sábado, 29 de febrero de 2020

DONDE HAY QUE MIRAR: EL CORAZÓN

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Lc 5,27-32
Es verdad que la imagen dice mucho y que con frecuencia nos fijamos más en la imagen que en el interior de esa imagen. No es lo mejor, aún siendo importante, lo que se ve por fuera, es decir, la imagen que se da, sino lo que vive y se cuece en el interior de cada uno, en el corazón. Es sabido por todos que las intenciones que nacen en el corazón son las que marcan y definen a las personas.

Y a Jesús lo que le importa es lo que tu pienses desde tu corazón más de la imagen que tú das al exterior. Porque, es en el corazón donde realmente se ama y donde reside nuestra verdad y justicia. Y, a pesar de nuestras frivolidades, mentiras y actuaciones aparentes, la verdad que hay en nuestro corazón será la que emerge y perdure. Y el Señor sabe realmente qué hay dentro de cada uno de nosotros. Y sabía que Judas lo iba a traicionar - Jn 13, 26-28 - porque puede leer donde nadie puede leer, en la profundidad del corazón humano.

¿Cómo son nuestras relaciones con los demás? ¿Nos esforzamos más en mirar en el corazón y buenas intenciones de las personas más que en sus apariencias? Son preguntas a las que debemos dar respuesta desde la asistencia y auxilio del Espíritu Santo. Indudablemente que nos incomodan, pero es lo que nos iguala al Señor. Si queremos amar como Él nos ama debemos fijarnos más en el corazón de las personas que en sus apariencias.

viernes, 28 de febrero de 2020

DÍAS DE ALEGRÍAS Y DE AYUNO

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Hay momentos que la vida te sonríe y te sonríe porque experimentas un gozo y ánimo dentro de ti que te impulsa con alegría y gozo a compartir, a darte y servir a todos los que necesitan alivio, consuelo y compasión. Hay días que te sientes fuertes y lleno de la Gracia y presencia de Dios. Son días de alegrías y de fiesta; días de compartir y de vivir con gozo esa presencia de Dios.

Sin embargo, hay días oscuros, donde la vida y la esperanza se sienten heridas, desanimadas, debilitadas y sumidas en tinieblas que nos deprimen y nos entristece. Dudamos de la presencia de Dios y experimentamos su ausencia. Quizás necesitamos ayunar, fortalecernos en nuestra voluntad y remar contra corriente a pesar de nuestras flaquezas y debilidades.

Hay días o épocas que nos sentimos tocados por la pereza, la comodidad, las apetencias y sentimos como que nos alejamos de la solidaridad, el compartir y preocuparnos por los que lo pasan mal. Ponemos en el centro de nuestra vida nuestro individualismo, nuestro yo y sólo nos preocupa mi yo y mi vivir placentero. Necesitamos ayunar, romper nuestra dinámica de confort y acércanos al Jesús sufriente, misericordioso, solidario, partido para alivio de todos y lleno de compasión y amor. 

Pero, un ayuno más que reglado en normas y prácticas, centrado en el amor al prójimo. Un ayuno en actitud de disponibilidad hacia al que sufre, padece necesidades y necesita tu pan y tu calor. Es un ayuno más complicado y más verdadero, porque, la cuestión no es soltar unas monedas, rezar unas oraciones y cumplir con privarte de algún manjar, sino la de amar y solidarizarte con el compromiso de estar abierto a los problemas de los que padecen enfermedad, injusticias, pobreza...etc.

jueves, 27 de febrero de 2020

LA CRUZ VIENE POR SÍ SOLA

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Lc 9,22-25
La vida es una cruz, solemos decir en muchos momentos determinados de nuestra vida. Y es que las cruces vienen solas: enemistades, enfermedades, adversidades, tormentas...etc. No hay necesidad de buscar cruces, la vida misma te las da en la medida que tratas de ser fiel a Jesús y, por tanto, estar abierto al bien, al servicio en la verdad y la justicia. Todo se complica a la hora de amar.

Jesús nos lo enseña con su vida y sus obras. No necesitamos complicarnos la vida, sino vivir fiel a sus enseñanzas y las cruces aparecen en la cotidianidad de cada día. Ser cristiano no es cuestión de dar la cara en momentos determinados de persecución o martirio, que lo es, y está bien, sino de ser fiel a las enseñanzas de Jesús cada instante de tu vida. La cruz no se busca ni se inventa, sino que aparece en tu vida cuando te planteas vivir fiel a la Palabra de Jesús, porque ello te exige estar disponible y entregado al servicio y a las necesidades de los demás.

El corazón se te encoje y te duele con cada cristiano perseguido y amenazado de muerte en muchas partes del mundo en este momento. El corazón se te parte cuando sabes que hay mucha gente, sobre todo niños que sufre y padecen hambre. Sufrir y rezar por ellos, aparte de hacer lo que puedes desde la distancia es aceptar esa cruz donde todos nos añadimos a la de Jesús. 

Y esas son otras cruces que nos vienen impuestas por aquellos que quieren acallar y expulsar la Palabra de Dios del corazón de los hombres. De aquellos que quieren imponer su pensamiento y quitarnos la libertad de creer en la Palabra de Dios. Por lo tanto, asumimos que las cruces nos vienen por la vida misma y por todos aquellos a los que les molesta la Palabra de Dios.

miércoles, 26 de febrero de 2020

AYUNOS - LIMOSNA- ORACIÓN

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Entramos en la Cuaresma, tiempo de penitencia que nos conviene y nos viene bien. Bien porque nunca está de más prepararnos y fortalecernos contra las tentaciones de nuestro particular desierto. Porque, ¿no es un desierto el mundo, nuestro particular ambiente social donde nos movemos? Nos enfrentamos a una batalla cada día. Una batalla contra las comodidades; una batalla contra nuestros hábitos, confort y pasiones; una batalla contra la indiferencia respecto a los demás, sus problemas, enfermedades y sufrimientos. Realmente, ¿amamos a los demás?

Este tiempo nos puede servir para prepararnos y movernos en otra dinámica. ¿Qué cuesta? Indudablemente. Jesús no lo pasó bien en el desierto. Esos cuarentas días, que significa el tiempo necesario para prepararnos, fortalecernos y liberarnos de las tentaciones y abrirnos al Espíritu Santo, son un tiempo que también nosotros necesitamos para prepararnos durante el año litúrgico hasta llegar otra vez a la Cuaresma. Porque, el camino cuaresmal no se limita a la propia temporalidad de la Cuaresma, sino al camino continúo y perenne por nuestro propio desierto de cada día.

Porque, cada día que te levantas empiezas una nueva batalla. Una batalla de tus egoísmos, pasiones y satisfacciones que tratan de alejarte de aquellos otros que sufren, que padecen y que experimentan que sus vidas están amenazadas por el odio, la imposición y el afán de poder de otros. Sobre todo por el desamor de los que se encierran en sí mismos y sólo piensan en ellos satisfaciendo sus egoísmos, pasiones y escondiendo el amor que anida en sus corazones al experimentarse sometidos por el pecado.

Sólo el amor puede arreglar los enfrentamientos y las luchas fratricidas en este mundo, porque, los hombres no se sienten hermanos e hijos de un mismo Padre. Sólo el amor que el Padre nos da ofreciéndonos la promesa de, por su Misericordia Infinita, compartir su Gloria Eterna con nosotros, nos puede llevar a esa Vida Eterna a la que verdaderamente estamos llamados.

martes, 25 de febrero de 2020

LOS ÚLTIMOS, LOS PRIMEROS

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Mc 9,30-37
Todo es diferente desde la lógica de Dios. Jesús lo pone de manifiesto cuando rebajado de toda ansia de poder, de riqueza, de prestigio se pone junto a los últimos, los pequeños y los débiles. Y, si pensamos un poco nos damos cuenta que en lo más profundo de nuestros corazones existe y duerme ese sentimiento. Sentimos compasión por los más débiles y pobres y experimentamos una sensación de ponernos siempre al lado del más pequeño y débil.

Y es ahí donde se esconde nuestra felicidad, en la acción del servicio. No hay acción más grande que la de servir, y lo comprobamos cuando experimentamos gozo y alegría después de haber servido a quien lo haya necesitado. Sobre todo a los débiles, pequeños y pobres. Por eso, el niño representa lo más débil, lo inocente y desvalido, el que necesita ayuda, servicio y amor. Jesús nos lo ha dicho así en el Evangelio de hoy.

No se es más grande por tener más; por tener riqueza y poder, o por tener un puesto relevante y gran capacidad intelectual o física. Se es grande cuando eres capaz de estar disponible en el servicio a los más débiles, pobres y desvalidos. Cuando eres capaz de responder en ayuda y servicio a los que verdaderamente están necesitados de ello.

Por lo tanto, siempre me pregunto que, aunque todo es bueno e importante, lo verdaderamente importante es cuidar y salvar la salud del alma, porque esa es la que va a perdurar eternamente en la Casa del Padre por la Misericordia de Dios.

lunes, 24 de febrero de 2020

TODO ES POSIBLE AL QUE TIENE FE

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Mc 9,14-29
La fe es vital y todo se puede con fe. Son Palabras dichas por Jesús: Entonces Él preguntó a su padre: « ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?». Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: « ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!».

Es verdad que la duda está siempre presente y que se apodera de nosotros en cada instante, pero, también es verdad que Jesús es el Hijo de Dios, y lo puede todo porque lo ha demostrado con esta curación, con otras muchas que conocemos que ha hecho y, sobre todo, con su Resurrección. Por tanto, yo también creo, Señor, que Tú eres el Hijo de Dios y que tienes Palabra de Vida Eterna.

La fe es un proceso que tiene y exige su tiempo; la fe necesita sus etapas y también su tiempo de crisis, de dudas y de contradicciones. La fe es una experiencia que va tomando conciencia y va madurándose en lo más profundo de nuestro corazón. La fe es confiar y ponerse en Manos de quien lo puede todo, y ese es Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo. La fe es un don de Dios y como tal hay que pedírsela.

Yo creo, Señor, a pesar de mis dudas, mis pecados y mis miserias, que Tú eres el Hijo de Dios, el Mesías prometido que has bajado de los cielos para darnos a conocer a tu Padre y nuestro Padre. Tú, Señor, eres el libertador, el que nos salva y nos liberas del pecado y, por tu Pasión y muerte, nos rescata de la esclavitud del pecado para, por la Misericordia del Padre, compartir su Gloria y Vida Eterna.

domingo, 23 de febrero de 2020

SÓLO LA VÍCTIMA PUEDE PERDONAR

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Mt 5, 38-48
Sólo puede perdonar aquel que es ofendido. Eso no quiere significar que hay que ser víctima para tener ocasión de dar el perdón, pero sí que sólo tienes esa oportunidad cuando has sido víctima de alguna ofensa. Y, por eso, Jesús se hace víctima y se pone en lugar de los ofendidos para darnos y ofrecernos el perdón. De modo que, seguir a Jesús significa y exige estar dispuesto a perdonar.

El Padre es nuestro modelo. Si queremos llegar a perdonar a quienes nos ofenden tendremos que mirarnos en el Padre, porque por su Bondad y Amor Infinito somos perdonados y gozamos de la posibilidad de liberarnos de la muerte eterna. Muerte que significa vivir eternamente sin la presencia de Dios. O dicho de otra forma, alejados y fuera de su Gloria y sumidos en la desesperación, agonía, tristeza, sufrimiento y llanto eterno. Y eterno es que no se acaba nunca ni hay posibilidad de salir de ese llanto y crujir de dientes.

Por lo tanto, debemos, por nosotros mismos, tomárnoslo muy en serio y suplicar al Espíritu Santo que nos dé ese don del temor de Dios. Porque, es un don del Espíritu Santo que nos alerta y nos ilumina para darnos cuenta y tomar conciencia de lo que verdaderamente nos estamos jugando. Eso sí, reitero que debemos tenerlo muy presente y tomárnoslo muy en serio, porque la vida es corta y es la única oportunidad que tenemos para, por la Misericordia de Dios, alcanzar la Vida Eterna.

Vivir mirando a nuestro Padre Dios es vivir en el esfuerzo y disponibilidad de imitarle. Y para eso necesitamos estar en constante relación con Él a través de la oración y los sacramentos.

sábado, 22 de febrero de 2020

UNIDAD EN LA DIVERSIDAD

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Mt 16,13-19
Conocemos y sabemos por experiencia que todos somos diferentes y que, pese a ello, todos perseguimos y buscamos lo mismo: "La felicidad Eterna". Y, por experiencia, también sabemos que esa felicidad no se consigue plenamente en este mundo, pero, a pesar de ello, la buscamos y la deseamos. Menos aún conseguir la eternidad.

Y con el tiempo y por nuestra propia experiencia aprendemos que tras el amor gratuito se esconde esa felicidad buscada que, sin llegar a ser plena en este mundo, si nos revela la esperanza de conseguirla plenamente en el otro. Y lo más sorprendente, a pesar de nuestras diferencias, es que todos convergemos en el amor y nos unimos en y por el amor para amar. Entonces, descubrimos que formamos un sólo cuerpo cuya cabeza es Xto. Jesús, y que todos unidos quedamos unidos a Él en el Amor.

Y ese Amor lo preside, en la tierra en su representación y en la Iglesia Pedro, por designio de nuestro Señor, recogido y manifestado en esa triple confesión de amor paralela a su triple negación. Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a... -Jn 21, 15-19. -

viernes, 21 de febrero de 2020

EN DESEOS DE HACER EL BIEN

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Cuando tratas de ser tu mismo experimentas que te gustaría actuar en verdad y justicia. Nadie quiere ser malo y menos hacer el mal, y se da cuenta cuando actúa de forma injusta o egoísta. Y cuando experimenta amar, su primera intención es buscar el bien de esa persona amada. Sin embargo, sucede que ese amar se confunde a veces, y con mucha frecuencia, con la propia satisfacción o egoísmo y, llevado por nuestras propias apetencias nos dejamos arrastras egoístamente.

Nuestra primera intención es siempre amar, porque, precisamente, para eso hemos sido creados, para amar. Y cuando nos damos cuenta que no amamos y que vivimos encerrados y esclavizados por nuestros egoísmos, experimentamos infelicidad y vacío. Nuestro verdadero camino es el amar y eso nos exigirá sacrificio, mortificación y cruz. ¿Acaso como padre o madre no has experimentados la cruz? Seguir a Jesús es darnos en amor, no sólo a nuestros hijos y familiares, sino a todos, incluso a nuestros enemigos.

Y ese seguimiento conlleva renuncias, sacrificios y muerte a uno mismo. Significa que aparentemente parecerá que pierdes tu vida, pero, realmente, te lo dice Jesús, la estás ganando. Y experimentarás que en la medida que tu seguimiento a Jesús se hace vida en tu propia vida, tu gozo y tu felicidad se hace presente en tu vida llenándola de alegría y plenitud.

jueves, 20 de febrero de 2020

EL PADRENUESTRO

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Mc 8,27-33
Muchas veces hemos oído rezar, o la hemos rezado, la oración del Padrenuestro y en ella pedimos que se haga la Voluntad de Dios, no la nuestra. Pero, ¿realmente pensamos y hacemos eso? ¿O, por el contrario, tratamos que esa Voluntad de Dios coincida con la nuestra? ¿No fue eso lo que Pedro intentó decir a Jesús? ¿Y no lo intentamos y hacemos hoy también nosotros?

Nos es muy difícil aceptar un camino que nos propone en el horizonte sufrimientos, conflictos y cruces. Evidentemente y de forma espontánea y natural nos oponemos a ello y nos resistimos admitir una vida con problemas, sufrimientos y llena de cruces. No entendemos que tras esa propuesta de amor y de pasión sufrida se esconda la felicidad. Sin embargo y sin lugar a duda, Jesús vivió ese estilo de vida que terminó, aquí, en este mundo, con su muerte de cruz.

Me pregunto, ¿es ese nuestro camino? Es decir, un camino que termina en la cruz. Evidentemente, sé que tengo que morir y, ya el hecho de morir, es un momento de sufrimiento, de temores y de cruz. Y no sólo para ti sino también para los que en ese momento están contigo. Tendré que aceptar y admitir que ese camino fue el aceptado voluntariamente, a encargo de su Padre, por Jesús. Y aceptado desde la libertad y la obediencia plena. Y es que ese estilo y forma de de vivir es la máxima expresión del amor.

No hay amor sin muerte a muchas cosas que, apeteciéndonos, nos esclavizan y nos someten y nos hacen sufrir. No hay amor sin sufrimientos y renuncias por amor, valga la redundancia. Amar exige morir a tus pasiones, proyectos y egoísmos. Amar es descubrir que sin merecerlo. Dios te da la Vida Eterna, precisamente, por amor. Y experimentar y descubrir que al reflejar ese amor tú también sientes esa felicidad que buscas te enseña a que sólo en el Amor de Dios encuentra la felicidad deseada y anhelada.

miércoles, 19 de febrero de 2020

INMEDIATEZ Y TIEMPO

La inmediatez es uno de los grandes peligros que hoy nos acechan. Vivimos en un mundo donde el deseo se plasma rápido, o, al menos, esa es la intención que todos buscamos. Queremos las cosas con efecto inmediato y hasta curarnos rápidamente. Da la sensación que se lucha contra el tiempo y todo lo que no sea inmediato pierde su valor y no interesa. Hemos pedido la paciencia y no admitimos la espera y el tiempo que se necesita para madurar.

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Mc 8,22-26
Y, hasta los árboles frutales y de todo tipo relacionados con la alimentación son violentados, exigidos a madurar antes de tiempo. Y también los animales recluidos en granjas para ser utilizados como productores de alimentos. Y todo está medido con y para el tiempo y su valoración está en proporción con el tiempo empleado para llegar a ser comercializado y consumido. Y, por último, también se quiere la inmediatez espiritual.

No hay tiempo para esperar, para la reflexión serena y paciente donde el corazón se vaya suavizando y ablandado a la acción del Espíritu. Hasta la conversión la metemos en esa carrera del consumo, de los efectos inmediatos, de las prisas y de la productividad, hasta el punto de medir en términos de rentabilidad la evangelización. ¡Dios mío, una locura!

Ante toda esta barbarie, Jesús nos enseñas a saber esperar, a medir el tiempo con paciencia y serenidad. A dar pausas y espacio a cada momento de nuestra vida; a dejar tiempo y oportunidades de maniobrar al Espíritu Santo que actúa dentro de nosotros. A aceptar nuestra condición pecadora y a acoger la Gracia de Dios según su Voluntad con obediencia sumisa y humilde postrados a sus pies. A aceptar su Voluntad tal y como Él quiera regalárnosla. Tú, Señor, eres el Señor del tiempo y del espacio, de la V ida y de la muerte

martes, 18 de febrero de 2020

VIVIR EN TU PRESENCIA, SEÑOR

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Mc 8,14-21
Con mucha facilidad nos olvidamos de ti, Señor. El ajetreo diario, nuestras propias apetencias y los afanes de la vida nos apartan de tu presencia. Inciden en nuestro corazón para que, despegado de Ti, se apegue al mundo desplazándote a un segundo plano. Cada día, Señor, se convierte en un suplicio y en una batalla, y tus Prodigios, Milagros y Palabra permanecen en el olvido.

Necesito, Señor, recuperarlos y traerlos a la presencia primera de mi corazón. Experimento, también, que aquella frescura de mis primeras reflexiones, inocentes y confiadas como niños, se han convertido en tierra dura que exige más abono, cultivo y blandura, como si de tierra dura se tratara que exige más racionalidad y presenta dureza difícil de penetrar en el entendimiento.

Y percibo una cierta dureza de corazón que me hace difícil percibiste y descubrirte en mi corazón, Señor. Mientras, el mundo, me invade, me seduce y me inclina a alejarme de Ti. Yo quiero, Señor, renovar mis recuerdos y sentimientos primeros, mis deseos de estar contigo, de aprender de Ti y de descubrir que sólo en Ti encuentro y experimento gozo y felicidad.  Y todo sosegado y rodeado por una paz que me tranquiliza y me serena sosegadamente.

Señor, quiero traer a mi presencia tu Presencia y actualizar la vivencia de que Tú Vives y caminas a mi lado y junto a Ti encontraré respuesta para asumir y aceptar las cruces que se hagan presentes en mi vida, porque contigo a mi lado, Señor, todo lo puedo superar.

lunes, 17 de febrero de 2020

QUEREMOS PRUEBAS, SEÑALES Y SEGURIDAD

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Eso de la fe nos resulta algo extraño. Nos surgen dudas a la hora de que se nos pida fe y, en respuesta, pedimos señales que nos satisfagan y nos den motivos para creer. Por decirlo de otra manera, no estamos dispuesto a dar nuestra fe gratis y porque sí. Queremos y exigimos señales y pruebas. Eso fue lo que aquellos fariseos discutían con Jesús y las exigencias que le presentaban.

Pero, hoy continúa ocurriendo lo mismo. Nos cuesta creer. No la damos gratis y exigimos datos, pruebas, señales que nos enciendan nuestra fe. Y, posiblemente, seguiremos buscando sin encontrar, porque las señales ya han sido dadas. Nuestro Señor Jesús nos ha dejado su Palabra, su Vida y sus Obras, sobre todo la Resurrección. No hay más ni otras maneras. Jesús ha Resucitado y vive entre nosotros. Nos lo ha transmitido a lo largo de los siglos la Iglesia, fundada e instituida por Él alrededor de su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino en la noche de su Santa Cena.

Jesús está presente en cada día y en cada instante de nuestra vida. Su huella de amor está impresa en nuestros corazones y palpitamos de gozo y alegría cuando experimentamos el amor. Es verdad que habrá momentos de sufrimiento y dolor, pero el amor se descubre precisamente en esos momentos y son, precisamente, esos momentos los que nos descubren la verdadera felicidad que saborearemos eternamente junto a la Gloria del Padre.

Abramos, sin miedo, nuestros corazones al Amor de Dios y confiemos en su Palabra que busca nuestra verdadera y única felicidad, que no está en este mundo ni en las cosas que nos ofrece, porque todo lo que él contiene es perecedero. Busquemos la Vida Eterna que sólo nos la promete Dios, porque, Él es Señor de la Vida y la muerte.

domingo, 16 de febrero de 2020

DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL CORAZÓN

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Mt 5,17-37
Hay gestos y señales que, viéndolos, no nos muestran lo que realmente son. Sí, es verdad, que donde vemos humo presuponemos que hay o hubo fuego, pero esta premisa no siempre se cumple cuando se trata de interpretar lo que sucede en el corazón del hombre. Hablamos de gestos y señales que, realizadas en un momento determinado pueden confundirnos y llevarnos a error. No siempre lo que parece es lo que realmente es.

Una mirada puede revelarnos unas buenas o malas intenciones, pero, también, puede confundirnos. Todo eso nos lleva a pensar que la última palabra no la tienen los hechos en sí, sino la buena o mala intención que se cuece en lo más profundo del corazón humano y que da un sentido más profundo a la mera observación de la ley. No se trata de meramente cumplir, sino de hurgar en el fondo de nuestro corazón y purificar nuestras buenas o malas intenciones que, indudablemente, son las que dan respuesta y buena o mala moralidad a nuestras obras.

Parece que podemos matar, divorciarnos, adulterar y desprestigiar con el sólo deseo de engendrarlo en nuestro corazón sin necesidad de realizarlo o aparentarlo delante de los demás. Por tanto, una cosa es el hecho en sí y el cumplimiento de la ley, y, otra muy distinta la buena o mala intención que anida y vive en nuestro corazón.

sábado, 15 de febrero de 2020

EL HOMBRE BUSCA EL PAN

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Mc 8,1-10

Lo primero que aprendemos en nuestra vida es a buscar el pan. Incluso, nuestra mayoría de edad se conoce cuando realmente estamos preparados para ser considerados como" buscadores del pan". Hemos oído muchas veces frases como esta: "Este trabajo me da de comer", o, "aquí está el pan de mis hijos". El pan parece ser el centro de nuestra vida y el que nos impulsa a movernos, pero, también, el centro de los conflictos y enfrentamiento de los hombres en este mundo.

Sin embargo, este pan, que nos importa mucho, es un pan perecedero y, por tanto, quienes se alimentan sólo de él también perecerán. Pero, la experiencia interior de cada hombre nos descubre que hay algo más que el simple alimento material. El hombre se experimenta un ser trascendente con aspiraciones que van más allá de lo simplemente material. Las satisfacciones materiales no llenan plenamente sus aspiraciones y, el hombre, se siente llamado a otras aspiraciones espirituales que dan pleno sentido a su vida.

En esa inquietud y busca el hombre descubre la necesidad de amar. Es un ser en relación y necesita amar y relacionarse en el amor con los demás. Un amor que nace desde la verdad, la justicia y el bien. Un amor que busca el bien del otro y se siente feliz dándose, por amor, a que se viva en la verdad, la justicia y la paz. Un amor que se descubre como fuente inagotable de gozo y felicidad.

Por eso, hacer el bien nace del compartir. Porque, cuando compartes, en verdad y justicia, haces el bien. No puedes cerrar tus oídos a esa verdad, y menos considerarte cristianos cuando tu corazón no es sensible a esa necesidad de dar y darte. Es decir, de compartir desde lo que eres y tienes. Desde tus talentos y bienes. Desde tu amor y tu disponibilidad. Eso es tener un corazón compasivo como el Señor.

viernes, 14 de febrero de 2020

MI FUERZA ES EL SEÑOR

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La experiencia me dice que muchos momentos de desánimos se producen porque el éxito se nos esconde y no lo vemos. Pensamos, inmediatamente, que nuestra labor ha sido en balde y pensamos en arrojar la toalla y abandonar. En el fondo creemos que nuestro trabajo depende de nosotros, y si eso ocurre en muchos aspectos de nuestra vida, no sucede así en nuestra labor apostólica. 

Somos enviados como ovejas entre lobos. Eso significa que nuestra fuerza no está en nosotros sino que depende del Espíritu Santo que nos acompaña, nos fortalece y nos auxilia. Nuestro Pastor nos pastorea y nos defiende y nos mantiene unidos en el mismo redil. Y mientras seamos ovejas del Buen Pastor nuestra victoria está asegurada y nuestra misión será cumplida. Aunque las apariencias, como sucede en la actualidad, señalen lo contrario.

Somos testigos de la Palabra de Dios, pero, testigos que han experimentado esa Palabra en su vida y la transmiten a los demás. Sin ser testigos no se puede anunciar esa Palabra. La Buena Noticia se saborea cuando se ha experimentado y se conoce. Y eso se vive desde la experiencia de sentirse oveja y nunca lobo, porque, el lobo camina por sí mismo y confía en sus fuerzas, mientras que la oveja, experimentándose mansa y débil, se pone en manos del Buen Pastor.

Porque, solos desde la actitud humilde de sentirnos enviados por el Señor e injertados en su Espíritu, podemos anunciar la Buena Noticia de Salvación y esperar a la siembra que dependerá del Señor, que respeta la libertad del hombre sin imponerse y arriesgándose a la acogida y a la responsabilidad humana.

jueves, 13 de febrero de 2020

CREES O NO CREES

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Mc 7,24-30
No hay término medio. Crees que Jesús es el Hijo de Dios y, por tanto, nada hay imposible para Él, pues es el Señor de la Vida y la muerte, o te resignas a la vida humana que, sumida en el dolor terminará con la muerte. Nuestra fe mundana no nos da mucha esperanza sin la presencia de Dios, porque, todos nuestros anhelos y deseos están salpicados por el dolor y con el horizonte de la muerte. Sólo, por la fe, podemos dar amplitud y significado a nuestra esperanza de un mundo mejor donde tengan realidad todos nuestros sueños de verdad, justicia y amor.

Aquella mujer, sirio-fenicia, tenía fe en Jesús. Supongo que había oído hablar de Él y creyó que en Él estaban sus esperanzas y las de su hija. Enterada de que Jesús estaba por allí no perdió el tiempo, había que buscarle y se puso manos a la obra. Su decisión y firmeza en llevar a cabo su petición resultaba, hasta cierto punto, insultante, al no ser hija del pueblo elegido transgredía la ley. Jesús había venido a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y, hasta eso, las perdidas, no las que se consideran salvadas, o no perdidas.

Esta es la situación. Ante tal desplante y firmeza, Jesús responde: «Deja que se sacien primero los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero, queda sorprendido y descolocado ante la respuesta de esta mujer pagana: «Señor, pero también los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». 

Jesús, dándonos una lección de humildad y de comprensión, se rinde ante la firmeza, la fe y la súplica de esta mujer, que ha puesto todas sus esperanzas en Él. De esta manera, Jesús nos enseña que la Misericordia está por encima de todo exclusivismo, sobre todo de Israel. Él ha venido para salvar a todos los que crean en ´su Palabra sin distinción de raza, nación o persona.

miércoles, 12 de febrero de 2020

MANCHA LO QUE SALE DE DENTRO

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Todos podemos comprender que lo que viene de afuera no mancha. La evidencia es tal que lo que entra sale y no deja rastro de mancha. Pero, lo que sale, previamente iniciado dentro, si puede manchar si sus intenciones no son bien intencionadas, valga la redundancia. Es en el corazón donde se forjan los buenos y malos pensamientos e intenciones, y donde la voluntad se decide a actuar de una manera u otra. Por lo tanto, es en esa sala de maquina donde se cuece la pureza o impureza.

Todo lo iniciado dentro del centro de tu corazón trae buenas o malas intenciones y esa intencionalidad mide el valor de la bondad del hombre. Así que, el odio, la avaricia, la venganza, la soberbia, la fornicación, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad que se forjan dentro del corazón del hombre son las que propiamente le manchan y le hacen impuro.

Y de todo eso el hombre y la mujer son responsables. Eso deja en clara evidencia que según tus actos será tu bondad, tu misericordia y tu amor. Y serán esos actos los que también harán de ti una persona buena o mala, pura o impura. De tal manera que lo que interesa está dentro y su raíz es la que define la bondad de nuestros actos. Así, de lo que haya dentro de ti - tu corazón - saldrá lo que se vea afuera. Y si tu corazón reboza de verdad, de justicia, de misericordia y de amor, tus actos afuera llevarán ese sello que determinarán la bondad de los mismos.

Claro queda que, si tu corazón está entregado y apegado al Amor de Dios, tus actos serán consecuencia de ese Amor, del que brota misericordia y bondad que te dará la Gracia de ir modelándote según su estilo de vida en coherencia con su Palabra. No te quepa duda, sin Él tu corazón terminará tentado y seducido por el mundo, demonio y carne y brotará de él todas las impurezas ya descritas.

martes, 11 de febrero de 2020

LEY O AMOR

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Ser cristiano es confesarse seguidor de Jesús de Nazaret. Pero, esa confesión necesita ser probada con gestos y obras que la corroboren. Ser cristiano no consiste en ir a misa ni rezar todos los días. Eso es muy necesario. La Eucaristía es el alimento para injertarnos en Xto. Jesús y en su mismo Espíritu vivir de acuerdo con su Palabra, pero, una vez alimentados tenemos que esforzarnos en vivir en ese mismo estilo de vida.

El amor está por encima de todo y la persona es lo primero. Por tanto, la misericordia pasa por encima de la ley y las tradiciones, que a su vez vienen impuestas por las costumbres y por los hombres. El Amor viene de Dios Padre y ensalza a la persona sobre todas las cosas. Es una contradicción decir amar y no preocuparse por la situación de otras personas. Eso no significa que podamos solucionar los problemas, pero si podemos preocuparnos y poner lo que está de nuestra parte. 

El problema está en que no nos conocemos ni nos interrogamos. ¿Acaso quiero yo que me traten mal como quizás yo trato a otras personas? ¿Es posible que no me dé cuenta? Todo empieza por ahí. A partir de que me reconozca pecador en relación con los demás iré dándome cuenta de mis pecados y de mi necesidad de conversión y de misericordia. Entonces empezaré a sentirme cristiano, o lo que es lo mismo, pecador, necesitado de la Misericordia de Dios y en disponibilidad de, por su Gracia, amar como Él me ama.

Entonces empezaré a descubrir la necesidad imperiosa de la Eucaristía, donde retomar cada día, si es posible, las fuerzas que me da el Espíritu de Dios bajo las especies del pan y vino. Entonces empezaré a comprender el verdadero y la necesidad de la oración, con la que puedo hablar con mi Padre Dios y a quien puedo escuchar señalarme cada día el camino de su Casa.

lunes, 10 de febrero de 2020

FE

Leemos en los Evangelios de los milagros que hizo Jesús, pero, ¿creemos que Jesús hace milagros? Porque, esa es la cuestión. Decimos que tenemos fe, pero, ¿qué clase de fe? Porque, una fe que no cree que Jesús puede hacer milagros y cambiar tu vida, ¿qué clase de fe es? Leemos en los Evangelios que Jesús envía a sus apóstoles - Lc 9, 1 - dándoles poder sobre los demonios y sanar enfermedades.
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Mc 6,53-56

Posiblemente, nuestra fe sea muy pobre y muy débil. No estamos convencidos del poder de nuestro Señor y dudamos de su Palabra, y el camino se nos llena de dudas. Cree y déjate llevar por el Espíritu Santo, ese mismo Espíritu que ya has recibido en tu bautismo y veraz las maravillas que hace el Señor. Lo que tienes que tener en cuenta es que los planes de Dios no son los tuyos. Tú y yo podemos pedir muchas cosas, pero, quizás no nos convienen, o el Señor las hace de otra manera.

También, ten en cuenta que cada persona es libre y el Señor respeta nuestra libertad por encima de todo. De modo que, puede darte luz, pero será esa persona la que determine libremente cambiar su vida o vivir en la verdad. Estemos seguros, eso se los puedo asegurar, que el Señor nos escucha y nos atiende, y nos da todo aquello que nos conviene para aceptar, superar, asumir y soportar las adversidades o contra tiempos de nuestra vida.

Porque, conviene que en algunos momentos tengamos que soportar eso que nos duele y nos mortifica, porque no podemos cambiar la voluntad de otros; conviene que otras veces tengamos que aceptar y soportar la enfermedad que nos viene, porque no estamos fuera de peligro y nos llegará nuestra hora. 

Conviene aceptar con entereza y dignidad el mal que nos afecta, pero, no conviene perder la esperanza y la fe en nuestro Señor Jesús, porque, sólo con tocar la orla de su manto quedamos sanados. Él está a nuestro lado, por eso, Muriendo por nosotros nos ha demostrado su amor y Resucitando nos ha dicho que se queda con nosotros para acompañarnos y auxiliarnos en nuestro camino. Porque, Él es realmente el Camino, la Verdad y la Vida.

domingo, 9 de febrero de 2020

SAL Y LUZ


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Mt 5,13-16
Cuando probamos una comida notamos si está bien condimentada y, sobre todo, si está bien de sabor. Entonces, dependiendo de que su gusto esté bien diremos, tiene buen sabor o no lo tiene. Está bien salada o desalada. O mucho o poco. Es decir, emitimos nuestros gustos según nuestro paladar. Pero, a todas esta, la sal no se ve, sino se paladea y se gusta. Lo mismo ocurre con nuestra manera de vivir. No nos damos cuenta, pero notamos que esa persona es buena y sus obras también, y de esa manera está salando y dándole gusto a nuestra vida. Todo lo que está a su derredor queda bien salado y con buen gusto.

Así debemos actuar desde la Palabra de Dios. Salamos el mundo si vamos dando testimonio, sin pretenderlo ni anunciarlo, sino viviéndolo en cada instante de nuestra vida. No se ve lo que hacemos a grandes rasgos, pero se nota. Porque, las cosas sencillas no son percibidas por la mayoría, pero sí, la mayoría nota los efectos y lo bien que se está al lado de las buenas y sencillas obras. Los detalles de lo bueno despiertan nuestros sentimientos y deseos de permanecer junto a ellos.

Así, mezclando nuestros esfuerzos y colaborando de forma unida y solidaria damos sabor al mundo sin notarse dónde está esa sal bienintencionada que da gusto y sabor. Y tras las obras damos luz a todos aquellos que la ven y al mundo que nos contempla. La Iglesia da luz con todas sus obras buenas y esa luz en la que todos colaboran pasa desapercibida entre muchos que la aportan. De la misma manera sucede también, tal y como hemos dicho, con la sal. No se ve, pero se nota su sabor escondido entre todos los que colaboran y aportan su grano de sal.

Lo verdaderamente importante no es que con tus obras alumbras y das buen sabor y gozo, sino que el Reino de Dios quede alumbrado y bien salado por encima de todas nuestras aportaciones, esfuerzos y colaboraciones. Es el Reino lo que importa que quede alumbrado y bien salado para que todos experimentemos el deseo de permanecer en él.

sábado, 8 de febrero de 2020

AL LÍMITE DE TUS FUERZAS

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Mc 6,30-34
Queremos hacer muchas cosas y no damos descanso a nuestra actividad de apostolado. A veces confundimos nuestro ser cristiano con hacer y hacer olvidándonos de lo fundamental, creer en el Señor e imitar su estilo de vida donde el amor es lo fundamental. Porque, quien ama hace y quien hace da todo lo que tiene.

Ocurre que queremos llegar a muchos lugares y a muchas personas y abarcar muchos conocimientos. Queremos, en definitiva, hacer mucho pensando que las cosas dependen de nuestro esfuerzo y de nuestra implicación y, sin darnos cuenta, nos estresamos y agobiamos terminando cansados y desfallecidos. 

Hoy, Señor, en el Evangelio, nos invita al descanso y a la imperiosa necesidad de reponer fuerzas y de recuperar las energías gastadas en la labor de cada día. No debemos olvidar que todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido gratuitamente y, es eso, precisamente lo que debemos dar, porque no tenemos más. Cada cual ha recibido sus talentos, tres, dos o uno, y son esos talentos recibidos los que tienes que dar y hacerlos rendir al máximo.

No podemos dar más ni tampoco menos, ni agobiarnos, porque es eso lo que podemos y tenemos que dar, no más. Somos, pues, fieles a los talentos recibidos e, injertados en el Espíritu Santo, demos todo lo que tenemos hasta el límite de nuestras fuerzas. Y luego, sin más, por la Gracia de Dios, descansamos.

viernes, 7 de febrero de 2020

JUAN PRECUSOR Y MÁRTIR

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Experimento que me faltan las palabras y que mi corazón no, me parece ahora, está en sintonía con ellas. O, posiblemente, que se repiten mucho como algo rutinario y sin cohesión ni coherencia. Posiblemente, me digo, sea la hora de que las palabras se transformen en obras y den vida.

Fue el final de Juan, la entrega de su vida, la consecuencias de sus palabras, y la consumación de su misión. Con su vida anunció prepara los caminos al Mesías prometido.

Quizás a mí se me está exigiendo que mi vida se corresponda también con mis palabras, con mis reflexiones. Y eso, indudablemente, me preocupa. Quiero, Señor, llegar hasta el final y entregar mi vida por y con el anuncio de tu Buena Noticia. 

Sé y me reconozco débil, pecador y a merced del bienestar que el mundo me ofrece, pero no me siento bien en y con él. Sufro al leer que otros hermanos lo pasan muy mal y me siento impotente ante tales situaciones y, aún peor cuando experimento que no colaboran en favorecer la ayuda. Se obstinan en no hacer caso y vivir de manera desordenada.

Unos a causa de sus propios pecados y mala cabeza, y otros sometidos por los radicales y fanáticos que imponen su ley hasta el extremo de quitarles la vida si no se avienen a sus leyes y a sus pensamientos. Sin embargo, Señor, quiero, por encima de todo, cargar con mi cruz y aceptar mi camino para llegar a ti. Porque, sólo tú, Señor, eres mi gran esperanza, mi camino, mi verdad y mi vida.

jueves, 6 de febrero de 2020

VACIADOS DE TODA TENTACIÓN

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Mc 6,7-13
Somos de carne y hueso y eso significa que estamos tentados por todo lo que nos rodea. Sin darnos cuenta quedamos atrapados en la necesidad de las cosas y se nos hacen imprescindible hasta el punto de someternos y esclavizarnos. Despertamos y nos damos cuenta que necesitamos estar constantemente en la presencia del Señor. Nuestras preocupaciones y problemas deben estar puestos en su Infinita Providencia y Misericordia. Y reconocemos que nos cuesta fiarnos de su Palabra. 

En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos».

Todo esto tiene relación con respecto a nuestra naturaleza humana. Estamos sometidos por el pecado y tentados a dejarnos esclavizar por nuestra concupiscencia y nuestras ansias de poder, de riqueza y de liderazgo. Se experimenta en el mundo político, económico y artístico. Y todo esto nos aparta de darnos y servir a los demás. Conviene y es imprescindible seguir los consejos de Jesús. Sólo Él basta para dar testimonio de su Palabra y de sus Promesas. Claro, pronto nos damos cuenta de lo débil de nuestra fe. Necesitamos como agua que nuestra fe sea firme y confiada.

miércoles, 5 de febrero de 2020

LO DE CADA DÍA NO LE DAMOS VALOR

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Mc 6,1-6
Suele ocurrir que lo que tenemos cerca, lo que vemos cada día se nos hace muy familiar y llegamos a no tenerlo en cuenta y hasta despreciarlo. Las historias que se repiten cada día terminan por no ser apreciadas y hasta rechazadas. En la convivencia, bañada de confianza, se desprecia el valor de quien tenemos cerca y con quien convivimos. La excesiva confianza nos lleva a habituarnos y a considerarlo como algo de cada día. Que grave error si perdemos nuestro primer amor en nuestra relación con el Señor.

Jesús no es valorado dentro de su pueblo. Le conocen y se extrañan de su sabiduría hasta el punto que llegan a decir:  «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él.

Y esto se está repitiendo a lo largo del tiempo una y otra vez. Quizás lo hacemos ahora nosotros y casi ni nos damos cuenta. Nuestras Eucaristía, si la celebramos, se hacen rutinarias y muchos la repetimos como algo que hacemos cada dí sin mayor trascendencia. El contacto y relación con el Señor se ha transformado en un hábito y nos pasa desapercibido como una práctica más. Repetimos una y otra vez las mismas palabras que escuchó Jesús de sus propios contemporáneos. 

Jesús llega a decir: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

martes, 4 de febrero de 2020

BASTA QUE TENGAS FE


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Mc 5,21-43
También hoy el Espíritu Santo que hemos recibido en nuestro bautismo nos invita a creer en Él y a dejarlo actuar en y desde nuestro corazón. La fe mueve montañas, nos dirá el Señor Jesús - Mt 17, 20 - más adelante y la fe nos salvará. Es la fe lo que necesitamos para, por la Gracia de Dios, liberarnos de la esclavitud del pecado, ser libres y vivir injertados en la Palabra y desde la Palabra de Dios.

Eso fue lo que le sucedió a aquella mujer que padecía flujos de sangre desde hacía mucho tiempo y por lo que se había gastado todo lo que tenía sin poder conseguirlo. Habiendo oído hablar de las curaciones de Jesús pensó: "Si logro tocarle quedaré curada". Y se dispuso a intentarlo entre el gentío llegando a tocarle y quedar inmediatamente curada. Por el Evangelio sabemos lo que sucedió después y conviene leerlo despacio y meditarlo.

La cuestión es preguntarnos ahora, ¿cuál es nuestra fe? ¿Creo en el Señor hasta el punto de considerarme salvado por Él? Eh ahí la clave de nuestra salvación, basta tener fe y serás salvado

lunes, 3 de febrero de 2020

LO MATERIAL ANTE LO ESPIRITUAL Y LA DIGNIDAD DE LA PERSONA

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Mc 5,1-20
Los valores del hombre han ido descendiendo en categoría. Hoy se aprecia más lo material que lo espiritual. No parece tener el mismo valor algo que reporta dinero y riqueza que la dignidad de una persona, su honor y su moral. Prima el dinero y todo aquello que reporta beneficios de poder, de fama, de placer y de conseguir satisfacer tus apetencias carnales y concupiscencias.

En el Evangelio de hoy apreciamos como aquellos hombres decidieron invitar a Jesús a marcharse de su aldea por lo que había hecho. No les importaba la salud ni la curación del aquel endemoniado, sino el valor material de lo que habían perdido con la pérdida de aquella piara de cerdos. Hoy sigue ocurriendo lo mismo, anteponemos lo material a lo espiritual y los valores morales que dignifican al hombre. Interesa lo productivo e, incluso, cuando el hombre llega al ocaso de su vida y se vuelve improductivo y representa una carga, molesta, ocasiones pérdidas y conviene quitarlo del miedo. Ahí está preparada la ley de la eutanasia.

Poco se ha cambiado. El mundo sigue actuando de la misma forma. Ha avanzado en adelantos técnicos y científicos, pero la muerte sigue estando presente. Quizás, todavía más presente, porque si el hombre pierde su alma terminará perdiendo la vida. El mundo está en guerra consigo mismo, digamos, está endemoniado y autodestruyéndose,  enfrentados los hombres unos con otros por riqueza y poder sin importarles los valores que le dignifican y les distingue como personas semejantes a Dios.

La ceguera es preocupante, porque, buscando la verdad, la felicidad y la eternidad, el hombre se aparta y se aleja cada vez más de quien es el Camino, la Verdad y la Vida. Encontrar al Señor es encontrar lo que realmente buscamos. En Él está la Vida plena y eterna.

domingo, 2 de febrero de 2020

ENCUENTRO CON EL SEÑOR

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Lc 2,22-40
Simeón era viejo pero perseveró en esa inquietud y acción que el Espíritu Santo le había revelado. Y llevado por Él fue llevado al templo donde se encontró con el Señor. Movido por el Espíritu Santo dijo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.

El problema que tenemos es que posiblemente no cerramos a la acción del Espíritu Santo en nosotros, porque también nosotros, en nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu Santo. Y no de adorno, sino para alumbrarnos el camino en la Voluntad de Dios. Pero, necesita que abramos nuestro corazón y pongamos nuestra voluntad en su Mano para guiarnos por el camino que nos lleva a Jesús. Tal y como sucedió con Simeón y Ana.

Un encuentro que debemos intentar y cuidar cada día. Un encuentro que se vive cada día caminando en la presencia del Señor e intimando con Él. Un encuentro donde vamos descubriendo la necesidad de ir de su Mano y dejarnos llevar por la acción del Espíritu Santo. Un encuentro que hay que actualizar cada día y reafirmar cada día, porque, seguir a Jesús no es una decisión de un momento, sino una decisión que, cada día, se renueva y se reafirma en permanente relación con Él.

sábado, 1 de febrero de 2020

APARENTEMENTE DORMIDO, SEÑOR.

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Mc 4,35-41
En muchas ocasiones experimentas la ausencia de Jesús. Sientes que no está o que se ha ido o que, quizás, duerme. Te sientes sólo, tímido, débil y asustado. Te encuentras solo, al menos eso piensas, ante tus problemas. Piensas que no te escucha y tus problemas siguen presente, no se solucionan ni desaparecen. Experimentas que no mejoras y te preguntas:  ¿Acaso, Señor, te has ido y me has abandonado? ¿O, simplemente, estás dormido?

El Evangelio de hoy sábado me trae esos pensamientos y esa aparente ausencia que me sorprende e impacienta. Quizás, Señor, en esa ocasión, estando en la barca con tus apóstoles te hiciste el dormido, porque no creo que con esas olas y viento pudieras dormir, para probar la fe de tus apóstoles. Porque, por el miedo llegamos a la fe. No es cuestión de ser valientes sino de creer en Ti, Señor. Creer en la promesa de un Reino nuevo de Vida, de Verdad, de Justicia y de Paz. Un Reino de plena felicidad eterna.

Y, tiene sentido, que nuestros problemas y enfermedades sigan ahí, porque, sólo a través de ellas podemos encontrarte y abandonarnos sin remedio en la esperanza de tu Amor y Misericordia. Sí, Señor, ahora las tempestades de nuestras vidas cobran sentido. Ahora, las necesidades y sufrimiento tienen valor y vale la pena afrontarlas, no con resignación, sino con esperanza. La Palabra y Promesa de Jesús tiene fuerza y en ella deposito todas mis esperanzas. Mi vida se llena de gozo y alegría, porque, a pesar de tener que sufrir los acontecimientos de mi vida, sé que todo será y servirá para llegar a Ti, Señor.

Y en Ti, Señor, la Vida será diferente y plena de gozo y felicidad. Es entonces esta vida un camino para llegar a Ti y valdrá la pena recorrerlo asido a tu Mano e injertado en tu Palabra.