El camino a recorrer es un
camino de cruz. Eso significa que seremos perseguidos, odiados y martirizados
hasta el extremo de nuestra propia muerte. Sufriremos el mismo camino que sufrió nuestro Señor. Precisamente, es
eso lo que se está acaeciendo en nuestra propia época, hasta el punto de que
podemos decir que todos los días muere algún cristiano perseguido en alguna
parte.
Sin embargo, ¿qué hacemos
nosotros? Pues, si queremos seguir a nuestro Señor, nuestra respuesta debe ser
la misericordia, manifestada en nuestras obras, palabras y actitud de vida. Seguir
a Jesús es tratar de imitarle asemejando nuestra vida a la suya. Y eso solo lo
podemos realizar abiertos a la acción del Espíritu Santo. Espíritu Santo que
nos promete Jesús: (Jn 15,26—16,4): En
aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que
yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre,
Él dará testimonio de …
Por tanto, nuestra actitud debe ser esa: abrirnos a la acción del Paráclito y, por su Gracia, vivir en la actitud de hacer la Voluntad del Padre, tal y como hizo Jesús. Eso sí, consciente de nuestras debilidades y pecados, pero, también conscientes de que estamos asistidos por la Gracia del Espíritu Santo, y unidos a Él podemos hacer que lo imposible sea posible. Amén.