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sábado, 26 de julio de 2025

A LA HORA DE LA SIEGA

Mt 13, 24-30

Pedro estaba algo nervioso, inquieto y molesto. Temía que, a la hora de la siega, su vida estuviese más llena de cizaña y de trigo. Eso le comprometía a sembrar más trigo y limpiarse de cizaña.

—Manuel, estoy algo nervioso. Mejor, me asalta el santo temor a la bondad de Dios… Aunque sé que su Misericordia es Infinita, también sé que es Infinitamente Justo, por tanto, toda la cizaña que tengas en tu siembra la tendrás que pagar.
    —Supongo que debe ser así. El pecado, aunque es perdonado, exige restitución. La ofensa clama ser restituida, y lo robado ser resarcido. Por tanto, de alguna manera la misericordia trae consigo un propósito de arrepentimiento y un esfuerzo de restablecer el daño producido. Creo que es de sentido común.
    —Sí, estoy de acuerdo, y eso me hace temblar y me inquieta hasta el extremo de mirar mi vida y ver qué tiene de trigo y de cizaña.
    —Haces muy bien, pues a la hora de la siega todo quedará al descubierto, nuestra cizaña y nuestro trigo. Conviene almacenar todo el trigo que podamos, y limpiar nuestro huerto particular – corazón  de cizaña.
    —Eso es lo que me propongo, claro, con la Gracia de Dios. Y me anima y me llena de esperanza la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios.
    —¡Por supuesto, no lo dudes! Nuestro Padre sabe de nuestras intenciones, también de nuestras debilidades, y conoce nuestros esfuerzos y actitudes. Por tanto, tengamos confianza y tratemos, eso sí, de amar y ser misericordioso con todas nuestras fuerzas, sabiendo que Dios nos ve y su Amor es Infinitamente Misericordioso.

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