lunes, 7 de julio de 2025

LA FE MUEVE MONTAÑAS

Mt 9, 18-26

   Sorprendentemente mucha gente ha sido curada de su enfermedad. El Evangelio de hoy nos habla de eso, pero sabemos que hay mucha gente que ha sanado misteriosamente por su fe. Sin embargo, al menos yo, no llego a comprender que clase de fe debo tener para alcanzar un milagro. En algunas ocasiones he solicitado curación para algunas personas, y no ha sucedido. Eso no ha debilitado ni disminuido mi fe. Creo en ti, Señor, y sé que estas ahí, pero sé que mi fe no llega a tener esa fuerza que necesita para conmoverte y hacer que intervengas. Envidio sanamente la fe de ese jefe judío y de la mujer de flujos de sangre. Quisiera, Señor, tener una fe como la de ellos. Sin embargo, no la tengo. Nunca entenderé ese misterio sino cuando esté, mi Señor, delante de Ti.

    Manuel daba un paseo y meditaba sobre ese Evangelio –  Mt 9, 18-26 – cuando observó que Pedro estaba en la terraza de costumbre. Se acercó y …

    —Buenos días, Pedo, ¿qué tal estás? 
    —¡Hombre!, de momento parece que bien. Tomándome un cafelito como de costumbre. ¿Te invito? 
     —Gracias. Venía dándole vueltas a este pasaje del Evangelio de Mateo. Recuerdas, sobre la curación de la hija de Jairo, líder de sinagoga. Cada vez que medito más, más misterio me parece la fe. ¿Tienes alguna opinión sobre esto? 
     —Sabemos que la fe es un don de Dios, y más no alcanzó a ver. A nosotros nos toca fiarnos y confiar en el Señor.  
    —Sí, en eso estamos de acuerdo, pero que grande tiene que ser la fe para que el Señor haga esos milagros. Tanto aquel jefe judío, como la mujer que padecía flujos de sangre, tuvieron una fe muy grande. ¡Me gustaría a mí tener esa fe! 
    —Nos toca pedirla. No podemos hacer otra cosa. Poner toda nuestra confianza en las manos del Señor y esperar. 
    —Por supuesto, añadió Manuel, pero, mira, hay un detalle que me ha venido ahora al pensamiento. En la medida que nos fiamos del Señor, oramos y le pedimos el don de la fe, estamos de alguna forma demostrando que creemos. Quizás nuestra fe no llegue todavía a mover al Señor a hacer un milagro, pero, sí, tenemos fe, y en eso estamos. 
    —Te acuerdas de lo que dijo el Señor respecto a la fe: «en verdad os digo que si tenéis fe – Mt 17, 20 – como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible». Esto significa que nuestra fe, todavía, es más pequeña que un grano de mostaza. De ahí que debemos seguir pidiéndola y confiando en el Señor.

    Había quedado claro. La fe es un don de Dios, y hay que pedirla y buscarla en la intención de arriesgarnos y ponernos en manos del Señor. De momento, ser perseverantes, confiar en el Señor y pedirla con insistencia y perseverancia siendo pacientes y confiados.