sábado, 22 de abril de 2023

MARÍA, MADRE DE DIOS

Jn 19, 25-27

Es lógico que cuando nos sucede algo notable y destacado lo compartamos con nuestros seres más próximos. Lógico que nuestra madre ocupe un lugar destacado en ese compartir nuestros éxitos y también fracasos; nuestras alegrías y también angustias. Por tanto, es lógico suponer e intuir, aunque no se mencione en el Evangelio, que la primera aparición de Jesús Resucitado, según San Ignacio de Loyola, fuese a su Madre.

María ocupa un lugar muy destacado en la Iglesia. Es la Madre y la que estuvo siempre al lado de su Hijo hasta el extremo de acompañarle hasta la misma cruz. Solo ella con su hermana, María, de Cleofás, María Magdalena y Juan el discípulo amado permanecieron firmes a los pies de la cruz. Es natural suponer que Jesús, Resucitado, diese la primera alegría a su Madre.

María es la Madre, la que también ruega por nosotros para que creamos en la Palabra de su Hijo. Ella quiere que todos creamos en su Hijo y sabe que solo su Hijo nos puede dar eso que tanto buscamos en este mundo. Ella, pues, intercede por nosotros y a ella recurrimos todos los que la tenemos por Madre. Ella es también un camino por el que nos podemos acercar a su Hijo. Es evidente que conociendo a la Madre nos adentraremos también en el conocimiento de su Hijo.

Eso no significa que por María alcanzamos la salvación y llegamos a Dios. Simplemente, tratamos de aclararlo, María intercede como Madre que es para que podamos conocer mejor a su Hijo. Es natural y lógico que una madre sepa mucho de su hijo. ¿Cómo no va a saber María muchas cosas de Jesús que nos puede enseñar y dar a conocer? ¡Claro!, por ella podemos intimar y llegar a un conocimiento mejor de Jesús.

Ahora, solo por Jesús podemos salvarnos. Él es el único mediador entre los hombres y su Padre, y solo por Él podemos alcanzar la salvación. Sin embargo, sabemos por experiencia que por muchos caminos podemos encontrarle y María, su Madre, es uno de los más importantes.