jueves, 31 de octubre de 2019

¿TIENES CLARO TU MISIÓN?

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Lc 13,31-35
Está claro que para seguir firme tu camino tienes que tener clara tu misión. A la menor duda tu barca empieza a zozobrar y termina por hundirse. Y, también, debes saber que en tu camino vas a encontrar muchos obstáculos y dificultades. Sería un camino falso sin dificultades.

Jesús lo advirtió y siempre lo supo y sabe que también a ti te sucedería lo mismo. Él superó toda prueba y amenazas porque sabía su destino de cruz. Aceptó su camino y su sacrificio de forma voluntaria y espera que tú también hagas lo mismo. La pregunta surge espontáneamente, ¿estás dispuesto? A esta reflexión te invita el Evangelio de hoy.

Si miras la cruz y las espinas que a lo largo de tu camino se te irán clavando, difícilmente encontrarás fuerzas para continuar y avanzar. Posiblemente, te quedarás en el camino y terminarás por abandonarlo. Pero, si piensas que detrás de esa cruz y esa pasión se esconde la Luz de un nuevo amanecer interminable, lleno de esperanza, de gozo y felicidad que te da la plenitud en el amor, todo será diferente. Entonces, tus fuerzas cobraran renovadas energías, motivaciones y deseos de continuar firmemente tras los pasos de Jesús.

miércoles, 30 de octubre de 2019

LA SALVACIÓN, DIOS, LA HA DEJADO EN TUS MANOS

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Lc 13,22-30
No hay duda que Dios nos ha regalado, no sólo la vida, sino también la salvación. Es decir, Vida Eterna en gozo y plenitud. Vida Eterna en la Gloria junto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y en una felicidad que no podemos imaginar ni entendemos ni cabe en nuestras limitadas cabezas. Y es buen síntoma estar preocupado por perder tanta dicha prometida. Mal síntoma sería estar indiferente y despreocupado, como muchos parecen, o al menos lo aparentan.

En esta ocasión, nos dice el Evangelio de hoy: En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán». Esa pregunta implica estar preocupado o, por lo menos, interesado en tu salvación.Y ese síntoma o gesto es muy importante y necesario. Es el primer paso, imprescindible para experimentar el deseo de acercarse a Jesús y de reconcerle como el único que puede responder a esa pregunta de salvación.

Sin embargo, Jesús no responde a esa pregunta, sino que te invita a no estar preocupado por hacer cálculos matemáticos ni proyectos de salvación, sino al esfuerzo de cada día en la lucha contra el mal y sus tentaciones. Te invita a seguir sus enseñanzas y a discernir sobre lo que te propone. Sabe que no te será fácil, pero sabe que es lo que te conviene y lo que buscas aunque por caminos equivocados. Conoce la oscuridad en la que te mueves y quiere alumbrarte el camino con su Palabra.

Conoce, y sabe mejor que tú, que seguirle significa estar dispuesto para entrar por la puerta estrecha. La puerta que pone obstáculos y exige renuncias. Obstáculos a tu naturaleza caída, herida por el pecado e inclinada a la soberbia, a la envidia, a la pereza, a las pasiones, a la venganza y violencia. Es la puerta que te exige una lucha constante del bien contra el mal que infecta tu corazón. y lo amenaza con endurecerlo y perderlo. Es la inclinación del pecado, que vive dentro de mí, que me arrastra a hacer lo que no quiero.

Está claro que no me será fácil entrar por la puerta estrecha. No me será fácil derrumbar y vencer el deseo de venganza, de soberbia, de envidia, de odio, de vanidad, de pereza, de comodidad y de pecado., que tengo que superar y desalojar de mi corazón. No sólo no es nada fácil, sino que me será imposible enfrentarme a ello yo sólo. Necesitaré tu ayuda, Señor, y la asistencia a cada instante del Espíritu Santo.

martes, 29 de octubre de 2019

UNA SEMILLA MUY PEQUEÑA

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Lc 13,18-21
El Reino de Dios no es algo que explota en un instante y se hace grande y se expande a velocidad de crucero por todas partes. No es algo que, al igual que una simple y pequeña semilla, se siembra y con el tiempo y buen riego en una buena tierra bien abonada y cultivada va madurando hasta dar buenos y abundante frutos. No es algo que crece de un día para otro, ni que da frutos sin los cuidados y cultivos adecuados y necesarios.

El Reino de Dios es como esa pequeña semilla que, sembrada y bien cuidada, crece y alcanza un tamaño tan grande que hasta los pájaros vienen a anidar en sus ramas. Esa pequeña semilla que fue la Iglesia y que llega hoy a extenderse por todas partes del mundo. La tierra es tu corazón y el agua son tus oraciones, la escucha atenta de la Palabra y tu disponibilidad para abrirte a la acción del Espíritu Santo. Una vez sembrada la Palabra en tu corazón necesita ser cultivada con el alimento de la Palabra y la disponibilidad para vivirla. Pero, sobre todo, con el Pan Eucarístico que nos fortalece  y nos sostiene firmes.

Igual sucede con la levadura que se introduce en la masa de harina y bien amasada con el esfuerzo de tu trabajo fermenta y se hace grande. Así también sucede con el Reino de Dios -  la Iglesia - que naciendo de una pequeña comunidad apostólica se ha ido transmitiendo de corazón en corazón y ha llegado a todas las partes del mundo. Y, por la Gracia de Dios, crece y se extiende hasta el punto de madurar y convertir nuestros actos en buenas obras de amor.

lunes, 28 de octubre de 2019

TIEMPO PARA ORAR - TIEMPO PARA TRABAJAR

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Lc 6,12-19

Cada cosa a su tiempo, solemos decir en muchos momentos de nuestra vida. Y es que se necesita pensar para luego actuar. Si es verdad que hay momentos que lo que se piensa casi coincide con lo que se hace. Hablamos de agilidad mental que en algunos momentos, si se puede, es necesario utilizar. Pero, lo frecuente es actuar con previa reflexión y saber en todo momento lo que se va a hacer.

Jesús nos enseña el camino y antes un día decisivo en su elección, pues piensa formar el colegio apostólico, pasa largas horas orando con su Padre. Y después de buscar la luz en y por su Padre pasa a la acción de elegir a los que le van a acompañar y continuar la misión de proclamar la Buena Noticia de Salvación. Entonces elige a los doce apóstoles. El Evangelio nos lo cuenta así: En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.

Ya está en marcha la Iglesia y desde ese momento empieza a dar sus primeros pasos. Pasos tímidos, todavía ni en estado embrionario, pero, quizás el feto que va a formarla más adelante cuando llegue el momento de la venida del Espíritu Santo. Una Iglesia a la que sigue mucha gente, quizás porque espera saciar su hambre material y también ser curados de sus dolencias y enfermedades. Jesús los atiende y los cura y muchos trataban de tocarlo porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

domingo, 27 de octubre de 2019

DESPRECIAR AL OTRO

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Lc 18,9-14
Los enfrentamientos son causas del desprecio de unos contra otros. Por naturaleza humana estamos inclinados a creernos unos mejores que otros. Y, quizás, sin darnos cuenta somos clasistas y despreciamos al que consideramos inferior y menos que nosotros. Es obvio que el ser humano se considera, frente a otros,  mejor y, enalteciéndose, les excluye y les considera inferiores y despreciables. Y todos sentimos en lo más profundo de nuestro corazón que eso no está bien

Sin embargo, la realidad nos hace ver y constatar cada día que el pecado está inserto en nuestra naturaleza. Somos pecadores de y por naturaleza, valga la redundancia, que condiciona nuestro actuar y nos limita hasta quedar sometidos y esclavizados por el pecado. Jesús, nuestro Señor, nos lo descubre hoy en el Evangelio y nos lo dice a través de esta parábola del fariseo y publicano. Por otro lado, no se nos esconde la realidad de experimentar rechazo hacia aquellos que no son como nosotros y le excluimos tratándolos como inferiores.

La parábola nos interpela y nos lleva a la reflexión. ¿Acaso no somos todos los hombres y mujeres iguales? ¿Acaso no somos todos hijos de Dios y no tenemos la misma dignidad? Luego, ¿a qué viene tanta exaltación de unos y desprecio de otros? Sería bueno y muy provechoso hacer un acto de humildad, tal hizo el publicano, y considerarme pobre y pecador, y nunca mejor que otros, pues siendo hijos del mismo Padre nadie es mejor que nadie.

Y nunca debemos olvidar las palabras con las que termina Jesús diciéndonos: Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

sábado, 26 de octubre de 2019

LA COSECHA SE MUESTRA CON LOS FRUTOS

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Lc 13,1-9
La vida ha sido creada para dar frutos y eso es lo que se espera de toda persona, negocio o campo de cultivos. Frutos que se traducen en haber hecho bien el trabajo o el cultivo. La labor de una persona se descubre en sus frutos. Y si eso no se produce nos sentimos mal y hasta experimentamos que hemos fracasados. Todos, en lo más profundo de nuestro ser sentimos que tenemos una misión. Y el resultado de esa misión son los frutos que dé, que deben de ser buenos para que la misión resulte satisfactoria y bien realizada.

Muchos se sienten inútiles o que no sirven para nada. Experimentan que sobran y eso les puede llevar al abismo depresivo con fatales consecuencias. Todos servimos para algo. Hay muchas clases de misiones, muchas aparentemente insignificantes y otras más relevante e importantes, pero todas son muy importantes ante Dios. Porque, todo nos ha sido dado por nuestro Padre Dios y lo que hagamos cada uno es don de Dios que nos lo ha regalado. Por tanto, quienes realicen labores o misiones pequeñas son porque han recibido esas misiones pequeñas que, a los ojos de Dios, son de máxima importancia. Lo que importa es que la hagamos bien, dándonos en la labor con todo nuestro empeño y fuerzas.

La comunidad dará frutos en la medida que todos sus miembros aportemos nuestra trabajo y demos frutos. Una cosa es cierta, el Señor nos dará tiempo para que nuestros frutos maduren y, mostrados al mundo, sean beneficio para los que lo necesitan. El Señor, utilizando nuestro esfuerzo y trabajo, los cultiva, abona nuestro corazón con su Gracia y nos prepara para que demos frutos. Unos frutos en los que tú, entregando tu libertad, entregas también todos los talentos recibidos.

No esperes que el Espíritu Santo haga todo mientras tú te cruzas de brazo, porque se te ha dado unas capacidades y una libertad para que la pongas para el bien de los más necesitados. La libertad no es para que hagas lo que te da la gana en orden de tus intereses, beneficios y egoísmos, sino para entregarla, por la Gracia de Dios, para el bien de todos aquellos que la necesitan poniéndola al servicio, con todos tus talentos, para el bien de los más pobres y necesitados.

viernes, 25 de octubre de 2019

RAZONAR EN LA VERDAD

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Lc 12,54-59
Nos jactamos de saber, conocer e interpretar el tiempo, pero, miramos para otro lado cuando se trata de razonar el significado trascendente de nuestra vida. No podemos ignorar el deseo y la necesidad de felicidad que sentimos en lo más profundo de nuestro ser y que está presente en todos los instantes de nuestra vida e instalada en el centro de nuestro corazón, que junto a la aspiración eterna forman la mayor esperanza que el ser humano desea alcanzar.

Sin embargo, cerramos los ojos ante esta realidad que palpita y vive dentro de nosotros. Preferimos permanecer en el Egipto de nuestro tiempo al calor de los pepinos, puerros y cebollas que nos dan seguridad ante que emprender la travesía por el desierto que nos señala y nos propone la Palabra de Dios cargando con nuestra cruz. Realmente, es verdad se me hace difícil y se nos hace difícil a todos. Por eso somos pecadores y necesitados de la Gracia de Dios.

Presumimos ante el conocimiento de los fenómenos atmosféricos, pero justificamos nuestra ignorancia ante la interpretación de la verdad, de lo justo frente a la mentira e injusto. Quizás buscamos justificarnos ante la aparición de nuestros propios miedos y las exigencias de salir, de caminar por terrenos no conocidos e inseguros. Quizás, sentimos la llegada de situaciones que nos pueden crear problemas que no queremos vivir ni afrontar. Quizás nos guste quedarnos, aunque de forma rutinaria, instalados en lo que ya conocemos y esperar el desenlace de nuestra vida tal y como viene. ¿Acaso no nos damos cuenta de que arriesgamos el mayor Tesoro que tenemos? ¿Es qué tenemos los ojos cerrados?

¿Para qué ese conocimiento, del que presumimos, si estamos despreciando el verdadero Tesoro que nos ofrece la felicidad eterna? ¿Somos tan necios, como aquel rico insensato, que pensamos en banquetear y vivir la vida sin pararnos a pensar que lo verdaderamente sensato es mirar hacia nuestro Padre y Dios y seguir sus enseñanzas? ¿Es qué no aprendemos en la medida que vamos cubriendo etapas en nuestra vida?

jueves, 24 de octubre de 2019

ESTAR ACTIVOS PARA AMAR

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Lc 12,49-53
No se trata de arder para destruir, sino todo lo contrario. Se trata de prender el fuego del amor. Un amor que se extienda por todas partes y prenda en el mundo haciendo el bien, proclamando la verdad y realizando la justicia. Un amor que enfrenta el bien contra el mal y que es la causa de muchos enfrentamientos familiares: padres contra hijos; hijos contra padres; madre contra hijos, hijos contra madres; suegros y suegras contra nueras y yernos y viceversa.

Jesús ha venido a prender fuego al mundo en ese sentido arriba descrito. Un fuego activo que arda desde dentro del corazón llenándolo de verdadero amor y haciendo el bien cada día. Un fuego avivado por el Espíritu Santo, que sopla y enciende el corazón de quien le abre la puerta y atiende sus impulsos. Hablamos de ese fuego que necesitamos avivar. Hablamos de esa lámpara de nuestro corazón que queremos mantener encendida y extenderla hasta quemar todo lo que está a nuestro derredor. 

Y lo queremos no por proselitismo o por un interés egoísta, sino para convertirlo en llama de amor también que haga el bien y viva en la verdad y la justicia del Reino de Dios. Buscamos el fuego de nuestro Señor, que nos abraza y nos invita a amar y a incendiar también otros corazones, quizás apagado por el agua impura de un mundo contaminado, vacío de valores y corrupto por las seducciones y sobornos del pecado. 

Un mundo que ha dejado de arder con ese fuego que nos provoca el deseo de amar y de proclamar la Vida Eterna que el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús ha venido a anunciarnos.

miércoles, 23 de octubre de 2019

NECESARIO ESTAR PREPARADO


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Lc 12,39-48
Es muy importante saber que el Señor está a nuestro lado y nos quiere salvar. Nos lo ha dicho por activa y pasiva. Pero nos pide que confiemos en Él, que tengamos confianza en Él. Estar preparado significa que le esperamos y que puede venir en cualquier momento.

Y tú y yo, y también todos, tenemos que estar vigilantes, atentos y preparados. La batalla comienza cada día y termino cada noche, para, de nuevo, con el amanecer del nuevo día empezar otra vez la lucha. Nuestra misión es impedir que nuestro corazón quede herido y perforado, dejando un hueco por donde pueda colarse el Maligno y dejar en nuestro corazón el veneno del pecado, contaminándolo y alejándolo del Señor. Y para evitar esa amenaza y esa herida, tenemos que estar en alerta vigilancia y tensión, de la misma forma que lo hacemos cuando realizamos una labor importante de riesgo y que demanda concentración.

Hay ladrones en el mundo. Ladrones que quieren vivir sin trabajar adueñándose del dinero y bienes trabajados por otros. Pero, ladrones también que viven en el pecado buscando  la manera de llevar a otros al pecado. Y nuestra naturaleza humana, débil y propensa a caer en la trampa está siempre en peligro antes estas tentaciones y seducciones que el mundo, demonio y carne le proponen.

Por todo ello, necesitamos estar preparados y en constante vigilancia, agarrados al Espíritu Santo para hacernos fuertes, no desfallecer y superar ese asedio y seducción que trata de invadirnos y perdernos para el Señor. Nuestro Señor, que vendrá sin avisarnos y que nos advierte para que sepamos perseverar y mantenernos siempre activos en su Palabra y según su Voluntad.

martes, 22 de octubre de 2019

PREPARADOS Y VIGILANTES

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La consigna es estar preparados y vigilantes. No hay otra alternativa sino la de estar con la cintura ceñida y la lámpara encendida. Es decir, atentos al peligro de cada día, porque, cada día, valga la redundancia, el mal está al acecho y preparado para engañarnos y seducirnos. Tiene mucho recursos, todos los que el mundo y la carne les proporciona, y, nosotros, somos sus reos, sus objetivos a los que quieren devorar.

Es vital estar preparados, y eso significa que el Señor puede llegar de una manera definitiva en cada momento. Nuestra vida puede terminar en cualquier momento y olvidar eso es vivir en la mayor ignorancia. Estar preparado significa vivir en esa actitud de que el Señor puede llegar en cualquier instante a mi vida y debo estar preparado para abrirle mi corazón. Y esa preparación necesita estar atento a su Palabra y en disponibilidad de vivir en y a la acción de su Espíritu.

El mundo nos ofrece muchos peligros, muchas tentaciones que nos seducen porque nos gustan y hasta nos apetece, pero, ¿no es primero el Reino de Dios? ¿No es primero la búsqueda del mayor Tesoro que nos lleva a la Vida Eterna? Pues, esa disposición y actitud nos exige estar atentos y preparados en todos los momentos de nuestra vida. Una preparación que consiste en leer su Palabra, reflexionarla, hablar con Él - la oración - y, sobre todo, con la mayor frecuencia que podamos, recibir el verdadero alimento, su Cuerpo y su Sangre - la Eucaristía -.

Por lo tanto, mantengamos encendida la lámpara de la fe. Una fe que la sostenemos en la medida que no perdamos de vista que el Señor es nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida, y siguiéndole encontraremos esa felicidad eterna que buscamos.

lunes, 21 de octubre de 2019

¿SON LOS BIENES MATERIALES EL FIN DE TU VIDA?

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Lc 12,13-21
Al parecer aunque todo el mundo diga que no busca los bienes materiales, la realidad contradice tal afirmación, pues la gran mayoría busca hacerse con la mayor cantidad de bienes para proporcionarse seguridad y bienestar. En la parábola que Jesús nos pone hoy aparece un hombre que viéndose con gran cantidad de bienes decide vivir una vida de ocio dedicada a banquetearse y pasarlo bien.

El problema que nos plantea Jesús es el siguiente: ¿Acaso la vida te pertenece y eres tú quien decide sobre ella? ¿Acaso conoces tus días y tu tiempo? ¿Te sirven las riquezas acumuladas para ganar la verdadera vida que, quieras o no, todos esperamos? ¿Es qué tratas de mirar para otro lado y no aceptar ese sentimiento trascendente que está impreso en tu corazón? 

Muchos llegan  a enfrentamientos entre ellos por causa de los bienes y las herencias. Precisamente, el Evangelio de hoy nos habla de la disputa de dos hermanos por el reparto de la herencia. Así ocurre en muchas familias, sociedades, colectivos, naciones...etc. Las riquezas enfrenta y destruye al ser humano, pues siendo en principio una ayuda para sus necesidades no son la respuesta que el hombre y la mujer buscan como solución a sus vidas.

Porque, la felicidad y la eternidad, metas que están escritas en el corazón del hombre y la mujer no se esconden detrás del poder económico ni de las riquezas. Es verdad que proporcionan oportunidades para solucionar problemas y, sobre todo, poder ayudar a gente necesitada, pero tenemos que saber que los bienes materiales no nos darán nunca la plenitud y gozo eterno. Y esa es nuestra máxima aspiración, vivir en plenitud eternamente.

Y eso sucederá cuando nuestra vida terrenal llegue a su fin. A partir de ese momento, los bienes materiales pierden todo su valor y su eficacia, y la actitud generosa con la que hayas vivido esta vida cobrará todo su valor. Porque, de la forma y manera que tú hayas gastado tu amor, así será el gozo y plenitud con la que vivirás eternamente. Pidamos al Señor que sepamos  discernir bien la función de los bienes de este mundo y darles la justa y correcta función para lo que nos han sido dado. Amén.

domingo, 20 de octubre de 2019

¿CÓMO ES TU RELACIÓN CON DIOS?

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Lc 18,1-8
Cuando nos relacionamos con alguien tenemos el peligro de imponer nuestro criterio o de que nos respondan atendiendo a nuestras peticiones y apetencias. Y, sin darnos cuenta, nuestra relación con Dios puede convertirse en una exigencia a nuestras peticiones. Y es que me relaciono con Dios en la medida que me concede lo que le pido y si voy experimentando que no es así, me enfrío y desisto de mi insistencia.

Dios no es eso, ni puedes convertirlo en una cosa mágica que resuelve mis problemas y me da lo que le pido. Dios es Infinitamente bueno y nos da todo lo que realmente necesitamos para nuestro bien. Y nuestro máximo bien es alcanzar la Vida Eterna que Él nos regala y nos ofrece. De nuestro Padre Dios no nos puede venir nada malo, porque, Él no puede negarse a sí mismo. Su Bondad es Infinita y su Amor Misericordioso. Su Amor siempre estará en nosotros hasta que nuestra última decisión, cuando se acabe nuestra vida, sea no responderle a su Amor.

Dios siempre está pendiente de nuestras peticiones, pero nunca nos va a responder según nuestra voluntad sino según su Voluntad, porque, Él quiere nuestro bien y sabe lo que en cada momento nos conviene y necesitamos en aras de alcanzar la Vida Eterna en gozo y plenitud. Y eso es lo que nuestro Padre Dios nos pide, plena confianza en Él. De esa manera debemos relacionarnos con  Él, con plena confianza en que siempre nos escucha y nos responde, porque nos quiere y quiere compartir su Gloria con cada uno de nosotros.

Así nos ha enseñado su Hijo, el Señor, que nos propone insistir e insistir y nunca dejar de hacerlo. Jesús nos invita a perseverar y a ser constante como esa mujer con el juez injusto que nos cuenta hoy en el Evangelio. Nunca debemos de desfallecer, pues nuestro Padre Dios nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor es aquello que nos sirve, no para este mundo, sino para alcanzar el otro, el que Él nos ofrece, compartir su Gloria Eternamente.

sábado, 19 de octubre de 2019

INJERTADOS EN EL ESPÍRITU

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Lc 12,8-12
El Dios en el que creo es un Dios vivo que camina junto a mí y da su Mano. Es un Dios que me garantiza que promete defenderme y auxiliarme durante el camino de mi vida Es un Dios misericordioso que me perdona y me fortalece en las luchas de cada día para que las supere y las venza. Es un Dios Padre que, a pesar de mis fracasos, mis debilidades  siempre esté abierto a la Misericordia y a acompañarme a comenzar de nuevo de regreso a Casa.

Es un Dios que nunca desaparece en los momentos difíciles y está siempre presente en mi vida para ayudarme a superarlos. Es un Dios Padre, Hermano y Amigo. Es un Dios Vivo en el que creo y por el que intento dar mi vida aunque sé que no alcanzo la altura deseada ni doy la talla que yo desearía, pero que me esfuerzo en defender en todo momento. Es también un Dios único, pues no encuentro a otro igual en ninguna parte del mundo. 

Un Dios Trino en tres Persona: Padre - Hijo - Espíritu Santo. Un Dios que me ama y, enviando a su Hijo, que voluntariamente da su Vida por cada uno de nosotros nos redime pagando por nuestros pecados y rescatando nuestra dignidad de hijos de Dios. Dignidad que, injertados en el Espíritu Santo y auxiliados por Él sostenemos en la lucha de cada día contra los poderes del mal y las seducciones de este mundo.

Un Dios Espíritu Santo, que está presente en nuestro corazón para caminar junto a todos aquellos que se abren a su acción asistiéndonos, auxiliándonos y defendiéndonos de todos los peligros y ocasiones en las que nuestra salvación se pone en peligro.

viernes, 18 de octubre de 2019

SIN DIOS BRILLA LA OSCURIDAD

Por experiencia sé que en mi vida hay momentos de oscuridad y de desorientanción; hay momentos de flaqueza y también de fortaleza. Hay momentos de alegría, pero también de tristeza. Pero, a lo largo de mi camino he descubierto que sin Dios mi vida se llenaría de oscuridad y de sin sentido y, tal y como título esta reflexión, brillaría la oscuridad y la muerte.

Resultado de imagen de Lc 10,1-9Por fortuna, he ido descubriendo y experimentando que eso no es así. Es verdad que no puedo imaginarme un mundo sin Dios. Un Dios Bueno, Padre, y Misericordioso. Un Dios que llena plenamente mi vida, la llena de esperanza y le da sentido. Un Dios que me inunda de gozo y de paz eterna. La ausencia de ese Dios me sumiría en una total desesperanza, porque no entendería como podría sostenerse este mundo sin Él. No sabría comprender un mundo sin justicia, sin verdad, sin esperanza, sin respeto, sin...

Sería el caos, el vacío de lo absurdo y disparatado, la anarquía, que muchos quieren imponer para, revuelto todo, vivir en la oscuridad del pecado y del egoísmo. No han desaparecido Sodoma y Gomorra, están presentes también en nuestras vidas. No nos hace falta imaginar mucho, sino simplemente observar con atención y con agudeza de mira. En este contexto la necesidad de Dios se hace patente y muy necesaria. Diría, imprescindible. Sin Dios sería imposible vivir, sentir y experimentar el verdadero amor que late y vive dentro de nuestros corazones.

El ser humano, obra creadora de Dios, tiene en su corazón la huella del Amor de Dios y su inclinación es amar como Él nos ama. Otra cosa es la impureza que llevamos dentro originada por el pecado original, valga la redundancia. Ese pecado nos predispone a ser contaminados y heridos en nuestro amor. Nos cuesta amar y más de forma gratuita. Sin embargo, ese deseo de amar, que sentimos en lo más profundo de nuestros corazones, es irresistible y siempre está vivo en nuestros corazones. 

Por eso, necesitamos exteriorizarlo a otros y a otros lugares del mundo, porque, el hombre ha sido creado para amar y, si no lo logra se queda triste y enferma. Hoy, el Evangelio, nos descubre esa dimensión y vocación apostólica de proclamar y anunciar la Palabra de Dios. Es verdad que somos enviados como corderos entre lobos, pero lo hacemos por amor y apoyados en el Espíritu Santo. Él nos defiende, nos asiste, nos auxilia y nos protege. Nos da fortaleza y sabiduría para anunciar la Buena Noticia de Salvación y es garantía de éxito, a pesar de nuestra torpeza, nuestras debilidades y fracasos.

jueves, 17 de octubre de 2019

RELIGIOSIDAD Y PRIVILEGIOS

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Lc 11,47-54
Es una inclinación, a la que no podemos escapar, experimentar esa atracción a ser admirados y ocupar puestos de relevancia desde donde mandar e imponer mis criterios o verdades mezcladas con mis egoísmos. Y muchas veces no nos damos cuenta o no queremos enterarnos ya que, al sentirnos bien, nos molesta y nos cuestiona cambiar de vida.

Jesús con su Palabra nos cuestiona esa vida instalada en la comodidad y centrada en nosotros mismos. Incluso sentirnos con ciertos privilegios y derechos al considerarnos el pueblo elegido. El gran error será nuestros ojos a otras realidades y no escuchar otras veces por creer que sólo la mía es la verdad y sentirme inamovible y bien con ella.

Jesús nos propone un camino nuevo. Un camino donde el centro no soy yo, sino la atención y el servicio al otro por el único y válido vehículo conductor, el amor. Y me pregunto, ¿cuándo voy a cambiar a esa actitud de vida? ¿Cuándo voy a dejarme llevar por la acción del Espíritu Santo que me señala el camino a seguir? Quizás no le escucho con la debida y paciente atención. O, quizás, con el ruido producido en mi interior producto de mi egoísmo no le entiendo ni percibo su voz. ¿Dónde estoy o dónde tengo mi corazón? Pero, sobre todo, ¿soy yo muralla que impide pasar la luz para otros?

¿De verdad, me planteo y quiero cambiar el rumbo de mi vida? Supongo que mi primer paso debe consistir en abrir mi corazón y dejarme llevar, por la acción del Espíritu Santo, a su ritmo y según donde Él quiera que actúe en el Nombre del Señor y según su Voluntad.

miércoles, 16 de octubre de 2019

TIEMPO PARA SINCRONIZAR

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Lc 11,42-46
Sincronizar la fe con la vida, es decir, vive según tu fe y no la separes de tu vida. Porque, una fe separada de la vida no contagia ni evangeliza, simplemente produce el efecto contrario, aleja y debilita al que quiere creer. Uno se da cuenta cuando hace el bien y cuando no lo hace. Uno percibe la verdad y la mentira, y también cuando bebe de fuentes turbias y sin garantía de credibilidad. 

Todos sabemos que lo importante no se esconde en el hacer sino en el ser, y eso implica que ser consiste en amar y el amor no podemos darlo por nosotros mismos, sino que tiene que estar apoyado en el amor a Dios. Desde el podemos irradiar un amor manso y humilde como Él nos propone. Porque, amar no se opone a cumplir, que por otro lado es bueno y es necesario. Todo lo legislado para el bien común es bueno y exige cumplimiento, pero, el amor va mucho más allá y no se queda en el mero cumplimiento, sino que lo sobrepasa hasta darse sin condiciones, sin medida y de forma gratuita.

El amor no consiste sólo en darse sino en no gravar la vida del otro tal y como te gustaría a ti que no te gravaran la tuya. La buena actitud está en sincronizar la vida de fe con la vida de tus obras de amor en una actitud misericordiosa y poniéndote en el lugar del otro. Pronto adviertes que esa forma de vivir y de darte en amor no la puedes alcanzar con tus propias fuerzas. Te sobrepasa y está por encima de ti. Experimentas que para llevarlo a cabo necesitas estar injertado en el Espíritu Santo, y, sólo con Él y por su Gracia, podrás alcanzar esa capacidad de amar sin medida.

martes, 15 de octubre de 2019

LA RAZÓN, MURALLA QUE IMPIDE VER LA VERDAD

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Cuando te adhieres a la razón pierdes la capacidad de ver más allá de lo que tu razón te alumbra. La cuestión es que con sólo la razón no podrás descubrir que es lo que hay más allá de las estrellas. No se trata de decir que la razón se opone a la fe, ni tampoco a la verdad, sino que la actitud de querer dar respuesta a todo lo que intuyes desde la razón presenta serias dificultades que te impiden ver y abrirte a la única Verdad. Por eso, los corazones, confiados, sencillos e ingenuos se abren fácilmente a la Verdad. Jesús ya nos lo ha dicho en alguna ocasión invitándonos a ser como niños, condición para entrar en el Reino de los cielos. Se trata, pues, de tener un corazón de niño, un corazón amoroso y abierto al amor de Dios, la única manera de comprender la Misericordia y cercanía de Dios.

Todo lo contrario a aquellos que pasan todo por el filtro de la razón y ponen excusas anteponiendo la comprensión e intelectualidad al amor de Dios. De alguna manera son figuras de Abraham cuando interpretó tener un hijo siguiendo su razón, Ismael - Gn 16, 1-6 - con la esclava Agar. Ismael hijo de la razón y no de la promesa que Dios había hecho a Abraham, encarnada en Isaac. Difícilmente comprederán la Misericordia y el Amor de de Dios. Y es que resultará imposible buscar a Dios desde la ciencia y la sabiduría humana, porque Dios está por encima de ella y nuestra capacidad humana es limitada para comprenderla.

La grandeza de Dios nos supera y sólo con el auxilio del Espíritu Santo podemos comprenderla, pero, para ello, necesitamos abrir nuestros corazones más que nuestras mentes limitadas, y dejarnos invadir por el Amor Misericordioso de Dios. Jesús, nuestro Señor, nos enseña y nos da testimonio con su Vida, de sencillez, de mansedumbre y de humildad, pues, siendo Dios, encarnado en Naturaleza Humana, se abajó hasta hacerse hombre como nosotros, menos en el pecado, y entregar su vida para nuestra salvación.

lunes, 14 de octubre de 2019

EXIGENCIAS Y MILAGROS

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A la hora de cuestionar nuestra fe todos exigimos pruebas y milagros. Eso de "demuéstramelo" lleva implícito un milagro. Parece ser que un milagro nos sacará de duda. Sin embargo, la realidad es otra, pues un milagro no parece ser la respuesta crediticia para todos. Hay milagros que sí despiertan la fe para unos, pero no para otros. O dicho de otra forma, unos creen y otros se justifican aduciendo casualidad, o accidente natural que les asista en la razón.

En la vida pública de nuestro Señor hubo muchos momentos parecidos. Algunos creyeron en su Poder y en sus milagros, pero otros se justificaban aduciendo incluso que actuaba en nombre de Belzebú. Algunos pueblos como Corazín o Betsaida, donde Jesús hizo muchos milagros, no se abrieron a su Palabra y no creyeron en Él. Recordamos también a Cafarnaúm como un lugar donde Jesús fue rechazado y no respondieron a los signos que hizo en esos lugares.

Hoy también ocurre lo mismo. Hay muchos lugares y muchas personas que cierran sus ojos a sus signos y milagros, que, a través de muchos que creen en Él son realizados. Sólo basta con ver historias de santos, incluso algunos contemporáneos de nuestro tiempo. No es cuestión de exigir sino de conocer y de abrirte a la acción del Espíritu Santo. Para eso se hace necesario estar a su lado y abrirte a su Palabra esforzándote en comprenderla y escucharla en la silenciosa y meditada oración. 

Hace falta confiar en su amorosa misericordia, porque Jesús es el Mesías enviado, el Resucitado, el que da Vida Eterna a todo aquel que abre su corazón a su Palabra y, creyendo en Él, la cumple asistido y auxiliado en y por el Espíritu Santo.

domingo, 13 de octubre de 2019

APRENDER A VALORAR

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Lc 17,11-19
A lo largo de tu vida llegas a pensar que todo lo que tienes lo mereces y tienes derecho a ello. Te olvidas, incluso, de los que como tú, y con los mismos derechos, apenas tienen lo necesario para vivir e incluso muchos carecen de ello. Pero, tú te muestras indiferente a sus situaciones y sufrimientos. Ni siquieras te preguntas que tú podías estar en su lugar, haber nacido en otra familia carente de recursos o en otro país donde reina el hambre y la pobreza. O simplemente padecer un grave enfermedad.

La vida es un don de Dios. Incluso, en los momentos y situaciones de sufrimientos, porque siempre será un tiempo y camino de salvación cuando se valora como un don y regalo de Dios, pues lo definitivo e importante no es este período de tiempo, al que llamamos vida, sino la actitud y la forma de como lo gastamos. Precisamente, hoy el Evangelio nos muestra como sólo uno de aquellos diez leprosos reconoce la acción gratuita y milagrosa del Señor al curarlo, y se vuelve a alabarle y darle gracias.

Y, precisamente, es un samaritano, un extranjero quien recibe agradecido la compasión de nuestro Señor. Y los otros nueve, que son judíos, ¿se creen con derecho a ser curados? También nos puede estar pasando lo mismo a nosotros y nos preguntamos, ¿nos creemos con derecho a ser curados? Realmente, ¿tenemos derecho y exigimos que nos solucionen nuestro problemas y enfermedades y hasta que nos salven? Porque, nuestra manera de actuar parece indicar que estamos más en esa actitud que en la de aquel samaritano.

sábado, 12 de octubre de 2019

VÍNCULOS DE SANGRE

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Lc 11,27-28
Los vínculos de sangre unen a las personas en familias y grupos. Incluso, hay vínculos de raza, de ideas y pensamientos, de ideologías y todo aquello que les identifica y les agrupa. Pero, al mismo tiempo, esos vínculos excluyen también a aquellos que no son de la misma sangre, o piensan diferente, o pertenecen a otra ras, pensamiento o ideología. Los vínculos unen pero también excluyen. Dicho en otras palabras, los vínculos de cualquier tipo no son lo suficiente fuertes para mantener unidas a las personas y tienden a individualizarlas en grupos, familias y etnias diferentes y hasta enfrentadas.

Posiblemente, ahí se esconde la respuesta de Jesús a esa mujer que le dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» A lo que Jesús respondió: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan».

Y es que la Palabra de Dios viene a unir y a establece la misma dignidad de hijos de Dios en todos, sin distinción de ninguna clase. Para Dios todos son sus hijos por encima de los vínculos de sangre, de familias, de razas, de etnias, de ideologías...etc. Dios, nuestro Padre, no excluye a nadie. Precisamente, sus preferidos son los excluidos, los pobres, los marginados, los que no cuenta y los que no parecen importantes ni significativo para nadie. Por ellos empieza su Reino y, sin excluir a nadie, está abierto a todos, a ricos y pobres.

Nos propone estar unidos, como el Padre y Él lo están. Por eso, Jesús prioriza la escucha y el cumplimiento de la Palabra ante que cualquier clase de vínculo, incluido el de sangre. Y en sus Palabras se esconden el más hermoso de los piropos a su Madre, porque en ella se cumple lo que Jesús dice. Es ella la primera que se humilla y abre su corazón al Plan de Dios ofreciéndose como la esclava del Señor para que se haga su Voluntad. Es la bienaventurada por excelencia.

Pero, ¿qué ocurrirá ahora en nuestra vida? Posiblemente, estaremos de acuerdo con Jesús, pero, ¿quiere significar eso que cambiará nuestra actitud en cuento se refiere a escuchar la Palabra y esforzarnos en cumplirla? Porque, esa es la cuestión y la conclusión que nos demanda esta reflexión. Puede suceder que la leamos, incluso que la reflexiónemos, pero, si no es para llevarla a nuestra vida y cumplirla no seremos bienaventurados como ha dicho el Señor a aquella mujer.

viernes, 11 de octubre de 2019

EN LA LUCHA CONTRA EL MAL

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Lc 11,15-26
En nuestra vida observamos que todo consiste en la lucha del bien contra el mal, y eso lo constatamos tanto en las películas y acontecimientos que vemos en nuestra vida como en la vida misma que vivimos. La historia retrata esa constante lucha entre el bien y el mal en cada momento de nuestra vida. Todo se reduce a un enfrentamiento entre los que hacen el bien y los que buscan el mal.

Nuestra propia historia es como una página más de la realidad que enfrenta al bien contra el mal. Cada día de nuestra vida se debate entre el bien y el mal y como buscar el triunfo del bien sobre el mal. Lo verdaderamente importante es vivir en el bien y en el esfuerzo de hacer siempre el bien. El reto, nuestro reto, y el de toda persona que se precie de buen gusto es hacer el bien.

Nuestro corazón ha sido creado para amar y hacer el bien y cuando, por debilidad, no lo hace y permite el mal, está triste y arrepentido. Su conciencia no le deja entrar la paz. ¿Cómo podemos afirmar muchos que Jesús actúa en nombre del Maligno para expulsar al propio Maligno? ¿No es eso una contradicción, pues cómo puede el mismo Maligno expulsarse a sí mismo? Es evidente y contradictorio y no tiene sentido pensar así.

Jesús es el Hijo de Dios vivo y representa el Bien Supremo y, por lo tanto, nunca puede hacer el mal. Él es el Reino de Dios y en Él ha venido, el Reino, a establecerse en este mundo. Jesús expulsa el mal - Maligno - en el Nombre de Dios. Un Maligno que representa el mal y que busca la perdición del hombre. Jesús es el dedo de Dios que salva, que convierte el mal, expulsándolo y aniquilándolo, en bien para el hombre y, por supuesto, le salva dándole la Vida Eterna en plenitud.

jueves, 10 de octubre de 2019

EN MANOS DEL ESPÍRITU SANTO

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Lc 11,5-13
No es cuestión de pedir, sino de creer que a quien le pides te escucha y te responde. Jesús nos deja claro hoy en el Evangelio que todo consiste en pedir, buscar y llamar. Así de sencillo, pero con una especial notoriedad, insistir y creer, a pesar de que no se vean signos evidentes y resultados esperados. Los ejemplos que Jesús nos pone en el Evangelio son claros y nos descubren la necesidad imprescindible de insistir y perseverar.

Si, nosotros, hombres pecadores somos capaces de dar cosas buenas a nuestros hijos, ¿cuánto será el Señor de darnos todo lo que le pidamos si es para nuestro bien? Porque, Dios, nuestro Padre, busca nuestro bien, no inmediatamente, en este mundo, sino que, a través de este mundo y de las cosas y avatares de cada día  nos prepara y nos previene para que alcancemos la salvación eterna en el verdadero mundo. Un mundo de paz, de gozo y alegría eterna. Un mundo donde está su Reino y donde junto a Él compartamos, por su Misericordia Infinita, su Gloria.

Por eso, a quienes pidan confiando en que el Señor responderá, les será dado el Espíritu Santo. Un Espíritu Santo que es todo, porque, en, con y por Él nos será concedido todo lo que necesitamos para vencer todos los obstáculos, dificultades, tropiezos, adversidades y tentaciones que nos amenazan con separarnos del Señor. Un Espíritu Santo que nos fortalece, nos da el don de la sabiduría, pone en nuestra boca las palabras que debemos decir y la valentía de arriesgar nuestras vidas apoyados en la seguridad de sabernos en sus Manos. Sólo así se explica el testimonio de muchos cristianos dispuestos al martirio por la defensa de su fe.

Hay muchas necesidades, pero nunca debemos de confundirnos de tener muy claro que la primera necesidad es dejar entrar en nuestros corazones al Espíritu Santo, porque con Él tendremos todo lo necesario, tanto lo material como espiritual. Sí, Espíritu Santo, en tus Manos ponemos nuestra vida.

miércoles, 9 de octubre de 2019

UN NUEVO ESTILO DE VIDA

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Lc 11,1-4
Todos buscamos en algunos momentos de nuestra vida un nuevo estilo de vida, valga la redundancia. Un nuevo estilo que te dé más salud, más esperanza y, en una palabra, más felicidad. Un nuevo estilo que en el que te sientas más realizado y más en paz contigo mismo. Pero, ¿dónde está ese nuevo estilo de vida? Es verdad que miramos a muchos lugares y a muchas personas, pero, los intentos, cuando nos atraen, son vanos. Al final nos quedamos en el mismo lugar, no avanzamos ni mejoramos.  Es más, en la mayoría de los casos empeoramos.

La vida es como es y desde nuestra aceptación a la que tenemos y nos ha sido dada debemos partir y construir en la medida de nuestras posibilidades. Es verdad que podemos mejorarla, pero, en vano nos cansamos si, nuestra vida, no está apoyada y dirigida por Dios. Es mi hermosa experiencia, que llena de esperanza todos los sufrimientos, todas las desesperanzas y avatares que se me van presentando en mi vida. Ya lo dice el salmo 126: "Si el Señor no construye la casa en vano se afanan los albañiles..."

Los apóstoles empiezan a darse cuenta del estilo de vida de Jesús. Jesús les atrae y les da testimonio. La fe de Jesús en su Padre se ve, se nota, se contagia. Están admirados y quieren ser como Él. ¿No te ha ocurrido a ti con alguna persona? A veces queremos imitar a algún famoso que nos deslumbra y al que admiramos, pero, al final nos damos cuenta que no da sentido ni llena plenamente nuestra vida. Jesús es diferente, su estilo de vida llega al corazón y, dentro de nosotros, experimentamos gozo, paz y deseos de ser como Él, hasta tal punto que le pedimos, como los apóstoles, que nos enseñe a orar.

Queremos vivir como Él y hacer de nuestra vida una vida a su estilo y como su estilo. Queremos tener esa confianza y fe en su Padre del Cielo del que Él nos habla. Queremos experimentar ese gozo de hijo con respecto al Padre y ese trato de confianza apoyada en el Amor del Padre. Un Padre que nos acompaña y nos protege y nos quiere hasta enviar al Hijo a dar su vida por nosotros. Padrenuestro, que se haga tu Voluntad, que es la buena, la que nos conviene, y no la nuestra.

martes, 8 de octubre de 2019

EQUILIBRIO ENTRE ORACIÓN Y SERVICIO

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Lc 10,38-42
Si la oración no se convierte en servicio de buenas obras algo está fallando. Todo comienza y se fundamenta en la oración y sin ella no hay resultados de servicio en buenas obras. Por eso, María, señalado por Jesús, había escogido la mejor parte, porque sin oración las buenas obras no aparecen.

Lo importante es empezar la casa por la base, por los cimientos y construirla apoyada en buenos y firmes pilares que la sostengan firmemente. De esta forma, nuestra fe, queda sostenida y alimentada sobre roca y prevenida ante las tempestades que la amenazan. Porque, los pilares de nuestra fe son las oraciones, unas oraciones que necesitan dedicación y tiempo cada día para irse fortaleciendo en una estrecha relación y encuentro a diario con el Señor.

Una oración que debe estar centrada en la escucha, en la paciencia, en la atención y en la confianza que el Señor siempre está presente y nos escucha. Un Padre Dios que nos oye y nos responde con Bondad y Amor Misericordioso. Pero, también, esa oración necesita tiempo para el servicio y la acción e irse concretando en las buenas obras, por amor, a los demás.

El Evangelio de hoy nos presenta en esas dos actitudes personificadas en Marta y María los dos caminos que marcan y señalan los pilares donde tenemos que apoyar nuestra fe. Por un lado, la oración en una escucha atenta y relación íntima con Jesús que nos enseña el Camino, la Verdad y la Vida, y por otra el estilo de vida que Jesús nos transmite respecto a los que sufren y padecen la exclusión y pobreza de lo más necesario para vivir dignamente.

Es obvio comprender que, en el orden de ambas actitudes conviene tener muy claro que la oración debe ocupar el primer lugar, porque es ella la que anima y mueve, asistida por el Espíritu, al amor y nos da las fuerzas necesarias para, por amor, darnos al servicio a los demás.

lunes, 7 de octubre de 2019

EL AMOR A DIOS SE CONCRETA EN EL AMOR AL PRÓJIMO

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Lc 10,25-37
Puedes pensar lo que quieras y tratar de justificar tu actitud en referencia a tu relación con tu prójimo, pero, seguir a Jesús lleva implícito el amor al prójimo, y de forma especial y determinante a los enemigos. Precisamente, en el Evangelio de hoy lunes Jesús deja zanjado, con la parábola del samaritano, ese problema de forma meridiana y muy clara.

Queda, pues, muy claro que si no hay amor verdadero al prójimo todo lo demás queda reducido a nada. Y es que la prueba de tu fe y confianza en el Señor pasará siempre por el amor a los demás. Un amor que tiene unos preferidos, y son claramente los heridos, los marginados, los pobres y desposeídos de sus derechos. No se trata de mantener a personas acomodadas en la pereza, en la vagancia y que no tienen respuesta al auxilio o a la ayuda para mejorar su situación, sino a aquellos que son maltratados y expoliados de sus derechos y tratados de forma injusta. Aquellos que son incapaces de defenderse y que son mantenidos en la ignorancia. En una palabra, los pobres de todo, tanto materialmente como espiritualmente.

No se puede expresar tu amor a Dios sin mirar para el prójimo. No se puede levantar tu corazón a Dios sin importarte los problemas de pobreza y de injusticia con los que son tratados los excluidos y los marginados. Tu amor y tu fe en Dios debe llevarte a la misericordia. Si en la medida que sigas a Jesús no experimentas que tu corazón camina también del endurecimiento a la misericordia, tu camino está siendo estéril e hipócrita. 

La sensación y las obras que van descubriendo tu misericordia con los necesitados de ella irán señalando tu verdadero amor a Dios. En esa actitud tratamos de esforzarnos contando con la Gracia de Dios, porque, nosotros solos no podemos.

domingo, 6 de octubre de 2019

SUCEDA LO QUE SUCEDA SERÁ SEGÚN TU VOLUNTAD, SEÑOR.

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Lc 17,5-10
No sé que sucederá ni que pasará al final de mi vid. Tampoco sé como me irá hoy o que me sucederá en cualquier instante. El camino que me ha traído hasta este momento de mi vida ha sido la consecuencia de muchos factores y circunstancias que, en parte, algunas son propias de mi responsabilidad y otras posiblemente de la Providencia. Pero, en todas está la Mano de Dios, un Dios que rige mi vida, quiera o no, y que será el que marcará el final de mi camino. Pues, no obstante, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

La fe es el resultado de saber que Dios está siempre presente en mi vida y que su salvación, pase lo que pase, se realizará. La fe es la confianza de que, a pesar de que mi vida vaya hacia el precipicio, Dios la tomará en sus Manos y cumplirá su promesa de Salvación. El Anuncio de la Buena Noticia anuncia, valga la redundancia, esa promesa de salvación.

Podrá venirse mi mundo abajo, pero el resultado de la obra de Dios en mi vida dará siempre el resultado esperado de salvación. En eso consiste precisamente la fe, en una confianza en la Bondad, Misericordia y Amor de Dios. Mi fe se va afirmando en el servicio y obediencia a Dios. ¿Y dónde y cómo puedo servir a Dios? Él mismo me lo ha dicho por medio de su Hijo en el anuncio del mandamamiento nuevo: "Amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como Yo les he enseñado".

En el servicio fiel, bien intencionado. honrado y por amor, tu fe se va afirmando y haciéndose notar. La fe se va descubriendo y sembrando para que no se anclé y no deje de crecer. En esta dinámica los apóstoles viendo la fe de Jesús sintieron el deseo de tenerla ellos también y le pidieron que aumentara su fe.

sábado, 5 de octubre de 2019

GRACIAS, SEÑOR, POR LA VIDA Y POR LA FE

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Mt 7,7-11
Hoy es el día que la Iglesia dedica de forma especial y celebrativa las temporas de acción de gracia por todo lo recibido. Y yo no puedo quedarme con mi boca callada, sino alzarla para dar gracias a Dios por la vida que hasta hoy me ha dado y por gastar mucho tiempo de ella en buscarte, en abrirme a tu Espíritu y por dejarme invadir de tu Amor. Gracias Señor.

Gracias, Señor, por la familia que me has dado, por mis hijos y nietos y, sobre todo, por la mujer que has escogido para ser mi compañera y la madre de mis hijos. Gracias por estar presente en nuestro matrimonio a punto de cumplir dentro de algo más de un año las bodas de ora. Gracias por hacerte presente y darnos tu Gracia en los momentos difíciles, de confusión, de tribulaciones, sobre todo por mi parte. Gracias, Señor, por tu Infinita Misericordia y soportar, sobre todo a mí, mis torpezas, mis errores y mis pecados. Pero, sobre todo, Señor, gracias por la fortaleza y paciencia que me has dado para soportar y superar las adversidades y dificultades en el camino.

Gracias, Señor, por, a pesar todos mis pecados, perseverar en tu presencia y, siguiéndote, aunque con más fracasos y decepciones que aciertos, sostenernos en el camino de tu Palabra. Gracias, Señor, por aquel momento que la muerte me sorprendió y Tú me salvaste retornándome a este mundo de nuevo. En esos momentos estaba alejado de Ti, al menos eso es lo que creo, y Tú me has rescatado enviándome de nuevo al mundo. Un envío que entiendo tiene una misión que que no sé, me preocupa, si realmente la estoy cumpliendo. Reconozco mis impotencias, mis fallos, mis apegos y mis pecados, y me intranquiliza en reconocer que quizás no estoy dando lo que Tú, que me has dado la libertad de elegir, esperas de mí.

Por todo ello, desde lo más profundo de mi corazón quiero aprovechar esta día para pedirte que me des la sabiduría, la fortaleza y la paz necesaria para tenerte siempre en el lugar más importante de mi corazón y el de esforzarme en cumplir tu Voluntad como mi primera prioridad. Alumbra mi camino, Señor, y una vez más reconozco pecador, y necesitado de tu Misericordia.

viernes, 4 de octubre de 2019

UNA GRAN RESPONSABILIDAD

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Lc 10,13-16
Los tiempos van cambiando y con ellos nosotros también. Hay un gran peligro y es que nos adaptemos a estos tiempos acomodándonos a su ritmo e instalándonos según nuestros intereses y religiosidad. Una religiosidad acomodada y establecida por nuestras tradiciones y acomodos. Pero, ¿es esto lo que nos dice y ha enseñado Jesús? ¿Es ese el camino que Él nos ha trazado?

Hoy el Evangelio nos describe a ciudades como Corozaín, Betsaida y Cafarnaún donde tuvieron lugar muchos signos y milagros de Jesús sin resultado alguno. La indiferencia a este anuncio del Reino de Dios fue el resultado elegido por aquellas ciudades. Pero, ¿y qué sucede con nosotros? ¿Respondemos nosotros al anuncio de la Palabra de Dios? Pertenece a cada uno responder desde lo más profundo de su corazón. 

Mi respuesta es que no he respondido, al menos como a mí me gustaría. Sí, sé que he hecho esfuerzos por responder y los estoy haciendo, pero, confieso que quizás me estoy acomodando a una forma de vida que me asemeja a la gente de aquellas ciudades. El sistema de vida te va instalando en un sistema de consumo, de hábitos y de acomodamiento que terminan por vencerte e instalarte desde una pasividad elegida y establecida por ti. Experimento que no estoy disponible y abierto a lo que el Señor me pide o me puede pedir. Y eso, al menos, si reconozco, que me angustia y me preocupa mucho.

Pero, no desespero, porque parto de mis limitaciones, mis impotencias, mis pecados. Reconozco que mi naturaleza es débil, limitada y propensa a ser vencida por las seducciones y comodidades de este mundo, y sé que mis esperanzas están puesta en el Señor. Él me salva y lo más importante es que quiere salvarme. Por tanto, a pesar de mis miserias sigo en la brecha, aunque consciente de que no estoy a la altura que me gustaría estar.

jueves, 3 de octubre de 2019

EL COMPROMISO DE NUESTRO BAUTISMO

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Lc 10,1-12
Hemos sido creados por Voluntad de Dios y se nos ha dado la vida como regalo. El mejor regalo, porque, en ella y a través de nuestra gestión podemos alcanzar esa Vida Eterna a la que todos aspiramos y anhelamos con inusitada esperanza dentro de nuestros corazones. Se nos ha dada la vida no para morir. Eso es lo primero que debemos saber y tomar conciencia de ello. Se nos ha dado la vida para Vivir Eternamente como ya hemos dicho, y vivir a su lado y por su Gracia e Infinita Misericordia compartir su Gloria, no por merecimientos propios, sino aparentemente por su Amos Misericordioso.

Y ese regalo no podemos guardárnoslo para nosotros sino que tenemos que despertarlo en el corazón dormido de cada persona que, Dios, ha sembrado con su Amor Misericordioso. Nosotros discípulos de Jesús, por la Gracia recibida en el Sacramento del Bautismo, estamos comprometidos con esa misión apostólica de proclamar la Buena Noticia de Salvación. Y hoy, el Evangelio, nos revela en la Palabra de Jesús su envío y mandato a proclamarla por todo el mundo.

Una Buena Noticia que muchos no conocen, o no han querido conocer ni escuchar, y que rechazan sumidos en la mayor de las ignorancias sometidos y seducidos por los lobos de este mundo. Lobos vestidos de corderos que nos engañan y nos destruyen con sus mentiras y apariencias. Ser cristiano es ser discípulo de Jesús y eso exige firmeza, por y en el compromiso ya adquirido en el Bautismo, de seguirlo con todas las consecuencias ante los peligros que los aparente lobos de este mundo te presentan.

Somos conscientes de estos lobos disfrazados de ovejas que nos tienden trampas e, incluso, de todos los que, estando cercanos, nos defraudan y ridiculizan. El camino se estrecha y se hace angosto y dificultoso para caminar por él. Pero, ante todas estas dificultades no perdamos la confianza y la esperanza de que nunca estamos solos. El Espíritu Santo nos acompaña y nos auxilia y, en los momentos oportunos y necesarios nos defiende y protege fortaleciéndonos y poniendo en nuestra boca las palabras precisas con la sabiduría necesaria para proclamar la Buena Noticia.