domingo, 30 de junio de 2019

SEGUIR A JESÚS EXIGE COMPROMISO

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Lc 9,51-62
No se puede seguir a Jesús de cualquier manera, ni tampoco según nuestros pareceres o formas de ver las cosas. Observamos que los discípulos van cambiando de actitud e incluso sus maneras de pensar no coinciden con la de Jesús. Ellos estaban dispuestos a reprender con venganza a aquellos habitantes de la aldea de Samaría que no dieron posada a Jesús porque iba a Jerusalén. Y Jesús aprovecha para enseñarles que no es bueno responder al mal con el mal, sino todo lo contrario.

Una actitud que debemos tener en adelante en cuenta. El mal no se combate con el mal, sino, según nuestro Señor Jesús, devolviendo bien. Bien a cambio de mal. Por lo tanto, el creyente que quiere seguir a Jesús seriamente sabe que ante el enemigo debe responder con bien y no con la misma moneda del mal. La pregunta ahora es, ¿estoy dispuesto? No cabe otra alternativa. Es Palabra de nuestro Señor Jesús.

Y en el camino vamos descubriendo más cosas. No podemos buscar la comodidad, el bienestar que nos impida comprometernos con la verdad y la justicia. Nos perseguirán, nos incordiarán y no podremos reclinar nuestra cabeza y descansar hasta que llegue el momento de compartir nuestra muerte con el Señor. Entonces vendrá el definitivo descanso junto al Señor. Será cuando, como Él inclinó su cabeza en la Cruz y descansó -Jn 19, 30-, también nosotros reclinaremos nuestra cabeza en Él para descansar. Hasta ese momento nuestra lucha será constante y cada día.

Tampoco podemos distraer nuestra mirada lejos del Señor, porque nos perderemos y nos distraeremos hasta el punto de perder el paso y ritmo del Señor. Tendremos que estar firmes y pendientes del Señor para seguir su mismo ritmo sin perderle de vista. Las cosas del mundo nos despistan, nos entretienen y nos crean hábitos que nos instalan y nos alejan del servicio por amor. 

Y menos volver la mirada atrás, al pasado y a las cosas del mundo. Eso te impedirá vivir la Palabra y ser libre para darle verdadero cumplimiento en tu vida. No podemos estar pendiente del Señor con la mirada infectada de todo lo que queda atrás y nos ata. Perdemos nuestra libertad y nuestra capacidad de seguir libremente al Señor.

sábado, 29 de junio de 2019

EN EL CAMINO DE LA IGLESIA DE NUESTRO SEÑOR

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Mt 16,13-19
En la Iglesia tenemos que tener una cosa muy clara, seguimos a Jesús y anunciamos a Jesús. Él es el fundador de la Iglesia y el centro de la misma. Él es el Señor, el mismo que Pedro, asistido y movido por el Espíritu Santo confesó como el Cristo, el Hijo de Dios Vivo, y del que recibió el poder de ser la piedra donde el Señor edificaría su Iglesia.

Pedro recibió del Señor el poder de perdonar los pecados y la promesa de que el poder del infierno no prevalecerá contra la Iglesia. Y eso fortalece nuestra esperanza y nos anima a caminar cada día anunciando y proclamando que el Señor es el Hijo de Dios que, enviado por el Padre, ha venido a liberarnos de la esclavitud del pecado. Esto debe estar impreso en nuestros corazones a fuego y tenerlo muy claro. El Señor vive y está en y con nosotros.

Con Pedro y los demás discípulos, concretamente los apóstoles se inicia el peregrinar de la Iglesia asistidos por el Espíritu Santo. Es Pentecostés la salida, por decirlo de alguna manera, oficial de la Iglesia, que, precisamente, lo que hace es anunciar la Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Vivo que, tomando Naturaleza humana ha venido a morar entre nosotros y, entregando su vida, nos salva de la condenación rescatándonos para gloria de nuestro Padre Dios.

No perdamos de vista esta Iglesia que, fundada por el Señor, arranca desde Pedro y los apóstoles. No perdamos de vista esta Iglesia que, a lo largo de los siglos, va ya por el XXI, sigue firme a pesar de los pecados y caídas de sus miembros, pero, levantados por la Gracia del Espíritu Santo y el Sacramento de la reconciliación. Es esta la Iglesia, nuestra Iglesia y nuestra Madre, que nos cuida, nos protege y nos reune como hijos de un mismo Padre.

viernes, 28 de junio de 2019

APRENDER A SER OVEJA

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Lc 15,3-7
El término de la palabra oveja no significa, en sentido peyorativo, obedecer a ciega sino todo lo contrario, ir de la mano de quien le lleva por buen camino y obedece su voz y su guia. Aquel que sabe que lo que le ofrece su Pastor es lo mejor y lo que más le conviene. Ser oveja en la confianza que el Pastor le guía hacia abundantes  y buenos pastos. Ser oveja confiada en los cuidados y orientaciones de su Buen Pastor.

No es fácil comportarse como oveja y obedecer, sobre todo, si no se tiene la suficiente confianza en el pastor. Se necesita fiarse y abandonarse en las manos de ese buen pastor. Y no todos los pastores son dignos y merecedores de confianza. Ese es el problema que se nos plantea en el mundo en que vivimos. Siempre estaremos a merced de las directrices y orientaciones que nos den los pastores que encontramos en el camino de nuestras vidas. Y esos pastores son limitados y cometen errores.

Sin embargo, hay un Buen Pastor que nunca nos fallará y que siempre estará pendiente de nuestra llamada y de nuestros cuidados. Ese es el Buen Pastor que nunca debe faltar y al que siempre debemos y podemos recurrir. Es el único Pastor que verdaderamente nos quiere, nos cuida y da su Vida por nosotros.  Es ese el Buen Pastor al que debemos de obedecer y del que nunca debemos separarnos.

Ese es el Buen Pastor en el que debemos poner toda nuestra confianza y obediencia, porque su Palabra y su Camino son de Vida Eterna. Considerarme oveja perdida y desorientada me da la oportunidad de estar atento y vigilante a la voz del Buen Pastor y estar presto a su obediencia. Es esa la reflexión a la que el Evangelio de hoy nos llama, a ver cual es nuestra situación de oveja. Oveja perdida que no se deja encontrar por su Pastor, u oveja que, oyendo la voz de su Pastor responde y se deja rescatar y salvar por Él.

jueves, 27 de junio de 2019

PODEMOS ESTAR ENGAÑADOS

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Mt 7,21-29
No es cuestión de cumplir sino de vivir en la Voluntad del Señor. Por lo tanto, no se trata de amar, sino de amar como el Señor nos ha enseñado, con su Vida, Ejemplos y Obras. Porque, podemos hacer muchas cosas que estén bien, pero, quizás, no como quiere el Señor. Porque, podemos amar como creemos que debemos amar, pero no como el Señor quiere que amemos. Porque, todo lo que hagamos si no es hecho según la Voluntad del Señor y abandonados en sus Manos, es obra nuestra. Y nuestras obras son obras de hombres. Hombres imperfectos y humanos que se equivocan y meten la pata. Sólo Dios hace las cosas bien hechas, perfectas y para nuestro bien.

Por lo tanto, se trata de ponernos en sus Manos. ¿Y qué es ponernos en sus Manos? Simplemente, tener voluntad humana de querer y vivir en su Voluntad y dejarle hacer por medio de su Espíritu. Ese Espíritu Santo enviado por su Padre para asistirnos y auxiliarnos en nuestro ser y obrar. Nosotros no tenemos ni sabiduría ni capacidad para actuar bien, pero el Señor sí. Él es todopoderoso y hace todo bien. No necesita que nosotros hagamos nada en nuestro nombre y según nuestras fuerzas, que también nos las ha dado Él. 

Necesita sólo nuestra voluntad y que, confiado en Él, nos pongamos en sus Manos. Entonces se hará todo según Él y veremos como nuestro interior se ilumina, se regocija y se inunda de gozo y alegría incluso en nuestras cruces y adversidades. Experimentaremos ese gozo y descanso de poder reclinar nuestra cabeza en nuestra propia cruz apoyado en el Señor. Porque, es ahí donde se esconde nuestra felicidad, nuestra esperanza y nuestro gozo de Resurrección. 

Sólo, en la experiencia de asumir nuestras cruces, como lo hizo Jesús por y para nuestra salvación, descubriremos y experimentaremos el gozo, la paz y la alegría de esa Vida Nueva que esperamos alcanzar en el Reino de Dios nuestro Padre.

miércoles, 26 de junio de 2019

ÁRBOL BUENO, FRUTOS BUENOS

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Un buen árbol se caracteriza porque no puede dar frutos malos sino todo lo contrario, buenos frutos. De la misma manera, un árbol dañado o herido no puede sino dar frutos dañados o estropeados. Es decir, no buenos sino malos y enfermos. Lo que llamamos vulgarmente frutos podridos.

¿De qué tipo de árbol seré yo? Esa es la pregunta que suscita en mi la lectura de este Evangelio. Y esa es la reflexión que, a la luz del Espíritu Santo debo interiorizar y meditar desde lo más profundo de mi corazón. Señor, te experimento y te tengo tan cerca que temo no estar a la altura de lo que Tú esperas de mí. Me siento pecador e indigno de tanto privilegio y quiero al menos ser árbol que no dé frutos malos sino buenos.

Me experimento pecador, pobre e impotente. Siento no corresponder con las expectativas de ser tu hijo, y menos con las de mis otros hermanos, porque todos los tienes y son tus hijos. Señor, riega mi vida con el agua de tu Amor para que pueda dar esos buenos frutos que Tú esperas de mí. Y en eso pongo todas mis fuerzas, aunque siempre me parezcan pocas. 

Confieso que me siento limitado y lejos de corresponder a todo lo que me das, Señor, y sólo quiero estar a tu lado y obedecer según tu Voluntad. Dame, Señor, luz para poder ser árbol bueno y dar buenos frutos.

martes, 25 de junio de 2019

TODOS SOMOS HIJOS DE DIOS

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Mt 7,6.12-14
Siempre me ha llamado la atención el hecho de que Dios nos quiere a todos. Y en ese todos están incluidos los terroristas, los asesinos, los delincuentes y todos aquellos que hacen mucho mal. Dios es Padre y como buen Padre los quiere a todos y se ha dado en su Hijo Jesucristo para redención de todos. Por lo tanto, si nosotros decimos que amamos a Dios tenemos también que amar a sus hijos, entre los que estamos incluidos todos. Los referidos anteriormente. Por lo tanto, la cosa está meridianamente clara y no hay discusión.

Otra cosa será si estamos dispuestos o no. Otra cosa será si podemos hacerlo o no. Otra cosa será qué camino queremos seguir, y ahí podemos descubrir la grandeza de Juan el Bautista, que no le fue nada fácil seguir el camino que el Señor le había señalado. Por lo tanto, la misión que el Señor nos ha encomendado a todos es esa:  amarnos los unos a los otros como Él nos amó.

Por lo tanto, si no quieres ser criticado, no critiques; si no quieres ser despreciados, no desprecies a nadie; si no quieres ser tratado con indiferencia, no trates a nadie con indiferencia; si no quieres ser herido, no hieras a nadie; si quieres ser amado, ama a todos. La misión y el camino está bien claro, ahora hace falta ponerle manos a la obra. ¿Cómo lo ves? ¿Difícil? Claro, lo bueno, gozoso e importantísimo tiene que costar, pues nada de gran valor se consigue fácilmente. Y hablamos de lo máximo, la Vida Eterna en plenitud.

La cosa es seria, porque no hay otro puente ni otro camino. Para llegar a Dios hay que seguir a Jesús, su Hijo, y el camino que Él nos ha trazado es ese, la puerta estrecha. Nos lo dijo muy claro: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, y no sólo con palabras sino con hechos y obras hasta el extremo de dar su Vida por cada uno de nosotros, buenos o malos. Murió por todos. 

Confieso que al mismo tiempo que escribo esta humilde reflexión me siento más entre los malos que los buenos e impotente de poder cumplir esta misión del Señor, pero, también lo confieso y lo creo, con la fuerza del Espíritu de Dios, que nos lo ha enviado para ayudarnos podemos transformar nuestros corazones de piedras en corazones suaves, compasivos y misericordiosos como el de Jesús.

lunes, 24 de junio de 2019

JUAN, EL PRECURSOR


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Lc 1,57-66.80
Desde su gestación fue iluminado por el Espíritu Santo al encontrarse con Jesús, todavía en el vientre de su Madre, María, y celebrar su encuentro con un salto de alegría. Estaba destinado a prepararle el camino a su Señor y fue consciente de ello durante toda su vida. Para ello vive en el silencio del desierto y desde allí proclama y anuncia la próxima venida del Mesías, del anunciado por los profetas y enviado por el Padre para redimir a los hombres.

Juan anuncia con valentía la cercanía del Reino de Dios e invita a la conversión. Está preparando la venida del Mesías y a quien anuncia. Pero, se presenta como el que anuncia la venida del que es más grande que él y del que no es digno de desatar la correa de su sandalia. Juan sabe muy bien su misión y está expectante y preparado hasta el punto que conoce la presencia del Mesías, al que bautiza por invitación del mismo Jesús.

Hoy necesitamos muchos Juanes Bautistas que proclamen y anuncien la presencia del Mesías enviado en este mundo y en medio de todos aquellos que se reunen en su nombre y creen en Él. Hoy necesitamos a profetas valientes y dispuestos a, en su propio entorno, dar razones de su fe y exigir de forma pacífica y fraterna la enseñanza del mensaje de Jesús, y la libertad religiosa para celebrar y practicar el culto. Necesitamos muchos padres y madres que, al estilo de Juan sepan dar fe y testimonio de la Buena Noticia de salvación.

Y somos precursores en la medida que también nosotros creemos y tomamos conciencia que en nuestro bautismo recibimos al Espíritu Santo y adquirimos el compromiso de dar testimonio de nuestra fe. En la medida que tomamos conciencia de que quedamos configurados sacerdotes, profetas y reyes para celebrar, proclamar la Palabra y servir a los demás.

domingo, 23 de junio de 2019

EL PAN Y EL VINO QUE NOS ALIMENTA

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Lc 9,11b-17
El Evangelio de hoy nos presenta un adelanto de la institución más tarde de la Eucaristía en la última cena. Hoy Jesús nos asiste al vernos hambrientos y cansados. Y es que seguir al Señor presupone caminos de dificultades y obstáculos. Seguir al Señor nos exige negarnos y remar contra corriente y eso produce un desgaste que nos fatiga y nos cansa. Necesitamos, pues, alimentarnos, pero no de un alimento cualquiera y perecedero, sino de un alimento que nos sostenga y nos dé esperanza y fortaleza para avanzar.

Jesús multiplica aquellos cinco panes y dos peces y sacia el hambre de todas aquellas personas. Es comida abundante hasta el punto que con lo sobrante llenan doce canastos. Jesús sabe de nuestras fatigas y de lo duro y arduo que es el camino y nos transmite su Fuerza, su Espíritu en ese alimento espiritual de su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino.

Necesitamos alimentarnos con frecuencia. Como mínimo una vez a la semana, pero, si puedes, todas las veces que puedas. Si puedes a diario y tienes esa posibilidad, pues diario. En ese alimento, que es el mismo que se nos da, recibimos la fortaleza para seguir el camino de nuestro peregrinar de cada día. No es fácil superar todas las adversidades que surgen dentro de nosotros y también las que nos vienen de afuera, pero con Él podemos enfrentarnos y salir victoriosos. 

Y lo tenemos siempre a mano. El Señor esta real y presente en la Eucaristía. Jesús se ha quedado para siempre con nosotros y lo podemos ver y tocar cada día. Está en el Sagrario y es una maravilla que, muchas veces por rutina o distracción, no nos damos cuenta de apreciar ese regalo de su presencia. Tratemos de reflexionar y tomar conciencia de que el Señor está real y presente en nuestra vida y que podemos estar con Él en cada momento. Él es nuestro alimento y nuestra fuerza.

sábado, 22 de junio de 2019

DÓNDE ESTÁ TU CORAZÓN, ALLÍ ESTARÁ...

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Mt 6,24-34
Es bueno preguntarse qué ocurre dentro mí, porque, dentro de mí es donde está la batalla respecto a mis actuaciones afuera, en el mundo en el que vivo. Por eso, interesa preguntarse sobre lo que anida en mi corazón y cuáles son las causas y motivaciones que lo mueven. Porque, es tu corazón, según sus deseos, el que te inclinará a buscar y a actuar de una forma determinada. Sera una buena pregunta, y muy necesaria, que te ayudará a descubrir tus inclinaciones, tus apetencias y tus pecados.

Porque, el pecado no vive afuera, sino dentro de ti, y duerme dentro de tu corazón. Él será el que suscita en tu corazón tus intereses, tus egoísmos y tus malos pensamientos. E incluso trata de dejar dormida tu compasión misericordiosa y te esclaviza atándote a vicios o apegos que te individualizan y te aíslan de servir y preocuparte por el bien de los demás. Y te das cuenta que experimentas debilidad sintiéndote atado y encadenado por esos vicios, aficiones, perezas o distracciones que te van apartando y alejando del Señor, y de la actitud de disponibilidad y servicio a los demás.

A veces pensamos que no tenemos faltas, y aunque confesamos que las tenemos no sabemos donde están ni cómo aparecen. Y nos cuesta descubrirlas.  Sería bueno rebuscar, indagar y reflexionar, dentro de nuestro corazón, los motivos por los que hacemos las cosas, porque es ahí donde se encuentra la clave de nuestras actuaciones. Nos preguntamos: ¿Lo hacemos por y para Gloria de Dios, o lo hacemos buscándonos a nosotros mismos para darnos satisfacción? 

Sabemos que en la medida de nuestra forma de actuar estaremos más o menos cerca de la Voluntad Dios. Y en esa medida, quizás sin darnos cuenta, nos alejamos hasta el punto de, si no romper con su amistad, sin enfriarla de tal manera que quedamos a merced del mundo, demonio y carne. Entonces, ese alejamiento puede ser muy grave hasta el extremo de romper con Dios. Tratemos, pues, de despertar y de llenar nuestros corazones de buenos propósitos e intenciones, que vayan dirigidas a poner a nuestro Padre Dios en el centro de nuestra vida y a nuestros hermanos como objeto de nuestro servicio.

viernes, 21 de junio de 2019

EN ESTE MUNDO TODO PERECE

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Mt 6,19-23
San Francisco de Borja, al ver, después de varios días de viaje, el féretro y contemplar el cadáver putrefacto de la emperatriz Isabel de Portugal, mujer de Carlos V, exclamó: Nunca más, nunca más servir a Señor que se me pueda morir. Con esta expresión dejó muy claro el valor de las cosas de este mundo, incluso la vida. Y es que todo lo que es perecedero pierde su valor.

Sabemos que las cosas de este mundo son necesarias, pero esa necesidad debe siempre ir por detrás de nuestro amor a Dios., quien debe ocupar el centro de nuestro corazón. Ese es el sentido y el contenido de lo que nos dice Jesús en el Evangelio de hoy. Todo lo de aquí abajo se corrompe y, de significar en algún momento de nuestra vida algo importante y de valor estimable, pasa a corromperse y quedar destruido. sin ir más lejos lo experimentamos en nuestra propia muerte. E incluso en algunas enfermedades que, podemos decir, nos dejan con vida pero prácticamente muertos.

De ser jóvenes, vigorosos y elegantes nos convertimos en viejos, débiles y deformados. Evidemente, San Francisco de Borja tiene mucha razón, sólo lo que es eterno conserva valor. Y para eso nos ha creado Dios, para vivir eternamente, condición que hemos perdido por el pecado, pero que hemos rescatado por los méritos de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, que ha entregado su vida para darnos esa oportunidad de recuperar la Gloria perdida. Esa Eternidad gozosa, en la presencia de Dios Padre, que quiere compartir con nosotros, su Gloria.

No perdamos de vista esa Eternidad a la que hemos sido llamados y para la que hemos sido creados.. Busquemos siempre, por encima de las cosas de este mundo, las cosas de arriba, las del cielo, que nos llevan a la Gloria de Dios.

jueves, 20 de junio de 2019

PALABRAS INCOHERENTES

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La apariencia y la incoherencia suelen darse la mano, pues mientras la una se esconde en la falsedad y lo irreal, la otra falsea lo que dice con el incumplimiento de su vida. De alguna formas ambas encubren una apariencia falsa de lo que manifiestan y presentan. Las palabras, por lo tanto, no significan nada cuando la vida no les respalda. Son palabras vacías y carentes de significado y valor.

Una palabra para tener valor y credibilidad tiene en ser encarnada en la vida de la persona que la proclama y manifiesta. Si hablas responde con coherencia a esa palabra hablada con encarnarla en tu propia vida. Ese es el contenido del Evangelio que hoy nos propone la Palabra de Jesús. El buen palabrerío carece de sentido y de valor si sus palabras no tienen correspondencia en la vida. La palabra es buena y cobra todo su valor cuando se ve reflejada en la vida.

La oración, pues, no consiste en muchas palabras. Ni siquiera en palabras armónicas y bien dichas. La buena oración es aquella que, saliendo del corazón tiene la buena y sana intención de ser vivida y encarnada en la vida de cada día. Por eso, Jesús nos enseña la oración del Padrenuestro, para que lo vivamos en cada momento de nuestra vida. Porque, no es una simple oración para recitarla y con la misma guardarla, sino que es un estilo de vida que nos insta y propone a encarnarlo cada día y a cada instante en nuestra vida.

En el Padrenuestro tomamos conciencia y recordamos que Dios es nuestro Padre y que, como Padre, debemos y tenemos la obligación de santificar su Nombre. Queremos, y se lo pedimos, que venga su Reino a nosotros, porque el nuestro ya sabemos que no satisface nuestras expectativas. Y nuestra voluntad es pecadora y débil, por lo tanto, Padre, hágase tu Voluntad, que es la buena y la que nos salva. Danos, le decimos, lo que necesitamos, tanto material como espiritual y fuerzas para perdonar como Tú, Padre, nos perdonas. Y terminamos pidiéndole que nos libre del mal. De esos peligros que nos acechan en este mundo en el que vivimos y que nos tienta para hacernos caer y alejarnos de nuestro Padre.

miércoles, 19 de junio de 2019

VIVIR EN APARIENCIAS

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Hay dos formas de ver las cosas. La una, tal como son y de manera auténtica, y la otra, mirarla de forma aparente distorsionando tu propia realidad con la única intención de aparentar lo que no eres o haces. La primera es la verdadera, aunque bañada por nuestras propias imperfecciones, y la segunda es la engañosa, la que busca aparentar y falsear tu propia verdad.

El Evangelio de hoy nos habla en ese sentido. Descubre y denuncia aquellas actitudes que tratan de buscar ser vistas en sus actitudes de piedad o actos caritativos y fraternos con el fin de ser reconocidos y admirados. No buscan una relación con Dios desde la intimidad y humildad, sino con cierto interés aprovechándose de esa aparente y falsa relación para ser vistos, para lucrarse y lucirse ante los demás. La finalidad es desprender admiración y honores.

Sería interesante reflexionar sobre esa dispocisión en nuestra relación personal e íntima con nuestro Padre Dios. Sería bueno preguntarnos, ¿son mis oraciones y actos de caridad utilizados como un medio para buscar lucirme, exhibirme, ganar prestigio y admiración ante los demás? Sería muy bueno reflexionar sobre ese aspecto de nuestra vida y, aprovechando este momento dedicar unos minutos a contemplar mi vida de piedad y caridad desde esta perspectiva.

martes, 18 de junio de 2019

EN EL MUNDO, PERO NO CON EL MUNDO

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Mt 5,43-48
Se te fijas entenderás que nos puedes, aún estando y permaneciendo en el mundo vivir como si fueras del mundo. Porque, el pensamiento del mundo no coincide con el pensamiento de Dios. Ahí radica la gran diferencia y dificultad por el que el hombre y la mujer no quieren escuchar a Jesús. Lo que Jesús propone no es lo que el hombre y la mujer piensan.

Nuestra razón, sometida al pecado, busca la correspondencia en la justicia y no sabe de misericordia. O le cuesta aplicarla y entenderla. Amo a quien me ama, y perdono a quien me perdona. Me esfuerzo en amar, a pesar de sus debilidades y desfraudes, a mi familia, a mis hijos y a los que son de mi entorno y afinidades, pero, ¿y a mis enemigos? Ese realmente es el distintivo y la característica que distingue al auténtico cristiano y seguidor de Jesús.

Y Jesús, que nos propone, según la Voluntad de su Padre, amar sin medida  nos remite a la acción de su Padre, que hace salir el sol para buenos y malos y manda la lluvia para justos e injustos. De la misma forma, nosotros tendremos que amar. Si bien, intentarlo con nuestras fuerzas es un error, pero esforzarnos unidos a Espíritu de Dios y dejándonos guiar por Él, podemos lograrlo. Amar al que te hace bien es bueno, pero no es suficiente, porque ese amor no prueba nada. Lógico es amar y corresponder al que te ama y te corresponde. No hacerlo sería de mala persona, y eso todos lo comprendemos y nos gusta corresponde. Es de justicia.

Pero, otra cosa es amar al enemigo, al que te persigue, al que te señala, te critica o busca hacerte daño. Al que te ignora, al que no te escucha o se muestra indiferente a tu presencia y a tus actos. Ese es más difícil amarlo, pero la prueba de tu amor, de hacerlo o intentarlo, queda fuera de duda. Entonces es cuando te parece a tu Creador, a nuestro Padre Dios. Entonces, es cuando demuestra que estás esforzándote en corresponderle a su Amor, porque es de esa manera como te ama Dios.

lunes, 17 de junio de 2019

LA VENGANZA NO ES CONCILIADORA

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Mt 5,38-42
El ojo por ojo y diente por diente venía a limitar el deseo de venganza. Era un paso importante para detener una violencia ilimitada y en la que el género humano se ensayaba hasta el punto de satisfacer su deseo de venganza de una forma que se extralimitaba. Ahora, la venganza se reducía a responder en la proporción del daño recibido. Al menos limitaba que el vengador se despachara a su antojo.

Jesús viene a perfeccionar esa ley que no erradica la venganza sino, acaso la limita. Porque, la venganza, sea la que sea, no acaba con la violencia sino que la sostiene efervescentemente y la guarda en el corazón del hombre como un volcán guarda la lava y el fuego que arrojará en cualquier momento de erupción. Igual sucede al hombre. La violencia engendra más violencia y la única forma de erradicarla es responder con el amor. Jesús propone responder al deseo de venganza con el deseo de amar y de perdonar.

Por eso nos dice: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».

Amar exige superar ese deseo de venganza y de respuesta violenta. Y se supera con una respuesta de bondad, de generosidad, de despojamiento, de perdón, de paz. Una respuesta contraria a los deseo más profundo e instintivos del hombre siguiendo su propia naturaleza caída y tocada en el pecado. Una naturaleza débil, enferma y vencida a sus propias pasiones. Una naturaleza que insertada en este mundo sólo entiende de respuestas violentas y vengativas.

Jesús nos abre al Plan de Dios, un Padre amoroso que nos propone construir el mundo desde el bien, la justicia y la fraternidad. Un Plan que si erradica la violencia y construye la paz. Un Plan de Dios que el hombre descubre, abierto a la acción del Espíritu Santo, escrito en su corazón.

domingo, 16 de junio de 2019

SANTÍSIMA TRINIDAD

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Jn 16,12-15
Dios se nos ha revelado de diversas maneras. No es un Dios que se nos ha escondido y del que no sabemos nada. Hay mucha gente que cree en Dios, pero un Dios que describen como algo misterioso o energía que ha creado el mundo. Y no es así. Dios se nos ha revelado de manera especial y muy concreta en una Persona con Naturaleza Humana. Su Hijo Jesucristo, que nos ha revelado y mostrado el amor paterno del Padre en muchos momentos y de varias manera pero, de forma muy especial, en la parábola del hijo pródigo o Padre Misericordioso.

Y, luego, Dios Padre y Dios Hijo han comunicado a su mismo Espíritu en la Persona del Espíritu Santo. El Espíritu Santo que el domingo pasado celebramos su venida en la comunidad de los apóstoles, donde estaba María y donde comienza la Iglesia su camino y su misión.  Por ello, los cristianos reconocemos un sólo Dios manifestado en tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres formas personales de presentarse Dios para ser conocido y comprendido por los seres humanos.

Por eso, reconocer a Dios es dejarse llenar plenamente de su vida, de su amor derramado en su hijo y en su Espíritu. Es sentirse sus propias criaturas como verdaderos hijos y coherederos, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, de su Gloria. Por todo ello, la ausencia de Dios significa quedarnos a merced de la carne, del mundo y del demonio, los verdaderos peligros del alma.

Por medio de Dios, que se revela en Jesús, su Hijo y nuestro Señor, y con el don de su mismo Espíritu, el ser humano puede llegar a la plenitud para la que ha sido creado por el mismo Dios.

sábado, 15 de junio de 2019

LA FIRMEZA DE LA PALABRA

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Mt 5,33-37
Los mayores recuerdan la importancia que se le daba a la palabra en tiempo de sus abuelos. Entonces no era necesario, para cualquier transacción, estampar la firma en un contrato ante notario. Bastaba un testigo y la palabra dada. En aquellos tiempo existía la caballerosidad que se fundamentaba en la palabra dada. Dada ésta y rubricada en un apretón de mano el pacto estaba hecho y no era necesario la firma.

Hoy no parece que la veracidad y firmeza de la palabra se sostenga. Una prueba de ello lo percibimos y vemos en los llamados pactos políticos, donde la desconfianza, hoy digo sí y mañana otra cosa están a la orden del día. La palabra, es una realidad comprobada, ha perdido veracidad y credibilidad. No se sostiene por sí sola y hace falta acreditarla por escritos y documentos firmados ante notarios que den fe. Y todavía tenemos duda ante los hechos reales y concretos en los momentos de ejecutarlos.

Las palabras se las lleva el viento, reza un conocido refrán, y la realidad demuestra que así parece ser. Y es que si todo se tiene que poner bajo juramento la desconfianza es la reina del entorno social en el que vivimos y la mentira se convierte en lo cotidiano y en el puñal que puede traicionarnos en cualquier momento. Conviene, pues, darle fiabilidad y veracidad a la palabra y confiar en las personas. Eso demanda vivir en la verdad y ser coherente entre la palabra que se dice y la vida que se vive. Pues en la verdad está Dios y la mentira es dominio del Maligno.

Descubrimos que la verdad está contenida en los Mandamientos porque en ellos encontramos todo el bien que deseamos tanto para nosotros como para los demás. Cuando nos disponemos a vivir según los mandamientos experimentamos que todo se establece para el bien de todos. Un bien mutuo que descubre que al final se ajusta a lo que Jesús nos revela según la Voluntad del Padre: Amaos los unos a los otros como Yo les he amado.

viernes, 14 de junio de 2019

EL PECADO DUERME EN NUESTRO CORAZÓN

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No son las seducciones que vienen de afuera con las que corremos más peligro y con las que el mundo trata de tentarnos y contaminarnos para destruir nuestra alma, sino las que nacen dentro de nosotros y pervienten nuestra forma de pensar o dan riendas suelta a nuestras apetencias y deseos egoístas e impuros. El pecado no está afuera sino dentro de nosotros, hasta el punto de gestarse en él el deseo de nuestro corazón aunque no se llegue a materializar.

Por eso, el Señor, nos advierte y nos dice: «Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna».

Necesitamos la asistencia del Espíritu Santo para fortalecer nuestra alma. Eso significa que podemos vencer la adversidad que está presente en el recorrido de toda nuestra vida. No se trata de ser fuerte, sino de tener fortaleza, que es cosa muy diferente. En eso nos enseña mucho la Virgen María, nuestra Madre, cuya fortaleza nos muestra el camino para perseverar y sostenernos firmes hasta aceptar nuestras adversidades en nuestro camino propio de nuestra cruz.

Una cruz que llega hasta apartar de nuestras vidas todo aquello que se levanta como barrera o muralla que nos impide ver a Jesús. Un Jesús que, como hizo María, ocupa el primer puesto en su vida y al que también nosotros debemos de poner en la nuestra apartando todo lo demás. Un Jesús que nos invita a perseverar, fielmente a sostenernos fieles en la unidad conyugal y no repudiar a nuestras mujeres. Un Jesús que busca nuestro bien señalándonos el verdadero camino de salvación.

jueves, 13 de junio de 2019

PODER PARA DAR LA VIDA ETERNA

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El Evangelio de hoy vuelve sobre la oración que Jesús dirige a su Padre y le pide que le glorifique para que Él le glorifique también. Ha recibido del Padre el poder de dar la vida. Pero, da la vida a aquellos que creen en El y que lo han recibido como enviado del Padre. También Jesús pide al Padre por todos los que le ha dado y hace un matiz que debe llamarnos mucho la atención. No le pide por el mundo, sino por los que Tú me diste, porque son Tuyos. Es decir, que los que se quedan en el mundo y quieren pertenecer al mundo rechazan a Dios y se alejan de su pertenencia.

Jesús nos ha dado la Palabra recibida del Padre y el mundo nos odia porque rechaza la Palabra proclamada y enseñado por Jesús. Nosotros, al escuchar la Palabra y seguir a Jesús, no pertenecemos al mundo y, el mundo, nos odia como también odia a Jesús. Ahora, tendremos que vivir en el mundo pero auxiliado por el Espíritu de Dios de las tentaciones y amenazas del Maligno que quiere alejarnos del Señor.

Nuestra fortaleza y confianza está en el Señor que está a la derecha del Padre y ruega por nosotros y por todos los que creen en Él por nuestra palabra para que seamos uno como el Padre y el Hijo son uno. La unidad es la meta y esa es el fruto del amor. Porque, para ser uno necesitamos amarnos como se aman el Padre y el Hijo. Es ese el mensaje del Señor, que nos amemos unos a otros como Él nos ama. Y a esa unidad y amor deben ir dirigidos todos nuestros esfuerzos y nuestras prácticas. 

Eso es lo fundamental tal y como decíamos ayer. No debemos pararnos en costumbres y tradiciones que, si son partes de nuestro acerbo cultural y debemos sostener, no son lo más importante ni lo fundamental que nos ha enseñado Jesús. Lo importante es la persona humana, centro del amor de Dios, que le ha dado la dignidad de ser su hijo y que está llamada a compartir su Gloria junto a Él. Por eso, todos nuestros esfuerzos deben ir dirigidos a servirnos en la verdad y la justicia amándonos como Jesús nos ama.

miércoles, 12 de junio de 2019

PERDIDOS EN LAS TRADICIONES

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Mt 5,17-19
No son las tradiciones lo que realmente marcan el sentido de nuestra fe, sino esa actitud que, quizás escondida en la tradición, da plenitud a la Palabra que Jesús, el Hijo de Dios, nos ha revelado. Está fuera del contexto quedarnos en la romería, en la promesa de la caminata al santuario, en rezar un rosario con los brazos en cruz y un sin fin de promesas y costumbres que solo cobran sentido en esos días de celebraciones y rituales. No es esto lo importante, ni siquiera lo que nos revela Jesús.

Se trata de, con nuestras costumbres y tradiciones, dar sentido pleno a la Palabra de Dios, que consiste plenamente en vivir en la verdad, en la justicia, en el compartir con el más necesitado, en asistir al pobre y desamparado, al impedido o impotente que espera nuestra ayuda. Consiste en amar como Jesús nos amó durante el tiempo que pasó en la tierra junto al hombre y la mujer. Consiste en darle importancia y sentido a lo que verdaderamente es importante y tiene sentido. 

Desde ahí y en esa actitud podemos reflexionar y contemplar esta Palabra que Jesús nos propone hoy. Una Palabra que habla del cumplimiento de la Ley, sin omitir lo más simple, lo más pequeño o sin aparente importancia, porque todo lo que va dirigido a dar plenitud al amor humano será tenido en cuenta y de vital importancia. No así lo superfluo, lo van al, lo carente de sentido y despojado de verdadero amor.

Cuidemos, pues, de vivir en actitudes banales, sin sentido y que no reflejan ni dan testimonio del amor al prójimo que nos propone Jesús. En actitudes apoyadas en tradiciones que obedecen a costumbres y formas de expresar una fe rancia, vacía, sin contenido y simplemente ritualista y puntual. Una fe concretada en actos desencarnados de la realidad que pierden todo su sentido y se alejan de la propuesta que nos hace Jesús. Y es, desde ahí, desde esa perspectiva, de donde Jesús nos advierte que «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

martes, 11 de junio de 2019

SAL Y LUZ

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El mundo tiene muchos problemas que parecen prolongarse en la vida sin posible solución. Hay muchos enfrentamientos entre unos y otros. Las familias son espacios de discordias y luchas por el poder de unos sobre otros, de las herencias a repartir, de las cualidades de unos y las de otros. Y así también los pueblos, pues son las familias las que forman los pueblos. Por lo tanto, si en las familias nace el foco de la pelea, en los pueblos habrá pelea.

La paz brilla por su ausencia, aunque aparentemente esté presente, porque donde tiene y debe habitar la paz es en el corazón del hombre. Y mientras no more ahí el conflicto está siempre en el límite de estallar y dar paso a la lucha y enfrentamiento. Hace falta luz para alumbrar el camino y hacer reflexionar sobre lo que nos sucede y nos hace romper la paz. No cabe duda que el plan de Dios es el ideal para establecer la paz. Un plan que se apoya en la misericordia y el perdón. Un plan que nos habla de compartir, de preocuparnos los unos por los otros, de no desear más que lo suficiente y necesario. Un plan de dominar nuestros egoísmos y de moderar nuestras ansias de ser más que otros y de satisfacer nuestras apetencias y caprichos aunque tengamos que pasar por encima de los demás.

Y ese plan que Dios nos propone, revelado por Jesús, su Hijo, tendremos que anunciarlo nosotros con nuestra vida y nuestras obras. Esas vidas y obras serán la sal y la luz que necesita el mundo ver y experimentar para que puedan establecer la paz y contagiarla con el sabor que da el buen gusto de hacer las cosas bien y gozar de esa dicha y armonía en convivencia pacífica. Es el resumen de ese ver como las comunidades impregnadas por la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo conviven y se aman.

Y todos comprendemos que esa es la solución a todos los problemas que la convivencia humana nos plantea, pero no terminamos de creérnoslo ni resistirnos a nuestros egoísmos y satisfacciones. Buscamos el placer inmediato que pronto nos deja vacío y volvemos a la misma situación. Nuestra luz es perecedera e inconstante y nuestra sal se pudre porque no llega a dar ese sabor gustoso. Es cuestión de plantearnos si realmente podemos ser sal y luz como el Señor nos propone. ¿Acaso el Señor si nos lo ha dicho y propuesto, no sabe que, contando con Él, podemos?

lunes, 10 de junio de 2019

DONDE SE ENCUENTRA LA PAZ

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Mt 5, 1-12
No se busca la paz donde realmente se encuentra, y por eso, a pesar de celebrar muchas convenciones o asambleas para tratar convenios de paz y de llegar a acuerdos para mantener la paz, no se logra y siempre termina rompiéndose. Porque, la paz no está en el poder, en la fuerza, en la venganza ni en la riqueza. Menos en el dominio o la imposición.

La paz se encuentra y se esconde en la misericordia, en la verdad, en la dignidad de la persona humana que viene de la filiación divina como hijos de Dios. La paz y el gozo de vivir con alegría y felicidad se esconde en el amor y el desprendimiento. Y eso se nota inmediatamente cuando una persona se da gratuitamente en ayuda y servicio al necesitado. Se habla muy bien de ella y se crea un clima de correspondencia y de paz. Se establece una corriente de amor apoyado en la verdad y la justicia.

Ese no es otro sino el plan de Dios. Las llamadas bienaventuranzas. Porque, son bienaventurados aquellos que se esfuerzan en vivir desde la pobreza y la humildad. Aquellos que están disponibles a entregar sus riquezas, tanto espirituales como materiales buscando el bien de los más necesitados. Aquellos que buscan y se esfuerzan en vivir en la verdad y la justicia. Aquellos que no se aprovechan de sus dones y capacidades, sino que las ponen para servicio de los más pobres y necesitados.

Son bienaventurados aquellos que entregan sus vidas de forma gratuita por construir un mundo basado en el amor, nacido en la verdad,  como servicio a los más pobres y necesitados. Son bienaventurados aquellos que trabajan por construir un mundo en paz, más justo y fraterno. Son bienaventurados los que entregan y ponen sus vidas al servicio de la justicia incluso a riesgo de perderlas.

En fin, a pesar de las adversidades y sufrimientos en la lucha por hacer realidad ese plan de Dios de las bienaventuranzas, sentirás gozo y satisfacción, pues llevar a Jesús dentro de ti y darlos a conocer a los demás, tanto de obras como de palabras te hará experimentar un gozo y una dicha que te hará bienaventurado.

domingo, 9 de junio de 2019

UNIDOS EN EL ESPÍRITU SANTO

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Jn 20,19-23
El Espíritu de Dios nos une y nos revela el amor de Dios. El Espíritu de Dios nos allana el camino y nos da sabiduría, fortaleza y paz para que podamos entendernos y permanecer unidos en la misma fe a un sólo Dios. La venida del Espíritu Santo es la confirmación de la promesa hecha por Jesús en el momento de su Ascensión: Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré- Jn 16, 7-.

Hoy es el día que la Iglesia celebra ese acontecimiento. Un día vital y fundamental en la vida del creyente, porque sin el Espíritu Santo nada podemos hacer y hasta Jesucristo hubiese sido olvidado. Él sigue vivo y presente gracias a la acción del Espíritu Santo que con sus dones nos fortalece y nos capacita para transmitir el anuncio de la Buena Noticia. Los dones del Espíritu Santo son siete:  sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, piedad, fortaleza y temor de Dios (ver aquí).

Los dones espirituales son habilidades especiales que Dios regala a sus hijos para la edificación de su iglesia. Debemos usarlos para bendecirnos los unos a los otros y construir juntos una iglesia fuerte que honra a Dios.

Todos los cristianos tenemos por lo menos un don y el Espíritu Santo distribuye los dones según quiere: «Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina» (1 Corintios 12:11). Sin embargo, la Biblia nos dice también que podemos anhelar otros dones, y nos anima a pedirlos (1 Corintios 12:31).

sábado, 8 de junio de 2019

TRANSMITIR LA PALABRA

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Quizás no somos consciente de nuestro compromiso de Bautismo. Posiblemente, nuestro recorrido no haya sido el correcto o, al menos, el ideal. Nos han bautizado cuando niño como consecuencia de una tradición cristiana más que como causa de una fe vivida y practicada. Eso ha originado que nuestra fe se haya quedado en los pañales de nuestra primera comunión y que apenas conozcamos la Palabra. 

La pregunta nace por sí misma, ¿cómo sin conocerla vamos a transmitirla? Así, de padres a hijos, la fe se queda en pañales y todo se reduce a celebraciones tradicionales que consisten en celebrar una fiesta sin más interrogantes ni interpelaciones. Eso hace que no seamos conscientes, como decíamos al principio de nuestro compromiso bautismal, por el cual hemos sido configurados como sacerdotes, profeta y rey.

Indudablemente, somos herederos de un Tesoro incalculable que ha llegado a nosotros por el compromiso y la respuestas de esos primeros cristianos. Eso nos compromete, no sólo a conservar ese Tesoro de la Palabra de Dios, sino también a transmitirla a las siguientes generaciones. A transmitirla desde la vivencia de nuestra fe encarnada en nuestras vidas y testimoniada con nuestras obras.

Debemos ser conscientes del agradecimiento a aquellos primeros cristianos que, como Juan, han dado sus vidas para que la Palabra de Dios revelada llegue hasta nosotros. Hoy también, tú y yo tenemos muchas dificultades y problemas para, no sólo transmitirla sino para vivirla. Luchamos contra nuestras propias dificultades y obstáculos interiores como las pasiones, el egoísmo, la soberbia, la comodidad, la pereza...etc. Todo aquello que nacen dentro de nosotros y nos impiden darnos gratuitamente y de forma desinteresada, pero, sobre todo, que levantan barreras infranqueables para resistirnos y no escuchar la Palabra de Dios. 

En todo eso tiene mucho que ver nuestra libertad y voluntad para someterla no a la voluntad del mundo que nos tienta y nos seduce, sino a la Voluntad de la Palabra de Dios que nos libera y nos hace buscar el bien, la Verdad y la justicia.

viernes, 7 de junio de 2019

EL AMOR ES VERDADERO AMOR CUANDO DUELE

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Jn 21,15-19
Es difícil descubrir el verdadero amor cuando te sientes cómodo y a gusto. No estoy diciendo que estando a gusto y cómodo no se esté amando, pero eso nos gusta a todo y si el amor consistiese en eso a todo nos gustaría amar. O dicho de otra forma, nos sería fácil amar. El verdadero amor empieza a descubrirse cuando empieza a doler. No sé si fue la madre Teresa de Calculta la que dijo que el amor se descubre cuando verdaderamente duele, porque en el dolor es cuando amar cuesta y cuando las exigencias prueban tu verdadero amor. Por eso, no hay amor más grande que aquel que da la vida por otro.

Otra condición del amor es la gratuidad. El amor nos busca correspondencia, ni respuesta, ni pone condiciones. Sólo sabe dar gratuitamente sin pedir nada a cambio. Esa clase de amor es el que enseña Jesús. Lo hizo durante su vida pública en este mundo, y lo sigue haciendo ahora desde la derecha del Padre, donde se encuentra después de Resucitar y Ascender a los Cielos.

Es ahí, a la derecha del Padre, donde ruega por todos nosotros pidiéndole al Padre que nos enseñe a amar como Él, su Hijo, siguiendo su Voluntad. Por eso, Jesús, le pide a Pedro que si le ama tendrá que manifestar ese amor también a los demás. El va a ser el Primado y el responsable de mantener ese amor vivo para testimonio de los demás. Pero, también Jesús sabe de nuestras imperfecciones, de nuestras debilidades y de nuestros pecados. 

Y sabe que somos presa de nuestra naturaleza humana, débil y herida por el pecado. Por eso, deja en manos de Pedro y de sus apóstoles el perdón de nuestros pecados para que tengamos siempre la posibilidad de levantarnos y volver al camino del amor misericordioso.

jueves, 6 de junio de 2019

LA ORACIÓN DE JESÚS


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Jn 17,20-26
Jesús se implica en su ruego al Padre. Pide, no sólo por éstos, que han creído en Él, sino por  aquellos que por medio de su palabra han creído también en Él. y con el ruego para que todos sean uno. El Señor quiere que seamos uno como lo es Él con el Padre. Esa es nuestra referencia y nuestra meta, amarnos como se aman el Padre y el Hijo.

Y eso no lo podemos alcanzar por nuestra cuenta o por nuestras capacidades, sino injertados en el Padre y el Hijo por medio de los méritos del Hijo que nos ha revelado al Padre. Porque, esa es la única clave para que el mundo crea y ese fue el verdadero triunfo del Señor con su Pasión y Muerte en la Cruz. Se quedó sólo, pero esa soledad se convirtió en triunfo y logró la unidad de sus discípulos para que, amándose, el mundo creyera.

Y así ha sido. El testimonio de los apóstoles ha llegado a muchos otros que ha respondido al amor de Jesús en el Padre. Y al amor del Padre en Jesús. Sin lugar a duda el mundo descubre ese misterioso efecto del Espíritu de Dios que se derrama en cada ser humano. A veces me he preguntado que puede suceder para que el mundo, a pesar de estar tan deteriorado, pueda sostenerse todavía con la esperanza del amor, de la fraternidad, de la verdad y la justicia entre los hombres.

Ahora, que la Iglesia está siendo fuertemente y cruentamente perseguida. Ahora, que muchos ofrecen sus vidas con valor, valentía y hasta con gozo, podemos preguntarnos, ¿qué está pasando? ¿No es el resultado de la eficacia de la oración de Jesús al Padre? ¿No es que el hombre descubre en la profundidad de su corazón que la Palabra de Jesús es la Verdad, el Camino y la Vida que da la verdadera y única felicidad que el hombre busca erróneamente en el mundo? Sí, hermanos y hermanas en la fe, Jesús, el Señor, sigue con nosotros, no nos abandona. y ruega al Padre diciendo:

 «Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».

miércoles, 5 de junio de 2019

LA INSISTENCIA DE JESÚS

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Jn 17,11b-19
Su Palabra es verdad y todo lo que dice lo cumple. Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura».


Ahora que ha subido al Padre no se olvida de ninguno de los que le ha sido dado por el Padre y ruega para que se mantengan unidos. La referencia es que como Él y el Padre son uno, así también seamos nosotros. Eso significa que tenemos que estar unidos, sin divisiones, sin separaciones y agrupados en comunidad que celebran una misma fe y un mismo bautismo.

Miran como se aman, como se quieren, como viven interesados el uno en el bien del otro. Esa unidad en torno a un sólo Dios es el testimonio que convence, que arrastra y contagia. Porque, la persona humana ha sido creada para amar y para buscar el bien y la verdad. Y la comunidad es la forma de realizarce en el amor y de luchar contra el mal del mundo. 

Por eso, Jesús continúa diciendo: «Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».

Vivimos entre lobos y grandes peligros:  mundo - demonio - carne, y necesitamos la asistencia, el auxilio y la fortaleza del Espíritu Santo para superar todas esas tentaciones que tratarán de desviarnos del camino hacia la Casa del Padre. Tenemos la Palabra del Señor y la promesa de su Padre. 

martes, 4 de junio de 2019

JESÚS NO SE OLVIDA DE NOSOTROS

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Es la hora de la verdad. La hora de la glorificación del Padre y del Hijo para que los hombres y mujeres de este mundo vean el amor que Dios nos tiene y que lo revela en su Hijo. Es la hora de darnos cuenta que todo lo que tiene Jesús viene del Padre y todo lo del Padre está en Jesús. Él ha dado a conocer el Nombre del Padre, porque en eso consiste la Vida Eterna, en conocer al Padre.

El problema de mucha gente es que nos ponemos a hablar de la Iglesia y de lo que tiene que hacer la Iglesia y no sabemos nada de la Iglesia, ni siquiera conocemos al fundador de la Iglesia. Y lo digo con conocimiento de causa, pues hablando con unos amigos de algunos problemas de la Iglesia, hice esta pregunta. ¿Conocen ustedes a Jesucristo? Y nadie contestó afirmativamente, sin embargo ponían objeciones a la labor de la Iglesia y a sus normas internas.

Por eso, es importante conocer al Padre y conocer al Hijo, y sólo aquellos que se abren a la Palabra que el Hijo, recibida del Padre, nos da, podrán llegar hasta el Padre y conocerlo. En este sentido es muy importante la fecha que nos espera en la que celebramos algo muy importante, la venida del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios que nos recordará todo lo que nos ha sido enseñado y todo lo que nos falta.

Pero, volvemos a la pregunta, ¿qué nos ha sido enseñado? Porque, si no prestamos atención, si no nos ponemos a la escucha y abrimos nuestros corazones a la Palabra que Jesús nos da recibida del Padre, ¿cómo podemos conocer al Padre? Esa es la cuestión. Menos razonamientos y justificaciones y tratemos de abrirnos a la Palabra del Señor Jesús que nos revela el amor del Padre. 

Y que no deja de pedirle al Padre por todos nosotros: «Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

lunes, 3 de junio de 2019

LA VICTORIA SOBRE EL MUNDO

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Jn 16,29-33

Todos buscamos el éxito en este mundo. Queremos, aún sin darnos cuenta, la victoria, el triunfo, la admiración de los demás, el ser el primero y ser el centro de otros. Queremos ser tenidos en cuenta y que nos  correspondan tal y como nosotros correspondemos. Queremos ser tratados como nosotros tratamos. Es un amor mutuo lo que buscamos sin darnos cuenta que Jesús nos ha amado sin esperar nada de nosotros. Nos ama sólo para nuestro bien y no nos pide nada en correspondencia. Sólo busca nuestra felicidad.

¿O es que no nos damos cuenta? Si amamos como nos ama Jesús encontraremos esa felicidad que realmente buscamos. No se trata de fastidiarnos, ni de complicarnos la vida, sino que en la medida que seamos capaces de amar y darnos a los demás, así seremos felices. Eso es lo que trata Jesús de enseñarnos, y para eso nos envía, según la Voluntad de su Padre, el Espíritu Santo.

Cuando te das cuenta de eso entiendes que Jesús es la Verdad Absoluta, lo sabe todo y te entregas a su Palabra. La felicidad, el verdadero éxito no está en ser el mejor ni el campeón, sino en estar disponible a amar sin ningún interés buscando el bien del otro. Entonces te das cuenta de que no es fácil y que tienes que negarte a ti mismo. Se hace duro e imposible para afrontarlo tú mismo. Descubres que necesitas el concurso de Jesús. Él ha venido para eso y te lo propone claramente, Él ha vencido al mundo.

Y con esa afirmación y revelación te está invitando a ti también a vencerlo. La Resurrección, triunfo sobre la muerte, y la Ascensión, regreso al Padre, son las pruebas que lo dejan todo meridianamente claro. En, con y por Jesús nosotros también venceremos al mundo. Un mundo con el que tenemos que enfrentarnos cada día. Un mundo del que no desaparece el mal, pero al que hay que hacer frente desde y en el Señor. Un mundo que podemos vencer desde nuestra libertad personal y desde la opción libre de optar por creer en la Palabra del Señor y que la verdadera felicidad, que todos buscamos, está en amar como nos ha enseñado a amar Jesús.

domingo, 2 de junio de 2019

TODO SE HA CUMPLIDO

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Lc 24,46-53
Todo se ha cumplido y esa es la señal y la prueba definitiva. Estaba escrito que Jesús padeciera y que Resucitara, y eso se ha cumplido. La Resurrección es el fundamento de nuestra fe. Si Jesús ha Resucitado significa que Vive, y si Vive está entre nosotros y su Palabra se cumple. Por lo tanto, también, si somos fieles a su Palabra, nosotros resucitaremos también e iremos con Él a ese lugar que nos prepara en el Cielo. ¿No es esto maravilloso? ¿No buscamos la Felicidad Eterna? Pues esa es la Promesa de nuestro Señor Jesús, enviado por su Padre, a revelárnosla.

Ahora, puesto que Vive, seguirá con nosotros en su Espíritu, prometido por el Padre, y que nos lo enviará en su lugar tras su Ascensión a los cielos. Él mismo les dijo a sus discípulos que convenía que se fuera al Padre para que viniese el Espíritu Santo, ese que les va a recordar todo lo que les había dicho y a enseñarles todo para dar testimonio de la Resurrección y predicar el perdón de los pecados. Y así ha sucedido hasta este momento de la historia. Mañana no sabemos, porque en cualquier momento puede venir el Señor. Y nos recuerda que no sabemos el día ni la hora.

Vivimos el momento, nuestro momento y tenemos que cumplir con nuestra responsabilidad. Hemos sido bautizados y en nuestro bautizo hemos recibido el Espíritu Santo. En Él tenemos la fortaleza, la sabiduría y la  paz para proclamar la Palabra de Dios y dar testimonio de nuestra fe. No una fe de palabra, sino también con nuestro testimonio de vida coherente y comprometido. 

Tomemos conciencia de que no estamos solos. El Espíritu Santo ha bajado para acompañarnos en nuestro peregrinar de cada día para recordarnos todo lo que hemos recibido por medio de la Iglesia, pero también para irnos enseñando todo lo que nos hace falta para sostenernos en la fe y vivir en la Palabra de Dios.