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| Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. | 
Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la  misericordia de Dios. Pero ella supone un “cambio” por nuestra parte.  Una inversión de la situación que consiste en despegarse de las  criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica  libertad. 
Sin embargo, no esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado, para cambiar a Dios. Según denunció el padre jesuita Bourdaloue, «querríamos convertirnos cuando estuviésemos cansados del mundo o, mejor dicho, cuando el mundo se hubiera cansado de nosotros». Seamos más listos. Decidámonos ahora.
La Semana Santa es la  ocasión propicia. En la Cruz, Cristo tiende sus brazos a todos. Nadie  está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el paraíso. Eso  sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del Evangelio:  «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero  éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41).
Necesito luz y fuerza, SEÑOR, para
encontrar el camino que me
lleva a TI.
Yo quiero cambiar el rumbo de
mi vida, y seguirte. Porque
sólo TÚ eres la Luz que
puedes alumbrar el
verdadero camino. Amén.
 
