sábado, 31 de octubre de 2020

PRIMERO Y ÚLTIMO

Lc 14,1.7-11 

La vida, nuestra vida, desde muy temprana edad se convierte en una carrera competitiva. Sin darnos cuenta nos sumergimos en una competición que, en algunos momentos, alcanza gran intensidad. Competimos en los estudios, en los trabajos, en los puestos, en las novias y novios, en el poder, las riquezas...etc. Pasamos gran parte de nuestra vida compitiendo hasta que nos damos cuenta de que por ese camino no llegamos a ninguna parte.

Sin embargo, competir no es malo, lo malo sería ser el mejor y para conseguirlo hacer lo que sea, incluso pasar por encima del otro. Eso es lo verdaderamente peligroso y malo. Y, todavía peor, creerte mejor que el otro y, como resultado, adjudicarte un puesto superior. Ahí está el peligro y el pecado; el error y la vanidad de pensar que eres más alto y mereces honores y admiración.

¿Quién eres tú? ¿Acaso eres mejor y más valioso que los demás? Y si lo eres, ¿no te das cuenta que todo lo que eres y tienes te ha sido dado gratuitamente por tu Padre Dios? ¿Acaso tienes razones que justifiquen que podías ser otro, haber nacido en otro país y ser necesitado extremo? ¿Eres consciente de todo esto y tienes en cuenta a los necesitados? Ser último es descubrir que lo que tienes y has recibido se te ha dada para ponerlo al servicio de otros, especialmente los más necesitados.

Humilde es descubrir tu condición de creatura de Dios y de que se te ha dado unos talentos y cualidades para ponerlas al servicio de los que la necesitan. Porque el alivio de sus sufrimientos y dolores pasa porque tú les ofrezcas lo que les pertenece por el Amor de Dios y a través de los talentos que tú has recibido.