Mt 12, 38-42 |
—¿No
crees, Pedro, que la fe es como, en términos circenses, un salto sin red?
—Supongo que si hemos sido creados libres tendremos que tomar una elección. Creer o no. Y en esa elección se esconde nuestro – entre comillas – mérito.
—Cierto, has dicho muy bien. Nuestra felicidad dependerá de esa nuestra elección, de fiarnos de la Palabra de Dios, o creer en la nuestra. Ese premio de vida eterna en plenitud tendrá su recompensa y relación directa con nuestra elección. Y, claro, supone un riesgo, pero un riesgo que merece la pena. Y…
—Supongo que si hemos sido creados libres tendremos que tomar una elección. Creer o no. Y en esa elección se esconde nuestro – entre comillas – mérito.
—Cierto, has dicho muy bien. Nuestra felicidad dependerá de esa nuestra elección, de fiarnos de la Palabra de Dios, o creer en la nuestra. Ese premio de vida eterna en plenitud tendrá su recompensa y relación directa con nuestra elección. Y, claro, supone un riesgo, pero un riesgo que merece la pena. Y…
Le interrumpió Pedro. — Y
que se irá decreciendo en la medida que te vas abandonando en los brazos de
Dios … Al final, tu fe se va fortaleciendo y tu esperanza creciendo.
—Me lo has quitado de la
lengua. Evidentemente, en la medida que vas entregando y depositando tu
confianza en el Señor, tu fe aumenta, y tu esperanza llena tu corazón de
alegría y gozo.
No nos damos cuenta de que nuestra libertad nos hace responsables de nuestros actos. Poner la fe tan clara, como pedían aquellos fariseos – Mt 12, 38-42 – es como si nos quitaran nuestra libertad y responsabilidad. Es decir, entre comillas, “nuestro mérito”. Creer siempre implica un riesgo, pero, ¿consideramos un riesgo, creer en Alguien que nos dice lo que verdaderamente sentimos en lo más profundo de nuestro corazón? Y precisamente, caminó haciendo el bien, liberando y amando a los más pobres, abandonados y excluidos. Simplemente, merece la pena fiarse de la Palabra de Dios.