lunes, 31 de diciembre de 2018

TERMINA UN AÑO PARA EMPEZAR OTRO

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Jn 1,1-18
Hoy es el último día del año, y son momentos de recuerdo, de recuentos y de resultados. Muchas empresas se felicitan por el balance económico y se prometen mejorarlo el próximo año. Otros traen al primer plano los errores, los fracasos y los malos resultados con el propósito de mejorarlos este nuevo años que empieza. Todos hacemos reflexión de lo que acaba y promesas para lo que empieza. Pero, ¿es eso realmente lo que hacemos?

Posiblemente, todo eso quede en simple anécdota, costumbre y tradición. Al final lo que sucede es que la mayoría termina algo indispuesto, algo tomado y cansados o con dolor de cabeza. Mañana es un día igual a otros muchos. Sí, primero de año, pero nada más. Un día donde continua la rutina y los mismos errores o fracasos. Pero, lo peor no es eso, sino que termina un año y empieza otro sin verdaderas esperanzas, porque, en este mundo las esperanzas son limitadas y caducas.

La vida es tiempo, y el tiempo se acaba. Hoy consumimos un año más de nuestra vida y, por lo tanto, nos quedará un año menos del tiempo de nuestra vida. Por lo tanto, el tiempo hay que aprovecharlo para discernir y rentabilizar los frutos de nuestra vida. Pero, ¿qué frutos? Indudablemente, no los frutos de este mundo de índole económicos, de poder, de bienes terrenales ...etc, porque, todo eso termina, es caduco. Interesan frutos del cultivo del amor. Frutos de servicio y de buenas obras que hagan más justa la vida de los demás, sobre todo de los que sufren y carecen de casi todo.

Frutos que den vida por amor. Frutos que sintonicen con la Palabra, por la que todo y para la que todo fue hecho. Frutos que manifiesten gratitud por el don de la vida y por vivirla un año más; frutos por caer en la cuenta que la vida necesita de algo más que le dé sentido y le dé lo que realmente busca, la Vida Eterna en plenitud. Frutos para saber acoger esa Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros para transmitirnos la Buena Nueva y descubrirnos que Dios se hizo Hombre para, estando entre nosotros, demostrarnos su Amor entregando a su Hijo a una muerte de Cruz. 

Sería muy provechoso terminar el año con esa reflexión y empezar el nuevo de la misma forma, porque la mejor manera de recorrer los próximos trescientos sesenta y cinco días será teniendo presente en nuestras vidas a la Palabra, que se hizo carne y habitó entre nosotros. Porque, Dios, sigue presente en nosotros.

FELIZ AÑO NUEVO

domingo, 30 de diciembre de 2018

LA FAMILIA, CUNA DE LA EDUCACIÓN

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Lc 2,41-52
Todo lo que se aprende en familia emerge a lo largo de la vida de sus miembros. Es posible que también la sociedad, desde la cultura de su propio entorno y ambiente tenga también parte de influencia, pero es en la familia donde realmente se afirma la personalidad, las virtudes y los criterios que regirán tu vida a lo largo de todo el camino.

Jesús tuvo unos buenos referentes en sus padres. No obstante, ambos habían sido elegidos por Dios para que acompañaran a Jesús hasta el momento de su vida pública. Y José y María tuvieron su importante papel en la formación religiosa de Jesús. El Evangelio de hoy nos habla de la fiesta de la Pascua, donde solían ir cada año los padres de Jesús. Y allí sucede que: al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Esta actitud de los padres que acuden en busca de Jesús nos puede servir de luz y guía para preguntarnos también nosotros si realmente buscamos a Jesús con ese afán e inquietud por encontrarlo. Es verdad que son sus padres, pero, para nosotros es nuestra salvación y dependerá de que lo encontremos para conseguirla. En Él están todas nuestras esperanzas y, desde esa perspectiva, nuestra búsqueda debe ser constante y perseverante.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.

Quizás a nosotros nos cueste más de tres días encontrarle, y también, posiblemente, no le entendamos muchas cosas de las que nos dice, pero, a pesar de ello, igual que María y José, debemos ser perseverantes, confiar y seguirle. Él no nos engaña ni nos defrauda. Es el Señor y nos lo ha demostrado, en eso llevamos ventaja, entregando su Vida y muriendo por amor a todos nosotros.

sábado, 29 de diciembre de 2018

EN JESÚS SE CUMPLE TODA PROFESÍA

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Lc 2,22-35
Todo sucede tal y como se va profetizando y la profecía de Simeón no iba a ser una excepción. María y José acuden al templo para cumplir con la Ley de Moisés y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

También nosotros esperamos ver al Señor, pero, además, partimos con ventaja, pues por la Iglesia y la Tradición le conocemos en las Sagradas Escrituras y en las comunidades parroquiales escuchamos su Palabra. Posiblemente, tenemos más ventaja que Simeón, pero, ¿le buscamos y esperamos como él? Esa es la pregunta del millón, ¿ponemos todo de nuestra parte, aunque nos suponga sacrificios y dolor, para acercarnos al Señor y conocerle? ¿Luchamos y nos enfrentamos a todas las dificultades que la vida nos va poniendo con la esperanza de encontrarnos con Él?

Al parecer, Simeón creyó y tuvo la perseverancia y esperanza hasta el momento del encuentro. Su profecía señala el camino que va a recorrer Jesús y todo se va cumpliendo tal y como se profetiza. Ahora, ¿creemos nosotros también que el Señor, encarnado en Naturaleza humana, ha venido a este mundo para librarnos de la esclavitud del pecado y darnos la Vida Eterna en plenitud?

viernes, 28 de diciembre de 2018

HOY TAMBIÉN SE ACTUALIZA EL MARTIRIO

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Sabemos que levantar la casa y ponerse en camino cuesta. Imagino que a José le costó mucho prepararse para irse a Egipto. Trasladándonos a aquella época podemos imaginarnos lo lento y dificultoso que supone hacer un viaje, y lo incómodo y duro. A pie y encima de un asno. A la intemperie y en momentos de oscuridad y sin un destino concreto. A merced de bandoleros e inclemencias del tiempo. ¿Qué más riesgos podemos imaginar?

Lo importante es estar disponible y dispuesto a escuchar la llamada y a ponerse en camino. Lo demás será difícil imaginarlo, pero desde la fe confiemos siempre en la acción del Espíritu Santo. Quedémonos con dos imagenes que nos pueden ayudar. Por un lado la respuesta de José a la advertencia y llamada del ángel que le pone en aviso, y la segunda, la tragedia que se desencadena el nacimiento del Señor. Desde su nacimiento, más temprano imposible, se persigue a Jesús y por su causa mueren decenas de niños inocentes.

Hoy celebramos ese hecho, los santos inocentes, pero, también hoy, se siguen matando a muchos inocentes. Inocentes que no se les deja ni salir al mundo de la luz y que en el mismo vientre de sus madres son asesinados sin más. Inocentes que no tienen voz y que, a pesar del grito de muchas personas que hablan y gritan por ellos y por el derecho de sus vidas, los reyes de este mundo, tal como hizo Herodes, siguen asesinándolos sin escuchar la voz de sus derechos a la vida.

Y todo lo profetizado tiene su cumplimiento, para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». Y también el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».

jueves, 27 de diciembre de 2018

TAMBIÉN YO CREO

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Jn 20,2-8
Muchos nos preguntamos, ¿por qué creer? ¿Acaso hay alguna prueba científica o tan convincente para hacerlo? Esas y otras parecidas son las respuestas a la propuesta de la fe. Sin embargo, detrás de esas respuestas se esconde nuestra naturaleza humana, que es pobre, imperfecta, apegada a vicios y apetencias y profundamente egoísta. Tentada y vencida por la ambición, el poder y la vanidad, y bañada de mucha soberbia, orgullo y suficiencia. Con estas características lo más fácil es auto engañarnos y distorsionar nuestra propia realidad.

Porque, a pesar de todo, nuestra naturaleza experimenta esperanza y quiere liberarse de esas ataduras que la esclavizan y las someten. Una esperanza de alcanzar el gozo y la plenitud eterna; una esperanza de vida eterna. Y si eso convive también con los otros deseos, es bien manifiesto que nuestra vida responde a lo que realmente conocemos y hacemos cada instante de ella, luchar contra el mal. Por consiguiente, nuestra vida es la lucha del bien contra el mal. Pablo ya lo expresó claramente - Rm 7, 19-20 - y cada uno lo experimenta en su propia vida.

Es una experiencia y una verdad que derrumba esos primeros argumentos que citábamos al principio. Vencidos por nuestras apetencias y egoísmos buscamos justificarnos y cambiamos la realidad, es decir, nos auto engañamos. Del auto engaño hemos hablado mucho. Juan, uno de los testigos oculares y presenciales, que conoció a Jesús, nos da testimonio de la verdad y nos la transmite hasta el extremo, como el Maestro, de entregar su vida. Y como Juan muchos otros.

El fundamento de nuestra fe es la Resurrección de Jesús, el Señor. De no haberse realizado hoy Jesús sería un personaje más de la historia sin más importancia. Un gran hombre, como muchos otros, pero nada más. Pero, para gracia, fortuna y bien de todos los hombres, no ha sido así. Jesús, el Señor ha Resucitado y mantiene viva esa llama de esperanza dentro de nuestros corazones. 

Nadie puede decir lo contrario, si bien, nosotros no podemos tampoco demostrarlo, pero si creer en aquellos discípulos que lo vieron y nos lo han transmitido. Hay muchas razones para creer y ninguna para no creer, salvo el egoísmo de los que quieren vivir según sus intereses, egoísmos y placeres.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

TESTIGOS

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Mt 10,17-22
Jesús es el Mesías enviado por el Padre para dar testimonio de su Palabra y para anunciarnos, con su Vida y sus Obras, el Amor del Padre. En un momento determinado llega a decir que si no le creemos por su Palabra - Jn 10, 31-42 - creámosle por sus Obras. Sin embargo, el pueblo no le ha creído y le ha rechazado hasta el punto de condenarle a muerte.

Pero, antes de llegar a la Cruz, Jesús tuvo que sufrir afrentas, bofetadas, rechazos e indiferencias. Incluso, hasta de sus propios discípulos. Su vida ha sido marcada para el servicio. Él mismo lo ha dejado muy claro al decir - Mt 20, 17-28 - "no he venido a ser servido sino a servir". Y su Vida lo ha reflejado de forma muy clara y refrendada por las obras.

Por lo tanto, ¿qué esperas tú a la hora de decirte seguir a Jesús? No pretendas ni entiendas que seguir y creer a Jesús significa que tu vida va a cambiar para bien, sino todo lo contrario. Será como tú te esfuerces que seas, pero el sacrificio de servir te hará sufrir en muchos momentos. Porque, te exigirá comprensión, entrega, disponibilidad, generosidad, escucha, paciencia y sobre todo, amor. Porque, amar es todo eso hasta dar tu propia vida. Y eso duele, escuece, es duro y produce dolor. Sólo la fe en el Señor te dará fuerzas, ese es el cambio y el milagro, para poder resistir ese camino. Tal y como lo hizo Jesús, el Señor.

Por eso, la Iglesia celebra hoy, y nos lo recuerda, el martirio de San Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo. Es un testimonio que nos viene ver para recordar el camino a seguir. Pero, sin miedos ni temores. Ya nos lo recordó San Juan Pablo II: "No tengan miedo".  Es verdad que nuestra naturaleza humana es débil y siente temor y horror al sufrimiento, pero el Espíritu Santo nos fortalecerá y nos dará el valor necesario para superar con paciencia estos momentos de martirio y sostenernos firmes en la fe.

martes, 25 de diciembre de 2018

LA PALABRA SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS

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Jn 1,1-18
Dios existe y siempre ha existido. Es Eterno y Todopoderoso. Ha creado el mundo y Él es la Palabra que se ha hecho carne. Es decir, hombre como nosotros. Ella, la Palabra, estaba con Dios y todo se ha hecho por Ella y sin Ella nada es posible. Ella es la Vida y la Vida es la luz de los hombres que brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron.

Y esa Palabra y esa Luz nos viene al mundo a través de un Niño, el Hijo de Dios encarnado de María Virgen. Y viene envuelto de paz y amor. Una paz que el mundo todavía no ha querido tomar ni recibir. Una paz que pasa por la humildad, por el servicio y por la verdad y justicia. Una paz que los poderosos que gobiernan rechazan e incendian el mundo desde sus soberbias, egoísmos, suficiencias y poder.

Esa venida de la Palabra hecha carne, encarnada en el Hijo de María, es anunciada por Juan. Lo hemos leído y reflexionado todos estos días atrás. Juan nos ha ido preparando y el canto de su padre Zacarías nos descubre la acción y la promesa del Todopoderoso para que la Palabra habitará entre nosotros. Todo ha sido pensado y hecho por y para Ella. Ella es la Luz que alumbra al mundo y que hoy celebramos para regocijo y alegría de todos los hombres.

Este es el motivo, la esperanza de dejarnos llenar de su Luz y de su Paz que nos da la verdadera felicidad y vida eterna. Pidamos no dejarnos confundir por el mundo que nos ofrece espejismos de felicidad falsa y caduca y que nos arrastra por el pecado a la muerte. Pidamos la sabiduría de darnos cuenta de nuestras debilidades y nuestra naturaleza herida y caída. Pidamos descubrir la necesidad de encontrar, como los pastores, al Niño Dios nacido en el pesebre.

Y pidamos ser humildes como los pastores y dejarnos empapar por el anuncio del nacimiento del Mesías prometido y vivirlo con la esperanza de sabernos hijos de Dios y salvados para la Vida Eterna. Entonces podemos proclamar con verdadera alegría y esperanza:

                                                                    FELIZ NAVIDAD

lunes, 24 de diciembre de 2018

ZACARÍAS

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Lc 1,67-79
Había dudado y pedido signos que le confirmaran el anuncio del Ángel Gabriel. Y, por eso, quedó mudo hasta el nacimiento del hijo prometido, Juan el Bautista. Pero, llegado el momento y madurando en silencio sus dudas, Zacarías dejó su corazón en Manos de Dios y, nacido el hijo y recuperado el habla, lleno del Espíritu Santo canta la Gloria y el Poder del Señor y profetiza diciendo:  «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Deja muy claro el cumplimiento de su promesa a la casa de David, su siervo, proclamada y anunciada por los profetas. Y descubre que Jesús es el Señor y también el Salvador. Es un canto se se corresponde meses más tarde con el Magnificat de la Virgen al visitar a su prima Isabel, la madre de Juan el Bautista cuando todavía está en su vientre. Todo sucede y se corresponde de forma admirable hasta el punto que se descubre la Mano de Dios en todo momento y en cualquier instante que acontece.

Desde ahora podemos, nos dice Zacarías, servir al Señor sin temor en santidad y justicia.delante de Él todos nuestros días. Y es que el Señor se hace hombre, naciendo como cualquier niño, para permanecer con nosotros, después de su Ascensión a los cielos, eternamente. Y volverá, tal y como ha cumplido su primera promesa a establecer la paz y a llevarnos a la Casa del Padre, donde nos prepara una mansión que no podemos imaginar.


FELIZ NAVIDAD

domingo, 23 de diciembre de 2018

EL ENCUENTRO

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Lc 1,39-45
Encontrarse no se limita a la sola presencia física. El encuentro, el verdadero encuentro, es algo más profundo e intenso. Habla de la empatía, de la sincronización y la unidad en el pensamiento de los corazones encontrados. Habla del sentir y experimentar la misma vivencia de sus vidas. María e Isabel se encuentra compartiendo en Dios la elección de ser elegidas para ser madres de dos hijos que cambiaran el mundo.

Uno, anunciando la venida del segundo y sentando las pautas y preparando el camino para que les sigan, y el otro, el Mesías, el elegido y enviado por Dios para anunciar a los hombres su plan de salvación. Ambas mujeres, una, elegida para ser la Madre del Hijo de Dios y la otra para ser la madre del mayor profeta nacido de mujer, que tiene el honor de bautizar al Mesías, prometido y enviado, en el Jordán.

¿Puede haber mayor gozo y gloria que esa? María e Isabel se encuentran y, llenas de gozo y alegría, comparten esa grandeza y ese honor de ser las mujeres, entre todas las mujeres, las elegidas para tal honor.Y una es humilde y sencilla y la otra estéril y mayor. No hay mayor signos de pobreza y sencillez para mostrar la Gloria y el Poder del Creador.

También nosotros, Señor, queremos encontrarnos contigo. Y seguro que nos habrá hecho llegar tu anuncio, y también querrás contar con cada uno de nosotros. Depende ahora nuestra respuesta y de nuestra disponibilidad. María, no sólo dijo que sí sino que se puso a tu disposición descubriéndose como tu esclava, y prueba de ello es que se puso en camino hacia la casa de su prima Isabel para servirla.

¿Decimos sí también nosotros? Pues, sólo tenemos que ponernos en camino sabiendo que Dios va con nosotros y el Espíritu Santo nos prepara, nos dirige y nos auxilia instruyéndonos y formándonos. Empecemos a caminar.

sábado, 22 de diciembre de 2018

CANTO DEL MAGNIFICAT

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Al saludo de Isabel tras la presencia de María, ésta responde con el canto del Magnificat: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

María está llena de gozo y desborda agradecimiento por la Infinita Misericordia de Dios. María está llena de Gracia y el Señor está en su presencia. Por eso, Isabel, al advertir su presencia irrumpe con esa hermosa exclamación que nos sorprende y nos llena de alegría: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

María es un ejemplo de las maravillas que hace la Misericordia de Dios y de su Gloria. Invadidos por su Gracia, nuestra vida se transforma, se abaja, se humilla, se da, se entrega, se abre a la disponibilidad y a la generosidad, se llena de gozo y alegría a pesar de la lucha y el dolor de cada día. María canta y descubre la Gloria y el Poder de Dios.

María es la elegida y ante tan alta dignidad, no hay nada mayor, María se muestra sencilla y humilde. Sabe que todo es Gracia y que sus méritos no alcanzan para tan alta dignidad. Miremos a María para, acompañados por ella mostrarnos humildes y abiertos a la Gracia y la Misericordia de Dios.

viernes, 21 de diciembre de 2018

EL MIGLAGRO DE LA VISITACIÓN

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Y digo milagro, porque, ¿cómo es posible que Isabel al advertir el saludo de María, su prima, exclama: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

¿De dónde puede Isabel saber y decir eso sino por obra del Espíritu Santo? No hay otra respuesta, porque en aquel momento no había medios para poderle llegar la noticia. Y también, ¿cómo María se dirige a casa Isabel porque sabe que esta en cinta? Sabemos, y eso confirma, la anunciación por el Ángel San Gabriel?

Y pasa desapercibido este pasaje del Evangelio donde María es elegida la Madre de Dios. Donde, María es llena de Gracia no por sus méritos sino por Gracia de Dios y donde se puede ver claramente la acción divina de la Mano de Dios. Confieso que a mí me pasó desapercibido hasta hace muy poco tiempo, y después de leerlo y oírlo muchas veces.

Sucede que muchas personas piden signos y hechos que les ayuden a ver y a encender su fe. El signo está claro, es la Cruz y la Resurrección, pero también hay muchos otros acontecimientos que nos descubren la presencia de Dios entre nosotros. Y estos de la Anunciación y Visitación nos descubren que la acción de Dios se pone de manifiesta en la elección de la Virgen y en la de su prima Isabel.

Y es que no se puede explicar de otra forma. Dios actúa y nos llena de gozo y alegría a pesar de que la misión comporta riesgo y dificultades. Mantengámonos expectante y disponibles a dejarnos transformar y conducir por la acción del Espíritu Santo, tal y como hicieron María, José e Isabel.

jueves, 20 de diciembre de 2018

LA ANUNCIACIÓN

María no sólo es creyente, sino que esa fe la pone en Manos de Dios y se abre a ella: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Podemos preguntarno que medida tiene nuestra fe ante la invitación que el Señor nos hace a través de nuestro Bautismo y Confirmación, y en el camino de nuestra vida. ¿Tenemos algo que decir?

Hoy voy a transcribir el Evangelio y a dejar que cada uno que desee leerlo abra su corazón al Espíritu Santo y reflexione sobre la venida del Espíritu Santo, porque, también nosotros somos llamados y anunciados a proclamar el nacimiento del Señor.

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Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». 

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

TÚ, SEÑOR, TIENES PALABRA DE VIDA ETERNA

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Lc 1,5-25
Todo en Ti, Señor, se cumple y, de ello, nos has dejado muchas pruebas y testimonios de los que lo han visto con sus propios ojos. Ciegos, paralíticos, tullidos, enfermos, muertos...etc, han dejado testimonio de tu poder y bondad. Pero, igual que muchos que lo han presenciado no han abierto sus ojos, también a nosotros nos cuesta abrirlos.

Zacarías, el protagonista del Evangelio de hoy y padre de Juan el Bautista dudó de la Palabra del Ángel Gabriel y quedó mudo. Otra prueba de la presencia y el poder del Señor. Sin embargo, perseveró en su paciencia y creyó. El signo de su fe fue su sí a la conformidad del nombre de su hijo: "Juan será su nombre". 

¿Qué nos ocurre a nosotros? ¿Perseveramos en nuestras peticiones y creemos en el poder de Dios? Posiblemente, como a Zacarías, hemos tenido nuestras llamadas y signos a los que no hemos hecho caso. Quizás, hemos estado en algún cursillo o ejercicio espiritual y hemos mirado para otro lado. Quizás, no hemos abierto la puerta de nuestro corazón al Espíritu Santo y le hemos despedido. Posiblemente haya muchos quizás en nuestras vidas, pero, ¿estamos atento a la escucha de la Palabra de Dios?

Es posible que queramos situarnos en nuestra vida sin contar con Dios, pero, a pesar de que , en principio experimentemos que nos sale bien, al final el dolor y el sufrimiento llega. Y cuando llega necesitamos la presencia del Señor, porque sólo en Él encontraremos soluciones a nuestros problemas. Soluciones que no pasa porque todo se resuelva, pero sí por aceptar el dolor en paz y con esperanza.

No podemos vivir una vida desencarnada de la presencia de Dios. No podemos separar los momentos que estamos en el templo de los momentos que estamos en la familia, en la calle o con los amigos. Siempre está Dios con nosotros y su presencia nos da paz, esperanza y orientación por el camino que debemos recorrer. Sepamos que Dios nos escucha como a Zacarías y también nos responde aunque nosotros no le entendamos.

martes, 18 de diciembre de 2018

SÓLO LA FE DA RESPUESTA A NUESTROS INTERROGANTES

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Mt 1, 18-24
Puede plantearte los interrogantes que quieras, y buscar las razones y respuestas más aparente que se te pueda imaginar, pero nunca encontrarás la respuesta adecuada, porque no la hay. No cabe en tu cabeza ni en ninguna otra cabeza este misterio. Ni tampoco en la del justo José. 

María y José hicieron un acto de fe que debe servirnos para hacerlo también nosotros. Por la fe de María y de José el Señor se hace Niño, se encarna en naturaleza humana y nos libera de la esclavitud del pecado No hay otra respuesta sino la de fiarnos y creer en la Palabra del Señor. Ese es el primer punto de nuestra conversión y comienzo de nuestro camino. Puedes rechazarlo, pero tu propio camino te irá haciendo ver que el Poder del Señor es Inmenso y que su Palabra es nuestra única esperanza de salvación.

Se nos hace difícil creer, pues nuestra naturaleza humana está tocada y herida por el pecado. El mundo, demonio y carne nos tientan y nos tratan de convencer que eso no es así. Nuestra razón, limitada por el pecado, tampoco llega a entenderlo, pero nuestra esperanza nos dice y nos habla de que Dios existe, nos ama y se ha hecho hombre para salvarnos de las ataduras y esclavitudes del pecado.

Lo experimentamos dentro de nosotros. Buscamos a toda mecha la felicidad, pero, ¿la encontramos? Ni el dinero, ni la fama, el poder y todo lo que quieras añadir te la dan. Ni tampoco la salud. El tiempo corre y te haces viejo y descubres que el mundo se te escapa de las manos. ¿Tiene sentido eso? Dios ha dejado su huella dentro de tu corazón y te exige que te fies de Él. Es la prueba que tienes que superar y afrontar. María y José lo hicieron, y a pesar de todas las visicitudes que tuvieron que vivir, pasar y sufrir, supieron sostenerse firmes en la fe al Señor.

El final esconde la felicidad y el gozo eterno. También tú y yo podemos hacerlo, porque el Señor nos acompaña y provee nuestras necesidades y nos defiende en nuestras luchas. Creamos que el Niño Dios ha nacido de María para ofrecernos la salvación eterna.

lunes, 17 de diciembre de 2018

JESÚS ENCARNADO EN UNA DESCENDENCIA

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Mt 1,1-17
Jesús no aparece desencarnado de una descendencia humana. Sus orígenes están bien localizados en una descendencia generacional que llega hasta el momento de su nacimiento. Unas generaciones que se enmarcan en tres grupos de siete. Desde Abrahan, padre de la fe hasta David; desde David hasta que el pueblo es deportado a Babilonia y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo.

No aparece Jesús desligado de una descendencia. Tras de sí hay toda unas generaciones donde se encuentra de toda, desde mujeres extranjeras, rameras y paganas. Mateo parte desde Abrahan, pero Lucas llega hasta Adán. Lo verdaderamente importante es que Jesús se hace hombre con un pasado generacional que le vincula a su encarnación como Hijo de Dios en Naturaleza humana.

Una encarnación que le iguala a cualquier humano y, abjándose y despojándose de todo privilegios deja su Naturaleza Divina para igualarse al hombre menos en el pecado. Y, como hombre, emprende el camino que le lleva a descubrir su Misión, la de ser el enviado por el Padre para anunciar a los hombres la salvación. A anunciarlo el Amor de un Padre que nos quiere y que nos ofrece liberarnos del pecado.

Ese pecado que nos tienta cada día y nos hace experimentar lo que no queremos experimentar. Nos enfrenta, por egoísmos, a los otros. Nos duele ver feliz a otros; nos exige que los otros sean como nosotros; nos hace formarnos una idea de las cosas y que queremos que los otros las vean igual. Interpretamos el mundo de una forma y pensamos que esa es la forma verdadera de interpretarlo. Estropeamos todo con nuestra forma de ser y pensar.

Jesús, hombre como nosotros, pero verdadero Hijo de Dios, nos enseña a ver el mundo de otra forma y a pensar que la única manera de permanecer unidos, aceptarnos, querernos y vivir en la verdad y la justicia, es decir, amarnos, es mirarnos en Jesús y abrirnos a su Palabra. Porque, Él es el verdadero y único Camino, Verdad y Vida.

domingo, 16 de diciembre de 2018

LAS DIFICULTADES NACEN DENTRO DE NOSOTROS

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Lc 3, 10-18
El problema no está afuera sino dentro. Dentro de nosotros mismos y en lo más profundo de nuestros corazones. Ahí se cultivan las dudas y las buenas y malas intenciones. Ahí surge la duda de quien es el enviado, si Juan el Bautista, que anuncia y prepara el camino para la venida del Señor, o del propio Jesús, el Mesías enviado a anunciar la llegada del Reino de Dios.

¿Con quien nos quedamos, con Juan o Jesús? La duda estaba en el ambiente y habían muchos que no sabían a quien seguir. Pero, Juan el Bautista da un paso adelante y lo deja claro. Él no es el Mesías sino la voz que prepara y anuncia al Mesías. Y continua diciendo: "Yo les bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El les bautizará con Espíritu Santo y fuego, y en su Mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga".

Juan expresa y manifiesta claramente que el no es el Cristo y no se aprovecha de aquellos que le señalaban como tal. Juan se humilla, se abaja y se aparta, pues conviene que él desaparezca y crezca el Mesías, el enviado, el Hijo de Dios verdadero. Juan descubre toda sospecha de verse favorecido, incluso por aquellos que quizás con malas intenciones quieren dividir y confundir.

Juan es el testigo que cumple su misión y es fiel a ella. Él pone la voz, pero no es la Palabra. Pone el grito y el anuncio, pero se refiere al Señor que viene. Simplemente se dedica a preparar el camino y a anunciar la venida del Cristo, el Mesías enviado para salvar a todos los hombres de pecado. Juan predica y proclama la necesidad de arrepentimiento y conversión. Preparemos también nosotros los caminos del Señor y seamos testigos de su venida con nuestra vida y palabra amparada y sostenida en la acción del Espíritu Santo.

sábado, 15 de diciembre de 2018

EN ESPERA DEL PROFETA

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Mt 17,10-13
La vida es una espera, y una espera que en muchos momentos desespera. Pero, una espera que no se corresponde con lo que esperamos sino con lo que nos gustaría esperar. En lo que respecta al pueblo de Israel, espera la venida de Elías - Malaquías 4, 5-6 - que prepara y anuncia la llegada del Mesías. Por eso, no entienden ni comprende que Jesús sea ese Mesías, ya anunciado por Juan Bautista.

Hoy, en el Evangelio, Jesús les dice a sus discípulos tras ellos haberle preguntado:  «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos». Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.

Juan el Bautista prepara los caminos y anuncia la venida del que ha de venir, uno más grande que él a que no es digno de amarrarle el cordón de sus sandalias. Juan es el Elías anunciado que muchos no reconocen, y lo mismo harán con Jesús. Y es que el pueblo se ha creado su propio mesías en su imaginación y rechaza tanto a los profetas como al que realmente es enviado.

La verdadera espera es la que preparas para recibir al esperado. En este caso al Mesías, pero un Mesías no imaginado por ti, sino el que envía el Padre. Un Mesías que quizás no te gusta, te complica la vida, te molesta y te exige cambiar tus proyectos, tus apetencias, tus intereses y darle vuelta total a tu vida. Un Mesías que transforma tu corazón y pone la prioridad en las personas y no en la economía.

Son tiempos de preparación. No la que a nosotros nos gusta, sino la que se corresponde con la Voluntad de Dios. Quizás, como los apóstoles, nos gustaría quedarnos en el Tabor junto al Señor y gozar de su presencia, pero es necesario bajar de nuevo al camino y seguir, a pesar de las dificultades, las huellas del Señor.

viernes, 14 de diciembre de 2018

DUDAS Y FE

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Mt 11,13-19
A la hora de elegir siempre se nos plantea alguna duda. En muy pocas situaciones lo tenemos claro y es esta la cuestión que nos plantea el Evangelio de hoy. Entre los discípulos de Juan hubo muchas dudas cuando irrumpe Jesús en la vida pública. Juan había anunciado la venida del Mesías, pero, ¿era Jesús el Mesías? Hasta Juan tiene dudas y manda a unos discípulos suyos a preguntarle a Jesús.

Él ya había intuido que Jesús era el Mesías, y, auxiliado por el Espíritu Santo le señala a sus discípulo que Jesús era el Mesías esperado. Sin embargo, ya privado de libertad le vuelven las dudas y trata de cerciorarse enviando a preguntarle a Jesús. Pero, eso que parece lejano también lo tenemos presente hoy en nuestros días. ¿Dudas tú de la identidad de Jesús? ¿Dudamos nosotros de la identidad de Jesús?

Esa respuesta te corresponde a ti y a cada uno de nosotros. Somos libres y seremos cada uno los que tendremos que elegir. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que somos muy propensos a protestar y a dudar. De Juan el Bautista tuvo que dejar claro que él no era el Mesías esperado y cuando aparece Jesús muchos dudan de Él. Por otro lado, Juan tenía fama de asceta, de persona muy rígida y radical, de un hombre de mucha exigencia, y de Jesús se murmuraba que vivía muy bien, que disfrutaba comiendo y bebiendo, que estaba de comilonas con frecuencia.

Y Jesús nos descubre nuestras justificaciones que, para no aceptar aquello que nos presenta en verdad y justicia, sacamos razones dispares para dar crédito a nuestras justificaciones. Nos auto engañamos distorsionando la realidad y ajustándola a nuestros intereses y conveniencias. A Juan se le critica por asceta y a Jesús por disfrutar la vida con naturalidad. Unos por una cosa y otros, por otra. La cuestión es buscar siempre excusa.

¿No nos ocurre hoy lo mismo? Cuando queremos rechazar el mensaje claro de Jesús aducimos razones contra la Iglesia, contra los curas, contra todos los que de alguna manera, como pecadores que son, tienen errores, fallos y pecados. Pensemos un poco en esta realidad en la que vivimos.