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miércoles, 6 de agosto de 2025

ESTE ES MI HIJO, EL ELEGIDO. ESCÚCHENLE

Lc 9, 28b-36

   Se oye hablar mucho sobre el clima, el aborto y otras cosas, pero, ¿realmente son ciertas? ¿Tienen verdadero fundamento? ¿Qué piensas de esto, Manuel?
    —La realidad es que al final no se sabe ni de dónde salen. Lo dijo este; me lo dijo el otro. Se dice, se rumorea. Pero, ¿tiene verdadera autoridad la persona que lo ha dicho? Porque, lo verdaderamente importante no es que se dice, sino quién lo dice.
     —En eso estoy de acuerdo, Manuel. No tiene valor lo que se dice, si no sabemos de dónde viene. El valor está en quién lo dice. ¿Tiene fundado conocimiento y autoridad para afirmarlo?
    —Ahora me viene a la cabeza ese momento sublime de la Transfiguración del Tabor. Fue el momento elegido por Dios para dejar claro Quién es Jesús. Ya lo había presentado en el Jordán, en su bautismo, por Juan. Pero, ahora, en el Tabor, lo reafirma y lo presenta solemnemente a Pedro, Santiago y Juan: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenle».
    —Y claro … por eso decimos en la liturgia: “Palabra de Dios”. Ahora lo entiendo mejor.
    —Sí, la Palabra de Jesús le viene dada por su Padre. Su autoridad —visible en sus Palabras y Milagros— viene confirmada por el Poder de Dios. Y eso no admite discusión. Pedro, Santiago y Juan, fueron fortalecidos con esa Revelación. Escucharon la Voz del Padre, y no solo oyeron: fueron invitados a escuchar con el corazón. Lo puedes leer en Lucas 9, 28b – 36.
    —Conozco ese pasaje evangélico, y veo que encaja perfectamente. Los apóstoles necesitaban un espaldarazo espiritual para seguir adelante. Sobre todo los líderes del grupo. Era hora de volver al mundo y continuar el camino.
    —Hacía falta una esperanza sólida, una señal que les hiciera ver, aunque fuera solo un destello, lo que iba a suceder. Ver a Jesús con Moisés y Elías dejaba clara su divinidad. Aunque, llegado el momento, no lo entendieron del todo… pero luego todo se iluminó.  
    —¿Te refieres a la llegada del Espíritu Santo?
    —Exacto, el Espíritu Santo —el mismo que hemos recibido nosotros en el bautismo— es Quién va poniendo todo en orden. Pero, a veces, como los apóstoles, nos despistamos y no confiamos en quienes nos anuncian a Jesús y su Buena Noticia. No vemos que, a través de ciertas personas, Dios nos habla y nos recuerda que Jesús es su Hijo, enviado para liberarnos de la esclavitud del pecado.

    Ambos amigos sabían que eso iba por ellos también. No es cuestión de quedarnos maravillados en nuestro propio Tabor. Se nos invita a bajar al ruedo del mundo y seguir el camino hasta llegar a nuestro propio calvario. Allí, a los pies de Jesús, y junto a Él, pondremos también nuestra cruz.