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Mt 9, 18-26 |
Sorprendentemente
mucha gente ha sido curada de su enfermedad. El Evangelio de hoy nos habla de
eso, pero sabemos que hay mucha gente que ha sanado misteriosamente por su fe.
Sin embargo, al menos yo, no llego a comprender que clase de fe debo tener para
alcanzar un milagro. En algunas ocasiones he solicitado curación para algunas
personas, y no ha sucedido. Eso no ha debilitado ni disminuido mi fe. Creo en ti,
Señor, y sé que estas ahí, pero sé que mi fe no llega a tener esa fuerza que
necesita para conmoverte y hacer que intervengas. Envidio sanamente la fe de
ese jefe judío y de la mujer de flujos de sangre. Quisiera, Señor, tener una fe
como la de ellos. Sin embargo, no la tengo. Nunca entenderé ese misterio sino
cuando esté, mi Señor, delante de Ti.
Manuel
daba un paseo y meditaba sobre ese Evangelio – Mt 9, 18-26 – cuando observó que Pedro estaba en
la terraza de costumbre. Se acercó y …
—Buenos
días, Pedo, ¿qué tal estás?
—¡Hombre!,
de momento parece que bien. Tomándome un cafelito como de costumbre. ¿Te invito?
—Gracias.
Venía dándole vueltas a este pasaje del Evangelio de Mateo. Recuerdas, sobre la
curación de la hija de Jairo, líder de sinagoga. Cada vez que medito más, más
misterio me parece la fe. ¿Tienes alguna opinión sobre esto?
—Sabemos
que la fe es un don de Dios, y más no alcanzó a ver. A nosotros nos toca
fiarnos y confiar en el Señor.
—Sí,
en eso estamos de acuerdo, pero que grande tiene que ser la fe para que el
Señor haga esos milagros. Tanto aquel jefe judío, como la mujer que padecía
flujos de sangre, tuvieron una fe muy grande. ¡Me gustaría a mí tener esa fe!
—Nos
toca pedirla. No podemos hacer otra cosa. Poner toda nuestra confianza en las
manos del Señor y esperar.
—Por
supuesto, añadió Manuel, pero, mira, hay un detalle que me ha venido ahora al
pensamiento. En la medida que nos fiamos del Señor, oramos y le pedimos el don
de la fe, estamos de alguna forma demostrando que creemos. Quizás nuestra fe no
llegue todavía a mover al Señor a hacer un milagro, pero, sí, tenemos fe, y en
eso estamos.
—Te
acuerdas de lo que dijo el Señor respecto a la fe: «en
verdad os digo que si tenéis fe – Mt 17, 20 – como un grano de mostaza, diréis
a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible». Esto
significa que nuestra fe, todavía, es más pequeña que un grano de mostaza. De
ahí que debemos seguir pidiéndola y confiando en el Señor.
Había
quedado claro. La fe es un don de Dios, y hay que pedirla y buscarla en la
intención de arriesgarnos y ponernos en manos del Señor. De momento, ser
perseverantes, confiar en el Señor y pedirla con insistencia y perseverancia
siendo pacientes y confiados.