domingo, 30 de septiembre de 2018

EN EL NOMBRE DE DIOS

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Mc 9,38-43.45.47-48
Muchas personas nos fanatizamos pensando que sólo por nuestro camino encontramos la recta senda que nos lleva al Padre. Quizás no sea esa la palabra exacta o sea excesiva. pero, posiblemente, forzamos mucho a los demás a caminar por nuestro mismo camino. Y los caminos del Señor son muchos, dispersos y diferentes, pero todos llevan al mismo lugar, es decir, a encontrarnos con Él.

No importa por donde vayas si lo haces alabando y glorificando al Señor y viviendo en su Palabra y según su Voluntad. Quienes actúan en su Nombre no están contra Él sino que reman en el mismo sentido. Por tanto, dejarlo actuar nos dice el Señor: En aquel tiempo, Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.

Todos estamos en la Iglesia aunque algunos vivamos fuera de la comunidad o aparentemente apartados. Eso no significa que cada cual haga lo que le venga en ganas. No se trata de eso, sino de advertir y comprender que hay diversidad de carismas, tal y como dice Pablo - 1ª Co 12 - y que es el Espíritu Santo quien nos dirige y nos sitúa. Por lo tanto, no entorpezcamos la labor de muchos que, con planes y actuaciones diferentes a la nuestra, actúan en nombre de Dios y proclaman la Buena Noticia de salvación.

Se trata, por tanto, de sumar y de no escandalizar. Es decir, de no entorpecer y alejar a los más débiles e inocentes - niños - de la presencia de Dios. La advertencia de Jesús sobre esos que escandalizan son muy duras hasta el punto que nos sugiere apartarnos de esas ocasiones de pecado que, a pesar de que nos apetezcan, ponen en peligro y riesgo nuestra presencia y amistad con el Señor.

sábado, 29 de septiembre de 2018

ÁNGELES QUE SUBEN Y BAJAN

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Jn 1,47-51
Cuatro angelitos tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan. Es una de esas oraciones que las mamás enseñan y rezan con sus hijos en su época infantil. De niños recordamos esos momentos cuando nos íbamos a la cama. No todos han tenido esa suerte, pero siempre de pequeños solemos oír hablar de los ángeles. Y, en estos momentos de gratos recuerdos, levantamos nuestra mirada para todos aquellos niños que no saben de sus ángeles ni han oído nunca hablar de ellos.

Pero, de alguna forma, los ángeles han estado siempre presentes y al derredor de Dios. Son sus mensajeros y servidores. Sin embargo, hay mucho de fetiche, de mágico y de ídolo en su entorno, sobre todo en culturas primitivas y de poco conocimiento religioso. Los ángeles no son nada de eso. Son servidores de Dios que cumplen sus ordenes y, en ese sentido, nos cuidan, nos defienden y protegen por mandato divino. 

Están en su presencia en constante alabanza y prestos a sus mandatos. Suben y bajan del cielo como mensajeros suyos y acompaña a las personas como guías en el camino. Pero, veremos cosas mayores, nos dice el Señor en el Evangelio de hoy, cuando se encuentra con Natanael, que queda sorprendido y asombrado al ver lo que Jesús le dice: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

No nos extrañe nada, a pesar de nuestra sorpresa y asombro, porque el Señor lo puede todo y lo que dice se cumple. ¡Claro, veremos cosas mayores! Y es que con los ojos de la fe quedaremos sorprendidos por el Poder de Dios. Vemos con meridiana claridad la pobreza de este mundo. Gente que corre y se afanan por ver y conocer lo que en él hay y no se percatan de la grandeza y poder de Dios.

Gente que no piensan y no viven en búsqueda de la Verdad permaneciendo en la oscuridad y la mentira de este mundo.. Gente que su máxima aspiración es vivir cuatro días cuando realmente están invitados al Banquete Eterno. La fe es un milagro y un regalo de Dios.

viernes, 28 de septiembre de 2018

¡QUÉ PIENSAS TÚ?

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Lc 9,18-22
A mí me gusta aclarar que seguir a Jesús no nos va a mejorar la vida en este mundo. Entre otras muchas cosas porque Jesús no es de este mundo y de lo que nos habla es de su Reino, que no está en este mundo. Por lo tanto, nuestra vida terrenal seguirá su camino, que tendrá mucho que ver con nuestra manera de hacer y obrar, pues para eso hemos recibido unos talentos, para ponerlo en prácticas y rendir cuenta.

Ahora, este mundo es la antesala del otro y nuestra actuación y camino en él tendrá mucho que ver con nuestro destino. En él tenemos la oportunidad de merecer, siempre por la Misericordia de Dios, su bendición y participación en su Gloria, pues Dios nos envía a su Hijo para pagar por nosotros. Un envío, aceptado voluntariamente y libremente por amor, que nos revela las intenciones del Padre y su Amor Infinito.

Pero, todo este camino tiene, primero, que pasar por la Pasión y Muerte de Jesús. Y eso le preocupa que no lo entendamos y que estemos pensando, con naturaleza humana, otras formas de reinar y de pasar por este mundo. Le preocupa ese olor a triunfo inmediato, a poder y bienestar. Le preocupa que no entendamos que el amor es la panacea que nos salva y que nos exige eso, darnos, entregarnos y hasta sufrir. 


De ahí que les pregunte:  «¿Quién dice la gente que soy yo?». Y que ellos respondan: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». ¿Y tú, qué piensas? Ya conocemos la respuesta que dio Pedro, pero también importa saber la tuya. Porque, quizás no la tengas muy clara o pienses que todo va a mejorar en tu vida. Y no es exactamente así. Ya lo dijo Jesús al responder:  «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

Y tal, como nuestro Maestro y Señor, nosotros debemos también enfrentarnos a esos sufrimientos que, a lo largo de la historia de la Iglesia, los que nos han precedido los han padecidos. Pero, siempre con la esperanza de encontrarnos un día con Él - Resurrección - y gozar de su Gloria para toda la eternidad.

jueves, 27 de septiembre de 2018

INQUIETUD POR SABER Y CONOCER NUESTRO DESTINO

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Lc 9,7-9
Hay momentos que me dan ganas de gritar o de hacer una gran explosión que llame la atención, para que el mundo se sacuda y se mire; para que el mundo zozobre y despierte; para que el mundo se intranquilice y pregunte por su destino, por su futuro. Y, cuando digo el mundo digo por todos sus habitantes, desde el más insignificante al más notable o destacado.

Nuestro mundo parece dormido, dormido en la comodidad, en el consumo, en la pasividad y en el sentirse instalado. Un mundo adormecido por una vida fácil y sometida a las pasiones sensuales, auditivas, sensoriales y de toda clase. Un mundo que sólo mira y piensa como divertirse, como enriquecerse, como encontrar ocio y satisfacciones y como...etc.

Es digno de destacar que el mundo judío esperaba con inquietud al Mesías y mantenían un cierto estado de alerta por todo lo que sucedía a su derredor. La presencia de Jesús en aquella sociedad y en aquel momento despertaba inquietud y movía a las personas a preguntarse y plantearse muchos interrogantes. Jesús no pasaba desapercibido y hasta el mismo rey Herodes estaba inquieto y quería conocerlo.

Sin embargo, hoy pasamos de largo y observamos todo lo que pasa a nuestro derredor como si no ocurriera nada. ¿Qué nos ocurre? ¿Quizás el diablo se ha apoderado de la mayor parte del mundo? La gente se muere y nadie se pregunta nada al respecto. ¿Qué ocurrirá después? ¿A dónde vamos? ¿Nos encontramos con Dios?  Permanecemos pasivos e inmóviles y no reaccionamos. Sería bueno emprender la búsqueda y el encuentro con Dios, porque, Él nos espera y quiere abrazarnos para compartir con cada uno de nosotros la eternidad.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

UN CAMINO ESTRESADO

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Lc 9,1-6
La vida actual ha dado un salto extraordinario. Recuerdo con nostalgia mi infancia, mi adolescencia y juventud. Eran tiempos tranquilos donde las circunstancias no cambiaban mucho. Todo sucedía más despacio y la vida era más sosegada y sin tantas complicaciones. Cada cosa correspondía a su tiempo y todas las etapas se sucedían sin más dilaciones.

Se esperaban los días con entusiasmo e ilusión tras los que venían las fiestas, y hasta se conocían los posibles ambientes y concurrentes a las mismas. Eran etapas bonitas donde tenías nuevas oportunidades para relacionarte y para empezar una relación apasionante y definitiva. La vida era hermosa y tranquila y estaba sometida a tu propio control. No había muchos sobresaltos ni nada extraño que la alterara. Sí, de vez en cuando sucedía algo que se hacía noticia o alteraba la vida del pueblo, pero era simplemente de vez en cuando.

Podemos imaginar una vida sin móvil, Internet, email y todo tipo de comunicaciones y medios que nos acercan y nos ponen en franca competencia. Ya estamos viendo como se mercantiliza el deporte y se exporta a otros lugares. Un mundo globalizado que incide en nuestra forma de vivir y llega a someternos a una carrera vertiginosa que nos estresa y nos enferma. Un mundo sin libertad, porque no hacemos lo que deseamos hacer sino lo que la misma carrera social nos impone. 

Queremos ser los primeros, tener más, mejores que los otros; queremos el coche más moderno, los últimos modelos, la última moda, se más guapos y bellos; queremos visitar y conocer todos los lugares, viajar, y... Indudablemente, eso necesita dinero y ganar y, se supone, que entramos también en una voraz espiral de trabajo, de ambiciones, de riquezas. Al final nos volvemos locos, enfermizos, neuróticos, depresivos, esquizofrénicos... Necesitamos paz, mucha paz.

Y en el mundo no la encontramos. Necesitamos al Señor, Él es el Camino, la Verdad y la Vida y en Él encontramos sosiego, tranquilidad, verdadera paz. Nos orienta y da verdadero sentido a nuestra vida y gran esperanza. Y en ese sentido, también nosotros estamos llamados a transmitir a este mundo alocado que Jesús es la verdadera meta y el verdadero sentido de este mundo que se precipita al abismo. Cada día es bueno hablar con Jesús y reflexionar sobre su Palabra y lo que nos indica y aconseja.

martes, 25 de septiembre de 2018

HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE

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Lc 8,19-21
Hay momentos que no tenemos ganas de hacer nada y que, de hacerlos, necesitamos mucha voluntad e ir contra corriente. Es decir, sobreponernos a nuestra pereza, desgana, caprichos, apetencias y egoísmos para hacer eso que nos cuesta y que es nuestro compromiso dentro de la familia, de la comunidad o del trabajo.

La Voluntad de Dios está siempre relacionada con el bien, porque Dios no puede hacer nada malo. Y el bien en relación con los demás, con los más próximos, sobre todo con los débiles y pobres que más lo necesitan. Así nos lo enseña Jesús y nos lo aclara cuando le anunciaron:  «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».

Nos incluye a todos los que nos esforzamos en cumplir la Voluntad de Dios. Una Voluntad que Jesús, con su vida y sus obras, nos la descubre y enseña. Y pareciendo que deja a su Madre y familiares algo desconcertados no es así. Todo lo contrario, su Madre es la primera, porque ella cumple la Voluntad de Dios. Ella es la sierva que se humilla y abre su corazón y su seno para que el Hijo de Dios more en él y tome la naturaleza humana.

Jesús nos enseña que por encima de los vínculos de sangre, que existen entre las familias, hay un vínculo más fuerte por encima de todos y que se extiende a todos, la Vida de la Gracia, donde también están incluidos sus familiares y de manera especial su Madre.

lunes, 24 de septiembre de 2018

EN LA LUZ TODO QUEDA DESCUBIERTO

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Cuando no tienes nada que esconder te manifiesta de forma espontánea en la luz. Es decir, buscar la luz y la cara de los demás. No hay nada que ocultar y, por tanto, todo está limpio, tanspartente y a la vista de los demás. Se nota en las personas que no hay nada que ocultar ni esconder.

Sin embargo, aquellos que viven en las apariencias y en las mentiras tratan de buscar la oscuridad, la confusión, el despiste, la revuelta para escabullirse y colar su apariencia o mentira. Son hijos de las tinieblas y está a merced del demonio y del mal. Caminan hacia el abismo y se pierden. Por el contrario, los creyentes y seguidores de Jesús viven en la Luz y buscan la Luz en Cristo Jesús. Pues, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Cuando tu vida y tu palabra están en sintonía con la de Jesús buscas la luz para que tus obras y el ejemplo de tu vida se vea y sirva de testimonio a los que se relacionan contigo. Es la luz el camino que te alumbra y te guía. La Luz que da en conocer a Jesús, el estar a su lado y permanecer en contacto directo con Él en cada instante de tu vida, sea en el descanso, en el trabajo, en la familia y en el ocio. 

Sólo la verdad nos mantiene gozoso y felices, porque siempre todo convergerá en la Verdad. Tarde o temprano la mentira será descubierta y vencerá la verdad. En esa esperanza vivimos y tratamos de avanzar siempre injertado en la Luz del Espíritu Santo que nos guía, nos fortalece, nos alumbra y nos señala el verdadero camino por donde andar.

domingo, 23 de septiembre de 2018

PERDER Y GANAR

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Mc 9,30-37
Esa es la disyuntiva de la vida, perder o ganar. Todo estriba en vencer o en ganar. Y para eso se prepara todo el mundo. Se enseña para luego tener éxito en la vida; se va a la escuela para aprender y saber en relación con, luego, ganar y vencer. Se hacen máster, cursos, diplomaturas y muchas cosas más para estar super preparado y triunfar en la vida.

Y te quedas con la boca abierta y sorprendido cuando oyes a Jesús decirte todo lo contrario: "quien pierde su vida, la ganará, pero, quien la gana, la perderá". Se trata de todo lo contrario a lo que tú piensas. Es realmente una paradoja que te deja anonadado y fuera de combate. Porque, tu naturaleza humana no entiende de perder, de dejar tu vida para que otros se sirvan de ella. Es algo contradictorio y contrario a tu propia naturaleza.

Debe ser muy complicado y hasta frustrante conocer que no te entenderán. No entra por la razón humana que entregues tu vida y renuncies al éxito y la ganancia. No entre dentro de nuestros esquemas, pero es lo que nos comunica Jesús a pesar de que nos conoces y sabe de nuestra limitación para entenderle. Realmente nos quiere e insiste para que le entendamos. También conoce nuestra buena disposición y entrega. Sabe de nuestros corazones compasivos.

Sin embargo, ellos, como también nosotros, estamos en y a lo nuestro. Queremos ser los primeros, ocupar los puestos relevantes y tener éxitos. Queremos ganar y ser importantes. Y, Jesús, vuelve a pararnos los pies y nos remite a un buen ejemplo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».

sábado, 22 de septiembre de 2018

TÚ TAMBIÉN ERES SEMBRADOR

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Aunque no lo percibas toda tu vida es una siembra. Una siembra que va dejando sus frutos. Frutos buenos y menos buenos, pero también malos. Y muchos que te han precedido y dependerá de ti que los que te sucedan en el tiempo recojan buenos frutos.

Muchos de tus esfuerzos han quedado a la orilla del camino y se lo ha llevado el viento. Otros han tenido cierta acogida, pero no han llegado a echar raíces. Las circunstancias, el ambiente y el estrés con que se vive terminan por ahogarlos. Otros han sido escuchados y bien recibidos, pero las seducciones del mundo y los afanes de la vida terminan por distraerlos y sofocarlos. Al final quedan sometidos al mundo, esclavizados e instalados en él.

Finalmente, hay otros esfuerzos que encuentran la tierra apropiada, bien abonada y fértil, donde escuchan la Palabra, la trata de reflexionar y, con humildad se esfuerzan en vivirla. Por la Gracia de Dios son los esfuerzos que dan buenos frutos, perseverando y soportando también las posibles inclemencias del camino.

No cabe duda que esa siembra de cada día necesita del riego de agua pura, del agua de la Gracia que se alimenta en la oración constante, de la frecuente penitencia y, sobre todo, de la Eucaristía, el alimento fundamental que nos vigoriza y fortalece para dar buenos frutos.

viernes, 21 de septiembre de 2018

UNA ACTITUD MISERICORDIOSA

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Jesús no viene a entristecernos ni a complicarnos la vida. Jesús no quiere llenarnos de sacrificios ni de sufrimientos, Jesús viene a salvarnos. Y para ello nos ofrece su Misericordia, porque sabe que la necesitamos. Somos pecadores y débiles y necesitamos ser perdonados una y varias veces. Nuestra debilidad así lo requiere. Y lo experimentamos en nuestra vida muchas veces. Aún sabiendo que podemos enfermar y poner en peligro nuestra vida, cometemos errores y tomamos lo que nos perjudica. Nuestros apetitos y apetencias nos pueden.

La elección de Mateo fue, aparentemente, una contradicción. ¿Cómo se le ocurre a Jesús elegir una persona de mala fama y cobrador de impuestos para los romanos. ¿No nos escandalizamos hoy con la cosas que hace la Iglesia? ¿Qué diríamos del Papa si lo viésemos comiendo con Trump, con Maduro, Sánchez o Iglesia? ¿Y qué opinión tenemos de las riquezas y poder que tiene la Iglesia? Seguramente nos escandalizaríamos y la criticaríamos.

Sin embargo, esas ocasiones y circunstancia que interpelan a otros les sirven a Jesús para dejar constancia y huella clara de su intenciones y de su mensaje: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores». 

Somos nosotros, los pecadores, los que necesitamos misericordia y también ser misericordiosos tal y como recibimos, gratuitamente, misericordia. Por lo tanto, la cosa no consiste en hacer sino en perdonar y aceptar a los que hacen mal para que, compadecidos, se den cuenta de su error y hagan bien. Ese es el triunfo de Jesús en la Cruz, transformar nuestros corazones y conrazones misericordiosos.

jueves, 20 de septiembre de 2018

SIEMPRE HAY ALGÚN PERO...

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Nunca quedamos satisfecho ni aceptamos la corrección. Nos duele quedar por debajo de quien nos ha corregido y buscamos alguna justificación que nos deje en nuestro lugar, aquel que nosotros creemos y nuestro orgullo y soberbia nos señala. Así ocurrió con aquel fariseo del que sólo sabemos su nombre - Simón - porque Jesús lo dice al referirse a él. 

Estaba deseoso de invitar a Jesús a comer y entrando en su casa y recostado a la mesa una mujer... La historia que sigue la sabemos y la podemos leer en el Evangelio - Lc 7, 36-50 -  para refrescar lo sucedido. Supongo que a nosotros nos ha sucedido algo parecido y, pensando mal de una persona nos damos cuenta que después no era lo que pensábamos. Cuántas veces nos equivocamos a suponer conductas y actuaciones de otros sin tener juicios suficientes o, teniéndolos, evadimos nuestras propias actuaciones que inciden en el error o pecado de otros.

Estamos inclinados al juicio sobre el otro, sobre todo a descubrir sus errores, sus faltas, sus pecados y a considerarnos nosotros mejores. Sin embargo, no revisamos nuestras actuaciones ni nuestras formas de proceder. Permanecemos instalados en nuestras comodidades y cumplimientos que alteramos según nos convenga y nos parezca. Creamos nuestra propia ley de conducta interna y el amor es algo que utilizamos para nuestros intereses y egoísmos.

Es meritorio destacar la respuesta de Jesús al hacernos caer en la cuenta que cuanto más es tu amor más es la misericordia que recibes para el perdón de tus pecados. Y me hace caer en la cuenta del Padrenuestro, porque, en la medida que perdone, es decir, que ame, también serán perdonados mis pecados. 

miércoles, 19 de septiembre de 2018

SIEMPRE BUSCAS EXCUSAS QUE TE JUSTIFIQUEN

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Cuando no quieres encuentras y buscas excusas, incluso dentro de la mentira, para justificar tu actitud o tu rechazo. Así sucedió con Juan el Bautista, alegaban que estaba endemoniado, pues su austeridad les molestaba y les interpelaba. Cuando viene Jesús le reprochan que es un comilón y un borracho y también en su tiempo les sucedió a los profetas enviados por Dios.

¿Y no sucede hoy también? ¿Pregunto? El mensaje de Jesús es rechazado y los que se confiesan seguidores son perseguidos y hasta amenazados de muerte. Muchos dan sus vidas por confesar su fe y su fidelidad al Evangelio. Por eso, el Evangelio de hoy nos compara con esos niños que jugaban en la plaza y ... «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y...

La pregunta es, ¿por qué rechazas a Jesús? ¿Hace daño su Palabra? ¿Molesta que te diga y descubra la verdad? ¿Duele que nos recuerde y remuerda nuestra conciencia revelándonos la verdad y haciéndonos ver que actuamos mal? ¿Se hace difícil y nos cuesta amar tal y como nos ama Jesús? ¿Es superior a tu fuerza el que desees para otro lo que deseas para ti? ¿No crees que en el Espíritu Santo, que has recibido en tu Bautismo puedes superar todas esas dificultades?

Será cuestión de que te lo pienses y por ti mismo, pues nadie podrá responder por ti, encuentres el camino, la verdad y el sentido de tu vida. A la hora final de tu vida no tendrás justificaciones ni tampoco nadie a quien puedas acusar. En tus manos está.

martes, 18 de septiembre de 2018

UNA ACTITUD COMPASIVA

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Lc 7,11-17
Se nota cuando una situación es extrema y la gente acude. Es decir, se despierta la compasión de la gente. Aquel entierro, que se encuentra Jesús en su camino, estaba marcado por la cantidad de gente que iban acompañando a la viuda, madre del joven fallecido. Una circunstancias extremas de aquella época, viuda e hijo único, que agravan mucha la situación.

El Evangelista destaca todos esos rasgos para detener la atención en la actuación de Jesús. La comitiva mueve la compasión de Jesús que decide actuar compadecido de la situación de aquella madre viuda ante la pérdida de su único hijo. Jesús actúa ahora por verdadera compasión. Se conmueve al ver los llantos y desconsuelos de aquella pobre viuda. 

Me pregunto que sucedió en aquel gentío cuando observaron como Jesús, compadecido actúa y le devuelve la vida a aquel joven. Me pregunto que pasaría hoy si fuésemos expectadores directos de un milagro como ese. Y supongo que quedaríamos impresionado, tal y como sucedió en aquel momento, pero luego la vida de cada uno seguiría su curso.  Realmente es un gran misterio nuestra respuesta de fe. Incluso, viendo nuestra reacción, puede quedar en nada o casi nada. Y lo digo, porque ya lo dijo Jesús en aquella parábola del rico epulón -Lc 16, 19-21- pues si no creen en Moisés y los profetas tampoco se convencerán aunque un muerto resucite.

Cada día hay multitud de señales y milagros que sólo ven aquellos que tienen los ojos bien abiertos por la fe. Muchos ven pero sus ojos están cerrados y ciegos por el mundo. Sí, experimentan emoción, compasión y se conmueven, pero no llegan a la profundidad de dar un giro total a sus vidas y, acomodados en ella, continúan su equivocado camino.

lunes, 17 de septiembre de 2018

FE Y HUMILDAD

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Lc 7,1-10

No es nada fácil ser humilde. Es un ejercicio de abajamiento y de igualdad, mejor, de considerarte igual o menos que otro. Es un ejercicio de no creerte más que otro ni más dotado, ni superior en conocimientos o virtudes. Es sencillamente considerarte criatura de Dios y agraciado con todo lo que Él te ha dado gratuitamente. Por eso, la primera condición de tu humildad es ponerlo de la misma forma, es decir, gratuitamente en beneficio y provecho de los demás.

Y ese ejercicio de abajamiento, de humildad descubre tu fe. Porque, nadie es humilde si no cree en el amor, en la verdad y en la justicia. Si yo tengo ciertos poderes y autoridad para que otros me hagan caso, cuanto Tú, Señor, que curas, que sanas y nos rescata de la muerte volviéndonos a la vida. 

De alguna manera esa fue la manifiestación del aquel centurión. Si él era capaz de tener siervos disponibles a sus ordenes, ¡cómo no Jesús, del que había oído realizar grandes prodigios y milagros, tendría poder para con simplemente mandarlo sanar a su siervo! Su súplica contiene una fe sorprendente y firme, hasta el punto que Jesús la pone como modelo para Israel: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande».

Este testimonio, aunque lejano en el tiempo, debe servirnos para acrecentar nuestra fe. Porque, para el Señor nada hay imposible y todo lo puede, pero, como veíamos ayer, no se trata de encontrar el paraíso aquí en este mundo, sino llegar a él a través de este mundo cargando con la cruz que nos toca vivir. Pensemos que este camino es la gran oportunidad, no hay otra, que tenemos para lograr la curación, la libertad y la salvación, no de este mundo, sino para toda la eternidad.

domingo, 16 de septiembre de 2018

JESÚS, EL QUE HABÍA DE VENIR, EL ENVIADO POR EL PADRE

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Mc 8,27-35
Jesús era diferente, sorprendente, distinto a todo lo conocido. Su Palabra desprendía seguridad, autoridad y conocimiento. Exponía todo como si lo hubiese conocido y vivido. Recogía lo mejor de todo lo acontecido en la historia del pueblo de Israel, desde Abraham, Moisés, Elías, Juan el Bautista y todos los grandes profetas, y todo lo exponía con gran autoridad y claridad. Todos estaban sorprendidos y no sabían ni quien era ni qué decir.

Lo confundían y relacionaban con todos los personajes que habían de venir y su identidad era un misterio. En este contexto, Jesús pregunta a sus más íntimos sobre su identidad y, Pedro, lanzado siempre a responder manifiesta que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios que había de venir al mundo. La asistencia del Espíritu Santo se ve claramente manifiesta. Asistencia que también tenemos nosotros recibida en nuestro Bautismo.

Pero, igual que sus discípulos, también muchos de nosotros estamos equivocados. Pensamos que encontrarnos con Jesús es solucionar nuestros problemas en este mundo y asegurarnos de que no nos pase nada malo. Muchos acudimos y le buscamos para remediar y solucionar los problemas de nuestra vida. Pedro no pensaba en un Jesús paciente y condenado a morir en la Cruz. Igual nos sucede a nosotros, pensamos que con Jesús desaparecerán nuestros padecimientos y dolores. Y nada de eso.

Jesús es nuestra salvación, claro está, pero eso no nos exime ni excluye de padecer por nuestros pecados hasta morir y compartir nuestra muerte con Él. Él, sin pecado, tuvo que cargar con los nuestros y padecer, entregando voluntatiamente su Vida, en una muerte de Cruz. Ahora nosotros confiados en su Palabra y su Promesa de Resurrección tendremos que asumir los padecimientos de nuestra propia vida y el esfuerzo por solidarizarnos con los que sufren.

sábado, 15 de septiembre de 2018

MARÍA, MADRE DE LOS DOLORES

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Jn 19, 25-27
En nuestro mundo se valora mucho el papel y la ternura de una madre. No hay nada como el amor de una madre entregada a su hijo desde la concepción hasta el punto de dar su vida por él. No se entiende en estos momentos que vivimos la opción por el aborto, porque en el corazón de una verdadera madre nunca se encuentra una renuncia a su hijo. Quizás, un mundo perdido, entregado al placer, a la lujuria, a la infidelidad, al egoísmo y en brazos de Satanás sometido a la esclavitud, a la perdición y a la muerte.

María, la Madre pura, obediente y fiel se humilla ante la Voluntad de Dios y acepta su papel, primero, de Madre del Redentor y salvador del mundo, y, segundo, el papel de Madre de todos los hombres. Ella al pie de la Cruz acompaña a su Hijo hasta los últimos momentos y, desde allí, acepta la misión que Dios le encomienda de acompañar también, en calidad de Madre, a todos los hombres.

Sería absurdo soportar tanto dolor sin verdadero amor y fidelidad a la Voluntad de Dios. Un verdadero amor que sale de un corazón encendido y entregado lleno de ternura, de compasión, de disponibilidad y de verdadero amor ágape. Un amor rebotado del mismo amor de Dios. Porque, habiendo sido creado el hombre para ser feliz no puede terminar su esperanza en contemplar a Jesús, el Hijo de Dios, en el mayor de los sufrimiento clavado en una Cruz. Es, precisamente, ahí donde empieza su Victoria y su Triunfo.

Desde ese momento, al pie de la Cruz, el dolor de María junto a su Hijo, se transforma en Gracia y da sentido a la vida de todos los hombres. María, Madre corredentora con su Hijo, por medio del que alcanzamos la Gracia y la Misericordia de Dios Padre. Es desde ese instante, Madre, cuando tu dolor traspasa también nuestros corazones y, bajo tu amparo y tu manto, nos unimos también con nuestro humilde dolor a la Cruz donde tu Hijo nos redime. Amén.

viernes, 14 de septiembre de 2018

TÚ, SEÑOR, DIGNIFICASTE LA CRUZ

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Jn 3,13-17)
Todos buscamos las comodidades. Es nuestra tendencia natural, pero también nuestra cruz, porque sentirse cómodo en la vida no es buena señal. Diría más que es un peligro que viene muy relacionado con los demás. ¡Claro!, es bueno y una digna aspiración sentirse cómodo, pero hay una condición, que todos estén cómodos. Mientras haya uno incómodo, tú y yo no podemos sentirnos bien.

Porque, sentirse cómodo es renunciar a seguir a Jesús, pues Él exige estar pendiente del que sufre, del que está hambriento, del pobre y carente de las necesidades más necesarias. Y mientras haya gente que sufre estas miserias, nosotros, los que queremos seguir a Jesús tendremos que sentirnos incómodos y molestos. Necesitamos tratar de aliviar esas carencias con nuestras oraciones y aportaciones y con nuestro trabajo. Con todo aquello que nos sea posible.

Y eso, amigos y hermanos en la fe, es una cruz, una gran cruz. Una Cruz que Jesús ya cargó sobre sus hombros y la llevó hasta el Gólgota donde fue en ella levantado y crucificado. Hoy nos lo dice en el Evangelio hablando con Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto...

Nuestra vida no es un camino de rosa. Hay etapas o trozos -me gusta más así- de ella que huelen a rosas y rezuman felicidad, pero no perdura, Y hay otros que levantan ampollas y hacen sudar sangre. Resumiendo, podemos decir que la vida es una cruz. Una cruz que tendremos que saber cargar y soportar. Y no es nada fácil vivirla, y menos solos. Necesitamos afirmarnos en Aquel, nuestro Señor, que muriendo en la Cruz la elevó a la categoría y dignidad más alta hasta el punto de significar nuestra salvación.

Jesús abraza la Cruz para que todos los que crean en Él tengan acceso a la Vida Eterna. Él se entrega a una muerte de Cruz voluntariamente para rescatarnos del pecado y merecer, por su Muerte, la Salvación Eterna.

jueves, 13 de septiembre de 2018

FRENTE A LOS ENEMIGOS Y PERVERSOS

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Lc 6,27-38
Estamos ante una encrucijada y la Palabra de Dios. ¿Qué camino tomar? La Palabra es clara y nos traza un camino inequívoco. Va contra nuestra razón y nuestra forma de pensar, pero, no hay otro camino. Si quieres seguir a Jesús ya sabes por donde tienes que entrar. Ahora, desde esta Palabra, comprenderás claramente lo de por qué le cuesta tanto entrar a un rico -Mt 19, 23- en el cielo. Sobran las palabras.

También queda claro que tú y yo, y todos los que puedan leer esta humilde reflexión, no tenemos fuerza de voluntad para cumplir esta Palabra. Nuestra naturaleza humana es limitada, egoísta, egocéntrica,  lógica y de sentido común, y todo eso no concuerda con el pensamiento de Dios. Nuestros planes no son sus planes y nuestra capacidad de amar no es la de Él. Estamos a infinita distancia de sus pensamientos. Y una cosa esta muy clara, si queremos seguirle tendremos que abrirnos a su Gracia y abandonarnos a su presencia e injertarnos en su Espíritu.

Ni se te ocurra emprender ese camino sólo. Satanás espera que lo hagas para tenderte trampas hasta que caigas en sus redes y quedes sometido a sus dominios mundanos. Sólo podemos amar a nuestros enemigos si vamos de la mano del Espíritu Santo. Así lo hizo Jesús y así también tenemos que hacerlo nosotros. Tomemos conciencia que todos somos hijos de Dios. También los enemigos y a todos, no a nosotros más, los quiere Dios salvar.

Por lo tanto, una cosa está muy clara, tendremos que amar como Dios nos ama, y eso implica y contiene que nuestro amor a los demás debe ser como el de Jesús, el que Él precisamente nos enseña cada día en su Palabra. Y hoy nos lo dice claro. Tendremos que leerla despacio y meditarla para, unidos al Señor, sacar todas las fuerzas para, por su Gracia y la asistencia del Espíritu Santo poder hacerla vida en nuestra vida.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

LUZ Y OSCURIDAD

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Lc 6,20-26
En la vida sólo hay dos caminos, o te diriges a la luz o te encaminas a la oscuridad. No hay otra salida ni nada en medio. Quien no camina hacia la luz se dirige a la oscuridad. Pero, también es verdad que necesitas advertirlo. Hay mucha gente que no sabe ni a dónde camina, y lo que es peor, ni tampoco se lo preguntan. Digamos que van sin rumbo aunque tenga muchos proyectos e ideales, pero desorientados, sin saber donde está en norte de su verdadera camino.

El Evangelio de hoy nos advierte y nos descubre cual debe ser la ruta de nuestro camino, la pobreza. Quien es pobre de espíritu busca necesariamente la luz que le guíe y le conduzca por caminos de verdad y de vida eterna. Quien se experimenta pobre descubre que la verdad y el gozo no está en las cosas que ofrece el mundo, ni tampoco en la fama, en el éxito o en los placeres de este mundo. Quien es pobre siente la necesidad de buscar la Palabra de Dios, esa Palabra que le habla de verdad, de camino y de vida. Esa Palabra que experimenta que le salva y le lleva hacia la única y verdadera Luz de la felicidad eterna.

Quien es pobre experimenta la necesidad de compartir, de llorar con aquellos que lloran y sufren y de darse cuenta que las carencias de los demás le importa. Quien es pobre se da cuenta del sufrimiento de otros, de las injusticia y de la necesidad de amar. Quien experimenta la pobreza entiende que toda su riqueza está puesta en Dios. En Él se abandona y todo le deja en sus Manos y sufre con los que sufren, y llora con los que llora.

Por el contrario, aquellos que se encierran en sí mismos guardando sus riquezas y sus éxitos para su provecho propio sin compartir ni ver el sufrimiento de otros, cavan su propia tumba y se introducen en las tinieblas de la muerte y perdición. Ellos ya han recibido su consuelo.

martes, 11 de septiembre de 2018

TIEMPO FUERTE DE ORACIÓN

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Lc 6,12-19
Hay momentos en la vida que se nos impone la necesidad de una intensa y fuerte oración. Son momentos en los que se necesita mucha luz y capacidad de discernimiento y de saber tomar decisiones difíciles y duras. Son momentos en los que tu decisión va a tener gran trascendencia e importancia en la vida futura. Y Jesús, encarnado en Naturaleza humana, se comporta como  un hombre necesitado y se retira en esos momentos cruciales de su misión a orar a su Padre.

Va a elegir al colegio apostólico que continuará su misión. Son los cimientos de la Iglesia que se perpetuará en los siglos para proclamar la buena Noticia de salvación. El elección es de vital importancia y necesita la aprobación del Padre. Por lo tanto, la oración es de vital importancia. Es esa Iglesia la destinataria de la misión de proclamar el Evangelio, a pesar de sus pecados, a pesar de sus debilidades, a pesar de sus errores y equivocaciones. Es esa Iglesia la que hoy sigue con la misma misión.

Y en eso estamos los que estamos. Todos los bautizados formamos la Iglesia. Tú y yo también hemos sido elegidos y en esa misma Iglesia estamos inmersos por nuestro bautismo. Somos sacerdotes, profetas y reyes y tenemos impreso en nuestro corazón esa llamada a la conversión y al compromiso de proclamar la buena Nueva. 

Por eso, necesitamos fortalecernos con la oración y la Eucaristía, para encontrar caminos, pautas, discernimientos y capacidades de decisiones que nos orienten y nos ayuden a proclamar con nuestra vida y palabra la buena Noticia de salvación.

lunes, 10 de septiembre de 2018

EL AMOR, MOTOR DE NUESTRA VIDA

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Sólo por amor actuamos, pero, puede ocurrir que ese amor sea humano y sujeto a errores. Un amor egoísta sometido a la ambición, a la envidia, al beneficio propio, a la satisfacción del puro placer, a la búsqueda de tu propia vanidad y a muchas cosas más. Un amor que se aleja de la verdad y vive en la apariencia y en la mentira. Ese motor no es bueno y nos empuja a al mal y a la destrucción.

Necesitamos un amor diferente, una amor ágape como el del Padre. Jesús se mueve por amor, pero un amor unido al Padre y que sólo hace lo que ve al Padre. El Padre que sólo ama en la Verdad y es bondadoso y misericordioso. El Padre es libre y actúa libremente por verdadero amor. Él no necesita nada y menos de nosotros. Somos sus criaturas y nos ama por Voluntad propia buscando siempre nuestro bien. Jesús, asociado al Padre, actúa según la Voluntad del Padre y lo hace desde la libertad.

El amor nace desde la libertad. No se impone sino se propone, pero contagia y mueve a hacer otro tanto lo mismo. Eso descubre que todos queremos ser buenos y vivir en la verdad, pero, sometidos por nuestra naturaleza humana al pecado, somos tentados al mal, es decir, la envidia, el egoísmo, la vanidad, la soberbia...etc.

Pero, ¿qué ocurre?, que nos aferramos a la ley, muchas veces por envidia, por deseos de ser mejores que otros y aprovechamos sus debilidades para marcar nuestro territorio y demostrar que somos nosotros los que cumplimos y los que estamos más arriba. ¿No es lo importante servir?, pues la ley debe estar al servicio del hombre y todo lo que no sea para su bien debe ser modificado en su beneficio. Esa es la propuesta de Jesús, amar por encima de la ley, porque de lo que se trata es de curar y sanar al hombre.

Y esa es la misión de Jesús. Ha venido a manifestar a los hombres que Dios los ama y los quiere salvar, y les propone un plan de salvación que pasa por hacer su Voluntad. Una Voluntad que se concreta en amar sirviendo al hombre. Jesús no sólo nos lo dijo, sino que lo ha hecho y vivido cada día de su permanencia en este mundo. Y lo sigue haciendo a través de todos los que en Él permanecen injertado y viviendo en su Voluntad.

domingo, 9 de septiembre de 2018

AISLARSE ES MORIR

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Mc 7,31-37
Pasa desapercibido, pero para aquellos que lo padecen es algo muy serio. La imposibilidad de oír y de comunicarse es fundamental para el hombre. Simplemente por la simple, valga la redundancia, razón de la necesidad que tiene de relacionarse. El hombre es un ser en relación y necesita al otro para entablar relación. De verse impedido para ello se le presenta un trauma en su vida difícil de superar.

Jesús, según se desprende en los Evangelios, es consciente de ello y, todo ternura y bondad, cura a esas personas sordas, mudas y ciegas que se ven relegadas de participar en la comunidad y de relacionarse con los otros. Es esa la característica más notable, más allá del poder del milagro que se observa en Jesús. Se compadece del limitado y carente de lo imprescindible para participar en la comunidad, en la vida social y mantenerse en relación con los otros.

Y su compasión van encaminada a despertar en nosotros la inquietud y la necesidad de confiar en Él. Nos cura para que sepamos que en Él está el Poder de darnos la vida, pero no la simple vida que ya nos ha dado al crearnos, sino la verdadera Vida Eterna que, escrita en nuestro corazón, buscamos desesperadamente con deseos y ansiedades. Y nuestra respuesta agradecida al ser curados se manifiesta en proclamarlo y en descubrirlo. Por mucho que nos mande a que no digamos nada, no podemos callarnos. Proclamamos su Infinita Bondad y su Poder de sanación.

Pero, lo más importante es descubrir que Dios nos ama, que, encarnado de naturaleza humana entre nosotros, nos cura, nos manifiesta su Amor y nos abre nuestros ojos y oídos para que le escuchemos y le sigamos en su Palabra y en sus Obras. Y, sobre todo, su Infinita Misericordia,  por la que somos salvados y rescatados del pecado, que nos lleva a la muerte, para, por su Amor ser devueltos a la Vida Eterna junto a Él.

sábado, 8 de septiembre de 2018

PLAN DE SALVACIÓN

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Mt 1,1-16.18-23
La genealogía de Jesús está vinculada a la vida humana y entretejida por Dios en la historia de la humanidad. Dios así lo ha querido y en la ascendencia de Jesús se manifiesta la naturalidad y humanidad como la de cualquier genealogía humana. Todo se va cumpliendo según está profetizado y entre sus antepasados se encuentra Rut y Rahab -Mt 1, 5- extranjeras convertidas a la fe en el único Dios. Rahab era una prostituta.

El Espíritu Santo va dirigiendo ese hermoso plan y trazando caminos hasta llegar a María, la elegida, la sencilla y humilde, la misteriosa María que llamó la atención de Dios y, más hermoso todavía, aceptó ser la Madre de su Hijo Jesús. Se cumple lo profetizado:  «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido significa: "Dios con nosotros".

No es nada fácil entender, para nosotros, lo especial de María, hasta el punto de ser elegida para ser la Madre del Dios hecho hombre. El Dios encarnado y nacido de mujer para vivir entre los hombres. Aquel que entrega su Vida rescatando la nuestra del pecado y regalándonos el mérito salvífico de salvación para toda la Eternidad. Aquel por el que hemos recibido gratuitamente la Misericordia de Dios.

Es admirable y hasta milagroso observar como Dios en el Espíritu Santo traza un plan de salvación y como lo hace vinculándose a la misma extirpe humana y en plena relación con el hombre. Nos nos salva desde afuera ni desde lo alto, sino que desde dentro de nosotros mismos y entre nosotros y con nosotros - Emmanuel - nacido de mujer - María -elabora su plan de salvación para toda la humanidad. Es un Dios hecho hombre que camina junto a nosotros y nos propone su Camino, su Verdad y su Vida.

viernes, 7 de septiembre de 2018

CON JESÚS LA VIDA SE HACE FIESTA

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Lc 5,33-39
Sabemos, por propia experiencia, que vivimos con el dolor. Cuando menos lo esperamos se hace presente y nos entristece y nos hace sufrir. Decimos que es ley de vida, y así es. Son esos días de ayuno de de sufrimiento. Pero, eso no debe privarnos de pasarlo bien cuando las circunstancias son de alegría y de gozo. Y así debe ser.

Sin embargo, por la fe sabemos que Jesús, el Señor, ha Resucitado, y después de sufrir y padecer su Pasión, Muerte y Resurrección, vive entre nosotros y con nosotros. Y Él es el Vino nuevo que nos sella la Nueva Alianza y nos salva. Por eso, en su presencia todo resplandece, se vuelve paz y esperanza y, hasta el dolor, mengua y se soporta en paz y esperanza.

Conviene dejar lo viejo, lo antiguo y tomar lo nuevo para vivir en la Nueva Alianza que trae Jesús. Él es la alegría, la esperanza y la salvación. No podemos mirar atrás y desenterrar lo antiguo, lo establecido, las costumbres y tradiciones, porque Jesús es ahora lo Nuevo, la Nueva Alianza, el Vino Nuevo, el tiempo de Gracia y de salvación.

jueves, 6 de septiembre de 2018

¿Y TÚ QUE DICES?

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Lc 5,1-11
Jesús vive, así que esa pregunta que hizo a Simón también te la hace a ti y a mí hoy y en este momentos, y a cada momento de nuestra vida. Porque, cada día necesitamos responderla; porque cada día es una lucha en la que tenemos que responderle al Señor; porque cada día empieza una nueva batalla y se necesita una renovada y nueva respuesta.

¿Está tu barca abierta para recibir al Señor? ¿Estás dispuesto a entregar tu tiempo y lo más importante de tu vida para, abandonado en las Manos del Señor, dejar que su Espíritu te vaya transformando para ponerte al servicio de los más necesitados? ¿Es esa tu intención, a pesar de que tu barca se llene de peces? ¿A pesar de que tu vida esté acompañada por el éxito, la fama, el poder y la riqueza?

Tendrás que responderle, porque te está preguntando cada día y cada momento de tu vida. No es cuestión de alargar más la reflexión, sino de empezar la tuya, la mía y la de cada uno. La respuesta está dentro de cada uno. Mejor reflexionar y buscar con la asistencia del Espíritu Santo una respuesta. En sus manos lo dejo. Hasta luego.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

NINGUNA ESTRATEGIA

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Lc 4,38-44
Hoy podemos observar en el Evangelio una día normal en la vida de Jesús. No hay nada previsto ni tampoco predeterminado, todo sucede según se va presentando. Así, después de estar un tiempo en la sinagoga va a casa de Simón - Pedro - y allí sana a la suegra de Simón que ardía en fiebre. Más tarde, al ponerse el sol muchos acuden a Él con la intención de que sane a sus enfermos.

Todo se sucede de forma natural, no hay ninguna estrategia señalada. Jesús dedica esa tarde a sanar a todos los que le llevan enfermos e incluso expulsa demonios que gritaban y decían: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Al amanecer Jesús busca silencio y se va a un lugar desierto. Se supone que se retira a orar, a estar a sola con su Padre. Es necesario la oración y Jesús nos enseña que es fundamental en su vida, como lo debe ser también para todos nosotros. Si nos fijamos, primero ha estado enseñando, proclamando la Palabra de Dios, y ahora, después de sanar a todos los que le traían, busca ese espacio vital para entablar un diálogo con su Padre. Enseñanza, oración y servicio o atención a todos los que le necesitan-

Pero, la gente, quizás más por los beneficios de las curaciones y liberaciones, le buscan y le asedian hasta el punto que les dice: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

martes, 4 de septiembre de 2018

LO ADMIRABLE DE LA PALABRA DE JESÚS

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Lc 4,31-37
No es una simple palabra ni una palabra vacía, la Palabra de Jesús asombra y es diferente a todas las palabras de este mundo. Jesús produce admiración y lo que dice se cumple. Es una Palabra viva que surte efecto y llena de gozo. Por eso habla con autoridad y también confunde y molesta a las mal llamadas autoridades. Y no sólo de su tiempo, sino también de todos los tiempos, también del nuestro.

Jesús habla y actúa. Su predicación es sencilla y clara, apoyada en las cosas de la vida de cada día que todos experimentan, viven y comprenden. Habla de lo que la gente vive a cada instante, de lo que les preocupa y de sus necesidades. Y les cura y sana expulsando incluso los espíritu inmundos que le obedecen a su Palabra. Sin lugar a duda Jesús es diferente y la gente queda admirada de como enseña y predica.

Pero, no ocurre lo mismo en aquellos que ostenta el poder. Les confunde y les molesta. Por eso, le interpelan preguntándole, ¿con qué autoridad haces eso? Pero, Jesús es diferente, su sabiduría humana y divina hacen de Él algo diferente y nunca visto. Su dominio de la situación, su naturalidad, su sencillez y su conocimiento de los problemas humanos lo configuran como algo excepcional, algo nunca visto. 

Indudablemente, es el Hijo de Dios y está unido al Padre. De esa unión se desprende todo lo que en Él es admirable, natural, sencillo y humilde. No busca su lucimiento ni su coronación, sólo salvar al hombre de su esclavitud y de sus pecados.

lunes, 3 de septiembre de 2018

REALMENTE, ¿ESCUCHAMOS A DIOS?

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Lc 4,16-30
Bebemos agua de la fuente, pero la que entra dentro de nosotros es muy poca con respecto a la que queda fuera. Queda mucha agua afuera y no la podemos beber. Quizás nos ocurra algo parecido con la Palabra de Dios, preocupados y distraídos por las cosas del mundo, perdemos muchas cosas que nos dice el Señor a través de su Palabra. Nos fijamos en las apariencias, en los orígenes y en el perfil, pero no vemos más allá de lo meramente humano. Se nos escapa lo divino.

¿Acaso no es el mismo Dios quien nos habla a través de su Hijo? «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».

Está claro, anuncia a los pobres la Buena Nueva, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos. ¿Te encuentras tú y yo entre esos? Es decir, ¿somos pobres, estamos cautivos o ciegos?, porque de no ser así difícilmente podremos entender ese anuncio de Jesús, el Hijo de Dios. Necesitamos abajarnos, tener hambre, experimentarnos pobres, cautivos y ansiosos por liberarnos y llenarnos de humildad para, primero creer y confiar y luego, en la medida que nos abramos al Espíritu Santo, por su acción, vayamos entendiendo la Palabra de Dios.

Posiblemente, la viuda de Sarepta y Naamán el sirio tenían esa buena intención y unos corazones abiertos a escuchar y, a pesar de no entender nada de lo que les estaba sucediendo, accedieron a hacer lo que se les mandó, y la Gracia del Señor actuó sobre ellos. Entendieron por medio de esos signos que experimentaron. Quizás tú también los tengas, pero no los advierte ni los ves. Quizás tenga que abajarte y ser más humilde y confiar plenamente en el Señor. Él es el enviado, el Mesías y el Camino, la Verdad y la Vida.

domingo, 2 de septiembre de 2018

PUREZAS O IMPUREZAS

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Mc 7,1-8.14-15.21-23
Todo discurre a lo que es puro o impuro. La sociedad judía de aquella época estaba sometida a la pureza o impureza de las cosas, de los gestos, de los alimentos, de las conductas y formas de comportarse...etc. Todo giraba entre la pureza o impureza. Y hoy de alguna forma ocurre lo mismo. Mandan las apariencias y los gestos externos, aquello que no puede manchar al hombre, porque sólo lo que vive dentro de su corazón es lo que lo hace puro o impuro.

La intencionalidad y la conciencia es lo que determina la validez de un acto y lo determina como válido o no. Es decir, eres responsable de lo que haces cuando realmente se ha fraguado dentro de ti esa intención consciente. Todo lo exterior no es del hombre ni puede contaminarle porque está fuera de él. Son actos superficiales que no salen del corazón sino que se materializan en gestos y costumbres sin profundidad ni conciencia.

Muchas cosas tradicionales son eso, meramente tradiciones que no tienen mucho sentido sino simples costumbres y nada más. Al volver de la plaza no comen si no se bañan; purificar vasos, copas, jarros y bandejas y muchas cosas más. Fariseos y doctores de la ley carguen a la gente de costumbres y normas humanas que incluso sobreponían a la Ley de Dios. El sentido común se va imponiendo y la gente actúa pensando más con el corazón que con las costumbres.

¿No ocurre algo parecido hoy con la comunión? Muchos sacerdotes llaman a comulgar con la boca y no con la mano. La Iglesia lo ha dejado claro, se puede comulgar de ambas formas. Otros también llaman a comulgar y arrodillarse. Sin descartar que cada cual lo haga, dentro de la forma establecida por la Iglesia, lo importante es tomar conciencia que recibo al Señor bajo las especies de pan y vino y me alimento espiritualmente de su Gracia y de su Palabra.

¿No compartió Jesús el pan y el vino en la mesa junto a sus apóstoles? ¿Y no los consagró  ofreciéndoselos en la mano y estando ellos sentados? ¿Y no lo hacían en las primeras comunidades de la misma forma? ¿A qué viene ahora tanta polémica dentro de la misma Iglesia? Posiblemente, todavía hay mucho de purezas e impurezas dentro de nosotros.

sábado, 1 de septiembre de 2018

CAPACIDADES

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Mt 25,14-30
No podrás esconde que tienes unas capacidades o talentos. Si puedes esconderlas y utilizarlas solo para tu provecho personal y satisfacer tu propio egoísmo. ¡Claro, lo puedes hacer! Pero, eso se llama negociar tus talentos egoístamente. También, puedes hacerte el loco y llevado por tu pereza, miedo o comodidad enterrarlos bajo tierra para no mover un dedo ni perder nada. Son aquellos que quizás tenga fortunas, tanto en dinero o grandes talentos, y no las utilicen por no molestarse.

Estamos llamados a la solidaridad y a la fraternidad. Nos lo dice una luz dentro de nosotros mismos. Todos entendemos que debemos aportar nuestro granito de arena en el bien común, y de hecho lo hacemos en muchas circunstancias de nuestra vida, pero, ¿son los talentos que tú y yo hemos recibido para guardarlos? Esa es la pregunta a la que debemos dar respuesta en este día. Hay, pues tela para reflexionar, pero, ¡nunca solos!, sino acompañados del Espíritu Santo.

La vida, tu vida, te da la oportunidad de descubrir tus talentos, pero no lo hace quedándose quieta sin poniéndose en marcha de forma activa y vigilante. Ayer se nos advertía en la parábola de las diez vírgenes y hoy se nos recuerda hablándonos de los talentos recibidos. Es evidente que tenemos que estar activos, vigilantes, comprometidos y dispuestos a la acción y el compromiso. ¿Cómo, si no, vas a descubrir los talentos que Dios te ha dado?

Porque, evidentemente, estamos dotados de talentos que debemos descubrir y poner en función de quienes lo necesiten. Posiblemente, los más pobres, marginados e indefensos. Observamos que todos no recibimos lo mismo y eso nos descubre que unos hemos recibido más que otros, pero también que unos debemos trabajar más que otros. O dicho de otra forma, dar más que otros.  No se trata de dar un poco, una medida o lo que nos parezca sufienciente. Se trata de dar lo máximo que hayas recibido, es decir, todo, el cien por cien, porque eso también recibirás. Y lo haces en la medida que, sin miedo y lleno de confianza, te pones en las Manos del Espíritu Santo.