchas veces. De pequeño a nuestros padres, y de mayores nos hemos encontrados en muchas situaciones comprometidas que no sabemos dar respuestas. Nuestro mundo espera soluciones, porque tiene muchos problemas planteados.

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: - «¿Entonces, qué hacemos?»
Él contestó: - «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: - «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No exijáis más de lo establecido.»
Unos militares le preguntaron: - «¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»

No cabe ninguna duda que siguiendo estos mandatos el mundo andaría mejor. A nadie se nos esconde que procediendo de esta forma, el hambre y la sed de muchos pueblos serían mitigadas. No haría falta reformas laborales, ni tampoco abusos. Todos serían más justo y no habría por qué protestar. Pero la pregunta sigue en el airé: ¿Por qué no se hace esto?

La gente empezaba a pensar que Juan podría ser el Mesías esperado, pero él nos sacó de dudas: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»

Juan hablaba de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, que pondrá todas las cosas en su sitio, y establecerá su Reino en este mundo desorientado y perdido, que busca, pero en sitio equivocado. Un Reino de justicia, de paz y de amor. Eso que los hombres quieren, pero no saben cómo.

sábado, 12 de diciembre de 2015

LA ÚLTIMA PALABRA LA TIENE JESÚS

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(Mt 17,10-13)

La renovación, tal y como lo dice Jesús en el Evangelio de hoy, no puede venir de manos humanas. Juan, el Bautista, es simplemente un hombre tocado por el Espíritu de Dios para preparar el camino a Jesús. Renovarlo todo, el paso del hombre viejo al hombre nuevo, es cosa de Dios. Y a Jesús, su Hijo, le ha sido encomendada esa misión. Y eso sólo puede estar en Manos del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús. Él tiene la última Palabra.

Los discípulos, no entendieron las Palabras de Jesús pensando que se refería a Juan el Bautista. Quizás nosotros hoy gozamos de esa ventaja al tener a la Iglesia que, iluminada por el Espíritu Santo, nos va revelando la Palabra de Dios. Hemos rechazado al Señor, y lo repetimos muchas veces, de generación en generación, cuando le damos la espalda y no le reconocemos. Optamos por las candilejas y luces del teatro que el mundo nos ofrece y nos deslumbra, y como espejismos nos seducen falsamente hasta rechazarle y despreciarle.

A pesar de no ser nuestras voces de forma directa, también nosotros estábamos allí cuando  aquellas voces gritaban, ¡crucifícale, crucíficale! Somos herederos de esa muerte, y continuamos matándole cada vez que infringimos su Voluntad. Las guerras y muertes, incluso la de muchos inocentes, no son indiferentes a los ojos de Dios. Se compadece y le duele que no escuchemos su Palabra y la pongamos en práctica. Dios nos abre sus brazos y nos espera.

Sólo, abandonándonos a su Gracia encontraremos el verdadero camino que nos enseña a amar. Pidamos esa Gracia con confianza, convencidos que el Señor nos infundirá su Amor y su Misericordia para que vivamos construyendo un Reino de Amor y de Paz.