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sábado, 13 de septiembre de 2025

DE LO QUE REBOSA EL CORAZÓN, HABLA LA BOCA

Lc 6, 43-49

    Cuando llegan los contratiempos, se descubre el verdadero talento de la persona. Uno se afirma en su identidad cuando logra rebasar la tormenta que amenaza su vida. Puede ser la ruina del trabajo con el que se ganaba el pan, una muerte muy sentida en la familia o algo todavía más íntimo. La fuerza de la tormenta pone a prueba lo que somos, y todo dependerá de dónde y cómo hayamos edificado nuestra existencia para resistir cualquier tempestad.

    Hacía tiempo que Santiago había desaparecido de mi vista. En muchos momentos lo recordaba, pero su presencia, antes tan frecuente, se había diluido como una gota de agua bajo el sol. Como si hubiese muerto, nada se sabía de él.
    Absorbido en estos pensamientos, Manuel no advirtió la llegada de su amigo Pedro.
 
    —Te noto distraído, ¿te pasa algo? —preguntó Pedro con mirada atenta.
  —¡Ah!, nada. Pensaba en la ausencia de un amigo. Hace meses que no lo veo. No sé qué le ha ocurrido.
    —¿Lo veías con frecuencia?
    —¡Sí, claro, todos los domingos! Y, a veces, entre semana. Pero ahora… se ha evaporado.
    —¿Crees que le habrá sucedido algo?
   —No, me hubiese enterado. Supongo que se desorientó con el último percance que sufrió, y su vida espiritual se ha ido desmoronando poco a poco.
    —¿Por qué llegas a esa conclusión? —replicó Pedro, algo confuso.
   —Porque llevaba una vida ordenada y asistía con frecuencia a la misa dominical. Ahora, de repente, ha desaparecido.
    —Pues sí —admitió Pedro—, tu sospecha tiene fundamento.
    —Eso me temo de mi amigo Santiago —continuó Manuel—. Está muy bien explicitado por Jesús en el Evangelio de Lc 6, 43-49:
“¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo?” Todo el que venga a mí, oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién se parece: es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca..."
 
   Y el Señor lo deja muy claro: quien escucha su Palabra y no la pone en práctica, es semejante al que edifica su casa sobre arena, sin cimientos; cuando llegan los torrentes, al instante se desploma y grande es su ruina.
    Y es que de lo que rebosa el corazón habla la boca. Si nuestra vida la apoyamos en las cosas de este mundo, al llegar los contratiempos, se derrumba.