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Jn 20, 1-2. 11-18 |
«A veces me lleno de dudas y surgen en lo más
profundo de mi corazón tribulaciones y vacilaciones que debilitan mi fe». Eso se preguntaba Pedro mientras daba el habitual
paseo de cada día. Meditaba sobre el Evangelio, festividad de María Magdalena. «Cuando llegó al sepulcro, lo encontró vacío.» Eso
quiere decir que allí no había nadie. «Luego, Jesús había resucitado», ¿no? En esas discusiones, consigo mismo, tropezó con
su amigo Manuel.
—Buenos días, voy a tomarme un
café, te invito. ¿Tienes tiempo?
—Sí, claro, y además quiero
compartir contigo estos pensamientos que me asaltan hoy, festividad de María
Magdalena.
—Pues, nada mejor ocasión
para dialogarlo al calor de un buen café.
Allá se dirigieron los dos
amigos. Uno ávido en conocer la opinión del otro. Y otro, lleno de curiosidad
por el interrogante que le plantearía su amigo.
—Estaba, dijo Pedro,
sopesando el momento del encuentro de María Magdalena al llegar al sepulcro de
Jesús. Y me pregunto: ¿qué piensas tú al respecto?
—Tuvo que ser un momento muy
fuerte, emocionante y lleno de esperanza. ¿No te parece? Y, además, muy
significativo, porque, al no estar, el cuerpo, revelaba que algo había pasado.
—Es lo primero que ella
pensó, lo cual deja claro que no había entendido nada de lo que Jesús les había
dicho. No esperaba, ni se imaginaba, que Jesús iba a resucitar.
—Y tampoco los demás. Todos
estaban asustados y resignados. ¿Recuerdas a los de Emaús? Pero, la realidad,
amigo Pedro, es que a Jesús nadie se lo había llevado. Simplemente, Resucitó, y
para anunciarlo y propagarlo se le manifestó a María Magdalena para que lo
anunciara a los apóstoles. Y ese, quieras o no, es la prueba y el fundamento de
nuestra fe. ¡Jesús vive, ha Resucitado, y está entre nosotros!
Hoy, a nosotros nos sucede lo mismo. Hay momentos en
que las dudas nos asaltan y hacen zozobrar nuestra fe. De eso se aprovecha el
maligno para seducirnos, tentarnos y desviarnos del Camino, de la Verdad y de
la Vida. Lo que nos descubre la necesidad de ir juntos y fortalecernos al compartir
nuestra fe y alimentarnos de los sacramentos.
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