martes, 22 de julio de 2025

ENCUENTRO CON EL RESUCITADO

Jn 20, 1-2. 11-18

«A veces me lleno de dudas y surgen en lo más profundo de mi corazón tribulaciones y vacilaciones que debilitan mi fe». Eso se preguntaba Pedro mientras daba el habitual paseo de cada día. Meditaba sobre el Evangelio, festividad de María Magdalena. «Cuando llegó al sepulcro, lo encontró vacío.» Eso quiere decir que allí no había nadie. «Luego, Jesús había resucitado», ¿no? En esas discusiones, consigo mismo, tropezó con su amigo Manuel.

—Buenos días, voy a tomarme un café, te invito. ¿Tienes tiempo?
—Sí, claro, y además quiero compartir contigo estos pensamientos que me asaltan hoy, festividad de María Magdalena.
—Pues, nada mejor ocasión para dialogarlo al calor de un buen café.

Allá se dirigieron los dos amigos. Uno ávido en conocer la opinión del otro. Y otro, lleno de curiosidad por el interrogante que le plantearía su amigo.

—Estaba, dijo Pedro, sopesando el momento del encuentro de María Magdalena al llegar al sepulcro de Jesús. Y me pregunto: ¿qué piensas tú al respecto?
—Tuvo que ser un momento muy fuerte, emocionante y lleno de esperanza. ¿No te parece? Y, además, muy significativo, porque, al no estar, el cuerpo, revelaba que algo había pasado.
—Es lo primero que ella pensó, lo cual deja claro que no había entendido nada de lo que Jesús les había dicho. No esperaba, ni se imaginaba, que Jesús iba a resucitar.
—Y tampoco los demás. Todos estaban asustados y resignados. ¿Recuerdas a los de Emaús? Pero, la realidad, amigo Pedro, es que a Jesús nadie se lo había llevado. Simplemente, Resucitó, y para anunciarlo y propagarlo se le manifestó a María Magdalena para que lo anunciara a los apóstoles. Y ese, quieras o no, es la prueba y el fundamento de nuestra fe. ¡Jesús vive, ha Resucitado, y está entre nosotros!

    Hoy, a nosotros nos sucede lo mismo. Hay momentos en que las dudas nos asaltan y hacen zozobrar nuestra fe. De eso se aprovecha el maligno para seducirnos, tentarnos y desviarnos del Camino, de la Verdad y de la Vida. Lo que nos descubre la necesidad de ir juntos y fortalecernos al compartir nuestra fe y alimentarnos de los sacramentos.

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