Lc 7, 31-35 |
En muchas ocasiones —se decía Pedro— nuestra
maduración deja mucho que desear. Como si de niños se tratara, mostramos
nuestro lado infantil y nos quejamos, cuando no tenemos razón para ello. O nos
alegramos cuando la ocasión demanda silencio o moderación.
—¿Cuál es tu opinión al respecto, Manuel?
—Me parece acertado lo que dices. Hay ocasiones en
que nos mostramos inmaduros y salen a relucir nuestras infantilidades. Nos
quejamos cuando toca alegrarnos, o, nos alegramos cuando hay motivos para
instalarnos en la queja.
—Hay momentos —añadió Pedro— que no sabemos cómo actuar.
Descubrimos nuestro lado más infantil sin saber responder a las situaciones del
momento. Y llegan los líos, las revueltas y protestas.
—Hay que saber estar, y eso lleva tiempo y maduración.
Dejar de actuar como niños y acompasar nuestros sentimientos al ritmo de Dios. En
(Lc 7, 31-35) Jesús nos descubre nuestro lado infantil:
En aquel tiempo, el
Señor dijo: «¿Con
quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen?
Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a
otros diciendo: ‘Os hemos tocado la …
Jesús favoreció siempre celebrar la alegría del
Reino, sin sustraernos de los sufrimientos que llegan, pero que vividos junto a
Él, no tienen el poder de abatirnos.