sábado, 30 de abril de 2016

EN UN MUNDO LLENO DE ODIO



Nacemos en un mundo en conflicto, lleno de odio y venganza. Un mundo que vive en la oscuridad y que odia la luz, porque se esconde en la mentira difrazado de verdad. Jesús fue odiado por muchos porque vivía en la Verdad. Él, precisamente, es la Verdad.

Y hoy nos dice Jesús: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. 

La cuestión está que los criterios de Jesús no coinciden con los del mundo. Mientras el mundo mide por la eficacia, el éxito, el valor y beneficios, Jesús lo da todo gratuitamente y sin condiciones. Incluso, se da el mismo hasta el extremo de entregar su propia vida. Y todo simplemente por amor.

Por eso, los que, creyendo en Él, le seguimos experimentamos el mismo rechazo y odio de los demás, pues ya nos lo advirtió cuando nos dijo: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

Y a lo largo de nuestra vida experimentaremos ese odio del mundo, tal y como sucedió con Jesús. Seguir a Jesús es ir contra corriente, porque el mundo golpea la Palabra de Dios amándose a sí mismo y despreciando al hombre como criatura de Dios, y sembrando odio y venganza que origina guerras y muertes.

Y es que cuando el hombre se cierra a sí mismo y se aleja de Dios, su vida vive en la oscuridad, y en ella habita el pecado. El pecado que fabrica la envidia, la soberbia, el orgullo y egoísmo que dan lugar al odio y la venganza. Pedimos perseverar en el Señor y fortalecernos en su Palabra, para que podamos resguardarnos y vencer los peligros y amenazas que el mundo nos tiende.

viernes, 29 de abril de 2016

CIEGOS POR ESTAR DEMASIADO LLENOS DE SÍ MISMOS

(Mt 11,25-30)

El mundo está compuesto por unos que afirman saberlo todo y se experimentan llenos de sí mismo. Saben el camino y se deleitan en su propia sabiduría. No necesitan de nadie y presumen de saber lo que tienen y lo que hay que hacer. Difícilmente, a esos se les podrá enseñar algo.

Dios los ha dejado a un lado: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños». Y es que el sentido común nos dice que son los pequeños, los necesitados, los excluídos y marginados los que buscan y experimentan necesidad de todo. A esos será a los que les entrará la Palabra y la Salvación que trae nuestro Señor Jesús.

No hay otro camino sino el de la humildad y el de darte cuenta que no sabes ni eres nada. Empezando por ahí advertirás que necesitas ser humilde y sencillo y abrirte a la Gracia de Dios. Porque todo está en Él y nos viene de Él. Él nos ha dado la vida y los talentos con lo que ganarla, así que todo lo que poseas tanto en bienes como en sabiduría te y nos viene del Señor.

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Donde único podemos aliviar la carga que la vida nos pasa tarde o temprano es en el Señor. Los placeres y el buen vivir no nos ayudan a crecer como persona. No significa que no podamos disfrutarlo, pero sabemos por experiencia que eso no termina por llenarnos ni nos dan paz y gozo. Quizás, el origen de tanta envidia, orgullo, soberbia, competitividad tienen su origen en la ambición y vanidad por alcanzar la felicidad en las cosas de este mundo. 

No, la felicidad está en el Señor. Él nos dará descanso cuando estemos dispuestos a abrirnos a su Gracia y a esforzarnos en ser mansos y humildes de corazón como Él. Es entonces cuando encontraremos la paz eterna.

jueves, 28 de abril de 2016

SIEMPRE BUSCANDO RECETAS

(Jn 15,9-11)


Parece que es nuestra tendencia. Tenemos la Palabra de Dios, pero buscamos quien nos la explique y nos señale el camino a seguir. Verdaderamente somos torpes y estamos ciegos. El colmo de los colmos es buscar a otros ciegos para que nos alumbren el camino. Pero, ¿es que no lo tenemos suficientemente claro?

Jesús nos habla claramente y sin dobleces. ¿Qué entendemos de estas Palabras? «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».

¿Hay alguna duda? Creo que todo está bastante claro. La receta está ya dada: "Permanecer en el amor del Señor" Y eso lo logramos si guardamos los mandamientos de la Ley de Dios. Y sabemos cuales son los mandamientos de la Ley. Y, también sabemos que todos esos mandamientos están contenidos en el "Amaos los unos a los otros como Yo les he amado". Todo está claro como agua. ¿Qué miedo podemos tener? No hay ninguna duda.

Es verdad que necesitamos la comunidad y el estar unidos, porque el amor es el nexo que nos une, y porque Jesús está en medio de todos aquellos que se reunen y comparten en su Nombre. Pero el camino está ya trazado y referenciado, porque, precisamente Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Ahora, otra cosa son las dificultades que encontraremos para permanecer en su amor. Porque el mundo está lleno de obstáculos, apetencias y tentaciones que nos seducen. Y cuesta, amigo. Pero si, a pesar de todos esos tropiezos, seducciones, inclinaciones y pecados, permanecemos en el Señor, encontraremos la fortaleza para superar todas esas dificultades del camino. Porque en y con Xto. Jesús somos mayoría aplastante. Nada ni nadie podrá arrebatarnos de su Amor y su Gracia, y triunfaremos sobre la muerte y el pecado.

Porque, ya Jesús ha pagado por nosotros, y somos libres. Todo lo que tenemos que hacer es permanecer en Él con fe, confianza y esperanza. Porque todo lo que nos ha dicho lo cumplirá.

miércoles, 27 de abril de 2016

SI NO DAMOS FRUTOS, SEREMOS CORTADOS, PALABRA DE DIOS

(Jn 15,1-8)

Quizás pasamos por encima de ellas sin darnos cuenta. Las leemos y no caemos en la cuenta, pero lo que dice es para estremecerse: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto».

La pregunta para la reflexión, para el que quiera seriamente reflexionar, está dicha. ¿Doy yo frutos? Hay un matiz, se trata de dar frutos, no yo sólo, sino injertado en el Señor. Porque puede ocurrirnos, y de hecho ocurre, que nos disponemos a dar frutos por nuestra cuenta y a nuestro modo. Preparamos el terreno nosotros solos; lo abonamos como creemos nosotros solos, y, posiblemente, poco o nada consultamos con el Señor. Luego, no aparecen los frutos.

No perdamos de vista que sólo en el Señor daremos frutos. A nosotros nos corresponde ser sarmientos, y quien quiera se viñador se ha pasado, y estropeará la viña. Y a todos los que den frutos, injertados en el Señor, que es la única forma de darlos, el Padre lo limpia para que, en el Hijo, siga y continúe dando más y más frutos.

La consecuencia es clara y sencilla. ¿Cómo llevo yo mi injerto en el Señor? ¿Estoy realmente enganchado a la Verdadera Viña? Porque todo dependerá de eso, y sin eso, estar enganchado en el Señor, no habrá frutos. Y si no damos frutos, el Padre lo cortará. No hay otro camino, o damos frutos, o seremos cortados. Toma el camino que quieras, pues eres momentáneamente el dueño de tu vida y puedes administrarla como te convenga y desees, pero ten en cuenta que al final responderás con tus frutos, y si no tienes buenos frutos sabes el camino que te espera.

Pidamos al Viñador que nos de la Gracia y la Sabiduría de dar frutos. Todos esos frutos que se esperan de todos nuestros talentos recibidos, y no permitamos que permanezcan enterrados y escondidos sin darlos.

martes, 26 de abril de 2016

SÓLO CON EL RIEGO DEL AGUA DEL AMOR, PUEDES SALAR Y ALUMBRAR LA VIDA EN ESTE MUNDO

Mt 5, 13-16

Tu vida, y también la mía, están hecha para dar gusto y claridad a este mundo. Una vida necesita activar el gusto por vivir, y alumbrar el camino para darle sentido al esfuerzo de cada día por avanzar un paso más en el camino hacia la plena felicidad. Porque, ¿supongo que esas serán tus buenas intenciones? Otras no tendrían sentido ni valdría la pena caminar.

Caminas y avanzas porque quieres vivir bien, feliz y pleno de gozo. Y, a ser posible, siempre. ¿Has reparado donde se ofrece eso en este mundo? O, ¿quizás lo hayas oído, pero no lo crees? ¿No te interesaría mejor hacer el esfuerzo de creerlo y buscarlo? Porque vivir sin tener claro el objetivo, o qué ese objetivo sea pobre, sin esperanza y termine con la vida, ¿realmente vale la pena?

Si, en silencio, tratas de responderte tu mismo, tu conciencia, en la oscuridad de tu propia vida, buscará luz y demandará esperanza y vida eterna. Porque eso es lo que está escrito dentro de tu corazón y del mío. No hay otro camino. Por eso, Jesús nos dice claramente que Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Hoy te invita, a ti y a mí, a ser sal y luz en este mundo. Sal que contagie y de gusto a la actitud de darte, de hacerte servicio, camino, entrega y amor para los demás. Sal que, en la medida que la derrames sobre los demás, contagia de felicidad y de plenitud. Empiezas ya a gozar de ese lugar que el mismo Jesús te y nos está preparando. Y luz que se hace al vivir el esfuerzo de ser camino en el Camino; de ser verdad en la Verdad y vida en la Vida.

Porque todo nos viene del Señor, y, por su Gracia, tus palabras y tu vida se harán sal y luz para todos aquellos con los que compartas y te relaciones en tu vida. Pidamos esa Gracia de ser sal y luz para que, regadas por y con el agua del Amor que procede del Padre, salemos y alumbremos el camino que nos lleva a ponernos en relación con el Señor.

lunes, 25 de abril de 2016

TODO ES CUESTIÓN DE CREER Y OBEDECER

(Mc 16,15-20)


Se supone que quien cree, obedece. Porque la obediencia viene acompañada de la fe y el convencimiento en aquel que te envía y te manda. Y nosotros somos enviados por el Señor, en el que está depositada toda nuestra fe y nuestra confianza: En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.

Cuando nuestra fe tiene dudas y desconfianzas, y se mueve obligada por compromisos y respetos humanos, no da resultados ni entra en los corazones de quienes la escuchan. No hablamos por nuestra cuenta, porque es el Espíritu de Dios quien nos inspira y pone las palabras en nuestros labios y hace las maravillas que Jesús nos predice al enviarnos: Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien». 

Y tenemos y debemos estar convencido de eso que nos dice el Señor, porque si sale de su boca es verdad, y todo lo que Él proclama tiene cumplimiento. En Él se ha cumplido todo lo que se ha profetizado. Tiene crédito porque su Palabra siempre se ha cumplido. 

Y no es que debemos, sino que nuestra obligación, porque hemos sido enviados por el Señor, es la de proclamar su Palabra en su Nombre y confiados en su Poder. Ahora, lo hacemos con gozo y en libertad, porque proclamar la verdad es la alegría y el gozo mayor que podamos tener. Porque no se trata de vender ni comunicar algo importante simplemente, sino porque en eso nos va la Vida Eterna y no hay Tesoro mayor.

domingo, 24 de abril de 2016

LA SEÑA DE IDENTIDAD CRISTIANA

(Jn 13,31-33a.34-35)


Se puede ir a misa todos los días; se puede ser buena persona; se puede ser gran cumplidor con todos los preceptos y leyes mandadas; se puede ser buen cristiano, pero todo eso para por el amor. Si no eres capaz de amar como nos lo dice Jesús, nada de lo demás importa mucho, porque el amor es el signo que nos identifica como cristianos y seguidores de Cristo.

Sus Palabras no dejan lugar a duda: «Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».

Y esas simples palabras llevan mucha tela dentro de sus letras. Amar a los otros implica también a los que piensan diferente a ti y no están de acuerdo con tu fe; amara a los otros contiene dosis de soportar, atención, escuchar, esfuerzos de comprender y paciencia en el trato. Amar es el resultado de estar disponible y de entregarse al servicio aunque los impulsos sean otros. Amar es estar convencido de que entregarse y servir es la mejor manera de corresponder al amor de Jesús.

Amar es transmitir esta buena Noticia de salvación por el amor. Y lo puedes hacer con tu palabra; en tu ambiente y grupos; en Internet; en cualquier parte que tengas oportunidad. Pero, también lo puedes hacer con tu vida trasmitiendo serenidad, confianza, atención, escucha, servicio...etc.

Cuando tratas de vivir la Palabra y te alimentas de la Eucaristía, todos tus esfuerzos transparentan luz, que siendo pequeña y pecadora, se transforma, por la Gracia de Dios, en testimonio de Luz y Verdad. Pidamos al Señor que nos dé esa Gracia de, sostenidos en su Espíritu, demos testimonio de su Amor.

sábado, 23 de abril de 2016

CONOCER A JESÚS ES CONOCER AL PADRE

(Jn 14,7-14)

Es hermoso leer y, cerrado los ojos, escuchar e imaginar las Palabras de Jesús: "«¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras». 

Y asusta pensar que, por la fe, podemos hacer las mismas cosas que hizo Jesús: «Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

Queridos amigos y hermanos en la fe, sólo nos hace falta Fe. Fe en las Palabras que Jesús nos dice hoy, de forma especial en el Evangelio (Jn 14, 7-14). Tiemblo al comprobar que mi fe es poca, precisamente por su obras, porque siguiendo lo que Jesús nos dice, haría milagros de ser un fe confiada, firme, verdadera, fuerte y esperanzada. 

De todas formas, el Señor elige a las personas que quiere para enviarles a una misión concreta. Así eligió a Pablo, que no se contaba entre sus seguidores; a Mateo, publicano alejado del Señor, y a muchos más. Y eso me alivia, porque todo descansa en la Gracia del Señor que es quien conoce, mueve y fortalece los corazones de los hombres, y sabe, a pesar de sus disposiciones, lo que vive dentro de sus corazones. Él dará a cada uno su misión cuando su corazón esté entregado, dispuesto y abierto a recibir su Gracia.

A nosotros nos corresponde esperar pacientemente y confiar en su Palabra. Y abrirnos a la Gracia del Espíritu que nos va guiando. De todas formas, nos ha dejado el buzón del corazón abierto, para que pidamos en su Nombre lo que deseemos y queramos para, especialmente, Gloria del Padre.

¡¡Qué maravilla!! Todo es posible porque Jesús, Señor de la Vida y la muerte, lo ha dicho, y sus obras así lo descubren.

viernes, 22 de abril de 2016

¡QUÉ GRAN ALEGRÍA!

(Jn 14,1-6)


Estamos a la espera de que Jesús, el Señor, regrese. ¿Se puede tener mayor esperanza y alegría? Porque Jesús viene de prepararnos un lugar para habitarlo siempre junto a Él. ¿Podemos imaginarnos cómo será ese lugar preparado por el Señor? El Señor que hizo el milagro de los panes y peces; el Señor que mandó a los apóstoles a tirar la red a la derecha y sacarla repleta de peces; el Señor que resucitó a Lázaro, al hijo de Jairo, al hijo de la viuda de Naím; el Señor que curo a Bartimeo de la vista y a los diez leprosos...etc.

No es Jesús un Señor cualquiera, es el Hijo de Dios, el Mesías prometido y enviado a salvarnos. Y nos dice: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.

¡Dios mío, qué alegría!, porque lo dice el Señor, y su Palabra es Palabra de Vida Eterna. Y nos dice que ya sabemos el camino. Tomás se queda confundido y replica: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». 

También nosotros podemos confundirnos y perdernos si pensamos como Tomás. Porque es posible que, teniendo delante de nuestros propios ojos el Camino, no lo veamos. De hecho ocurre en tantas personas que conocemos que recorren un camino diferente y equivocado. Y también puede ocurrirnos a nosotros, pues creyendo que vamos bien podemos ir erróneamente mal. Eso nos descubre la necesidad de estar siempre vigilante e injertado en el Espíritu Santo, porque, Él, nos llevará por el camino verdadero.

Y no perder nunca de vista lo que responde Jesús a Tomás: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».  Por eso, perseveremos agarrados fuertemente a Jesús en su Palabra y Eucaristía.

jueves, 21 de abril de 2016

JESÚS SE HACE SERVIDOR

(Jn 13,16-20)

Jesús, el Señor, se hace servidor, y es El quien nos envía. Por lo tanto, está claro, nosotros, que no somos más que Quien nos envía, estamos llamados, si cumplimos, a ser igual que nuestro Señor, servidores. Dichosos, nos promete el Señor, si lo cumplimos. En realidad, amar, como nos ama el Señor, es la finalidad de nuestra misión.

El Señor descubre lo que va a ocurrir: Tiene que cumplirse la Escritura: el que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. Está claro, Jesús nos previene y nos avisa para que luego no nos coja por sorpresa.

Es hermoso y esperanzador escuchar de labios del Señor estas esperanzadas Palabras, valga la redundancia, que nos animan a disponernos a acoger a todo aquel que viene del parte del Señor. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado. A todos aquellos que tratan con buena intención y apoyados en la acción del Espíritu Santo proclamar la buena Noticia de salvación. No sólo con sus palabras, sino también con el esfuerzos de sus vidas. 

Esa debe ser nuestra mayor aspiración y nuestro mayor esfuerzo. Todo lo demás es pan para hoy e infierno para mañana. No significa esto,¡ por Dios, no lo vayan a entender mal!, que la vida no es para disfrutarla y sacarle todo el jugo que podamos, pero si no se hace desde la Palabra e injertado en el Espíritu, será vivida de otra forma y para otros fines. A eso me refiero, "acumelen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben" (Mt 6, 19-21).

Pidamos en el día de hoy, paz, sabiduría y fortaleza para vivir con intensidad esta actitud de servicio sin desfallecer, tratando de comprender, de escuchar, de ser pacientes, misericordiosos y, sobre todo, dispuestos a amar hasta el extremo.

miércoles, 20 de abril de 2016

EL SEÑOR GRITA PARA QUE SE OIGA CLARO

(Jn 12,44-50)


Como si se tratara de que todos lo oigan, Jesús grita para que nadie deje de escucharle. Es como si llamara la atención para que a nadie se le escape el oírle. Es el enviado del Padre y todo el que le escucha, por supuesto, que escucha al Padre. Porque, Él, habla solamente por boca del Padre, de tal modo que, el que le ve a Él ve al Padre.

Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.

No creo que se pueda decir mejor y más claro. Jesús no ha venido para juzgarnos sino para salvarnos. La diferencia es enorme, porque de juzgar, nos condenaríamos por nuestros torpes, ciegos y abundantes pecados, consecuencia de nuestra limitada condición humana. Jesús no sólo no nos juzga sino que nos salva. Claro, esa salvación está condicionada a la escucha y fe en su Palabra.

El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.

Tú mismo serás tu propio juez, porque veráz tu vida confrontada con la Palabra y sabrás si la has cumplido o no dictando tu propia condena. Cosa que Jesús no quiere que suceda. Quizás, por eso, empieza el Evangelio de hoy diciendo que Jesús gritó.

Escuchemos la Palabra y tratemos de vivirla con todas nuestras fuerzas conscientes de nuestras limitaciones y debilidades. Sabemos de nuestros pecados, pero también sabemos que contamos con el Auxiliador, el Espíritu de Dios, que nos ayuda y nos fortalece e ilumina. Y contamos con la Gracia que, Dios en su Hijo, Jesús, nos envía y nos transmite para, en su Luz, alumbrarnos el camino de la salvación.

martes, 19 de abril de 2016

ABRE LOS OJOS Y VERÁS LA LUZ


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(Jn 10,22-30)
A nadie se le ocurre cerrar los ojos durante el día, porque el resultado todos lo sabemos: nos quedaremos a oscura sin ver nada. Pero la culpa de que eso suceda no es por causa del sol, sino de nuestra voluntad en mantener los ojos cerrados. De la misma forma, nos empeñamos en no creer en el Señor y le exigimos que nos lo diga cuando sus obras las tenemos delante de nuestros ojos.

Se necesita ser humilde y aceptar la Palabra del Señor. Sólo los humildes dejan que la Palabra entre en sus corazones y den crédito a las Obras del Señor. Sin lugar a duda que la fe es un don de Dios, pero también es verdad que sólo están en disposición de recibir la fe aquellos que son humildes y se abren a la escucha de la Palabra del Señor.

Lo que ocurre es que queremos pruebas y signos según nuestra forma de entender de nuestra razón. Queremos creer en un Dios a nuestra medida, a nuestros gustos y pensamientos. Queremos en un Dios que podamos entender y comprender, y eso es imposible, porque Dios está por encima de todos. Por eso, ser humilde, para aceptar ese misterio de Dios, es la única condición que nos da la posibilidad de recibir la Gracia de la Fe que el Señor da a todos aquellos que humildemente escuchan su Palabra.

Todos los que aceptamos su Palabra le pertenecemos y Él nos cuida y nos protege: Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

En estos momentos de incertidumbre y de misterio, te pedimos, Señor, la Gracia de abandonarnos a tu Palabra y dóciles a ella escucharla y vivirla, auxiliado por el Espíritu Santo, para permanecer en Ti hasta el final de nuestro camino sostenidos en la fe.

lunes, 18 de abril de 2016

VIDA EN ABUNDANCIA

(Jn 10,1-10)

Viene a nuestra memoria la cantidad de veces que, sin saber cómo, hemos tenido la suerte de salvarnos de algún peligro. Ahora, en este momento, nos asalta la sensación de que en aquellos momentos, no ha sido la suerte, sino el buen Pastor que nos cuida y nos tiene asignado un Ángel de la Guarda para que nos vigile y nos proteja. 

El Señor nos conoce y sabe de nuestros despiste, errores, equivocaciones e intenciones. Sabe que nosotros acudimos a su llamada. ¡Sí, somos humanos y cometemos muchos errores!, pero el Buen Pastor es bueno porque nos abre siempre el redil; no nos deja abandonados y, cuando perdidos estamos a punto de ser devorado por el lobo del mundo, acude en nuestra búsqueda y nos rescata de las garras de las tentaciones de este mundo que nos tienta y amenaza de muerte.

Estaremos siempre seguros a la sombra y recaudo del Buen Pastor. Él se ha comprometido con su rebaño por amor, y, sin condiciones, da su Vida por nuestro rescate y salvación. No hay pastor que se pueda comparar con Él. Además, lo más importante. El Buen Pastor nos promete Vida en abundancia: 

«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».

Ningún pastor puede compararse con el nuestro. No es un pastor común, ni que, ante el peligro, huye y nos abandona, sino todo lo contrario. Es el Pastor único que, no sólo da la Vida por sus ovejas, sino que se las da en Abundancia. ¡Dios mío, danos la sabiduría de oír siempre tu Voz y acudir rápidos y dóciles a tu Llamada. 

domingo, 17 de abril de 2016

DIOS NUNCA TE CIERRA LA PUERTA

(Jn 10,27-30)

Puede parecer que Dios eliges a unos y a otros no;  puede parecer que el Padre, previamente elegidos, le confía a unos y los otros quedan al margen. Pero no es así, porque si así fuera, Dios sería injusto y eso es imposible. Dios es Infinitamente bueno y a todos nos quiere y nos elige, pero nos ha dado la libertad para que seamos nosotros los que decidamos oírle, escucharle y seguirle.

Dependerá, pues, de nosotros responder a la llamada del Señor. El Señor nos abre la puerta y, dentro de redil, estaremos a salvo, porque Él nos cuida y no protege y no permite que nadie nos saque de su rebaño. Además, nuestro Señor Jesús ha pagado con su Sangre por cada uno de nosotros para que ahora nos perdamos.

Sin embargo, ocurre que muchos escuchamos, creemos y seguimos al Señor. Pero otros, y muchos, no le hacen caso, cierran sus oídos y le rechazan. Unos seguimos la llamada y el cuidado del Buen Pastor y otros no. El anuncio del Evangelio a muchos les estorba y les produce rabia, y a otros nos llena de paz, de alegría y esperanza. 

¿Qué tienen unos que no tengan los otros? San Agustín, ante el misterio abismal de la elección divina, respondía: «Dios no te deja, si tú no le dejas»; no te abandonará, si tú no le abandonas. No des, por tanto, la culpa a Dios, ni a la Iglesia, ni a los otros, porque el problema de tu fidelidad es tuyo. Dios no niega a nadie su gracia, y ésta es nuestra fuerza: agarrarnos fuerte a la gracia de Dios. No es ningún mérito nuestro; simplemente, hemos sido “agraciados”.

La fe entra por el oído y la audición de la Palabra de Dios, y eso implica atención y seguimiento. Pero tenemos un peligro, el mundo. Sus ruidos, sus ofertas y tentaciones nos distraen y nos alejan del buen camino, y si no nos ponemos al cuidado del Buen Pastor corremos el peligro de no escuchar su Palabra y hacernos los sordos y despistados. Luego, con todas las probalidades, el lobo no alcanzará.

Estemos atentos y vigilantes y sepamos discernir el bien del mal. Aquello que, aunque aparentemente nos parezca que nos hace bien porque nos agrada y nos gusta, no es lo que nos conviene. Pongámonos al buen recaudo dejándonos cuidar y vigilar por el Buen Pastor, que da la Vida por cada una de sus ovejas.

sábado, 16 de abril de 2016

EL ESPÍRITU ES QUIEN DA VIDA

(Jn 6,60-69)

El hombre se compromete con el mundo y cree que en el mundo está su vida y felicidad. Lucha hasta el extremo de buscar y conseguir esa felicidad que le llene plenamente, pero, su experiencia con el correr de los años, es negativa. Y llegar a cansarse y hasta resignarse.

Se olvida de que "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios". Y, olvidándose, da la espalda a Dios y se entrega al mundo. ¿Qué sucede? Sólo una simple mirada al mundo nos hace comprender la situación y consecuencias que se derivan de abandonar a Dios. 

El Evangelio de hoy nos presenta también el abandono de muchos discípulos de Jesús. Consideran muy duras las Palabras de Jesús, y piensan que nadie las puede seguir ni hacerle caso. Jesús conoce sus dudas y les interpela: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen».

¿Pensamos nosotros lo mismo? Quizás este Evangelio nos sirva y nos ayude a meditar qué actitud tomamos nosotros. ¿La de seguir a Jesús a cierta distancia y alejarnos paulatinamente, o la de comprometernos sería y responsablemente con su Palabra? Nos puede servir de mucha ayuda ver nuestra vida desde la Vida de Jesús, y ver si realmente nos aproximamos a Él.

Supongo que, como los discípulos nos pasa por la cabeza abandonar y marcharnos, pero, ¿a dónde iremos o podemos ir que nos traten y nos quieran como Tú, Señor? Tú, como dice Pedro, tienes Palabra de Vida Eterna, y eres el Hijo de Dios Vivo.

Queremos, a pesar de nuestras dudas, debilidades, fracasos y pecados permanecer a tu lado, porque sólo en Ti, Señor, está nuestra salvación. Amén.

viernes, 15 de abril de 2016

BUSCAMOS TENER VIDA, VIDA ETERNA

(Jn 6,52-59)

No hay otro camino sino el de comulgar con el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor bajo las especies de pan y vino. Porque sólo de esa manera permanecemos en Él y Él en nosotros. Ahora, nos da miedo, mucho miedo, que nuestra vida no esté a la altura de las circunstancias y no respondamos a tan alto don Eucarístico. Porque comulgar significa pensar y vivir como nuestro Señor.

Y, todos sabemos, al menos yo, que nuestras vidas van muy por debajo de la dignidad que representa el comulgar, pero, también sabemos que si no lo hacemos será imposible tener Vida Eterna. Porque el Señor nos ha dicho: 
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. 

Como diría Pedro en el lavatorio de los pies:  "No sólo los pies, Señor, sino la cabeza, las manos y todo el cuerpo". Igual nosotros te decimos, Señor, que nos acercamos a comulgar con frecuencia y siempre que podamos. Pero que, experimentándonos pobres y pecadores, queremos hacer el esfuerzo de vivir como Tú nos has enseñado y nos has dado testimonio. Porque tu Palabra es Eterna y Veraz
Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Y así queremos vivir también nosotros, aunque nuestros pecados nos delaten y nos recuerden nuestra debilidad humana a cada momento. Pero confiamos en tu Espíritu, Señor, y esperamos que nos transformes nuestro corazón para vivir por Ti. Y, por eso, porque creo que Tú me transforma, Señor, como tu Cuerpo y bebo tu Sangre.

jueves, 14 de abril de 2016

EL MISTERIO DE LA FE

(Jn 6,44-51)

¿Dónde se compra la fe? ¿Se puede encontrar o se vende en algún lugar? ¿Qué es la fe? Realmente la fe es un misterio, porque proviene de Dios, y Dios es un Misterio. Un Misterio revelado en la encarnación del Hijo de Dios, que se hace Hombre y nos habla y revela al Padre.

Por eso, hoy nos dice: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Qué hermosura de maravilla se contiene en esas Palabras, y qué esperanza exulta nuestra vida y se llena de alegría y paz al oírlas. Ser consciente de que tengo fe es darme cuenta del gran regalo que Dios me ha dado. Ser elegido para creer en el Hijo es algo tan grande y maravilloso que no nos cabe en la cabeza.

Porque, ¿cómo es posible que otros, incluso mejores que yo, no tienen fe? Conozco a muchas personas que son bellas personas, pero les falta la fe. No se entiende sino desde el Misterio de Dios. Sin embargo, Dios habla para todos y dice: 
Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. 

Dios enseña a todos, y lo han dicho los profetas, pero muchos ni han hecho caso a los profetas ni escuchan a Dios. Porque aquel que le escucha, aprende y se encuentra con el Hijo, nuestro Señor Jesús. El único que ha visto al Padre. Ese es el resultado de nuestras pesquisas mundanas, cuando no queremos hacer caso y pasamos con indiferencia sobre la Palabra de Dios, porque lo cambiamos por el mundo. Sin embargo, Él nos llama y nos responde: En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.

Más claro agua. La cuestión es creer y dejarnos enseñar por el Padre que Jesús nos revela y nos muestra. La fe es un don de Dios. Aprovechemos estos momentos para hacer un poco de silencio y desde lo más profundo de nuestro corazón pedirle a nuestro Padre Dios que nos aumente la fe en su Hijo Jesús. No respondas a nadie, sino a ti mismo.

miércoles, 13 de abril de 2016

LA VOLUNTAD DEL PADRE

(Jn 6,35-40)

Jesús tiene una misión, hacer la Voluntad del Padre. No viene con otra intención ni misión, y se declara como el Pan de la vida, saciando el hambre a todo aquel que vaya a Él y quitando la sed para siempre al que crea en Él. Pero lo que ocurre es que le han visto y no creen en Él. Así sucede lo de su Pasión y Muerte.

La pregunta es: ¿Creemos nosotros en Él? Porque ocurre que hoy también continuamos matando al Señor cuando le rechazamos o matamos a muchos inocentes en el vientre de sus madres, en persecuciones o guerras. Nuestra fe debe de acabar con todo eso conflictos que ocasionan la imposición de los más fuertes sobre los más pobres y marginados.

La realidad de nuestro mundo nos descubre que una gran parte de la humanidad vive de espaldas al Señor y no se acercan a Él. O lo que es lo mismo, no creen en Él. Y así están siempre hambrientos y sedientos. Hambrientos de codicia, ambición, odio, venganza y muerte; sedientos de poder, de riquezas y de imponer sus voluntades sobre los demás sometiéndolos y esclavizándolos.

El mundo está cansado de tantas guerras. Pasan los años y muchos nacen en la guerra y mueren con la guerra. Una vida en constante conflicto y enfrentamientos que no arreglan nada. El hombre experimenta que ese no es su destino, porque en lo más profundo de su corazón experimenta deseos de verdad, de justicia y de amor. Y la solución no es buscar la justicia o la verdad por su parte, porque no la tiene, ni la sabe aplicar. La solución es ir al Señor, porque Jesús nos espera:

Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. 

Es ese nuestro destino: "La Vida Eterna". Jesús lo sabe porque es el Padre quien nos ha regalado la Vida. Y Él, el Hijo, ha sido enviado a dárnosla. Todos queremos vivir en paz, felices y eternamente, pero la forma de conseguirlo no es haciendo la guerra por nuestra cuenta, sino acercarnos a Jesús. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».

martes, 12 de abril de 2016

EXIGIMOS SIGNOS PARA CREER

(Jn 6,30-35)

En todos los planos de nuestra vida está presente el ver para creer. Y cuando no vemos lo que esperamos, no creemos. Y es más, cuando incluso no entendemos o pensamos de otra manera, no sólo no creemos sino que nos separamos y tomamos un camino individual, porque incluso experimentamos que ya no podemos ir con nadie, salvo en el caso que piense como nosotros.

Es posible que cada cual tenga sus ideas y sus razones, pero eso es así porque tenemos que recorrer un camino de perfección. Si no fuera así, ¿qué íbamos a perfeccionar? El exigirnos perfeccionarnos descubre que somos imperfectos. Pues bien, esas imperfecciones están ahí, a la luz de todos. Hoy, Jesús, les dice a aquella gente, que le pedía mostrase una señal para creerle: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo. Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

¿Qué decimos nosotros? Ese es el paso que hay que dar, porque el pan de este mundo, la experiencia de cada uno, le descubre que no satisface plenamente, y no quita el hambre ni la sed. Es más, termina por quitarnos la vida y perderla para siempre.

Interesa buscar ese  Pan de Vida con el que se identifica Jesús. Claro, un Pan que viniendo de Él nos quita en hambre, y creyendo en su Palabra nunca tendremos sed. Signos y señales hay de sobra, pero también tentaciones que nos seducen y nos ciegan para rechazarle. 
Pidamos la Gracia de, como aquella gente, respondamos al Señor pidiéndole que nos de siempre de ese Pan. Pan Verdadero que nos sacia para la Vida Eterna.

lunes, 11 de abril de 2016

BUSCANDO SACIARNOS, PERO, ¿DE QUÉ?

(Jn 6,22-29)

Esa es la verdadera intención que, quizás esconde nuestro corazón. Buscamos saciarnos, pero muchos creen encontrarlo en las riquezas; otros la buscan en el poder, el prestigio o la fama, y cada cual busca donde cree encontrar el verdadero tesoro. ¿Y cuál es ese tesoro?

Equivocados o no en buscar, todos ansían encontrar la felicidad y la eternidad. Lo hacen procurando ser ricos y poderosos, pero experimentan que de esa manera les llega la muerte también. No terminan por saciarse plenamente y, al final, se hace el vacío y la tristeza invade su corazón. Quizás en esos momentos sea tarde para cambiar el rumbo de tu vida, pero sólo en ese cambio y orientado por el verdadero camino puedes encontrarte con el único y verdadero Salvador.

Que no está en el poder ni las riquezas, sino en creer en el que el Padre ha enviado, el Hijo del Hombre. Porque podemos quedar deslumbrado por las obras que Jesús, el Señor, ha hecho, y, sin palabras, ante la multiplicación de los panes y peces. Pensamos que junto a Él, por su poder, vamos a tener de todo y nunca escasez de hambre ni sed. Y seremos salvados de toda enfermedad y peligro. Y, por eso, le buscamos.

Y tampoco se encuentra ahí nuestro verdadero tesoro. El Señor hace estas obras con una finalidad, para que creamos que Él es el enviado del Padre, y tiene poder para hacer todo lo que promete. Pero lo que nos pide es que creamos en Él.

Las cosas del mundo son del mundo, y en el mundo se quedan hasta que regrese el Señor. Nunca nos podrán salvar ni dar vida eterna. Es, sólo, el Alimento Espiritual, que más tarde consagrará en el Pan y el Vino Eucarístico, el que nos dará Vida Eterna. Y eso sólo lo puede dar el Señor, porque ha sido enviado por el Padre a darnos Vida Eterna.

No perdamos el tiempo buscando al Señor en las cosas de este mundo, sino, a través de ellas, pongamosno en disponibilidad de utilizarlas como camino para alcanzar el Verdadero Alimento que nos lleva a la presencia del Padre para vivir eternamente junto a Él.

domingo, 10 de abril de 2016

NUESTRO DIOS ES UN DIOS VIVO

(Jn 21, 1-19)


No conozco ninguna religión o doctrina como la de Jesús. Porque no conozco tampoco a ningún otro ídolo o dios de otra religión que haya resucitado. Nuestro Dios es diferente. Se ha hecho Hombre como nosotros, y ha Resucitado para estar y acompañarnos hasta descansar en Él.

No hay otro dios igual, porque nuestro Dios no es un dios que nos da un mensaje, una doctrina y se queda quieto mirando que hacen los que creen en él y practican sus preceptos. Nuestro Dios es un Dios Resucitado, que se aparece a los suyos para animarles, para compartir con Él y darnos el testimonio de su Poder, de su triunfo sobre la muerte.

Nuestro Dios es un Dios que está presente en nuestras vidas, y en las dificultades se aparece para darnos paz y tranquilidad. Por eso, los creyentes, a pesar de ser perseguidos siguen en pie, porque creen en Jesús Resucitado. Y si Jesús, el Hijo de Dios Vivo, ha Resucitado, nosotros, los que creemos en Él, también resucitaremos. Porque es su Palabra, y Dios siempre cumple lo que dice.

Hoy, Jesús se les aparece a los apóstoles mientras están faenando. Llevan toda la noche bregando sin cobrar ninguna pieza, y, de repente, Jesús, desde la orilla, sin ser reconocidos, les invita a que echen las redes de nuevo. El asombre es que sacan las redes repletas y soportan el ingente peso de peces. Jesús se les aparece para que permanezcan unidos, serenos, confiados y esperanzados, y les da muestra de su Poder.

Ese es nuestro Dios, un Dios que camina con cada uno de nosotros, que nos conoce, que se nos aparece en nuestra vivencia interior y al que experimentamos en nuestras vidas. Un Dios que se nos da espiritualmente en cada Eucaristía y nos alimenta con su Cuerpo transmitiéndonos su propia Vida.

No dejemos nunca de experimentar y de caminar junto al Señor, porque Él es nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida. Quizás conviene preguntarnos, ¿he experimentado alguna vez en mi vida la presencia del Señor? Igual te sucede y no lo advierte.

sábado, 9 de abril de 2016

¿ME HE PREGUNTADO ALGUNA VEZ SOBRE EL RUMBO QUE LLEVA MI BARCA?



Nuestra vida y su camino puede equipararse con la de una barca que navega con rumbo fijo y espera tocar tierra al final de la travesía. Nuestra vida espera, no tanto vivir gozosamente muchos días hermosos, festivos y fines de semanas, sino fundamentalmente llegar a ese puerto donde la fiesta de la alegría, el gozo y la paz nunca se acaban. Porque de nada sirve pasarlo bien si al final se pasa mal.

Y para eso sólo hay un Patrón que la pueda pilotar, nuestro Señor Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y, dónde Él la lleve, ese será el mejor puerto donde desembarcar. Quizás nuestra propia vida sea una barca con destino a un Puerto concreto, que no hemos descubierto, y que no está exento de muchos peligros y obstáculos que la acechan y amenazan con hundirla o desviarla hacia otros puertos de aparentes espejismos de gozo y felicidad.

Embarcar nuestra pequeña y humilde barca en la gran Barca que dirige el Señor es el mejor destino que podamos elegir. Porque ese destino colmará todas nuestras ansías de felicidad y gozo eterno. Jesús, el buen Patrón, que dirige y pone el rumbo en la barca de nuestra vida, encontrará siempre la serenidad, la sabiduría, fortaleza y paz para llevarnos a la tierra prometida, que Él nos ofrece y regala en nombre del Padre por verdadero y único Amor.

Quizás convenga preguntarnos, ¿qué rumbo lleva mi vida? Y, más aún, reflexionar sobre el camino que ha emprendido y cual debe emprender. Para eso tenemos la asistencia del Espíritu, en el que debemos confiar y abrirnos a su acción. 

Será peligroso no hacerlo, porque mañana nuestra vida puede, desorientada por las malas brújulas del mundo, perderse en el mar del vacío y de la perdición. ¿Sería buena idea invitar a Jesús a subir a la barca de mi vida y orientarme en el rumbo a tomar? ¿Qué piensas al respecto?