viernes, 31 de enero de 2020

POR LA GRACIA DE DIOS

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Mc 4,26-34
A veces nos empeñamos en ser nosotros los protagonistas de nuestra conversión y hasta de nuestra santidad y crecimiento Y nos equivocamos. El Reino de Dios ha sido plantado en nuestros corazones por la Gracia recibida en la hora de nuestro bautismos y, queramos o no, irá creciendo sin darnos cuenta.Como crece la semilla en la tierra. Claro está que si no la cuidamos, no la regamos con agua y la abonamos debidamente su crecimiento será malo, deficiente y hasta llegará a secarse. Pero, independiente de lo que nosotros hagamos, la semilla irá creciendo sin estar nosotros presente.

Nuestra libertad nos hace responsables y, por nuestra parte, tendremos que colaborar. Sin lugar a duda que quien nos salva es el Señor. Nos salva y nos convierte y nos hace santos, pero, porque así Él lo ha querido, necesita nuestra disponibilidad y nuestra libertad. Dada voluntariamente esta, la semilla plantada en nuestros corazones irá creciendo mientras vivimos y cubrimos las etapas de nuestra vida. Tal y como crece la semilla en la tierra mientras el labrador descansa y duerme.

Todo empieza desde muy pequeño y casi imperceptible a la vista humana. Nuestros corazones de niños se irán transformando en corazones jóvenes hasta madurar por la Gracia de Dios. Nuestra labor será cuidarnos de dejarnos intoxicar por las tentaciones del mundo y por las impurezas de nuestras pasiones y apetencias: soberbia, envidia, riquezas, placeres, venganza, poder...etc.

El Reino de Dios se irá construyendo dentro de nosotros para, madurado y arraigado en nuestro corazón, contagiar en el exterior hasta el punto de irlo regando y cultivando en el mundo que nos rodea.

jueves, 30 de enero de 2020

LA FE ES PARA VIVIRLA EN LA LUZ

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Mc 4,21-25
No se puede alumbrar en la luz, sino en la oscuridad. O dicho de otra forma, la fe es para manifestarla en los lugares más oscuros. Es decir, no se enciende la lámpara donde ya hay luz, sino que se pone en lo más alto donde la oscuridad está nublando la conciencia y hace falta luz para ver el bien, la justicia y el amor.

No hace falta luz dentro de la Iglesia aunque haya también rincones oscuros, porque hay luces para y que pueden alumbrarlos. Hace falta luz donde la injusticia, la mentira y el poder quieren anular la libertad del hombre e impedir que piense y vea.

En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga» - Mc 4, 21- 23-.

No se trata de cumplir con dar luz ajustándome a mínimos, sino dar toda la luz que se puede en proporción a tu capacidad o medida. Muy claro te lo ha dejado el Evangelio de Marcos. Jesús que te lo ha dado todo voluntariamente, también te pide todo voluntariamente. Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» -Mc 4, 24-25-.

miércoles, 29 de enero de 2020

SEMBRAR Y RECOGER

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Mc 4,1-20
La vida es una siembra y nuestros corazones han sido sembrados en la semilla de la verdad y del amor. La Palabra de Dios impregna nuestros corazones y el hombre experimenta el amor y la verdad. No quiere un mundo de mentiras ni de injusticias, pero, herido por el pecado puede ir en contra de lo que desea. Pablo lo expresa claramente y muy bien cuando dice: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” Rm 7, 15-20.

Estamos herido por el pecado y eso nos induce a cometerlos. Es decir, a desear lo prohibido, a satisfacernos en nuestras pasiones, a dar riendas sueltas a nuestra concupiscencia y egoísmos. Y a no dar frutos en verdad y justicia. Por lo tanto, esa siembra hecha en nuestros corazones queda infructuosa por el pecado si no ponemos en juego nuestra voluntad para hacer y vivir según nuestros deseos de amar.

Por lo tanto, la siembra hecha en mi corazón tiene que ser cuidada, no podemos dejarla a la inclemencias del tiempo o de la misma tierra donde haya caído. Tendremos que sembrar donde hay tierra buena, o, dicho de otra forma, proveer nuestros corazones de buena tierra, buena agua y abonos que la fertilicen para que den buenos frutos. En otra clave, la oración, la frecuencia del Sacramento Eucarístico, los buenos hábitos, la comunidad son los condimentos necesarios para sostenernos y hacer lo que esta impreso en nuestros corazones.

Dios nos ha puesto la semilla en nuestro corazón, pero corresponde a cada uno de nosotros cuidarla y regarla para que dé frutos. Sera necesario procurarle buena tierra para que la semilla pueda crecer y echar profundas raíces y desarrollarse. Pero, también hay que limpiarla separarla de las piedras y abrojos que crecen a su lado y amenazan con ahogarla y secarla. Estamos en un mudo hostil, enfermo y cómodo. Un mundo que nos presenta una propuesta tentadora de aparente felicidad en las riquezas, pasiones, poder...etc. Un mundo que nos aleja de Dios y nos acerca a la perdición que se esconde bajo la mentira y la falsa felicidad.

Será bueno reflexionar en la presencia de Dios y a la Luz del Espíritu Santo para descubrir que se hace necesario abonar nuestro corazón de buena tierra donde la raíz de nuestro amor puede dar buenos frutos.

martes, 28 de enero de 2020

VÍNCULOS DE SANGRE Y DE FE

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Mc 3,31-35
El hombre viene relacionado por vínculos de sangre. Si pedir permiso nacemos en una familia. Una familia que hoy muchos no valoran y quieren destruir en esta sociedad en la que vivimos. La familia no es algo que se nos ha dado socialmente ni por una especial forma de pensar y sentir. La familia es algo natural que nace desde el corazón del hombre, ser racional y en relación que necesita amar y, por ello, relacionarse.

Pero, es que el hombre necesita a la familia porque es consecuencia del amor entre un hombre y una mujer. La naturaleza así lo ha querido y de esa relación sexual nace un nuevo ser, que necesita el calor y el amor de sus progenitores formando una familia. Son vínculos de sangre que unen fuertemente a las personas y las relacionan entre sí. Sin embargo, hay un vínculo más fuerte que la sangre, la fe. 

Por la fe, las personas se experimentan unidas de forma espiritual y estrechamente relacionadas en el amor. Una unión que las une de forma plena hasta incluso estar dispuestas a darse, por verdadero amor, hasta el extremo de entregar sus vidas. Un amor que busca el bien, la justicia y la verdad como eslabón de su unidad por encima de todo. Un amor que les vincula como hermanos, hermanas, padre o madre. 

Un amor que Jesús expresó de esta forma: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

lunes, 27 de enero de 2020

TRADICIONES Y SOMETIMIENTOS

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Mc 3,22-30
En el camino de nuestra vida vamos descubriendo que, sin darnos cuenta, evolucionamos hacia la liberación. Experimentamos que muchas tradiciones pasadas sometían nuestra libertad y el anuncio de la Buena Noticia nos libera de ellas. Los escribas se resisten a que la Misericordia de Jesús rompa con sus tradiciones que penalizan la libertad del hombre, y pasan al ataque acusándolo de demoniaco y de que tiene un pacto con el demonio. 

Totalmente disparatado y que Jesús desbarata con su misma Palabra: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».

Todo es perdonado por la Misericordia de Dios, pero, desde tu libertad, que Dios respeta, no se te podrá perdonar tu cerrazón y tu resistencia a creer en Él y abrirte a la acción del Espíritu Santo. La Misericordia de Dios, no sólo nos perdona sino que nos libera, nos inunda de paz y nos da la fortaleza para salir del pecado y de la mentira e injusticia. 

domingo, 26 de enero de 2020

UNA LUZ EN LA OSCURIDAD

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Mt 4,12-23
Todos tenemos experiencia de permanecer en la oscuridad. En algunos momentos, por causas de algún corte de luz artificial, nos hemos quedados a oscuras de forma repentina y nos ha sorprendido la impotencia de no poder moverte ni reaccionar. En otros, la oscuridad nos ha venido de forma diferente y más grave apagando nuestra vida interior y dejándonos perdido y sin esperanza.

Hay momentos que la vida nos cambia de un momento para otro y todo se oscurece y se viene abajo. Perdemos el rumbo, la esperanza y el deseo hasta de vivir. Nuestro corazón queda en tinieblas y todo queda sumergido en la oscuridad. Entonces, nuestra vida sin esperanza pierde todo su sentido Necesitamos alumbrarla, una luz que renazca nuestras esperanzas y que le dé sentido a nuestras vidas. Una luz que alumbre nuestro camino y le llene de sentido y de ganas de vivir.

El Evangelio, la Buena Noticia, es esa Luz que enciende nuestra vida y le da sentido llenándola de amor y esperanza. Ese Evangelio es Jesús. Él es la Palabra encarnada en naturaleza humana que impregna de verdad, de justicia y de paz nuestros corazones hasta el punto de transformarlos en amor que sea capaz de dar y amar. 

Un amor que se hace presente en un mundo de injusticias, de mentiras y de desamores. Un amor que convive en ese mundo contracorriente que nos alumbra el camino abierto siempre a la luz del Espíritu Santo.

sábado, 25 de enero de 2020

LA HUELLA DE DIOS

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Todos experimentamos que lo bueno que tenemos dentro deseamos siempre manifestarlo y darlo a los demás. Es una tentación irresistible porque el hombre ha sido creado para amar, y ama cuando se da a los demás. Esa es la huella de Dios que vive y esta impresa en nuestros corazones. Es sabido y también lo hemos experimentado que quien descubre y sabe que tiene una cualidad gusta de lucirla y utilizarla para bien de los demás.

También sucede, y lo experimentamos cada día, una lucha interna entre el deseo de hacer el bien y la tentación irresistible de dejarnos vencer por el mal. Un mal que puede concretarse en nuestra pereza, nuestra comodidad, nuestra envidia, nuestra indiferencia, negligencia y muchas cosas más. Un mal que nos inclina a dejar de hacer el bien y, por el contrario, hacer el mal.

Esa es la lucha y esa es nuestra misión, aflorar todo lo bueno que llevamos dentro, que es la huella de Dios. Pero, tan alta misión es superior a nuestras fuerzas y solos no podremos enfrentarnos. Nuestra capacidad es limitada y necesitamos la Gracia del Espíritu Santo para poder vencer todas esas tentaciones y obstáculos que nos impiden vivir en la Voluntad de Dios.

Por la fe nos bautizamos y en él  recibimos la Gracia del Espíritu Santo que nos fortalece y nos capacita para soportar, luchar y vencer todas las tentaciones, pruebas, dificultades que nos van saliendo en nuestro camino hacia la Casa del Padre. Se trata de derramar todo el amor del que somos capaces, injertados en el Espíritu Santo, para con nuestra vida y obras anunciar la Buena Noticia.

viernes, 24 de enero de 2020

¿TE SIENTES LLAMADO?

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Jesús llamó a los que quiso, nos dice el Evangelio de hoy, y con ellos subió al monte. Está formando su grupo con el que instituirá la Iglesia. Elige a doce, a los que prepara y enviará a anunciar la Buena Noticia. Esa Noticia que nos invita a recuperar nuestra dignidad de hijos de Dios y de compartir eternamente su Gloria. Pero, también, desde antes de nacer, Dios ha pensado en ti y te ha dado la vida para encargarte una misión, la de vivir en su Palabra y amar como Jesús, el Hijo en el que el Padre se complace, te ha amado y te ha enseñado, con su vida y obras, a amar.

Y no te ha enviado sólo ni desamparado, sino injertado en el Espíritu Santo, que has recibido en la hora de tu bautismo. El mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en su bautismo del Jordán por Juan el bautista. Y con todas las garantías de éxito, aunque a nosotros nos cueste verlo o descubrirlo. Sin embargo, no todos tenemos la misma misión, o, dicho de otra forma, los mismos talentos para cumplir esa misión. Porque, la misión de amar, tal y como Él nos ha amado, es la misma para todos , más, si unos la viven y la realizan de una manera, otros lo hacen de forma diferente.

En la parábola de los talentos - Mt 25, 14-30 - el Señor nos ha dejado muy claro lo importante de responder a esa llamada. Hemos recibido unos talentos y de ellos tendremos, un día, que responder. Unos talentos que se concretan en nuestra capacidad de amar. De amar en términos de verdad, justicia y paz. Unos talentos para gastarlos en construir un mundo, en lo que a nuestras cirucunstancias y espacio se refiere, mejor. U mundo donde la armonía, la justicia, la verdad y la paz sean lo predominante y lo que establezca la fraternidad entre todos los hombres.

jueves, 23 de enero de 2020

LA PALABRA QUE DA VIDA

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Mc 3,7-12
Una de las cosas que nos llama la atención en los Evangelios es que la gente sigue entusiasmada los pasos de Jesús, hasta el punto que se agolpan a su lado y tratan de avalanzarce sobre Él para tocarle. Saben y experimentan que de poder tocarle quedan curados. Eso es lo que piensan y lo que de alguna manera persiguen. No le siguen tanto por sus palabras sino por lo que se desprenden de tocarle y recibir sus gestos e imposiciones de manos. 

Su autoridad se desprende por los signos y gestos que hace y de las consecuencias de sus obras. Todos le buscan porque quieren ser curados y acercarles sus enfermos. Le admira lo que dice y hace Jesús y la vida que da sus gestos y sus obras. Es algo nuevo que no han visto nunca. En principio eso es lo que les mueve a seguir a Jesús y no tanto su Palabra y lo que se desprende de ella.

Igual eso sucede con mucha frecuencia hoy también. Acudimos y buscamos a Jesús en la Iglesia cuando nos sorprende una enfermedad o nos alcanza alguna tragedia. No nos acercamos inquietos y dispuestos a dejarnos convertir por su Palabra, sino buscando nuestros intereses y soluciones a nuestros problemas. Textualmente, el Evangelio dice: y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él.

Los templos son visitados por muchos que tocan y besan las imagenes, ponen algunas monedas y encienden algunas velas, pero, ¿qué sucede con el sermón de las bienaventuranzas? Es ese el espíritu y la actitud con la que Jesús nos invita a seguirle y a poner en práctica en nuestra vida, no a simplemente visitarle, cumplir preceptos y normas y echar alguna moneda. Al final, como él mismo ha dicho, habrá sorpresas.

miércoles, 22 de enero de 2020

COMPASIÓN ANTE EL SUFRIMIENTO

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Mc 3,1-6
Jesús viene a liberarnos del sufrimiento. Busca nuestra felicidad y nos la ofrece libremente. No nos coacciona ni nos presiona, simplemente nos la propone y ofrece gratuitamente. Tienes libertad para tomarla o rechazarla. O coger la que tú creas. 

Sabemos que el sufrimiento es causa del pecado, que consiste esencialmente en rechazar a Dios. Eso significa dar la espalda a la verdad, a la justicia y, sobre todo, tal y como hemos dicho, a Dios: Camino, Verdad y Vida. Cuando el hombre pierde la huella de Dios se pierde, valga la redundancia, en el pecado y, como consecuencia, el sufrimiento.Sufrimiento que siempre está presente en nuestra vida y que, tarde o temprano llega como consecuencia de nuestros propios pecados.

Sólo, instalados en el Espíritu Santo podemos asumirlos y aceptarlos de otra manera y darle sentido llenándonos de esperanza y de paz. Sabemos, y es cosa cierta, que la muerte nos llega en algún momento, no conocemos el día ni la hora, pero sí que llegará. Sin embargo, también sabemos que, injertados en el Xto. Jesús, esa hora no es definitiva ni la última de nuestra vida. Es el paso de la muerte a la Vida nueva, a la Vida Eterna que Jesús nos promete si creemos en Él.

Esa es la Buena Noticia que Jesús nos trae y nos anuncia. Es la Buena Noticia de la Misericordia ante la ley excluyente y condenatoria. Es la compasión ante el sufrimiento y la marginación. Jesús no puede dar la espalda ante el sufrimiento del hombre. Está a su lado y continua estando en este momento a nuestro lado.Confiamos y creemos en Él.

martes, 21 de enero de 2020

LA DIGNIDAD DE LA PERSONA ESTÁ POR ENCIMA DE LA LEY

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Mc 2,23-28
Ser libre es inherente a la dignidad de la persona. Nadie puede coartar la libertad de la persona porque, ella, esta por encima de la ley. Y ser libre implica estar siempre disponible a buscar la justicia, la verdad y el bien de toda persona. Y esa capacidad de libertad nunca puede quedar sujeta a y por la Ley. Digamos que la Ley Natural lleva consigo el derecho a ser libre de la persona.

Repetimos que la dignidad de la persona humana está por encima de la ley y de toda norma y precepto humano. No se ha hecho el sábado para someter al hombre, sino que tanto el sábado como la ley están al servicio del hombre. Todo está puesto para servir al hombre y ayudarle a ser libre, es decir, a buscar la verdad, la justicia y la paz fraterna entre todos los hombres.

Precisamente, Jesús nos propone eso y señala al hombre como prioridad antes que la ley y, por supuesto, antes que el sábado. Ser libres nos exige una gran responsabilidad y toma de decisiones, porque, somos libres para decidir el bien o el mal. Y esas decisiones tendrán gran repercusión sobre el convivir de los hombres en justicia, verdad y paz. Nunca se puede pisotear al hombre buscando mis intereses y mis ambiciones personales porque eso está mal. Basta solo con ponerse en su lugar. A  nadie le gustará ser pisoteado, denigrado y avasallado.

La Buena Noticia de Jesús es la proclamación de la libertad, una libertad que nos libera del miedo a las seguridades, del deseo a ser más fuerte, a estar por encima de los otros, a la ambición de poseer, a las propias culpas y egos. Miedos a las presiones de los otros y a las expectativas de los demás sobre nosotros mismos que nos coartan y nos dejan prisioneros en la imagen o el prestigio. No hacemos o no disponemos de libertad por miedo al que dirán o al parecer u opinión del otro.

lunes, 20 de enero de 2020

UNA BUENA NOTICIA

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Mc 2,18-22
Jesús no viene a mortificarnos, a imponernos sacrificios ni ayunos. La vida, por sí sola, nos ofrecerá momentos de tristeza y sufrimiento, pues estamos sujetos a enfermedades y a la muerte, no como lo último de nuestra vida, sino como un paso hacia la verdadera Vida Eterna y plena de felicidad. Pero, antes hay que pasar por este mundo y hacerlo siguiendo la Voluntad de Dios, que no es otra que la de crear espacios de justicia, de paz, de alegría, de verdad y de verdadera felicidad.

Jesús quiere que eso se haga realidad en cada uno de nosotros y, por consiguiente, en esa medida se irá haciendo también en todo el mundo. Porque, el mundo lo forman y lo constituyen las personar que en él viven. Por lo tanto, somos nosotros los que haremos bueno o mal este mundo. Y esa es la esencia del mandato de Jesús, hacernos felices.

Por lo tanto, no es tiempo de ayuno. Está el Novio con nosotros y Él ya ha pagado por todos nosotros. Ahora son tiempos de misericordia y de verdadero amor, que no es otra cosa que buscar el bien, la verdad y la justicia y crear espacios donde todo eso se viva en paz y fraternidad misericordiosa. No es hora de sacrificios ni ayunos que significan más preceptos y normas que verdadero amor y misericordia. 

El anuncio de Jesús es un anuncio de justicia y libertad. Un anuncio donde prima la projimidad y la misericordia. Un anuncio de un Padre bueno que derrama un amor con desmesura y abundancia, sobre todo en aquellos más necesitados por su pobreza, su pequeñez y vulnerabilidad.

domingo, 19 de enero de 2020

CORDERO DE DIOS

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Jn 1,29-34
Cuando Juan dijo: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29), se refería a que Jesús es quien nos va a liberar del pecado del mundo. Porque, el pueblo de Israel que tiene muy presente aquel cordero que comieron con pan ácimo cuando salieron de Egipto - Ex 12 - y fueron liberados de la esclavitud egipcia tenía que ser un cordero perfecto,  ahora, Juan el bautista lo señala como el Cordero que nos liberara del pecado del mundo. 

Un mundo de injusticia, de poder, de riqueza y sometimiento que nos sumerge a todos en el pecado. Un mundo que todos queremos mejorar y que viva en la justicia, la verdad y en paz. Un mundo del que el Cordero de Dios nos libera contando con nuestra libertad y aceptación. Un mundo de amor, justicia y paz. Para eso ha venido Jesús, para salvarnos del pecado y darnos la libertad de la vida eterna.

Jesús es el Cordero de Dios, un Cordero manso, bondadoso, humilde, frágil, no violento y signo de paz y de fraternidad. Son los atributos del signo del cordero llevado al matadero sin rechistar, y todo por amor a los hombres. Al mismo tiempo, Jesús es signo de contradicción por aquellos que esperan un Mesías fuerte, poderoso a los que su Misericordia les escandaliza; a quienes conceptúan a Dios en una moral de preceptos y de normas de cumplimiento.

Dios no es nada de eso. Dios es, por encima de todo un Dios que busca liberarnos por amor y proclama que en el mundo haya verdad y justicia. Por eso y para eso ha venido, para liberarnos del pecado del mundo.

sábado, 18 de enero de 2020

PERIFERIAS Y EXCLUIDOS


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Mc 2,13-17
Dios es Amor y en la medida que nosotros amemos a los demás estamos haciendo la Voluntad de Dios. Así de sencillo y así de difícil, porque, amar exige salir de uno mismo olvidándose de sí mismo. La regla es el amor y el amor es verdadero amor cuando se da de forma gratuita, abundante y desmesurado. Se comparte donde no hay y donde la escasez está presente. Y eso ocurre preferentemente en las periferias, donde precisamente viven los excluidos.

La única manera que tienes de amar es renunciando a ti mismo, porque el amor verdadero es aquel que exige dar sin pensar en recibir; exige gratuidad sin buscar interés. Es desinteresado y siempre busca el bien del otro. Amar te da la oportunidad de ser feliz por la Misericordia de Dios, porque, por nuestros pecados hemos perdido la dignidad de hijos de Dios y, si la recuperamos es por los méritos de Xto. Jesús y nunca por merecimientos nuestros, sino por pura gratuidad y por Amor.

Por eso, debemos y tenemos que hacer lo mismo nosotros, darnos gratuitamente y por amor. Pero, no debemos quedarnos en palabras, sino hacer de las palabras vida. El problema es que en muchas ocasiones no sabemos qué hacer. ¿Qué harías Tú, Señor?

viernes, 17 de enero de 2020

LA SEMILLA DE LA DUDA

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Mc 2,1-12
En muchos momentos de nuestra vida la duda se despierta, posiblemente, por muchas causas o motivos, y se levanta y nos cuestiona. En algunas circunstancias es causa de la envidia; en otras del acomodamiento en el que estamos instalados; en otras la ambición de poder, las seguridades u otras más. El caso es que, a pesar de la admiración y asombro y la compasión misericordiosa de Jesús, el hombre, que vive atada a la Ley la antepone a la dignidad de la persona y se resiste al poder de Dios y su Infinita Misericordia.

Jesús es todo Misericordia y su lógica no es preceptual - del la palabra de cada día, camino, verdad y vida de San Pablo - sino amorosa y entrañable. Es el amor lo que regula su relación con el hombre, porque, por amor se ha encarnado y, por amor, voluntariamente, Él lo ha amado primero y ha dado el primer paso para ofrecerle la salvación eterna.

Jesús propone, no impone, y eso descubre y significa que respeta, por encima de todo,  la Ley y la libertad del hombre. Las Obras de Jesús - milagros - no buscan seducir ni imponer la aceptación de su anuncio, sino dar signos y señales de su Poder y testimonio, sobre todo, de su Amor. Siempre respetando la libertad del hombre. De ahí, pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá - Mt 7, 7 -. La libertad del hombre será la que decida en última instancia.

Eres libres para presentar tus parálisis al Señor, y eres libres para pensar que, tanto tus pecados como tus parálisis Él puede perdonarlos y sanarlas. Sólo es cuestión que lo busques y te dejes encontrar con Él, porque es Él, quedarás sorprendido, quien te espera y te tiende sus brazos.

jueves, 16 de enero de 2020

CONTACTO CON JESÚS

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Jesús se hace cercano porque esa es su misión. Ha venido para estar cerca de los hombres y, por eso, se hace hombre, igual en todo menos en el pecado. Está presente entre los hombres y anunciarles el Amor del Padre y su Infinita Misericordia. Y, por los méritos de su Pasión y Muerte, aceptada voluntariamente y también por Amor, nos rescata de la esclavitud del pecado y nos devuelve la dignidad de hijos de Dios alcanzando, por su Misericordia, el compartir su misma Gloria.

Pero, la cercanía de Jesús nos da también la posibilidad de entrar en contacto con Él, bien Eucarísticamente o por la Gracia indirecta de Dios a través de otras personas - caso del sacramento de la reconciliación -  y recibir no sólo la sanación corporal sino el perdón de los pecados. Exactamente igual que en sus tiempos cuando caminaba por este mundo, de cuerpo presente, acompañado por sus apóstoles y discípulos. Extendía sus brazos, se los imponía y tocaba a los que le suplicaban y pedían que les sanara.

Hoy, también, sigue sanándonos por medio de su real presencia en el sacramento Eucarístico, en la oración, o por intercesión de la comunión de los santos. Sólo necesitamos tener fe y confiar en Él, porque el Señor quiere nuestro bien y ha venido a salvarnos. Luego, ¿cómo no nos va a atender y hacernos el bien para que seamos felices? Es lo que precisamente Él nos ha ofrecido, la Felicidad plena y Eterna.

Confiando en tu Poder de sanación y, sobre todo, por tu Infinito y Misericordioso Amor, nos ponemos en tus Manos, Señor.

miércoles, 15 de enero de 2020

EN LA MISIÓN DE CADA DÍA

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Mc 1,29-39
Jesús se mezcla con la gente y actúa. Acude a la casa de Pedro y, encontrándose la suegra en cama con fiebre, se lo dicen a Jesús que se le acerca, la toma de la mano y levantándola la fiebre la dejó. Inmediatamente se puso a servirles. Son los actos normales de cada día donde podemos descubrir nuestro amor haciendo el bien. Se trata de lo normal y natural sobre naturalizarlo por obra y Gracia de Dios. Así nos lo enseña y muestra Jesús.

La noticia se propaga como el fuego y, pronto, al atardecer mucha gente le busca y acuden a que les sane y alivie sus enfermedades, y Jesús les atiende. Curó a muchos de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Luego, de madrugada se levantó y buscó un lugar solitario donde se puso a hacer oración. Sin lugar a duda, Jesús ora y la oración tiene un lugar importante en su vida.

Nuestra labor no está en un lugar extraordinario ni se trata de hacer cosas extraordinarias, sino todo consiste en actuar en la cotidianidad normal de cada día. Se trata de vivir en la presencia de Jesús en cada momento sencillo de nuestra vida divinizando lo sencillo y natural. Se trata de hacer el bien en cada instante y momento de tu vida, sea en tu casa, en familia, en el trabajo o en el tiempo de ocio y diversión. Se trata de ser misericordios en tus relaciones y en tus acciones cotidianas.

Se trata de, injertado en el Espíritu Santo, ese mismo Espíritu Santo del que ayer decíamos que también nosotros recibimos en nuestro bautismo, actuar misericordiosamente siguiendo las enseñanzas de Jesús y, por la acción del Espíritu Santo, actuar poniendo todo lo máximo posible de nuestra parte para parecernos a Jesús.

martes, 14 de enero de 2020

AUTORIDAD = COHERENCIA ENTRE PALABRA Y VIDA

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Mc 1,21-28
La autoridad no reside en el poder ni en los cargos relevantes, ni siquiera tampoco en los conocimientos o sabiduría. La verdadera autoridad nace de la coherencia entre lo que dices y haces. Porque, si tus palabras dicen una cosa, pero tu vida dice otra, tu autoridad se desvanece y desaparece. Jesús enseña con autoridad porque lo que dice y enseña se corresponde con lo que hace. Su Palabra se descubre, se nota, se percibe y se ve en las obras y hechos de su Vida.

Jesús no se destaca por ocupar un cargo relevante y de gran importancia. Ni siquiera pertenece a una familia notable, rica y destacada. Digamos todo lo contrario. Nació en una cueva abandonada a las afuera de Belén, en un pesebre y su nacimiento fue anunciado a los más pobres y marginados, los pastores. Sin embargo, fue visitado por unos Magos de Oriente que lo reconocieron como rey.

Podemos preguntarnos, siendo todo esto así, ¿de dónde le viene esa admirable autoridad percibida por los que le escuchan? Sin lugar a duda que sus enseñanzas calan, porque lo que transmite tiene eco en la vida de los que escuchan. Sus Palabras trascienden y se cumplen. Su coherencia no da lugar a duda, pues lo que dice se hace y deja huella en el corazón de los que oyen y ven. Cosa que nunca habían observado en los demás.

Realmente, no valemos por lo que tenemos sino por lo que somos. Es decir, mi autoridad no me viene del rango o la riqueza que pueda poseer, sino por lo que realmente soy. Es esa coherencia entre lo que soy y hago lo que da valor y sentido a mis palabras.

lunes, 13 de enero de 2020

EL REINO, LO PRIMERO


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Mc 1,14-20
Cuando fue arrestado Juan, Jesús se marcha a Galilea a anunciar el Reino de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Y empieza a formar el grupo con el que va a constituir la Iglesia, que continuará su misión cuando Él regrese, Resucitado, a el Padre. Su misión durará tres años en este mundo y en ese tiempo dejará constituida su Iglesia con la comunidad apostólica que, a partir de ahora, irá formando. Desde este momento, Jesús recorrerá toda la región de Galilea anunciando la Buena Noticia y haciendo el bien por todos los lugares que va recorriendo. 

También, el Señor busca colaboradores hoy y tras el bautismo, los bautizados reciben al Espíritu Santo, el mismo Espíritu Santo que recibió Él en su bautismo y que le acompañó durante su tiempo en este mundo. Ese Espíritu Santo, que nos asistirá también a nosotros durante nuestro tiempo terrenal, será nuestro asistente y defensor para cumplir nuestro compromiso bautismal de anunciar el Reino de Dios.

Tenemos que tener en cuenta que los apóstoles al seguir a Jesús lo dejaron todo. Eso significa que también nosotros al seguir a Jesús lo tenemos que dejar todo. Sin embargo, eso no significa que tengamos que hacer lo mismo que los apóstoles sino que el Reino de Dios debe estar y ser lo primero en nuestros corazones. Anunciar la Buena Noticia de Salvación debe ser nuestra prioridad.

Anunciarla con nuestra vida tratando de imitar en todo momento y en todas las circunstancias de nuestra vida el estilo de Jesús. Un estilo que no se concreta sólo en la palabra sino también con el ejemplo de nuestras vidas.

domingo, 12 de enero de 2020

PRESENTACIÓN DE JESÚS

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Mt 3,13-17
El bautismo de Jesús es el arranque de su misión. Ante la sorpresa de Juan, Jesús le conmina que ha de ser bautizado para seguir el Plan de Dios, y es ese momento el punto de partida del Anuncio de la Buena Noticia. El Espíritu Santo desciende sobre Él y le acompañará durante toda su vida terrenal asistiéndole en su misión de anunciar el Reino de Dios.

También, tú y yo hemos recibido el bautismo y el Espíritu Santo. Igual que Jesús hemos sido nombrados hijos predilectos de nuestro Padre Dios y, de la misma manera, tenemos el compromiso de anunciar el Reino de Dios. Tenemos la misma misión que Jesús por nuestro compromiso de bautismo y el mismo Espíritu Santo que nos asiste. Jesús, el Señor e hijo de Dios Vivo, es nuestra referencia y nuestro camino, verdad y vida y en Él tendremos todo nuestro apoyo y sustento. 

Él es el Pan Eucarístico donde nos fortalecemos y donde nos sustentamos cada día y donde, desde Él, le servimos injertados en Él, en la misma misión, la de anunciar la Buena Noticia. Un noticia que nos compromete cada día en una batalla de ser fieles reflejos del estilo de vida de nuestro Señor Jesús. En nuestro bautismo recibimos esa Gracia que nos fortalece y nos anima a renovar cada día nuestro corazón y transformarnos según Cristo Jesús.

sábado, 11 de enero de 2020

EXCLUIR O INCLUIR

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Lc 5,12-16
Hablamos de igualdad y de derechos humanos, pero, tanto ayer como hoy hay muchos excluidos. Todo, bajo las apariencias de la igualdad sigue igual. Igualdad no significa igual o al menos no busca la verdadera igualdad en dignidad y derechos, sino se esconden en guetos y colectivos que, diferenciándose unos de otros, proclaman o buscan entre ellos la igualdad excluyendo a los demás. Esa es la imagen que la sociedad en la que vivimos refleja y vive.

A pesar de las apariencias hay muchas personas excluidas de la sociedad y de los derechos. Hay muchos eventos a los cuales sólo acceden unos cuantos y para los que se han construidos esos lugares que lo acogen. Muchos conciertos en auditorios y teatros que sólo son accesibles a unos excluyéndose a otros. Claro que la solución se me antoja difícil, pero, a pesar de ello siempre se puede luchar por empezar a enderezarla desde abajo, desde la familia y la educación.

De cualquier forma, nuestra sociedad no parece el lugar donde todos tengamos las mismas posibilidades ni oportunidades. La solución no es crear un ministerio de igualdad, sino proteger y ayudar a las familias y darles circunstancias donde puedan educar a sus hijos. Luego vendrá la cultura para todos. Porque, igualdad no significa que todos seamos iguales - parábola de los talentos - Mt 25, 14-30 - sino que todos tengan las mismas oportunidades de ejercer sus derechos y de acceder a ellos. Luego, cada cual los administrará o utilizará según sus apetencias, libertad o intereses. Al final rendirá cuenta de todo lo recibido.

 La exclusión se produce cuando no hay un tratamiento igual para todos ni una misma medida desde la justicia y la verdad. Se excluye cuando no se respeta ni se da el tratamiento digno que merece toda persona. Ayer, los leprosos, los enfermos crónicos y ancianos - que parece que estorban y sobran - los pobres, los disminuidos y los sin familias y otros son excluidos. Y hoy ocurre exactamente lo mismo. Excluimos cuando tratamos de forma indiferente su dignidad a una persona y le pisoteamos sus derechos.

Jesús no actúa así, sino nos enseña otra forma de tratar a los demás, sobre todo, a los pobres, a los necesitados y marginados; a los excluidos y desvalorados o a los que se les trata como objetos ya inútiles o inservibles. Para Él son muy valiosos y muy dignos e hijos de su Padre Dios. Ha venido muy expresamente a liberar y a limpiar a esos pobres y necesitados, y hay muchos, incluso muchos que no se reconocen así. Y a limpiarlos de todo pecado.

viernes, 10 de enero de 2020

JESÚS, EL MESÍAS PROMETIDO

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Lc 4,14-22
Israel espera un Mesías - Mi 5, 2. - Is 7, 14. Hay muchas profecías que así lo descubren a lo largo de toda la Biblia, tanto en el A.T. como en el N.T. Pero, los judíos se habían formado un idea muy personal de como tendría que ser ese Mesías esperado y profetizado en las escrituras. Nadie imaginaba un Mesías pobre, sencillo, de apariencia pacífica y proclamando la fraternidad y el amor entre todos los hombres. No era esa la idea que el pueblo, sobre todo su aparato jerárquico y religioso que los dirigía, esperaban del Mesías prometido.

Por tanto, la aparición de Jesús tiene sus contradiciones para ellos. No entienden que sea uno más del pueblo y de familia humilde y poco destacada. Venido de un pueblo insignificante y pequeño. Nada coincide con los que ellos esperaban y con la situación en la que se encontraban bajo el dominio de los romanos. El Evangelio de Lucas, que corresponde al día de hoy dice: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».

Jesús se declara como el Mesías enviado y presenta su tarjeta de visita. El Evangelio de Lucas dice que todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Eso deja al descubierto que Jesús tenía algo diferente y que sus Palabras desprendían admiración y enseñaba con autoridad. Jesús anuncia que su misión es proclamar la Buena Noticia de Salvación y se afirma como el Mesías enviado Lc 7, 18-23 -; Mt 11, 2-6.

Jesús anuncia a un Dios Misericordioso dispuesto a perdonar todos nuestro pecados a aquellos que se abren a su Palabra y a su Amor. Nos habla de un Dios Padre que le envía, como Hijo, a anunciar el Reino de Dios, sobre todo a los pobres y oprimidos a los que viene a aliviar y a darle esperanza de un mundo de justicia, de amor y de paz.

jueves, 9 de enero de 2020

LA CUESTIÓN ES LA FE

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Mc 6,45-52
Jesús tiene una relación íntima y constante con el Padre. Después de estar con los apóstoles y darle de comer a aquella multitud, se retira a orar. El trato con su Padre Dios es íntimo, diario y, fundamentalmente está siempre presente en su Vida. Jesús nos marca un estilo de vida en el que la oración con Dios es el centro y lo fundamental. No es ocasional ni para los momentos de apuro, sino es un oración donde cada día se comparten los problemas, el camino y la escucha atenta a lo que Dios nos indica.

Nuestra experiencia es que el caminar se hace duro y, a veces, monótono. Corremos el peligro de hacerlo rutinario e intrascendente, como algo rutinario como el comer, vestirse y... La oración la podemos convertir en algo más de lo que hacemos todos los días de forma rutinaria. Ese es el gran peligro. Y en ese trajín de cada día entra la fatiga, nuestras propias debilidades y el cansancio, que ayudan más a convertirla en algo rutinario y habitual. Un gran peligro convertir nuestra oración en un habito.

Hay momentos que la oscuridad se hace, si no total, sí muy fuerte en nuestras vidas. No vemos ni conocemos la presencia del Señor. Incluso podemos llegar a pensar que es un fantasma como el relato del Evangelio de hoy. Los apóstoles creyeron que era un fantasma y tuvieron miedo. Corremos el peligro de que a nosotros nos pase lo mismo y que las ocupaciones de cada día, el trabajo y nuestras propias apetencias nos empujen a pone nuestra relación con el Señor en segundo plano. Será nuestro mayor error.

Encontrar y buscar tiempo para nuestra relación con Dios es nuestro mayor y más importante logro, porque en Él está la Vida Eterna y plena que buscamos. Un tiempo que marque todos los demás. Un tiempo que sea el principal y que a partir de ahí arranque todo lo demás. Nuestra relación con el Señor es lo verdaderamente importante. Él es el Camino, es la Verdad y es la Vida y no hay otra salida de eterna felicidad sino la de encontrarnos con Él. La oración, por tanto, es el tiempo más valioso de nuestra vida.

miércoles, 8 de enero de 2020

UN CORAZÓN COMPASIVO

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Jesús ha venido para salvar al hombre integral, no sólo del pecado sino también del dolor corporal. Eso no significa que haya momentos de dolor, si no físico, si psiquico. La enfermedad, la muerte o cualquier otra desafortunada circunstancia nos produce dolor, pero, eso es parte del recorrido de nuestra vida, porque es en esas cirucunstancias donde la prueba de la fe se afianza y se descubre.

A Jesús le preocupa el dolor del hombre y trata de sanarlo. El Evangelio de hoy muestra una escena donde Jesús se preocupa por la necesidad de alimento de todos aquellos que le han seguido y, alejados de sus pueblos, sienten ahora la necesidad de comer. Y esta preocupación es una de las tareas que tienen todos sus seguidores. La Iglesia, que continua su labor trata de asistir y satisfacer el hambre de muchas personas, que sufren y padecen, por guerras, dictaduras y ambiciones de sus gobernantes, hambre, libertad y justicia.

Se hace, pues, necesario construir un mundo fraterno, solidario y justo apoyado en la verdad y en el amor. Un mundo que se construya sobre la paz y la fraternidad. Un mundo de justicia, amor y paz. Y en esa misión está implicada la Iglesia siguiendo la misión que su fundador, nuestro Señor Jesucristo le señalo y envió a que predicara y realizara por todo el mundo. El Reino de Dios se construye desde la igualdad fraterna en la justicia y en la verdad.

martes, 7 de enero de 2020

EMPIEZA LA OBRA

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Mt 4,12-17.23-25
Juan está encarcelado y es la hora de Jesús. El camino ha sido preparado y allanado por la predicación de Juan y es ahora el tiempo de Jesús. Empieza la obra y Jesús se retira a Cafarnaúm, así se cumple lo que había dicho Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz». Repetidas veces hemos significado que en Jesús se van cumpliendo todas las profecías, y aquí descubrimos una de ellas.

Ser fiel a Jesús es no solamente creerle y seguirle, sino vivirle en sus Palabras. Es decir, ser fiel a Jesús es aterrizar en el mundo que nos rodea y llenarlo de justicia y verdad en todas sus obras. Ser fiel a Jesús es entrar en conversión y cambiar nuestra manera de pensar y de actuar. Se trata de actuar en verdad y justicia, porque eso es amar. Y eso necesita y exige tener a Jesús en el centro de nuestro corazón, ponerlo en el centro de nuestra vida.

Necesitamos caminar en presencia de Jesús y con Jesús. No podemos apartarnos de Él y también es necesario estar juntos y fortalecidos en la oración y en el Sacramento de la Eucaristía. Es nuestro principal alimento y en Él encontraremos la fortaleza para resistir y para caminar sin desfallecer ni rendirnos a las tentaciones y provocaciones con las que el mundo intenta seducirnos.

lunes, 6 de enero de 2020

¿HAS VISTO TÚ TU ESTRELLA?

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Mt 2,1-12
Posiblemente tu vida esté también llena de estrellas. Algunas más importantes que otras, pero estrellas. Quizás has considerado que muchas no son importantes y ni siquiera las has visto. Han pasado por tu vida como algo pasajero y sin apenas advertirlas, sin embargo, otras si han sido importantes, o, al menos, tú les has dado mucha importancia. 

Los Magos se tomaron muy en serio esa estrella que les anunciaba algo grande y misterioso y se movieron para encontrar al Niño Dios. Quizás a ti no te ha llamado la atención ese amigo que trata de decirte que en la vida hay algo trascendente y muy importante, que hemos sido creados para amar no un rato sino para siempre y para ser felices. Esa estrella, al parecer, no es la que tú buscabas. Y de la misma manera se te han presentado otras estrellas que tú no has escuchado ni atendido.

Igual sigues buscando tu estrella, pero buscas en un cielo equivocado. La estrella que yo te anuncio en esta humilde reflexión y en este blog es la Estrella con mayúscula. Es la Estrella que nos Salva y que nos anuncia la Buena Noticia de Salvación. Es la Estrella que nos lleva al encuentro con ese Niño Dios que ha nacido y que ha venido para liberarnos del pecado. A ti y a mí, y se nos presenta cada día en las cosas pequeñas de nuestro acontecer diario. 

Quizás en la mirada de alguien que te acoge; en la sonrisa de una persona que quiere ayudarte o servirte, o en alguien que simplemente te dice que amar es lo más grande que hay y que es en el amor donde está la verdadera felicidad. Un amor capaz de renunciar a sí mismo para darse por el bien de los demás. Por todo ello, conviene estar atento a las estrellas que pueden ir apareciendo en tu vida, porque ellas te pueden, como a los reyes Magos, llevar al encuentro con el Niño Dios.

domingo, 5 de enero de 2020

EN LO ALTO Y EN LO BAJO

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Jn 1,1-18
Dios está por encima de todo y su grandeza es inalcanzable hasta tal punto que no podemos comprenderla. Dios sobrepasa toda imaginación y su misterio es incomprensible. Pero, tanto por encima como por debajo, porque, como no dice hoy en el Evangelio San Juan, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Dios, la Palabra se encarnó en naturaleza humana hasta hacerse hombre como tú y como yo. Hombre igual a nosotros menos en el pecado.

Y esa pequeñez es incomprensible también. ¿Cómo Alguien tan grande se puede hacer tan pequeño, hasta el punto de ser ridiculizado, abofeteado, maltratado, empequeñecido, rechazado, castigado y sacrificado en una muerte de cruz? ¿Es posible que su grandeza pueda padecer empequeñeciéndose tanto a merced de sus criaturas? Ese abajamiento y pequeñez es tan grande misterio que no lo podemos entender. Tanto y en cuanto a su grandeza como a su abajamiento.

La conclusión es que Dios nos ha amado tanto que no se puede dudar. La pruebas de su Amor son tan grandes, tan claras y a la vista de todos que entregó su Vida a una muerte de cruz para demostrárnoslo. Él, que estaba junto a Dios y era Dios se empequeñeció tanto que nos es imposible comprenderlo. Él, que todo  lo que existía lo había hecho, tomó cuerpo humano como el mío y, menos en el pecado, pasó por todo lo que un hombre puede pasar hasta sufrir la ignominia del pecado de los demás.

Por eso, cargó con tu pecado y con el mío, y con el de todos los hombres. Por eso, voluntariamente, encarnado en naturaleza humana, vino a dar testimonio del Amor del Padre, y a ofrecernos con su humillación, rebajándose a nuestra misma condición, sin dejar de ser Dios, a liberarnos con su muerte de la esclavitud del pecado y a devolvernos por su mérito, la dignidad perdida de ser hijos de Dios.

sábado, 4 de enero de 2020

ANUNCIAMOS A JESÚS

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Jn 1,35-42
Cuando vuelves la mirada para ver la trayectoria de tu camino y dar gracias a todos los que te han ayudado a perseverar y seguir hacia adelante, descubres que, por el anuncio de los otros has tenido la oportunidad de conocer y seguir al Señor. Son estos momentos oportunos para dar gracias a todos aquellos que con su presencia y su testimonio te han ayudado a sostenerte fiel al Señor. 

No cabe ninguna duda que, por la Gracia de Dios, estás en su presencia, pero es justo y bueno reconocer que, tú, que has puesto tu libertad, gratuitamente regalada por el Señor, a su disposición, has permitido que, por su Gracia, has sido instrumento en sus Manos para que tu fe contagia a otros.

Y en estos momentos quiero agradecer a todos los que me han ayudado en este camino. Mi perseverancia y mi fe, por la Gracia de Dios, ha sido también sostenida por el buen testimonio y la perseverancia de otros que han correspondido a esa Gracia. Por tanto, gracias a todos. No quiero nombrar a nadie, pues temo dejar, por olvido, a muchos y no quiero correr ese riesgo. A todos y cuando digo a todos incluyo a todos, de manera especial a los que, día a día, están presente en mis humildes reflexiones. Sus me gusta; sus comentarios y sus perseverancias me contagian, me fortalecen y me animan en el camino. Y me comprometen a seguir en la lucha de cada día y a continuar con el trabajo y las reflexiones. Gracias una vez más.

Pero, también quiero dar las gracias a Juan el Bautista, que fue el primero que advirtió la presencia de Jesús y nos puso en guardia avisándonos que Él era el Cordero que quita el pecado del mundo. También a los discípulos de Juan, Andrés y Felipe, que fueron los primeros que siguieron, por indicación de Juan, a Jesús, y que lo presentaron a otros, como Andrés a su hermano Simón, a quien Jesús puso el nombre de Pedro.  Gracias también a la Iglesia, que me acompaña, me enseña y me guía.

Pero, gracias, sobre todo, a María, la Madre de Dios y la Madre de todos, que con su fe, tras el anuncio del ángel, creyó en la Palabra de Dios. Ella fue la semilla bendita que eligió Dios para que su Hijo se encarnara en Naturaleza humana y habitara entre nosotros. Gracia María, Madre de Dios.

viernes, 3 de enero de 2020

JESÚS DA LOS PASOS SEGÚN LA LEY

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Lc 2,21-24

Los padres de Jesús cumplen todos los requisitos que la ley exige y ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción. Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor". También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. 

¿Nos preguntamos nosotros qué hacemos con respecto a ese Niño Dios encarnado en Naturaleza Humana? Porque, seguirle exige un cambio en nuestra forma de pensar y de actuar. Un cambio que el mundo no entiende y que muchos rechazan. Un cambio que nos exige poner en la mentira, la verdad; en la injusticia, la justicia; en la soberbia, la humildad y donde hay desamor, amor. Un estilo de vida diferente y opuesto al que nos enseña el mundo.

Jesús, el Mesías enviado, no nace Niño para que nuestra vida siga desarrollándose de la misma forma, sino para, igual que Él, que a lo largo de sus treinta años de vida oculta se fue formando y preparando, también nosotros, siguiéndole y bebiendo de su Palabra cada día, vayamos cambiando nuestra forma de pensar y de ver las cosas de este mundo. Un cambio que, solos no podemos realizar, pero abiertos al Espíritu Santo, tal como Él lo recibió, y nosotros en nuestro bautismo, podemos transformar nuestros corazones e irnos pareciendo a Él. Es hora y cuestión de proponérselo.

jueves, 2 de enero de 2020

SEÑOR, MUESTRAME TU CAMINO

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Jn 1,19-28
En la vida hay muchos caminos, pero sólo uno será el correcto. La vida se acaba y esa es la realidad que podemos comprobar cada día. Hace un momento he conocido la muerte inesperada de un amigo que al menos, no conocía que estuviese enfermo y al que veía con relativamente de vez en cuando y que aparentaba estar bien. La muerte de este mundo llega sin avisar y, entonces, todo lo que hayamos vivido y acumulado aquí pierde todo su valor. Sólo quedará y será valioso el amor que hayas dado a los demás en el nombre y por el nombre del Señor.

Y, ¿por qué digo esto? Porque, todo lo que hagas en tu propio nombre buscará tu propia vanidad y tu propia estima. Sólo en el Nombre de Dios y por Él renuncias a ti mismo y te escondes en el Señor Jesús, que ha pagado con su Vida tu rescate para devolverte la dignidad de hijo de Dios. Lo dice Pablo en su carta a los Gálatas - 4, 4-7 - y en realidad sucede así. 

Somos hijos de Dios por nuestro bautismo. Un bautismo no de agua, como nos dice Juan en el Evangelio de hoy: Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». 
Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo...

Esto sucedía en Betania, para que haya señales y testigos de lo que estaba pasando. Se necesita agudizar el ingenio y aclarar la vista para darnos cuenta de lo que está sucediendo ahora también. El Señor Jesús ha Resucitado y está entre nosotros. Igual que Juan sabía quien era y para lo que estaba, tú y yo debemos también saber cual es nuestro papel en este mundo. Y no tenemos todo el tiempo que queramos. Igual que ese amigo al que aludía al principio de esta reflexión, tú y yo estamos también al filo de la navaja. Nuestra tiempo puede acabar en cualquier momento y hay que adivinar, ser zahorí para encontrar la verdadera agua que salta hasta la Vida Eterna y, sobre todo, quien nos la puede dar. 

Las señales están ahí y sólo con la Gracia del Espíritu de Dios las podemos ver. Necesitamos un encuentro personal con Ese que nos puede dar a beber esa agua que nos sacia plenamente y nos quita para siempre la sed. Esa agua que salta hasta la Vida Eterna.

miércoles, 1 de enero de 2020

LOS PASTORES BUSCAN AL SEÑOR

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Lc 2,16-21
Termina un año y empieza otro. La vida no se para y cada instante de nuestra vida, quieras o no, está llena de Dios. Como has sido creado en libertad tienes la potestad de aceptar o no esa presencia de Dios y, según tu libre albedrío, puedes ignorarla, rechazarla o aceptarla. Pero, independiente de eso, Dios está siempre presente en tu vida porque es el Creador de ella. Y Dios no abandona lo que ha creado, y precisamente al hombre, por Amor.

El Niño Dios, nacido en un pesebre, y que celebramos cada Navidad, nace también cada día en nuestro corazón. Pero, siempre con la condición de que tú le abras la puerta. No hará nada sin tu permiso, porque, Jesús no nace para imponernos nada, sino para ofrecernos eso que todos buscamos, con anhelo y grandes deseos, la felicidad. Esa es la Buena Noticia que Jesús, el Mesías enviado, nos anuncia. Una Noticia de felicidad eterna. No se trata de algo pasajero que hoy es y mañana desaparece. Se trata de Felicidad Plena y Eterna.

Y es a los pastores a los que se le anuncia en primicia esa Buena Noticia. Podíamos preguntarnos, ¿por qué a los pastores y no a los notables, reyes y gente importante? Hay una respuesta que Dios deja ver en su Hijo enviado, elige nacer en la humildad, en la sencillez, en la pobreza y en la discreción y silencio. Y reconocerle como Dios exigirá en adelante vivir en la humildad, la sencillez, pobreza y silencio. No podrás encontrarlo en la grandeza, en la riqueza, en la suficiencia y poder ni en el ruido y la algarabía de la vanidad, ambición y la fama. El Niño Dios se oculta en los corazones humildes, necesitados, pobres y pecadores, y desde ahí quiere limpiar y liberar a todos los hombres que así se reconocen.

De ahí que su primer anuncio va dirigida a los pastores, a los deshauciados y marginados; a los excluidos y apartados del ruido y la valorada sociedad del poder y la riqueza. Y de ahí que son esos pastores los que aceptan la Noticia y corren al pesebre a experimentar la presencia del Niño anunciado como Mesías y Salvador.