Jn 17, 11b-19 |
Manuel se sentía débil cada
vez que olía el ambiente del mundo. Era difícil expresar un deseo de paz,
de buena intención y de fraternidad. La corriente del mundo arrastra y es hostil al pensamiento de Jesús. Ser discípulo te creaba problemas, pues el
mundo no comulga con la fraternidad ni solidaridad.
«Será
difícil – se dijo – abrir el corazón hasta el extremo de darse en amor y
misericordia. Posiblemente no te comprenderán ni entenderán esa actitud».
El mundo es hostil y seductor.
No obstante es uno de los más graves peligros del alma. Caminamos entre lobos y
muchos se introducirán entre nosotros. Eso nos exigirá estar muy atentos y
unidos. No cabe duda de que la unión fortalece. Necesitamos estar unidos para resistir
la lucha de un mundo que nos impone desigualdades, privilegios y margina al
pobre y vulnerable.
Unidos y en oración permanente a nuestro Señor era la idea que llenaba la cabeza y el corazón de Manuel. Sabía y presentía, que unido al Señor resistiría las tentaciones y peligros del mundo, demonio y carne. Y eso le daba fuerza, ánimo y esperanza para seguir su camino.