sábado, 30 de noviembre de 2019

DISPONIBILIDAD

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Estar disponible es estar abierto a la llamada, a la acción, al servicio y a la entrega. Disponibilidad es estar abierto a actuar, a moverse, a caminar y a no permanecer pasivo ni cerrado en sí mismo. La disponibilidad es una virtud necesaria y la primera que necesitamos en toda obra que realicemos, pues sin disponibilidad no estaremos abierto a la Palabra de Dios.

El Evangelio de hoy nos habla de la disponibilidad de Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Al parecer estaban dispuestos a dejar entrar la Palabra de Dios en sus corazones y a permitir que el Espíritu de Dios la sembrara, la abonara y cultivara hasta su llegada en Pentecostés. Pedro, Andrés, Santiago y Juan abrieron sus corazones a la llamada de Jesús y el posterior camino de sus vidas testimonia esa primera actitud de disponibilidad y fe en la Palabra del Señor.

Serenamente y reflexivamente podemos preguntarnos, ¿está también nuestro corazón disponible y abierto a la llamada del Señor? ¿Hay en mí esta actitud de responder y entregar mi vida a la llamada que Jesús me hace? Estas y otras preguntas pueden ser tema para reflexionar y dar respuesta a la actitud que guardo en mi corazón y a la disponibilidad con la que quiero enfrentarme a la escucha y atención de la Palabra de Dios. Dependerá de mi disponibilidad mi respuesta, porque, Dios está siempre pendiente de mis decisiones y con los brazos abiertos a acogerme amorosamente.

viernes, 29 de noviembre de 2019

LA PALABRA DE DIOS RESUENA DENTRO DE NOSOTROS

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Lc 21,29-33
El tiempo no se para  y el hombre de cada época se plantea los mismos problemas de ayer, de hoy y los de mañana. Cada momento trae sus interrogantes y la búsqueda de la verdad. Desde siempre el hombre ha entendido por los signos y señales del movimiento de los árboles cuando el tiempo cambia y cuando despierta la primavera y se acerca la luz del verano. Sin embargo, parece dormido ante las señales que anuncia el Reino de Dios.

La Palabra de Dios está presente en nuestras vidas. Presente en cada acontecimiento que marcar el ritmo del tiempo y viva en el acontecer de cada instante que descubre la sabiduría, la bondad y generosidad que preside la relación entre los hombres. Cuantos buenos testimonios que nos descubre la presencia de Dios entre nosotros y cuanto frutos que experimentamos en las obras del corazón humano. La Palabra de Dios nos deja plenos de paz y de consuelo y, debemos aprender a saborearla y a descubrirla tal y como descubrimos que el árbol nos señala la llegada de la primavera o el otoño.

Una Palabra que nos presenta el plan que de Dios tiene para cada uno de nosotros y que nos habla directamente al corazón. Una Palabra que nos descubre los signos y señales de los tiempos que vivimos y la acción del Espíritu de Dios que actúa en aquellos corazones que se abren a su acción. Una Palabra que nos revela el Amor del Padre y la entrega voluntaria del Hijo a - con su muerte - rescatarnos y liberarnos de la esclavitud del pecado.

Abramos nuestros corazones y dejémonos llenar de la Gracia del Espíritu de Dios para, fortalecidos por su Gracia, saber interpretar y discernir los tiempos que vivimos y dar los frutos que, el Amor de Dios, espera de cada uno de nosotros.

jueves, 28 de noviembre de 2019

SEÑALES DE LIBERACIÓN

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Lc 21,20-28
Leemos y nos cuenta la historia que el mundo ha padecido sucesivos momentos de transformación a lo largo de los siglos y de la historia universal. En la historia del mundo está la impronta de las trágicas consecuencias que, bien la evolución o la propia erosión generada por la mano del hombre, han ido marcando y dejando, como huellas o cicatrices, que lo descubren como un mundo finito y llamado a terminar.

Cada época ha traído sus propios problemas que la erosionan y la destruyen amenazando su desaparición. El hombre sufre y padece esos cambios adaptándose a ellos, pero con la esperanza de permanecer abiertos a la acción de Dios que está por encima de todo. Experimentamos que nuestro mundo es finito, y así como empezó también terminará. Por lo tanto, sólo hay un camino: ponerse en las manos de Dios, Creador de todo lo visible e invisible.

Hay un principio que nos dice: lo que tiene principio tiene fin. El mundo que tiene su origen, tiene también su fin. Ahora, la pregunta es la siguiente: dentro de este contexto, ¿qué pintamos nosotros? Y es que si somos la respuesta al Amor de Dios, Creador de todo lo visible e invisible, debemos tener una relevancia grande, hasta el punto de, siendo sus criaturas preferidas, creadas a su imagen y semejanza, no podemos ser destruidos como el propio mundo. Lo lógico y de sentido común, es que, desaparecido el mundo, sus criaturas, las fieles a su Palabra y cumplidoras de sus mandatos, alcancen la plena liberación de sus esclavitudes terrenales para gozar de la plenitud eterna junto al Dios Creador y Padre.

Es, pues, conveniente estar atentos y vigilantes en la esperanza que la Palabra de Dios tenga cumplimiento en nuestras vidas para, a la hora final, encontrar esa deseada liberación y gozar de esa plenitud eterna junto al Padre.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

EN LA ADVERSIDAD TENEMOS OPORTUNIDAD DE DAR TESTIMONIO DE NUESTRA FE

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Lc 21,12-19
A lo largo de nuestra vida hay siempre momentos comprometidos, de cierto peligro y graves amenazas. Y son, precisamente, esos momentos los que nos brindan la oportunidad de descubrir y dar testimonio de nuestra fe. No se trata de que sean una bendición, pero, siendo inevitables que se presenten en nuestra vida porque el mal está siempre al acecho, nos dan la posibilidad de probar nuestra fe y con ello fortalecerla consolidando nuestra fidelidad al Señor.

Está escrito, y hoy nos lo dice el Evangelio, que seguir a Jesús nos exige sacrificios y renuncias. A la hora de defenderle y dar testimonio en su Nombre recibiremos y sufriremos toda clase de injurias, insultos, desprecios y amenazas. Y hasta en ciertos momentos pondremos en peligro nuestra vida. El Evangelio no deja duda respecto a esto y el mundo en el que vivimos nos lo ratifica.

Dar testimonio de nuestra fe en muchos países compromete a riesgos cada vez más graves hasta el extremo de arriesgar nuestra vida. Sin embargo, pese a todo esto, los cristianos continúan dándolo y arriesgando sus vidas porque, la esperanza se mantiene viva y porque nuestra fe nos alienta en la creencia que al final de nuestra vida la victoria está garantizada. Cristo ha vencido a la muerte y, nosotros, en Él también la venceremos.

martes, 26 de noviembre de 2019

EL MUNDO PROPONE NUEVAS IDEOLOGÍAS


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Lc 21,5-11
Vivimos momentos convulsos y llenos de incertidumbre. El mundo propone nuevas ideologías apoyándóse en nuevas formas progresistas, de modernidad y de libertades. Nuevas maneras de ver la realidad del mundo en el que vivimos desechando las ya asumidas como viejas y anticuadas. El hombre se erige como el diseñador del nuevo mundo que le ha tocado vivir y construye su propio templo derrumbado el anterior en el que se había construido el mundo existente.

Esta es la realidad y la disyuntiva en la que nos encontramos los habitantes de este mundo en esta época que nos ha tocado vivir. Si presta atención a lo que este mundo de hoy te propone distingues una exclusión de lo anunciado desde el principio, es decir, la Buena Noticia de Salvación, para abandonarnos en las que ellos, y ellos son las nuevas propuestas ideológicas que priman el libertinaje, el pensamiento único y todo lo que sale de sus corazones enfermos y concupiscentes. Son los destructores de los templos de hoy que ya han empezado su labor.

Las noticias y lo que llega a nuestro oídos nos hablan de sublevaciones, rebeldías, destrucciones de iglesias, libertinajes, nuevas ideologías de genero, de entender las diferencias entre hombres y mujeres y un sin fin de nuevas doctrinas amparadas en la mentira y la falsedad. Nuevas doctrinas creadas por el mismo hombre y que se apartan de Dios. Un hombre que rechaza a Dios y vive de espaldas a Él. Un hombre corrompido por el pecado que lo sume en el caos, la envidia, el odio, la venganza, la corrupción y la muerte.

Y no nos debe sorprender llegar a esas conclusiones, porque si miramos a nuestro derredor comprobamos que es realmente lo que está sucediendo. El Evangelio de hoy nos descubre la realidad a la que, guiados por el hombre, estamos construyendo. No es nada ficticio y subjetivo lo que presenciamos y está sucediendo. El hombre sin Dios se destruye y es reo de muerte eterna.

lunes, 25 de noviembre de 2019

CARIDAD SIGNIFICA DAR

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Lc 21,1-4
Cuando decimos de una persona que es caritativa estamos significando que esa persona es generosa y da de lo que tiene para el bien de los demás. Una persona caritativa es aquella que, al preocuparse por los otros, da de lo que tiene para solucionar la carencia que el otro tiene. Es obvio significar que la caridad atañe a los pobres, porque quienes tienen para su subsistencia no necesitan de la ayuda económica de los demás. Aunque, también la caridad no sólo se centra únicamente en lo económico sino que la ayuda asistencial es más profunda y abarca más campos.

Sin embargo, cuando hablamos de caridad hay que distinguir dos aspecto que la distinguen enormemente. Por un lado, está la ayuda con la que colaboramos y contribuimos a la asistencia y ayuda a los más desfavorecidos, y por otro lado está el compromiso con el que nos comprometemos hasta el punto de compartir y dar parte de lo que tenemos y necesitamos. Por ahí van los tiros de lo que nos dice Jesús en este Evangelio de hoy sobre la actitud y el ejemplo que nos pone con los dos reales de la pobre viuda.

Siendo bueno dar limosnas para ayudar a los necesitados, será más importante dar parte de lo que tú necesitas para ti. Se ve claro que el compromiso y el riesgo es mayor. Mientras unos dan de lo que le sobra o puede prescindir sin comprometer mucho sus vidas, otros si la comprometen y dan de lo que necesitan para vivir. Dicho en otras palabras, comprometen su existencia y sacrifican sus comodidades y satisfacciones por mejorar y auxiliar la existencia de otros necesitados.

La viuda del Evangelio da de lo que le hace falta a ella. No le sobra nada de lo que da, pero se priva de ello para compartir con los necesitados. Los otros, siendo bueno también lo que han dado, no comprometen sus vidas, pues lo que han puesto se lo pueden permitir sin complicar ni sacrificar nada de sus vidas. Esa es la diferencia y lo que Jesús quiere que veamos. Verdaderamente, aquella viuda había dado más que todos los demás.

domingo, 24 de noviembre de 2019

CRISTO ES EL REY

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Lc 23,35-43
El Evangelio de hoy nos presenta la fiesta de Cristo Rey. Una celebración con la que termina el ciclo litúrgico C para dar comienzo al ciclo A el próximo domingo uno de diciembre con la celebración del primer domingo de Adviento. Cristo es la piedra angular donde se apoya el Plan de Salvación del Padre. Un Plan donde Jesús, el Hijo de Dios, es el enviado a anunciar la Buena Noticia de Salvación. Una misión que Él acepta voluntariamente por amor.

Cristo es el centro del Universo donde converge todo. Él es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por Él y para Él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él. Él es también la Cabeza del Cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por Él y para Él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz - Col 1, 12-20 -.

Cristo es el fundamento de nuestra fe. En Él descansamos, nos apoyamos y ponemos todas nuestras esperanzas. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. En Él, y a través de su presencia real y sacramental en la Eucaristía nos alimentamos espiritualmente con su Cuerpo y Sangre fortaleciéndonos para la lucha diaria contra el mundo, demonio y carne. Él es garantía de salvación si le creemos y seguimos sus enseñanzas. 

sábado, 23 de noviembre de 2019

EL FUNDAMENTO DE NUESTRA FE

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Lc 20,27-40
Sin la resurrección la vida pierde todo su sentido. Es obvio pensar que si todo termina con la muerte de nada vale acumular riquezas o conseguir éxito. Es verdad que, mientras estamos en este mundo nos gusta pasarlo bien, pero, sin futuro las cosas pierden su valor, o, al menos no son tan importantes. Sin embargo, el hombre parece obviar esta realidad y afanarse con y en las cosas del mundo. Se esconde dentro de sí mismo un misterio como si de esperanza de perpetuarse se tratara. La trascendencia está sellada y escrita en lo más profundo de su corazón.

Por mucho que desea y quiera, el hombre no puede eludir ese sentimiento y deseo de eternidad. Es verdad que no lo entiende, pero lo experimenta y hasta lo puede razonar. ¿Acaso, el Creador, puede crear una criatura y al mismo tiempo, encarnado en Naturaleza humana, dar la Vida para salvarla de la muerte y hacerla eterna? ¿Significa eso que le da la oportunidad - la vida en este mundo - como prueba para ganarse esa eternidad? Una vida entregada gratuitamente y dotada de todo lo necesario para, libremente, vencer y resistir todas las pruebas que trataran de que no acepte esa Buena Noticia de Salvación.

Sin lugar a duda el fundamento de nuestra fe es la Resurrección. Una Resurrección que Jesús ha vivido para Gloria de su Padre, y una Resurrección que ha prometido a los que crean en Él. Nuestra fe empieza y se apoya en la Resurrección de Jesús. Si Él ha Resucitado también nosotros resucitaremos. Su Palabra es Palabra de Vida Eterna. Sin embargo, no será como nosotros nos imaginamos ni tampoco podemos comprender qué y cómo ocurrirá después en la resurrección. Se nos escapa a nuestra capacidad intelectual y de entendimiento.

En el Evangelio, Jesús, nos lo dice claramente: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».

viernes, 22 de noviembre de 2019

EL TEMPLO, LUGAR DE DIÁLOGO Y ORACIÓN CON DIOS

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Lc 19,45-48
Sabido es que el hombre es un ser en relación que necesita relacionarse con los demás, pero, fundamentalmente con Dios. Ese Dios creador que al que se siente unido y del que espera recibir, por su Infinita Misericordia, la Vida Eterna. Porque, si una cosa es evidente es que el hombre experimenta en lo más profundo de su corazón un deseo trascendente de eternidad. Percibe e intuye que ha sido creado para la vida, Vida Eterna.

De esa experiencia vital, el hombre descubre la necesidad de intimar y dialogar con su Padre Dios. Un Dios amoroso y misericordioso que, por medio de su Hijo, el Mesías enviado, le anuncia su Plan de Salvación para compartir con Él su Gloria Eternamente. Y, a través de los siglos, el templo es el lugar, edificado y elegido, para reunirse con los demás cristianos que comparten la misma fe y orar y alabar a su Padre Dios. En el templo son convocados todos los cristianos para, reunidos y personalmente, relacionarnos en alabanzas y oraciones con Dios.

El templo es el lugar sagrado, por antonomasia, donde se reunen todos los cristianos a orar y a alabar a su Padre Dios. Es un lugar donde impera el silencio y el respeto y donde todos deben ser conscientes de que están delante del Señor. Una presencia real y auténtica bajo las especies de pan y vino. Una presencia que cumple su Palabra de que está entre nosotros hasta el final. Una promesa que, a parte de estar dentro de cada uno de nosotros en Espíritu, está presente en la Eucaristía para que podamos tocarle y alimentarnos de su Cuerpo y fortalecernos en su Espíritu.

Debemos ser conscientes del significado del templo y visitarlo con respeto y devoción y de cuidarnos de guardar el debido silencio para no entorpecer ni distraer el diálogo personal de cada cual con Jesús, la víctima propiciatoria que se sacrifica de forma voluntaria e incruentamente en cada Eucaristía para perdón de nuestros pecados.

jueves, 21 de noviembre de 2019

SÓLO EN LA PAZ PODEMOS ENCONTRAR A DIOS

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Lc 19,41-44
Primero tienes que guardar tu corazón en paz para luego ir al encuentro con Dios porque, en la guerra, en la confrontación, en la ira y la violencia nunca podrás encontrarlo. Jesús lamenta que Jerusalén no encuentre la paz y permanezca a merced del deseo de ser conquistada y de la envidia por su grandeza y su ostentosidad. Una ciudad que simboliza el corazón humano seducido por la ambición y la grandeza de poder y suficiencia. Una ciudad que cierra su corazón al amor de Dios y se resiste en descansar en su paz.

También, nosotros somos parte de esa Jerusalén rebelde y endurecida por sus propias ambiciones que se cierra al mensaje de la Buena Noticia y a la Palabra de Jesús. Y que pone su corazón en las aspiraciones humanas del poder y la riqueza. También, Jesús, el Señor, llora por nosotros cuando nos ve tan obstinados e ignorantes tratando de buscar la paz donde no se encuentra,  porque, la paz está en el Señor.

Ese es nuestro problema, tal y como lo es el de Jerusalén. Buscamos y queremos paz, pero no estamos dispuestos a cambiar nuestro corazón endurecido por el pecado por un Corazón manso y humilde como el de Jesús. Y, mientras no nos abramos al Espíritu Santo y nos pongamos en sus Manos, la paz no entrará en nuestros corazones.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿QUÉ HACES CON TUS TALENTOS?

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Lc 19,11-28
Es indudable que has recibidos unos talentos y que, aparentemente tuyos, tendrás que administrarlos. Ahora, dependerá de esa administración que tu verdadero destino sea alcanzado, que no es otro, seas consciente o no, que alcanzar la dicha y el gozo de la Vida Eterna. Porque, ese destino es lo que está sellado y anhela tu corazón. Dicho con otras palabras, tu salvación está en la forma o manera con la que tú administres y des utilidad a los talentos que has recibido gratuitamente.

Esa es la clave y la cuestión que te plantea tu vida y tu existencia a lo largo de este camino por el mundo en que vives y en la época que te ha tocado peregrinar hacia la Casa del Padre. Has recibido unas cualidades o talentos en especies, es decir, en habilidades, inteligencia, astucia... en incluso riquezas. Directamente de Dios o indirectamente a través de tus padres y circunstancias de tu vida misma. De una u otra manera han sido puestas en tus manos para que las administres pensando en el bien de los demás, sobre todo en aquellos más necesitados.

Ahora, la decisión también la ha dejado Dios en tus manos. Es tuya y puedes elegir enterrarlos por miedo a perderlos, por comodidad, por pereza o no darle ninguna utilidad para el bien de los demás pensando solamente en tu propio bien y beneficio. El Evangelio de hoy te plantea ese disyuntiva, eliges ganarte la vida para disfrutarla desde una actitud egoísta, o te abres a darla, compartiendo todo lo recibido para bien de los demás.

También, el Evangelio, te descubre el resultado final, al que, tarde o temprano, llegarás a experimentar y a vivir según hayas decidido ir en una dirección u otra. Tú tienes la palabra: Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’». Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.

martes, 19 de noviembre de 2019

EL ENCUENTRO CON JESÚS CAMBIA TU CORAZÓN

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Lc 19,1-10
Es posible que tu corazón no haya cambiado. Sin lugar a duda ha nacido herido por el pecado y sometido a las pasiones y ambiciones de la carne y del poder y riquezas, pero su destino es cambiar, porque, dentro de él hay una impronta del Amor de Dios que le suscita amor y deseos de amar buscando el bien de los otros. Pero ese cambio necesita del aliento divino para poder ser susceptible de cambio.

Ahora, podemos afirmar que, si tu vida, después de un posible encuentro con Jesús, no tomó un rumbo nuevo siguiendo la propuesta de sus enseñanzas y mandatos, ese encuentro no se ha producido de forma sincera y abierta. Nos explicamos, la consecuencia de un encuentro pleno con Jesús y abierto a su Palabra es un cambio profundo de rumbo en las aspiraciones y deseos de tu corazón. Es una búsqueda incesante de amor que te viene rebota del Amor de Dios.

Ahora, también puede ocurrir que tu corazón no se abra con humildad y sinceridad. Es posible que tu corazón dude y tenga segundas intenciones porque no está decidido a despojarse de sus inclinaciones mundanas y carnales. Es posible que tu corazón no se haya decidido en lo más profundo de sí mismo a despojarse de la esclavitud a la que está sometido. No es cosa nueva, ya en tiempos de la liberación del pueblo judío de Egipto, pueblo elegido por Dios, quisieron volver a Egipto cuando empezaron a experimentar la aridez y dureza del camino del desierto y cuando se vieron perseguido por la obstinación del Faraón egipcio.

Quizás tú, yo y muchos estemos en esa etapa. Empezamos a protestar y a poner pegas a la acción del Espíritu Santo que hemos recibido en nuestro bautismo. Quizás tú y yo prefiramos el Egipto que conocemos donde nos sentimos mejor y más cómodo que el desierto que nos propone la conversión y la propuesta de Jesús. Será decisión tuya y de nadie más. Hoy el Evangelio nos habla de la que tomó Zaqueo, y no le fue fácil, pues tenía mucho dinero.

lunes, 18 de noviembre de 2019

¿CÓMO TE VES?, ¿INDIGENTE?


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Lc 18,35-43
Hay momentos en la vida en los que experimentas que sentirte indigente te viene bien y sacas provecho de ello. Hay momentos que presentarte como víctima puede ayudarte a solucionar problemas en tu vida, pero la pregunta que se te plantea e interpela es: ¿Quiero vivir de la aparente indigencia, o realmente me siento indigente?

Es en esos momentos cuando también me planteo si realmente quiero vivir en la aparente indigencia o realmente es que me siento indigente. Entonces nace en mí la pregunta, realmente, ¿quiero ver, no sólo la luz del sol de este mundo, sino la Luz verdadera que alumbra esa Vida que busco y ansío dentro de mí y que aspira a la Eternidad? ¿Acaso puedo descubrir esa Luz en mi camino?

Sí, realmente, sí. Esa Luz se encuentra en el camino de tu vida. Además se nota, se contagia y se transmite. Sucedió con Bartimeo, aquel ciego del camino del que el Evangelio nos habla hoy, y muchos ciegos más que al pasar Jesús por el camino de sus vidas experimentaron su presencia y respondieron a su llamada. Pero, primero descubrieron que pasaba por allí y luego le gritaron y levantándose se le acercaron para decirle que querían ver.

Y para eso, para encontrarme con el Señor quiero reconocerme indigente, porque, realmente eso es lo que soy. Un pobre pecador que quiere alumbrar su vida con la única y verdadera Luz que lo puede alumbrar y limpiarlo de todo pecado. Por eso, Señor, yo quiero también decirte hoy cuando pasas por delante de mí que quiero ver y que quiero que me enseñes ese camino de verdad, de justicia y de amor.

domingo, 17 de noviembre de 2019

UNA REALIDAD QUE CONSTATAMOS CADA DÍA

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Lc 21,5-19
El Evangelio de hoy trata de despertar nuestra mente e interpelarnos sobre la realidad que vivimos cada día. Parece que nos llama la atención a no pasar desapercibido de lo que vivimos en cada momentos e instante de nuestra vida y como hacernos despertar a esa realidad que, en muchos momentos, queremos eludir, pasar un velo tupido o mirar para otro lado.

El Evangelio de hoy parece escrito en y para los tiempos de hoy. Si bien, es verdad, que el Evangelio es Palabra Viva que se hace actualidad, a pesar de estar escrito hace miles de años, en nuestro tiempo. Sólo nos basta con mirar lo que está pasando en nuestra querida España y en muchos países de la América latina, de África, Asia e India. 

El mundo ya no se contenta en vivir de espalda a Dios, sino que le hace la guerra y le amenaza con destruirle. Hoy, en mucho de esos lugares, se destruyen iglesias - templos - y se persiguen a los cristianos hasta el extremo de darles muerte. Sin embargo, no debe sorprendernos, porque, Jesús, el Señor, nos lo ha advertido para que no nos coja por sorpresa. Y ha sido el primero en sufrirlo.

Pero, nuestra esperanza es la garantía de la victoria. Él, el Señor, ha Resucitado y, también resucitarán todos los que crean en Él y siguen su camino a pesar de los contratiempos y sufrimientos que nos presenta. Nuestra esperanza se apoya y fundamenta en la certeza de la Resurrección, porque, Cristo, el Señor, ha Resucitado. Y lo que sucede no es cosa de ahora, sino que ya ha sucedido en muchos momentos de la historia de salvación del pueblo elegido, desde Abraham hasta nuestros días. En el camino hay muchos momentos de persecuciones, sufrimientos, esclavitud y muerte.

Pero, Jesús ha Resucitado y eso es lo que cuenta. Su Palabra es garantía de Vida Eterna y ese es nuestro destino histórico que nunca podemos olvidar ni perder de vista. Si perseveramos confiados en su Palabra, triunfaremos. Él nos lo dice claramente: Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

sábado, 16 de noviembre de 2019

NUNCA DEJES DE ORAR

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Lc 18,1-8

Cuantas veces hemos desistido de hacer alguna cosa al no ver resultados positivos. Nos desanimamos y dejamos de insistir abandonando la idea de lo que nos habíamos propuesto. Hoy, Jesús, nos sorprende en el Evangelio advirtiéndonos que insistamos a pesar de no ver resultados, Él, que nos conoce mejor que nosotros, nos dice que perseveremos e insistamos a pesar de nuestras dudas, nuestros desánimos y sensaciones de no ser escuchado. Y para ello nos pone como ejemplo una parábola que nos relata precisamente la insistencia de una mujer a un juez injusto para que la atienda y le solucione su problema.

La parábola dice así: «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él - Lc 18,1-8 - ... Es verdad que en muchos momentos de nuestra vida tenemos la sensación de que Dios no está y que tampoco nos escucha. Experimentamos como si Dios se ha ido o se ha escondido, o, simplemente nos ha dejado de la mano. Y  quizás sea eso lo que nos desanima y lo que nos invita a no insistir. 

Pero, también es verdad que nosotros no sabemos que es lo que realmente nos conviene. ¿Cuántas veces nos equivocamos? Y es que a veces, por no decir casi siempre, pedimos cosas que a la larga se traducen en errores y nos perjudica. Mejor, convenimos y nos damos cuenta, dejar todo en Manos de nuestro Padre Dios que sabe lo que realmente nos conviene y necesitamos.

Por nuestra parte no debemos nunca dejar de orar. Orar y pedir al Señor que nos dé lo que realmente necesitamos y, sobre todo, no desfallecer ni desanimarnos, sino todo lo contrario, perseverar y ser constante en la oración de cada día. Porque, cada día es un día, valga la redundancia, nuevo donde hay que volver a insistir y perseverar en la oración. Tratemos que nuestra oración no se convierta en una oración rutinaria, distraida, de costumbre e incluso de entretenimiento o cumplimiento, sino una oración comprometida y vivida en el día a día de nuestro obrar.

viernes, 15 de noviembre de 2019

LO QUE CUENTA ES EL PRESENTE


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Lc 17,26-37
Hemos oído muchas veces que lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana. Y tiene mucha razón, pues lo que no se haga hoy, ahora, se dejará de hacer en este momento, y, mañana será otro momento. Cada día trae su momento y cada momento su obra. Dejar de hacerla quedará perdida, porque la de mañana pertenece a otro día.

el tiempo es oro y cada instante que se pierda no se recupera, pues el tiempo no se para sino que continúa y pasa al siguiente instante. Podemos pensar y deducir que habrá muchos instantes vacíos y sin nada. Es decir, perdidos. Por lo tanto, cada día es un reto al que debemos de responder hoy y no dejarlo para mañana, porque al mañana le corresponde otro.

La fe hay que pedirla cada día y, la que corresponde al día de hoy no la puedes pedir mañana. Le corresponde hoy y, hoy, valga la redundancia, es cuando hay que pedirla. No sólo hay que pedirla cada día, sino que que hay también que abrirse a ella cada día. La fe de hoy no corresponderá a la de mañana, porque, mañana hay que volver a pedirla y a abrirse a ella. 

Se trata de empezar de nuevo cada día con un acto de fe que supone una nueva batalla por encontrarla. Una fe que nos alienta, nos llena de esperanza y nos mueve a estar preparados para el día final. Porque, llegará un día en el que vendrá el señor, tal y como nos ha prometido - Hb 10, 37 - y será el fin. Nuestro final o el final del mundo cuando toque. Pero, eso lo desconocemos nosotros. No sabemos el día ni la hora ni la forma como sucederá.

Por lo tanto, de eso se trata, de permanecer activos, atentos, vigilantes y preparados cada instante y cada día de nuestra vida. Preparados y disponibles para el Señor, y eso nos exigirá abrirle nuestro corazón, escuchar su Palabra y ponerla en práctica con todas nuestras fuerzas para que cuando venga nos encuentre esperándole y disponibles a su Misericordia.

jueves, 14 de noviembre de 2019

EL REINO DE DIOS ESTÁ DENTRO DE TI

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Lc 17,20-25
No se nos esconde que un día nuestra vida llegará a su final en este mundo. Si algo es cierto es eso, pero, también sabemos que no será el final. Al menos, aquellos que creemos en la Resurrección anunciada por Jesucristo. Creemos que será el principio y comienzo de otra Vida, la definitiva, la verdadera y única, porque será continuación de esta aquí abajo.

Realmente, esta deseada Vida nueva es la que queremos todos y de alguna forma, consciente e inconsciente, la buscamos todos y deseamos alcanzarla. Esa es nuestra máxima aspiración, la Vida plena y gozosa junto y en la Gloria del Padre. Pero, ese Reino de Dios ya ha llegado con Jesús. Él es el Mesías enviado a anunciarlo esa Buena Noticia de Salvación, y en Él estamos ya salvados e invitados a compartir con Él la Gloria junto al Padre. Es decir, en otras palabras, el Reino de Dios está entre nosotros.

Pero, no solamente entre nosotros, dónde dos o tres se reunen... - Mt 18, 20 - sino también dentro de nosotros, en lo más profundo de nuestros corazones. Ha nacido en nosotros y vive en cada uno de nosotros esperando que le abramos nuestro corazones y le dejemos morar en nosotros para llevarnos, llenándonos de su Gracia, a la Gloria del Padre.

Es ahora el momento de la verdad de nuestra vida. Es la hora de decirle sí a Jesús y abrirle nuestro corazón y, tomado de su Mano Misericordiosa, peregrinar hacia la Casa del Padre, donde Él nos ha preparado una mansión - Jn 14, 2 -. Es cosa segura y garantía absoluta que Jesús vendrá tal y como nos ha dicho, pero no sabemos la hora ni el día, ni tampoco la forma ni el cómo. Vendrá, sí, pero no tratemos de descubrir como vendrá porque no está a nuestro alcance ni al alcance de nadie. Simplemente, estar preparados y con los brazos abiertos para acogernos humildemente a su Misericordia.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

DESCANSADOS Y AGRADECIDOS EN Y A JESÚS

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Lc 17,11-19
Hay muchos momentos en nuestra vida que nos sentimos cansados y con deseos de abandonar. Nos sentimos desanimados y experimentamos el deseo de parar para descansar. El problema es que nos preguntamos, ¿y parados descansamos? Experimentamos que todas las paradas no nos facilita el descanso. Hay circunstancia que, parándonos, nos perjudicamos y hasta nos sentimos mal. Ello nos provoca flaqueza, desánimo y desfallecimiento.

Por el contrario, hay otros momentos que, estando sobre abundante de actividad y teniendo la espalda doblada por la carga, nos sentimos fuerte, capaces de sostenernos y de continuar el camino. El verdadero descanso, experimentamos, no está tanto en relajamiento y el ocio, menos en la pasividad en cuanto apoyarnos y descansar en Manos de Jesús, el Señor. En Él la tormenta amaina y nuestra tempestad interior se apacigua y encuentra descanso y paz.

Pero, también suele ocurrir que nos viene la enfermedad y nuestra vida se agrava. Son momentos que imploramos y buscamos remedio, solución y, desde nuestra fe imploramos misericordia y curación. Pero, ¿qué suele ocurrir? Lo mismo que hoy nos descubre y nos presenta el Evangelio, de los diez leprosos, sólo uno tomó conciencia del poder de Jesús y regresó a darle gracias. Sólo uno se sintió agradecido y, consciente de su curación, reconoció la Grandeza y Misericordia de Dios alabándole y dándole Gracias. ¿Actuamos nosotros así? ¿Reconocemos el Poder y la Misericordia de Dios?

Es posible que nuestra espalda continúe doblada, pero nuestro corazón se sostiene firme y pleno de gozo, entusiasmo y alegría, porque el Señor nos llena de paz y esperanza. Quizás el dolor y sufrimiento no desaparezcan, pero nuestro corazón y nuestra alma descansan y, llenos de esperanza, se sienten animados y fuertes para seguir el camino. Es posible y necesario apoyarnos en el Señor y aprender a descansar en Él, porque, en, por y con Él nuestro cansancio se hace más ligero y más suave.

martes, 12 de noviembre de 2019

¿ACASO MIS ACTOS SON MERITORIOS?

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¿De qué puedo presumir y dónde están mis méritos? ¿He sido capaz de dar vida o de hacer algo productivo por mis propias fuerzas? Y en caso afirmativo, ¿de dónde me han venido las fuerzas? Podría dejar muchos interrogantes abiertos y sin firmes respuestas hasta cansarme o derivar en que todo lo que soy me ha sido dado gratuitamente por el Creador.

Sin embargo, da la sensación que dependiendo de lo que consiga y me vaya en la vida merezco un premio, o soy una persona válida y de gran mérito. Nuestro mundo parece que esa forma de ver las cosas las tiene asumidas y adquiridas. Se estima en gran valía el trabajo y las habilidades de muchas personas, y, por el contrario, se desvalora, según los resultados, a otras. Criterios humanos que, por su propia naturaleza humana son imperfectos y erróneos. 

Recuerdo que en mis tiempos la propina era algo habitual y muy frecuente. En los restaurantes, cines y otros lugares se dejaba siempre una propina. Desde ese tiempo yo pensaba que eso estaba de más, ¿acaso el empleado de turno no cumplía con su deber?  La pregunta brota de forma espontánea como un grito o reclamo ¿Por qué entonces tener que pagar un añadido? 

El Evangelio de hoy nos responde a esos interrogantes del que todavía quedan vestigios en nuestro mundo: «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».

De antemano estamos ya pagados y todo, empezando por la vida, nos ha sido dado gratuitamente, de modo que hacemos, si verdaderamente lo hacemos, y siguiendo la Voluntad de Dios, lo que realmente debemos hacer sin más recompensa ni premio.

lunes, 11 de noviembre de 2019

¿ME TOMO EL PULSO DE MI FE?

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Lc 17,1-6
Normalmente todos pensamos que nuestra fe no es muy firme. Todos nos acusamos de tener poca fe, o, en su defecto, una fe débil, pero, ¿en realidad me tomo el pulso de mi fe? Porque, la medida de nuestra fe se descubre en situaciones límites. Y no me refiero a situaciones que son de vida o muerte, sino que quiero significar con límites a ese punto donde tenemos que dar nuestra opinión y soltar nuestra reprimenda y miramos para otro lado.

En mi opinión la Iglesia no debe permanecer callada en tiempos de elecciones. No debe permanecer impávida y en silencio sin orientar y clarificar la postura católica. Debe animar a participar y a depositar el voto siguiendo los criterios de la verdad y la justicia primando la defensa de los más necesitados y excluidos. Es verdad que no debe señalar tanto a favor como en contra a ningún partido ni colectivo político, pero sí orientar el sentido de nuestra participación según los criterios evangélicos. 

El Obispo José Ignacio Munilla ha hecho una reflexión que nos puede servir de orientación - ver aquí -, pero que echo de menos no haya más y proliferen en la Iglesia en estos momentos. Creo que no es inclinarse por ningún partido, eso corresponde a cada persona, pero si creo que la Iglesia tiene el deber de orientar y formar a los católicos y creyentes comprometidos. Y la prueba que no hay ninguna intención política es que esta reflexión sale publicada el día después de los resultados electorales.

Y es que el Evangelio de hoy nos llama a cuidarnos de no provocar escándalo y de reprender a aquellos que los puedan provocar y realizar. Porque, podemos permitir el escándalo, la manipulación y perversión cuando permanecemos en silencio y omitimos y ocultamos la debida orientación y formación a los fieles dejándolos, sobre todo a los más indefensos a merced de los que intencionadamente buscan sus intereses. Permitimos el escándalo, y eso nos hace cómplice, cuando no reprendemos ni alzamos la voz contra los que escandalizan a los más pequeños e inocentes.

domingo, 10 de noviembre de 2019

OTRO MUNDO, OTRA VIDA

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Lc 20,27-38
Imaginamos un mundo parecido al que vivimos en este momento. Un mundo con similares características y formas de vid. Un mundo formado por familias y reglas o constituciones, pero nada de eso es lo que nos espera. Nuestra capacidad no da para eso ni para más. Nos equivocamos plenamente y no llegamos a entender nada. Nuestra capacidad es limitada y la grandeza de Dios, nuestro Padre Dios, no nos cabe en nuestra pequeña cabeza.

Y es que así tiene que ser, porque, si así no fuera no sería Dios. Un Dios que quepa en mi mente y lo pueda alcanzar y contener mi inteligencia dejaría de ser Dios inmediatamente. Por lo tanto, más que imaginarme un mundo siguiendo los razonamientos humanos de mi cabeza, será más conveniente confiar y descansar en la Palabra de Dios y creer lo que hoy nos dice en el Evangelio:  «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».

Por lo tanto, dispongámonos a esperar un mundo nuevo y otra vida nueva. Una mansión que Jesús, el Hijo de Dios, ha ido a prepararnos - Jn 14, 2 -  y que vendrá a buscarnos, a los que de Él se fían y cumplen su Voluntad, para llevarlos con Él a la Casa del Padre.

sábado, 9 de noviembre de 2019

TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO

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El templo es el lugar donde acudimos a rezar y a hablar con Dios. Es un lugar de silencio, de respeto al otro que está orando y de recogimiento sereno y reflexivo. Es el lugar común donde los cristianos, al igual que los judíos en la sinagoga, se reunen para orar y celebrar el banquete Eucarístico que nos da la Vida Eterna y nos fortalece para peregrinar por este mundo hacia la Casa del Padre.

Sin embargo, desde tiempos atrás, recuerdo en mi juventud que era un lugar donde se guardaba total silencio y se tenía que decir algo se hacía como mucho sigilo y cuidado tratando de no molestar ni prologar esa comunicación. Hoy ha cambiado y se habla con toda normalidad y sin guardar la debida compostura ni tener presente que molestamos a quienes está en oración. Es algo que debemos tener en cuenta y cuidarlo, y eso depende y pasa por la actitud de cada uno de los que asistimos al templo.

El templo es el lugar donde, ahora, porque en las primeras comunidades se hacía en las casas, eran celebraciones domésticas, pues no habían templos, se celebra el Banquete Eterno, y donde el Señor se hace presente bajo las especies de pan y vino para alimentarnos espiritualmente y darnos esa Vida Eterna que nos ofrece. Sin embargo, el verdadero templo es el Señor, que mora en nosotros y en el Espíritu Santo nos transformamos en templos vivos. Ya nos lo decía San Pablo - 1ª Corintio 3, 36 - somos templos vivos de Dios y el Espíritu de Dios habita en nosotros.

Jesús sostiene ese templo vivo que somos nosotros en Él y lo ha hecho tal y como lo había prometido: Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

viernes, 8 de noviembre de 2019

¿CÓMO Y PARA QUÉ UTILIZAS TUS TALENTOS?

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Lc 16,1-8
Todos hemos recibido una herencia, empezando por la vida y todo lo que he venido y está viniendo detrás. Hemos nacido en una familia y un lugar - país - sin haberlos elegidos. Y todo lo hemos recibido para utilizarlo en función de los demás, porque, aunque pensemos lo contrario, se nos ha dado gratuitamente y de la misma forma hemos de darlo. Pronto experimentamos que sentimos un gran gozo cuando lo recibido lo ponemos en aras del bien común y al servicio de los demás, sobre todo de los más pobres.

Sin embargo, la pregunta que nos hacemos es: ¿Realmente, lo estamos realizando? ¿O lo dejamos al azar sin molestarme en poner todo nuestro empeño? Esa es la reflexión que el Evangelio de hoy nos pone de manifiesto y nos invita a reflexionar. Porque, quizás en los asuntos de este mundo, sobre todo en el orden material y económico, ponemos en juego y al máximo todas nuestras capacidades intelectuales y físicas por y para solucionar y sacar buen rendimiento para nuestro bien y propio provecho.

Pero, en las cosas de Dios, ¿qué hacemos? ¿Actuamos de la misma manera y con la misma intensidad e interés? Esa es la pregunta que el Evangelio de hoy nos suscita e interpela y sobre la cual queremos y debemos reflexionar dando respuesta a la misma. ¿Hago todo el esfuerzo posible, según mis actitudes y capacidades en poner la Palabra de Dios en el centro de mi vida? ¿Actúo según me indica y señala el camino que Dios me propone?

Ahora, a ti y a mí nos toca reflexionar y sacar conclusiones desde la verdad y la sinceridad más profunda de nuestros corazones. ¿Estás de acuerdo?

jueves, 7 de noviembre de 2019

JESÚS SE PREOCUPA POR MÍ

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Lc 15,1-10
En el Evangelio de hoy, Jesús nos descubre su gran preocupación por mí, no sólo por los que están junto a Él, sino, sobre todo, y de forma muy especial, por aquellos que, atraídos por las luces y espejismos de este mundo, se desorientan y se pierden en el bosque selvático del pecado y de la perdición. Son esos a los que Jesús va a rescatar mientras deja a buen recaudo a los noventa y nueve que permanecen en el redil.

Jesús, a pesar de recibir nuestras murmuraciones y desplantes -  los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos»  - sigue adelante y no hace caso de nuestras criticas y murmuraciones. Su Misión está clara, ha venido para salvarnos de la esclavitud del pecado y rescatarnos para la Gloria de Dios. Y, por encima de todo, está dispuesto a dar su Vida para salvar la nuestra.

Las parábolas que nos expone hoy nos manifiestan su gran preocupación por salvarnos y liberarnos del pecado. Jesús no está indiferente ni pasivo ante nuestro rechazo y actitud de alejarnos de Él. Sabe de nuestra ignorancia y debilidad ante el pecado y nos perdona. Su Misericordia es Infinitamente paciente y espera nuestra respuesta y nuestro despertar aunque sea en momentos de gran peligro para nuestra identidad física. Sabe que nuestra mayor felicidad es vencer la muerte y vivir en gozo y plenitud de felicidad eternamente. Y a eso ha venido, a ofrecernos esa oportunidad.

Y no podía ser de otra manera y así nos lo demuestra expresando en esas dos referidas parábolas, que nos describe, su gran preocupación por cada uno de nosotros. Por nuestra parte debemos reflexionar al respecto y, agradecidos, responder a su gran Misericordia y Amor.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

DEJANDO TODO PARA SEGUIRTE A TI, SEÑOR

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Cuando te propones hacer algo y tienes interés en ello, haces un esfuerzo y te concentras en lo que estás interesado en seguir o conseguir. Seguir a una persona exige un gran esfuerzo y nace de una experiencia o encuentro vivo con él. Implica dejar todo aquello que no te ayuda a seguirle. En consecuencia, seguir a Jesús exige dejarlo todo para poner todas nuestras fuerzas en seguir el ritmo de sus pasos.

No se trata tanto de dejarlo todo cuanto ponerlo todo. Es decir, la cuestión es que todo lo que has recibido gratuitamente debes de administrarlo para el bien de los que realmente lo necesitan. Dicho en otras palabras, se trata de poner a Jesús en el centro de tu vida dirigiendo todo lo que tienes en función de su Palabra y en acuerdo con su Voluntad. El seguimiento, no te desanimes,  se puede hacer de muchas maneras y formas.

Mientras unos lo hacen desde la óptica de su trabajo, familia o desempeño social en su círculo o ambiente, otros consagran sus vidas en darle culto y anunciar su Buena Noticia por todas partes del mundo. Cada cual desde sus circunstancias, vocaciones o llamadas singulares recibidas que el Espíritu va soplando en lo más profundo del corazón humano.

La esencia del seguimiento es poner a Jesús en el centro de tu corazón y todo lo que tienes, desde tus talentos hasta tus bienes, ponerlos por amor a Él al servicio de los más necesitados. Y es obvio que enfrentarte a ese esfuerzo sólo es garantizar tu propio fracaso. Nuestra victoria está garantizada desde nuestra disponibilidad a caminar agarrados a Jesús.

martes, 5 de noviembre de 2019

¿ACEPTAS TÚ LA INVITACIÓN DE JESÚS?

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Lc 14,15-24
Posiblemente no te hayas dado cuenta, o quizás nadie te lo haya dicho, o pueda ocurrir que tú mismo te hayas negado a asistir a ese banquete al que Jesús te ha invitado. Sin embargo, quieras o no, Jesús te ha dado una invitación al Banquete, a la Fiesta del Reino. No es una invitación nueva, también ocurrió en tiempos de Jesús. Fue, precisamente, su pueblo, que había sido elegido para llevar el Anuncio del Reino, quien rechazó la propuesta e invitación.

Y ocurre que buscamos escusas en muchas ocasiones para justificar nuestro rechazo, pero, también, posponemos esa invitación para otro momento, que quizás no llegue nunca, porque nuestro corazón está ocupado por otras cosas que se anteponen y ocupan el centro de nuestros corazones. En nuestra escala de valores, la invitación de Jesús ocupa un lugar secundario y la vamos aparcando en el rincón del olvido hasta olvidarlo e incluso rechazarlo.

La Eucaristía es el banquete del Reino, pues es Jesús, nuestro Señor, el Reino de Dios. En ella comemos el Cuerpo de Cristo y nos alimentamos para alcanzar la Vida Eterna que Jesús nos ha prometido: Jn 6, 51-58. Pero, nuestro corazón, sometido a la carne y a las pasiones de este mundo queda atrapado y esclavizado sin capacidad de respuesta. Y muchos así lo piensan dejando su respuesta y aceptación para otro momento más propicio y más tarde. De momento, sus objetivos es disfrutar de la vida y ya habrá tiempo más oportuno para mirar con mas atención esa invitación.

Sin embargo, la cosas no son como nosotros las vemos y las pensamos. La ocasión no llegará tan fácilmente como nos parece y pensamos. Las dificultades serán siempre las mismas, y cuanto más tarde, más difícil. El corazón estará más endurecido y más difícil de suavizarse. Quizás sean ya casi insalvables. El tiempo es oro y nuestro Padre Dios es Misericordioso, pero también justo y equitativo, y no se puede jugar con esas decisiones. Lo tomas o quizás pierdes el tren. El demonio está al acecho y juega su basa.

Como se describe al final de este Evangelio, son los más pobres, los más limitados los que responden a la invitación de Jesús, pues experimentan el sufrimiento más de cerca y la necesidad de ser aliviados. Por eso, son los preferidos de Jesús y por los que realmente ha venido a salvar.

lunes, 4 de noviembre de 2019

AMAR SIN ESPERAR RECOMPENSA

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Lc 14,12-14
No sería normal amar sin esperar recompensa desde un corazón humano. El hombre donde pone su amor lo hace pensando siempre en conseguir beneficios. Diríamos que el amor humano es un amor interesado. Y eso, concluimos, no puede ser verdadero amor, pues es un amor que busca un premio. Dios no nos ama así y Jesús, el Hijo de Dios, nos enseña a amar sin esperar nada a cambio.

Y es lógico experimentarlo así. Cuando se ama en esas coordenadas si experimenta ese gozo eterno que siempre permanecerá encendido en nuestro corazón. Sin embargo, cuando tu amor obtiene la recompensa esperada, la llama de amor queda apagada. El amor que no se paga, porque es gratuito, queda siempre encendido señalando que ha sido un amor verdadero, buscando el bien del otro sin esperar a cambio recompensa de ninguna clase.

Por eso, cuando hagas algo que otro necesita, hazlo gratuita sin esperar nada a cambio. Claro, nos encontraremos que los que puedan pagártelo buscaran la manera de devolverte ese favor, pero los que no puedan no te pagaran nada. Y es eso, precisamente, lo que te dice Jesús en el Evangelio de hoy: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

domingo, 3 de noviembre de 2019

¿TAMBIÉN TÚ QUIERES VER A JESÚS?

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Lc 19,1-10
Se necesita tener sed y hambre tanto para desear beber como comer. Sabemos que una persona inapetente deja de comer y hasta puede deshidratarse. Y le costará mucho sentir deseos de comer. Es una enfermedad peligrosa. De la misma forma nos puede valer el ejemplo para significar y descubrir que necesitamos despertar nuestra curiosidad e inquietud de y para conocer a Jesús. Hace falta una actitud de búsqueda que arda en deseos de encontrarme con Jesús.

El Evangelio de hoy Jesús se encuentra con Zaqueo, un hombre que habiendo oído hablar de Jesús quiere conocerlo. Un hombre con mala fama por su profesión de recaudador y por, aprovechándose de su situación privilegiada, quedarse con dinero que no le pertenece. Desde este panorama de su vida, Zaqueo se mueve, está inquieto por las palabras que oye que dice Jesús, y busca la forma de verle y conocerle. Y se activa para, sabiendo que va a pasar por aquel lugar, situarse en una situación que le permita verle bien. Su pequeña estatura le incita a subirse a un sicómoro para no perderse su paso por aquel lugar de Jericó.

También tú y yo hayamos oído hablar de Jesús, pero igual no nos hemos preocupado más, ni siquiera hayamos intentando buscarle y encontrarlo con Él. O lo que es peor, hayamos parado nuestra búsqueda porque hemos dado por hecho que ya le hemos encontrado. Y nos hemos relajados, instalados y acomodados a una manera de vivir que nos parece correcta. ¿Estaremos equivocándonos? 

Sabemos el resultado de lo que le sucedió e hizo Zaqueo al pasar Jesús un tiempo en su casa, pero no sabemos qué sucedió en cuanto a la conversación de Jesús con Zaqueo. Suponemos que tuvo que ser algo tan maravilloso que transformo y cambió su corazón. ¿No sientes tú también deseos de encontrarte con Jesús y dejar que te transforme y cambie tu corazón? Supongo y me atrevo a creer que todos desearíamos tener la fortaleza, la voluntad y el convencimiento como Zaqueo de renacer a un corazón nuevo, humilde, bueno, generoso, desapegado, justo y lleno de amor y misericordia. Un corazón como el de Jesús.

sábado, 2 de noviembre de 2019

SABEMOS EL CAMINO

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Jn 14, 1-6
El Evangelio de hoy nos llena de esperanza y de una inmensa alegría. Jesús está preparándonos una morada en la Casa del Padre. Junto al Padre. ¿Se puede escuchar algo más grande? ¿Tenemos los oídos realmente despiertos? ¿O nos falta fe? Son Palabras del mismo Jesús y nos las dice directamente también a nosotros. No se ha ido, sino que está preparándonos una mansión, porque hay muchas, en la casa de su Padre. Y eso significa que serán muchos los que sean llevados allí. Es una gran noticia que hoy se nos revela en el Evangelio.

También una gran noticia para este día que estamos celebrando, y para todos nuestros difuntos, que recordamos con gran esperanza y alegría, pues ya han partido para esa mansión que Jesús nos está preparando a los que todavía peregrinamos hacia la Casa del Padre. Porque, la vida no termina en este mundo ni con la muerte. Una muerte que quien nos habla la ha vencido resucitando y nos la ofrece si creemos en Él y seguimos sus pasos.

Porque, hoy nos lo dice muy claramente: "Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

viernes, 1 de noviembre de 2019

¡BIENAVENTURADOS!

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Mt 5,1-12a
No son bienaventurados los que aparentemente creen que lo son porque triunfan y acaparan éxitos en esta vida. No son bienaventurados los que alcanza gran fama y gran prestigio en todos las facetas de este mundo, ni tampoco son bienaventurados los que hagan mucha fortuna y tengan abundancia de bienes y riquezas. Realmente, no lo son porque detrás de todo éxito y riqueza no hay nada ni se esconde la felicidad buscada por el hombre. Ahí sólo se encuentra el vacío, la frustración y el fracaso.

¿De qué te sirve tu éxito - Mc 8,36 - si acabas por perder tu alma? En los Evangelios precedentes de estos últimos días, Jesús nos advierte de los peligros a los que nos enfrentamos en este mundo y de las amenazas, seducciones y tentaciones de las que somos presas si no despertamos y estamos atentos y vigilantes para no dejarnos seducir ni engañar. La vida nos presenta espejismos y falsas propuestas que, tratando de engañarnos y seducirnos, nos llevan al precipicio y a la muerte por el pecado.

Jesús, que ha venido a salvarnos y nos quiere con locura nos advierte de esa realidad. Ayer nos invitaba a entrar por la puerta estrecha y hoy nos descubre que tras esa puerta se esconde la felicidad que todos tanto estamos buscando. Y es, precisamente, tras esa puerta estrecha donde alcanzaremos la dicha y el honor infinito de ser considerados y llamados por el Señor ¡bienvaventurados!. Porque, son bienaventurados todos aquellos que Jesús describe de esta manera:

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».