viernes, 5 de septiembre de 2025

EN LA PRESENCIA DE JESÚS

Lc 5, 33-39

     Era día de fiesta. Se celebraba una boda y, como miembro de la familia, estaba invitado. Pensé: «hoy haré día libre, dejaré la dieta aparcada. Es día para celebrar la boda de estos amigos»

    De esta manera, Pedro, había borrado la dieta de ese día para celebrar la alegría de la celebración de la boda. Y es que, a veces, por circunstancias especiales, hay que interrumpir la dieta o ayuno, para disfrutar del momento puntual que se presenta en nuestra vida. Ya, cuando el momento sea el adecuado, tomaremos de nuevo la dieta, o haremos el ayuno pertinente.
    Viendo llegar a Manuel, aprovechó para pedirle su opinión al respecto.

    —Manuel, ¿qué opinas sobre suspender las dietas en algún momento determinado?
    —¡Hombre!, el sentido común te dice que, puestos a celebrar algo especial, se puede dejar la dieta o el ayuno pertinente, para disfrutar del momento presente.
    —Eso había decidido. ¿Qué te parece?
    —Pues, muy bien. Hay un pasaje del Evangelio, precisamente en Lc 5, 33-39, donde Jesús, en respuesta a fariseos y escribas, que le reprochaban que sus discípulos no ayunaban, dice:
    «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días».
    En la presencia de Jesús nadie se acuerda del ayuno. Todo está centrado en celebrar el encuentro con Él. ¡Es el Mesía, el Salvador que nos librará de la esclavitud! No hay lugar para el ayuno, sino para la fiesta.
    —Estoy de acuerdo. Sería contradictorio ponerse triste cuando hay motivos para estar alegre; privarse de algo cuando no hay por qué hacerlo. ¿No piensas, Manuel, que eso es lo correcto?
    —Totalmente, el ayuno, de cualquier tipo, está reservado para momentos de penitencia, de sobriedad y de entreno, para guardar el equilibrio y no dejarnos dominar por el vicio, el ego, bienestar y comodidades. Es aconsejable para luchar contra el relajamiento excesivo, la indisciplina y flaquezas que llevamos en nuestra naturaleza.

    El Espíritu de Jesús sigue soplando, trayendo novedad e invitándonos a ser valientes y estrenar caminos.