La meta a la que nos
lleva este mundo es a la individualidad. Ahora tratan de desestabilizar la
familia y, con ello, dejar al hombre solo como individuo sin relación para,
desde ahí, someterlo con más facilidad. Porque, el hombre es un ser en relación
y necesita el vínculo familiar para nacer desde el amor y educarse en el amor.
Jesús, que vive y
padece esta situación ya en su tiempo, donde los pobres y enfermos eran
marginados y excluidos, se ofrece – Cuerpo y Sangre- para establecer una
amistad fortalecida en el Espíritu que nos una y que desde Él nos lleve a la
unidad fraterna que nos haga más personas relacionadas, desde la verdad, justicia
y amor, los unos con los otros.
En un mundo donde
impera el poder, la riqueza y prevalecen los egoísmos, el hombre se aísla y, refugiado
en los avances técnicos se individualiza y se destruye a sí mismo. Ha nacido
para amar y ser amado, y eso exige una condición sine qua non; la relación
amorosa y misericordiosa. Amar en la verdad, justicia y misericordia.
Solo en y por
Jesús, el Hijo de Dios Vivo, el hombre puede encontrar y permanecer en su
esencia vital, el amor. Porque, Dios es Amor y por Amor ha enviado a su Hijo
para redimirnos con su Pasión, muerte y Resurrección. Él es ese Pan de Vida que
nos da la sabiduría y la fortaleza de sabernos hermanos y de, en y por Él,
estar relacionados y unidos en un solo Amor tal como el Padre y el Hijo.