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domingo, 8 de junio de 2025

¡VEN ESPÍRITU SANTO!

Jn 21, 20-25

Manuel se había dado cuenta de que el Espíritu Santo que había recibido en su bautismo era el mismo que recibió Jesús en el suyo, precisamente aquel día en el Jordán por medio de Juan. En ese momento el Padre lo presenta como el Hijo amado y predilecto, y desciende sobre Él el Espíritu Santo.

Su admiración y gozo eran grande. Se consideraba asistido por ese mismo Espíritu, pues él no se consideraba capacitado para observar, comprender y darse cuenta por sí mismo de ese gran y maravilloso misterio.

Aquel día el Espíritu quiso revelarle algo, al menos así lo entendió Manuel. Regresaba de la Eucaristía nocturna diaria a su casa, y por el camino oía, como siempre, radio María. Pues bien, un sacerdote comentaba que lo de Pentecostés no fue algo que sucedió en aquel momento concreto a los apóstoles, sino que repetía muchas veces en nosotros a la hora de nuestra confirmación.

Experimentó un gozo interior porque se sabía visitado por el Espíritu Santo. Primero desde la hora de su bautismo; segundo, el día de su confirmación, aunque confesaba que en aquel momento no fue consciente de ello, pero, ahora, muchos años después, por su Gracia, el Espíritu le revelaba su presencia.

«¡Y es el mismo Espíritu que acompaño a Jesús al desierto, exclamaba lleno de gozo, alegría y confianza desde su corazón!». ¡Ven Espíritu Santo, llena mi corazón y enciende en mí la llama de tu Amor!

Realmente, así es, recibimos el mismo Espíritu Santo que acompaño a Jesús en su permanencia en la tierra en la hora de nuestro bautismo, y nos imprime carácter, fortaleza y sabiduría en la hora de nuestra confirmación, como a los apóstoles, para que, con nuestra vida y palabra, anunciemos la Buena Noticia.